![]() ![]() Miércoles, 13 de octubre de 2010 / La Valetta, Malta ✏️ Diarios de Viajes de Mediterráneo
Apuntes culturales: El territorio de Malta está formado por un grupo de siete islas situado en el centro del Mar Mediterráneo, a 93 km del sur de Sicilia y a 288 km del norte de África. Sólo están habitadas las tres mayores, Malta, Gozo y Comino...![]() Diario: MSC Splendida: una vuelta por el Mediterráneo (Octubre 2010)⭐ Puntos: 4.4 (12 Votos) Etapas: 9 Localización:![]() Apuntes culturales: El territorio de Malta está formado por un grupo de siete islas situado en el centro del Mar Mediterráneo, a 93 km del sur de Sicilia y a 288 km del norte de África. Sólo están habitadas las tres mayores, Malta, Gozo y Comino, con una población total de 400.000 habitantes en una extensión de 316 km2 y una costa de 196,8 km (sin incluir los 56,01 km de la isla de Gozo). El terreno es bajo y rocoso, con costas acantiladas. Malta es la isla más grande y el centro cultural, comercial y administrativo. Gozo es la segunda en tamaño y es más rural. Se caracteriza por la pesca, el turismo, la artesanía y la agricultura. Comino está prácticamente deshabitada. Malta es un crisol de civilizaciones con una historia milenaria. Ya estuvo habitada unos 5 200 años antes de nuestra era, y en sus islas existió una importante civilización prehistórica antes de llegar los fenicios, que llamaron a la mayor de ellas Malat, que significa puerto seguro. Más tarde, fue durante siglos la sede de la Orden de los Caballeros Hospitalarios o de San Juan y, posteriormente, pasó a pertenecer al Imperio Británico. Alcanzó la independencia en 1964. El Gobierno de Malta está presidido por el jefe del partido con mayoría de escaños en el Parlamento unicameral, conocido en maltés como Kamra tar-Rappreżentanti. La lengua nacional es el maltés, que pertenece, como el árabe, a la familia de las lenguas semíticas. El inglés es lengua oficial, y muchos malteses hablan también italiano. El turismo es importante en Malta, aunque la isla también posee un sector de servicios en expansión. La gastronomía tradicional maltesa está compuesta por sopas (minestrone y sopa de pescado), pastas y repostería. Son típicos los rellenos, y el estofado de conejo (Stuffat Tal-Fenek) es un plato nacional. Sin duda alguna, con sus megalitos, sus mazmorras medievales y la cueva de Calipso, las islas maltesas son míticas. Las sinuosas y estrechas callejuelas de sus pueblos y ciudades serpentean entre multitud de catedrales renacentistas y palacios barrocos. El entorno natural de las islas posee las estructuras construidas por el hombre más antiguas de todo el mundo, por lo que han sido descritas acertadamente como un museo al aire libre. La larga relación entre los isleños y los pueblos de diferentes nacionalidades que ocuparon Malta durante siglos ha creado una armoniosa mezcla de estilos y tradiciones. Esta combinación da a las islas una fascinante cultura ecléctica. La historia de Malta se remonta hacia el 5200 a.C, cuando sus primeros pobladores de la Edad de Piedra comenzaban a trabajar la agricultura, probablemente proviniendo de la vecina zona de la actual Sicilia. Hoy en día se pueden apreciar grandes estructuras arqueológicas, que son el legado más valioso de Malta. Miles de años después, Malta fue poblada por los griegos, y luego los romanos, dejando indicios de su estadía en la zona. Hacia la década del 60, se dice que las costas fueron visitadas de manera accidentada por San Pablo, dado que éste naufragó en lo que hoy se conoce como Bahía de San Pablo. Siglos después Malta fue dominada durante un breve dominio por el imperio bizantino, para luego ser dominada por los árabes en el 870, dominio que dejó sus huellas en la lengua maltesa, que posee elementos de dicha cultura. Poco menos de 1000 años después, Malta era arrendada por los Caballeros Hospitalarios, hoy conocidos como la Orden de Malta. Estos fueron expulsados por Napoleón Bonaparte en 1798 cuando se dirigía a Egipto. Durante su campaña destruyó numerosos monumentos y legados de gran importancia, quedando éstos en el olvido. Tras la impopular estadía francesa en Malta, esta pasó en manos del Imperio Británico, bajo el Tratado de París de 1814, estado que se mantuvo hasta 1964, aunque los ingleses no abandonaron las tierras hasta 15 años después, un 31 de Marzo, fecha que hoy en día Malta celebra como el día de la Libertad. La ciudad de La Valetta comienza una vez atravesada la puerta de la zona amurallada de la Fuente del Tritón, frontera con la vecina localidad de Floriana y punto central de la red de autobuses de la isla de Malta. Por allí se entra en la calle Republica, peatonal durante la mayor parte de su recorrido, arteria principal de la ciudad y punto de referencia de la mayor parte de los lugares de interés turístico. En la ciudad de la Valetta, la inmensa mayoría de las calles son totalmente rectas y forman una calizcuadricula. La calle Republica es la central, pero comparte protagonismo con la paralela calle Merchants. Entre las dos concentran la vida comercial de la ciudad y la mayor parte de sus edificios oficiales. Las calles perpendiculares a estas dos suelen ser bastante menores y atraviesan la Península de norte a sur, comenzando y acabando su recorrido en el mar. La arquitectura de la ciudad tiene un aspecto bastante uniforme y esta dominada por el color marrón claro de la piedra caliza de los edificios y las murallas. En algunos de ellos, hay también pequeñas balconadas de colores que hacen algo de contraste. La mayor parte de los edificios pintorescos están concentrados en la zona central de la ciudad pero, entre la Plaza de San Jorge y el Fuerte de St. Elmo hay zonas donde el estado de conservación no es tan bueno y se puede ver una imagen mas autentica y añeja de la ciudad de La Valetta. La principal atracción turística de la ciudad es la Catedral de San Juan, de estilo barroco, cuya entrada esta situada en la calle Republica. La entrada cuesta 6 euros con la audio guía incluida. Data del siglo XVI y conserva tesoros de gran valor artístico por las donaciones que hacían los caballeros de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, de la cual fue durante 200 años su iglesia conventual. El interior del edificio es simplemente espectacular. Las paredes están totalmente esculpidas con diseños de color dorado y verde y los techos están pintados con frescos. Merece muchísimo la pena, también, fijarse en el suelo, ya que esta cubierto con lapidas de mármol de colores dedicadas a los caballeros de la orden. La riqueza monumental se completa con el altar, al que las diversas donaciones dieron un enorme valor artístico. La Catedral dispone también de un oratorio con pinturas de Caravaggio, entre ellas “La decapitación de Juan el Bautista”. No se permite ropa que no cubra convenientemente hombros, pecho o piernas -aunque se prestan prendas para estas ocasiones- y, para no dañar el mármol del suelo, no se permite el acceso con tacones estrechos o de punta. Las ofertas más atractivas de MSC cruceros son un “La Valetta y Mdina” realizando un recorrido por la capital y por Mdina, “La ciudad silenciosa”, con una duración de 4 horas por 43 € y “Templos Megalíticos y la Bahía de Marsaxlokk”, recorrido por el sudoeste de la isla para descubrir algunos de sus templos megalíticos finalizando en la mayor bahía de Malta para admirar los “Luzuus”, típicas embarcaciones caracterizadas por el ojo pintado en sus cascos. La duración es de unas 4 horas por 42 €. Por libre, se puede ir paseando desde el puerto hasta el centro histórico de la capital (1,3 km de cuesta arriba) o en autobús (1 € ida y vuelta). De visita obligada son el impresionante Palacio del Gran Maestre y la Catedral de San Juan, se puede ver también el Museo de la Guerra, en el Fuerte de St. Elmo. Dispone de una completa red de pintorescos y vetustos autobuses que lleva desde La Valetta a los principales pueblos por menos de medio € por trayecto. También se puede recorrer la isla en el autobús turístico por 13,00 € (dos rutas, por el norte o por el sur de la isla). La escala: Alrededor de las nueve de la mañana nos encontrábamos en la Promenade Deck de la cubierta Tiziano contemplando la espectacular entrada del Splendida en La Valetta. Ya habíamos desayunado y estábamos con nuestras mochilas listos para desembarcar. Nos recibía un día plomizo, acorde con las previsiones obtenidas antes del inicio del crucero, que indicaban que en Malta íbamos a tener más nubes que sol pero con ausencia de lluvia. El grupo se reunió en La Piazzetta y a las nueve y media ya estábamos pisando suelo Maltés. Lo primero con lo que nos tropezamos fue con los representantes turísticos que nos ofrecían recorridos guiados por La Valetta, excursiones por el norte o por el sur de la isla, actividades submarinas, visita al parque de Popeye, donde en 1980 se rodó el musical de su mismo nombre, ... El planteamiento original consistía en hacer un recorrido por la isla en Bus Turístico regresar al barco para comer y bajar posteriormente para visitar el casco antiguo de La Valetta. En el mostrador de Maltasightseeing (la empresa de los autobuses turísticos) contratamos la ruta que recorre el norte de la isla y que incluye Rabat y Mdina; con el descuento por grupo salió por 10 € por persona. Mientras nos dirigíamos a la parada del bus, a unos 500 metros en línea recta, empezó a llover. Nos acomodamos en el autobús. Los más valientes, provistos de chubasqueros facilitados por el propio conductor del vehículo, en la parte superior, descubierta, el resto protegidos de la lluvia en la parte inferior, pero con una visibilidad muy deficiente gracias a la suciedad depositada en los cristales. Cuando el autobús arrancó pude comprobar que el canal 7, en español, del sistema de audio no funcionaba en absoluto. Cuando me cansé de oír los comentarios en otros idiomas, guardé los auriculares y me dispuse a disfrutar del paisaje. Iniciamos el recorrido dando una vuelta por La Valleta, intuyendo más que admirando, los monumentos y las fortalezas que en su momento protegieron la ciudad, el Fuerte de St. Elmo, el Museo de la Guerra, etc. Dejamos el casco antiguo pasando por la Fuente del Tritón, donde se ubica la terminal de autobuses y donde pudimos contemplar algunos de los autobuses más viejos del mundo que aún se encuentran en servicio. Continuamos rumbo a Mdina. Había dejado de llover, tímidos rayos de sol asomaban entre las nubes, la temperatura resultaba agradable, el día se iba arreglando. Entre Balzan y Mosta hicimos una parada en una fábrica de vidrio. Normalmente las paradas te permiten bajar, visitar lo que se quiera y volver a subir en un autobús posterior. Ésta fue la única en la que el autobús permanecía 15 minutos parado aguardando a sus ocupantes. El motivo resultaba evidente: junto a la fabrica, donde se podía observar como de una bola de cristal al rojo, gracias a las manos del artesano, salía un grácil pájaro o un bonito delfín, se encontraba la tienda donde se podían adquirir todo tipo de figuras elaboradas en cristales de todos los colores. Nos dedicamos a admirar el trabajo de los artesanos y pasamos a la tienda para curiosear más que comprar. El que quiso compró lo que quiso y poco a poco llegó la hora anunciada por el conductor para la continuación del recorrido. Marga fue dando voces para que el grupo fuera finalizando lo que estuviera haciendo y se fuera concentrando a la puerta del autobús. Alguien fue al baño, Frederic anunció que al lado había una tienda con bonita filigrana de plata, yo me subí al autobús. Y el autobús arrancó. Cuando quisimos reaccionar el vehículo ya llevaba unos metros recorridos y aceleraba en dirección a Mdina. Había un pequeño problema: no estábamos todos a bordo. En tierra se habían quedado Marga, María, Roser, Maribel y Manolo (mi consuegro). Poco a poco fui siendo consciente de lo estúpido que había sido al subir al autobús sin tener la certeza de que estábamos todos juntos y de que seguíamos el mismo camino. Menos mal que Manolo acompañaba a las mujeres y eso me daba la suficiente tranquilidad como para pensar en nuestro próximo paso. No hay duda de que la telefonía móvil ha sido uno de los últimos grandes avances de la humanidad. Hace años la situación hubiera sido preocupante, en ese momento nos limitamos a ponernos en contacto por teléfono con el resto del grupo para acordar que les esperaríamos justo en el punto donde el bus nos dejara en Mdina. Y así lo hicimos. Media hora después nos reencontrábamos, con intencionadamente exageradas manifestaciones de alegría en la puerta de acceso a Mdina. Cada subgrupo temía por la reacción del otro, sin embargo al sentirnos todos culpables, los unos por no haber estado en el autobús en el momento de su partida, los otros por no haber sido capaces de pararlo, no hubo reproche de ningún tipo y nos dispusimos a realizar la visita de la ciudad amurallada. Atravesamos la puerta de entrada y deambulamos por el recinto admirando y fotografiando sus edificios y callejuelas, con especial énfasis en la Catedral de St. Peter y St. Paul. Llegamos hasta el mirador para gozar de la perspectiva del valle y regresamos hasta la entrada, donde no nos pudimos resistir a tomar unas instantáneas de nuestras mujeres metidas en una especie de potro de madera, con orificios para la cabeza y las manos y donde se supone que en su tiempo se inmovilizaba a reos o penados. Justo a la salida (o entrada) de Mdina se encuentran estratégicamente ubicados unos baños públicos, de los que hicimos uso. Si hubiéramos ido sobrados de tiempo lo habríamos aprovechado para realizar un recorrido panorámico por Rabat y Mtarfa en un pequeño tren, pero no era el caso y nos subimos, en ésta ocasión todos juntos, en al autobús turístico. Sorprendentemente nos saltamos el resto del recorrido y regresamos directamente a La Valetta. No nos preocupó demasiado, íbamos con un retraso considerable y preferíamos visitar la capital antes que realizar un recorrido panorámico por el norte de la isla. Sin contratiempos llegamos a la plaza de la Fuente Tritón. Eran casi las 2 de la tarde, imposible llegar a tiempo al barco para comer en el restaurante, muy justo para comer en el buffet. Decidimos quedarnos en la zona peatonal paseando por el recinto amurallado. Mª Pilar y Mª Ángeles nos dejaron porque les apetecía tomar algo y regresar al barco. Carol y Víctor ya habían estado en Malta y se separaron del grupo para poder visitar lo que no pudieron ver en la anterior ocasión. El resto seguimos sin rumbo fijo. Había cola para entrar en la catedral de St. John por lo que decidimos seguir caminando hasta que a alguien le entró hambre y nos sentamos a comer pizzas y bocadillos. Nos sorprendió ver como el Big Hot Dog (gran perrito caliente) iba acompañado de alubias. “Son raros estos malteses” pensé. Después de los cafés proseguimos nuestro deambular. Había mucha gente por la calle y corríamos el riesgo de perdernos, nos hizo gracia observar como los grupos de turistas seguían a su guía que iba abanderado luciendo un paraguas o un cartel. En ese momento Marga se estaba abanicando. - ¡Trae acá!- Dijo María arrebatándole el rojo abanico para blandirlo a modo de enseña por encima de su cabeza y empezar a gritar:- ¡Por aquí! ¡Mi grupo, por aquí!. A partir de ese momento ya no hubo posibilidad de perdida, cuando alguien se despistaba solo tenía que levantar la cabeza para localizar el rojo abanico y dirigirse hasta su posición para reencontrarse con el grupo. Cuando llegamos a la puerta de la Catedral la descubrimos cerrada a cal y canto, habíamos perdido la ocasión de visitarla y presuponiendo que lo mismo sucedería con el resto de edificios emblemáticos decidimos iniciar un tranquilo regreso en dirección al barco. Memorable fue el momento en que un turista que hablaba en inglés se dirigió a nuestra abanderada guía con una pregunta. - ¡Traduce, Pepe!- Me ordenó. - Pregunta por el Museo de Arqueología.- Me inventé sin prestar atención a las palabras del turista. - ¡Todo recto!- Le indicó María señalando hacía el primer sitio que le pasó por la mente. No creo que el turista siga buscando el museo, pero nuestras risas aún resuenan en las paredes de La Valetta. Bajamos por una calle con mucha pendiente y atravesamos las murallas para rodearlas y dirigirnos hacia el barco. Por el camino aprovechamos para comprar agua: una botella de dos litros por un euro (en el barco la botella de un litro costaba dos euros). A las cinco ya estábamos en el Splendida disfrutando de una reconfortante ducha y preparándonos para contemplar la salida del puerto desde la cubierta superior. Admiramos la monumentalidad de sus edificaciones y fortificaciones y permanecí embobado hasta que la línea de la costa se difuminó en la distancia. Nuestro próximo destino era Sicilia y dada su proximidad, según pude apreciar en el mapa, deduje que la velocidad a la que navegábamos debía ser muy baja. El espectáculo para los pasajeros del segundo turno de cena era a las 19:30. Pasamos el tiempo hasta esa hora charlando tumbados en los sofás de La Prua Piano Bar en la cubierta 7. Adoptamos ese lugar como segundo punto de encuentro ya que resultaba mucho más cómodo que las sillas y bancos de la Piazzetta. En la propia Piazzetta cada tarde se montaban unas mesas de venta de diversos productos: perfumes, relojes, joyas, cámaras, tabaco,... a precios ofertados. Resultó una distracción obligatoria, siempre que disponíamos de tiempo libre, contemplar los productos expuestos. Más de uno de ellos cambió de manos durante la semana. Puntualmente dio inicio el espectáculo. “Sortilegio” era su nombre. Piezas de ajedrez, en blanco y negro, bailando y algunas de ellas cantando. Entre canción y canción una pareja haciendo piruetas colgados de unas cuerdas que descendieron desde el techo del teatro. Poco después de las nueve atravesamos las puertas del restaurante para aposentarnos en nuestras mesas. Y dar cuenta del menú de la noche. El cóctel del día era el “Acapulco”, pero a nadie le apetecía bailar así que, después del café, nos despedimos y nos retiramos a nuestros camarotes. Índice del Diario: MSC Splendida: una vuelta por el Mediterráneo (Octubre 2010)
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