El plan de viaje hasta Rotorua consistía en tomar un avión a primera hora con destino Auckland para ganar tiempo, ya que el desplazamiento en coche nos llevaría un montón de horas por una zona que ya habíamos recorrido, y desde allí recoger otro coche de alquiler para ir primero a Waitomo a conocer unas cuevas bastante famosas por la inmensa cantidad de luciérnagas que las habitan, continuando después de eso hasta la ciudad de Rotorua, uno de los principales centros termales de Nueva Zelanda.
Pero no ganamos mucho tiempo que se diga porque nuestro vuelo, que salia a las 6 de la mañana, lo cancelaron por la niebla y no nos fuimos de allí hasta las 9 y media, después de pasar mas de 4 horas en un minúsculo aeropuerto en el que no había ni una triste cafetería, que tampoco era muy necesaria porque de allí solo salen cinco vuelos al día en aviones de hélice de 19 plazas.
Al final llegamos a Waitomo a las 2 y pico de la tarde y nos fuimos casi directos a las cuevas, donde el plan era entrar con un guia y recorrer una parte enfundados en un traje de neopreno y flotando en un neumático. Y eso fue lo que hicimos. Una vez mas el agua estaba helada (unos 12 grados) y como el traje que te dejan no te ajusta del todo bien cada vez que entraba algo de agua... imaginad, pero, al menos, fue divertido. El guia estaba como una cabra y la aventurilla sale algo cara pero como novedad, para alguien que nunca se haya metido a una cueva de esa forma, esta bien.
Y al terminar allí seguimos viaje hasta la ciudad de Rotorua, considerada la capital termal de Nueva Zelanda por la gran concentración de fuentes termales que hay por la zona. La ciudad tiene un permanente olor a huevos podridos que se te mete por la nariz desde que llegas y que no te quitas de encima hasta bastante después de marcharte de allí. Por toda la ciudad se ven chorros de vapor en mitad de los jardines y hay muchas zonas cerradas al paso porque las aguas y vapores que brotan de ahí están a altas temperaturas, pero lo que caracteriza realmente a esa ciudad es su olor. A mi me costo un buen rato adaptarme.
Nosotros allí visitamos dos de los muchos parques geotérmicos que hay por la zona. Algunos funcionan también como balneario y te puedes alojar en ellos. Sin embargo nos decidimos por dos que están a las afueras de la ciudad, en la carretera que va dirección Taupo. El primero al que fuimos es Wai-o-Tapu, por la sencilla razón de que todas las mañanas a las 10.15am hacen brotar un geiser bastante famoso llamado Lady Knox, cuyo chorro alcanza a veces hasta los 30 metros de altura. Lo consiguen mediante el sencillo truco de echar un poco de detergente de lavadora. La verdad es que es un poco turistada, pero como el parque en si es bastante mas espectacular que ese geiser, vale la pena acercarse hasta allí y, ya puestos, aprovechar el numerito de las 10.15. Porque por todo ese parque hay diseminados estanques naturales que por acción de los diferentes minerales presentes por esa zona tienen una gama de colores que son realmente llamativos.
El otro parque que visitamos es el de Waimangu, a unos kilómetros del anterior y bastante diferente porque en si es un valle que se creo tras una erupción del volcán Tarawera hace poco mas de un siglo. Recorrerlo entero lleva entre tres y cuatro horas y, además, cabe la posibilidad de hacer un pequeño crucero en barco por un lago formado tras la erupción. Nosotros lo hicimos y la verdad es que no vale la pena. No deja de ser un simple paseo en barco y en mi opinión lo que cuesta (unos 20E por cabeza por 45 minutos de viaje) es mucho para lo poco que se ve. Sin embargo el treking por el valle es realmente interesante, con algunas imágenes francamente impresionantes como el Crater Inferno, un enorme estanque de color azul celeste.
Finalizado el recorrido por el valle continuamos viaje hasta nuestro siguiente destino, el Parque Nacional Tongariro, llamado a ser uno de los lugares estrella del viaje y, por lo que después contare, una enorme decepción.
Pero no ganamos mucho tiempo que se diga porque nuestro vuelo, que salia a las 6 de la mañana, lo cancelaron por la niebla y no nos fuimos de allí hasta las 9 y media, después de pasar mas de 4 horas en un minúsculo aeropuerto en el que no había ni una triste cafetería, que tampoco era muy necesaria porque de allí solo salen cinco vuelos al día en aviones de hélice de 19 plazas.
Al final llegamos a Waitomo a las 2 y pico de la tarde y nos fuimos casi directos a las cuevas, donde el plan era entrar con un guia y recorrer una parte enfundados en un traje de neopreno y flotando en un neumático. Y eso fue lo que hicimos. Una vez mas el agua estaba helada (unos 12 grados) y como el traje que te dejan no te ajusta del todo bien cada vez que entraba algo de agua... imaginad, pero, al menos, fue divertido. El guia estaba como una cabra y la aventurilla sale algo cara pero como novedad, para alguien que nunca se haya metido a una cueva de esa forma, esta bien.
Y al terminar allí seguimos viaje hasta la ciudad de Rotorua, considerada la capital termal de Nueva Zelanda por la gran concentración de fuentes termales que hay por la zona. La ciudad tiene un permanente olor a huevos podridos que se te mete por la nariz desde que llegas y que no te quitas de encima hasta bastante después de marcharte de allí. Por toda la ciudad se ven chorros de vapor en mitad de los jardines y hay muchas zonas cerradas al paso porque las aguas y vapores que brotan de ahí están a altas temperaturas, pero lo que caracteriza realmente a esa ciudad es su olor. A mi me costo un buen rato adaptarme.
Nosotros allí visitamos dos de los muchos parques geotérmicos que hay por la zona. Algunos funcionan también como balneario y te puedes alojar en ellos. Sin embargo nos decidimos por dos que están a las afueras de la ciudad, en la carretera que va dirección Taupo. El primero al que fuimos es Wai-o-Tapu, por la sencilla razón de que todas las mañanas a las 10.15am hacen brotar un geiser bastante famoso llamado Lady Knox, cuyo chorro alcanza a veces hasta los 30 metros de altura. Lo consiguen mediante el sencillo truco de echar un poco de detergente de lavadora. La verdad es que es un poco turistada, pero como el parque en si es bastante mas espectacular que ese geiser, vale la pena acercarse hasta allí y, ya puestos, aprovechar el numerito de las 10.15. Porque por todo ese parque hay diseminados estanques naturales que por acción de los diferentes minerales presentes por esa zona tienen una gama de colores que son realmente llamativos.
El otro parque que visitamos es el de Waimangu, a unos kilómetros del anterior y bastante diferente porque en si es un valle que se creo tras una erupción del volcán Tarawera hace poco mas de un siglo. Recorrerlo entero lleva entre tres y cuatro horas y, además, cabe la posibilidad de hacer un pequeño crucero en barco por un lago formado tras la erupción. Nosotros lo hicimos y la verdad es que no vale la pena. No deja de ser un simple paseo en barco y en mi opinión lo que cuesta (unos 20E por cabeza por 45 minutos de viaje) es mucho para lo poco que se ve. Sin embargo el treking por el valle es realmente interesante, con algunas imágenes francamente impresionantes como el Crater Inferno, un enorme estanque de color azul celeste.
Finalizado el recorrido por el valle continuamos viaje hasta nuestro siguiente destino, el Parque Nacional Tongariro, llamado a ser uno de los lugares estrella del viaje y, por lo que después contare, una enorme decepción.