El desayuno fue el más flojo de todo el viaje, a juego con el hotel, que también fue el más sencillo. Curiosamente resultó el más caro. De hecho mientras buscaba hoteles preparando el viaje, pude comprobar que en Zadar los hoteles eran más caros que en el resto de lugares donde estuve buscando alojamiento.
Para este día teníamos previsto visitar Sibenik y Split. Pero antes decidimos volver al centro de Zadar, a ver si con la luz del día la cosa mejoraba. Aparcamos casi en el mismo sitio que la noche anterior, dentro la isla. Había parquímetros, pero como era domingo no hacía falta pagar (creo que el precio eran 5 kunas/hora). Volvimos a recorrer las mismas calles que el día anterior, y de nuevo tuvimos la misma sensación. Una ciudad sin nada especial. No puedo decir que sea fea, pero tampoco tiene nada destacable.

Nada más acceder a la zona peatonal, ya tienes la sensación de que aquello es otra cosa. Esto ya se parece más a esas maravillas de las que hablaba la gente. A medida que íbamos avanzando esta sensación se reforzaba. Y cuando llegamos a la plaza de la catedral desaparecieron todos nuestros recelos. Simplemente preciosa. Aprovechando que el cansancio todavía no había hecho mella en nosotros, emprendimos la subida la castillo. No subimos directamente, sino que fuimos callejeando un poco. Aquel sitio si que era bonito de verdad, y había que disfrutarlo. Una vez que llegamos al castillo, como la entrada era más bien barata, 20 kunas y disponíamos de tiempo, decidimos entrar. Más que un castillo son unas ruinas. Apenas se conservan las cuatro paredes. La visita del castillo no tiene ningún interés, tan sólo las vistas que se tienen sobre los tejados de ciudad y sobre la costa. Como no es cuestión de quedarse admirando el paisaje todo el día, enseguida estás de nuevo en la calle. Menos mal, toca bajar. Seguimos descubriendo bonitos rincones con mucho encanto, hasta llegar de nuevo a la plaza de la catedral. Ahora que la veo de nuevo, lo puedo confirmar, es realmente bonita.
Recorrimos nuevamente las calles Tomislava y Zagrebacka, que atraviesan el casco antiguo desde la plaza de la catedral a la plaza del Mariscal Tito. Nos desviamos en varias ocasiones por las calles de los alrededores, pero siempre acabas volviendo a una de las dos calles principales.

Empezamos el recorrido por la riva, frente al Palacio. Para mi gusto el mejor paseo marítimo de los que vimos en Croacia. El mar a un lado, al otro la fachada del palacio, y en medio el paseo lleno de palmeras. Decidimos entrar en la ciudad a través de los sótanos del palacio. Siguiendo los consejos del foro y de la guía no pagamos la entrada para visitarlos, por lo que sólo pudimos ver la parte en la que están los tenderetes. La salida de los sótanos se encuentra en otro de los lugares más carismáticos de la ciudad, el Peristilo. Junto con la fachada marítima, los dos lugares con mayor encanto de Split. Las columnas romanas, las fachadas de los edificios detrás, la catedral con la esfinge; un conjunto encantador.
Encima de los sótanos se encuentran los restos de los aposentos imperiales, a los que se accede desde el peristilo. Esa zona es un pequeño caos, una mezcla de viviendas y restos romanos sin ningún orden. Precisamente en eso radica el principal de encanto de Split (foto), en esa mezcla un poco caótica
*** Imagen borrada de Tinypic ***
de ruinas romanas, iglesias y palacios renacentistas. En no saber que te espera detrás de la esquina.
Continuamos el paseo por el interior del palacio. Pasamos por delante del Templo de Júpiter y del Palacio Papalic. Básicamente lo que hicimos fue dirigirnos hacia una de las puertas de acceso al palacio y salir por ella para ver las murallas desde el exterior. A continuación volvíamos a entrar por esa misma puerta y nos encaminábamos hacia otra puerta disfrutando de los callejones del palacio.
Abandonamos el palacio por la Puerta de Hierro para desembocar en la plaza Narodni, donde lo más llamativo son el antiguo ayuntamiento y la torre del reloj. Seguimos caminando sin rumbo por esta parte de la ciudad. Gracias a nuestra falta absoluta de orientación, pasamos varias veces por los mismos sitios, pero realmente disfrutamos con el paseo. Para acabar, salimos a la riva, que recorrimos hasta el final para llegar a la plaza de la república. Al lado está la calle Marmonteva, (la de las tiendas). Inevitablemente pasamos a una nueva fase, el shopping. No todo tienen que ser piedras en esta vida. Además mi mujer agradece esos pequeños momentos de relax.
Ya llevábamos unas cuantas horas caminando, y mis pies empezaban a notarlo. Ya eran casi las seis. Eso me dio la excusa perfecta para sentarme y descansar, pero sin que apareciese la palabra cansancio. “Vamos a ver la puesta de sol sentados en la riva, seguro que te gusta”. Nos quedamos un buen rato disfrutando de ese momento, por lo que creo que no era el único que tenía ganas de sentarse.
La segunda parte de la visita a Split consistía en repetir lo que habíamos hecho antes, pero de noche. Me apetecía mucho verla a la luz de las farolas. Así que volvimos a pasar de nuevo por los mismos lugares (que originales que somos). Bueno, quizás abreviamos un poco el recorrido.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Tengo que reconocer que Split (foto) me sorprendió. No la definiría como una ciudad bonita. Creo que el adjetivo que mejor la define es “peculiar”. Es una ciudad diferente, con los restos del palacio romano y los palacios renacentistas repartidos sin ningún orden coherente. Un lugar muy interesante que no se puede pasar por alto en una visita a Croacia.
Se había hecho un poco tarde, y todavía nos quedaban 66 km hasta Tupeci donde dormíamos esa noche. Fuimos por la carretera de la costa, por lo que tardamos casi una hora y media. Era de noche, así que de disfrutar de los paisajes nada de nada.
En Tupeci no hay nada abierto fuera de temporada. Como está a tan sólo 4 km de Makarska, nos fuimos a cenar allí. Tampoco fue tarea fácil encontrar un lugar donde cenar en Makarska. Tan sólo había unos pocos sitios abiertos. Es lo que tiene viajar en invierno a una zona de playa.
Después de cenar aprovechamos para dar un pequeño paseo por Makarska. No había nadie en la calle, parecía un pueblo fantasma. Sin llegar al nivel de los que habíamos visto ese día, tampoco estaba mal, sobre todo la plaza, con un jardín en medio y la iglesia en la parte más alta. Desde la distancia no tengo claro, si el pueblo es bonito de verdad, o si fue la iluminación artificial, que suele dar un mayor encanto a los pueblos. O quizás fue la cena, que nos sentó bien y nos hizo ver el pueblo con buenos ojos.
El hotel en el que dormíamos era el Bluesun Hotel Alga. Típico hotel de playa, con habitaciones espaciosas y bien equipado, al módico precio de 38 euros.