Al llegar a la oficina de La Esperanza me recibió Karen, la coordinadora de voluntarios de la organización. En una de las mesas estaban sentados los nuevos voluntarios. Me presenté antes de sentarme, al decir que era de Barcelona, dos de los voluntarios sonrieron….”Collons, tío, nosaltres sóm de L’Hospitalet”. Eran Ignasi y Soraya, dos amigos que habían llegado A Granada para estar tres meses en La Esperanza. Completaban el cuadro mis compañeros de piso suizos (Marco y Claudia) y una pareja de recién casados de San Francisco, Andy y Emily.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Andy, Emily, Ignasi, Soraya, Claudia, Marco.
Karen fue al grano directamente, sin florituras. Estos son los fríos (y reales) números de Nicaragua en cuanto a la situación económica y educacional de la población.
- El 47,9 % de la población vive bajo el nivel de la pobreza (2,3 millones)
- El 31,8 % vive con menos de $2/día.
- El 23 % de la población sufre malnutrición.
- Sólo el 34% de los niños finaliza los estudios primarios.
La Esperanza de Granada se creó en 2002 para apoyar la educación en las zonas más desfavorecidas de los barrios periféricos de Granada. Desde entonces se han creado siete escuelas a las que asisten más de 500 alumnos repartidos entre los niveles de Preescolar y primero hasta quinto grado (6-14 años). La Esperanza no se creó para dar clases directamente a los alumnos sino para apoyar a los maestros que reciben su sueldo del Gobierno Nicaragüense (unos 150 euros/mes). Las escuelas son dirigidas y gestionadas por personal de la administración pública. La Esperanza colabora aportando voluntarios de todo el mundo, materiales y sueldo para 6 maestros.
La jerarquía de la organización es simple. La Esperanza no recibe ninguna ayuda de ningún gobierno ni organización religiosa por lo que tiene las manos libres para actuar sin rendir cuentas (dentro de los límites que el Ministerio de Educación nicaragüense dictamine, claro está). La directora es Pauline Jackson, una australiana de 61 años con una vitalidad y una sencillez de ideas increíble. El siguiente nivel es el de los denominados “Ayudantes”. Unas 10 personas de entre 18 y 20 años nacidas en las zonas donde están las escuelas. Los ayudantes compaginan sus estudios universitarios (pagados por La Esperanza) con su trabajo en la organización. Ellos tienen la responsabilidad de atender las necesidades de los maestros y coordinar la labor de los voluntarios. El tercer nivel es el de los “Voluntarios”, actualmente unas 40 personas que provienen principalmente de USA, Alemania, Francia, Inglaterra y España. Los voluntarios interaccionan directamente con los alumnos siguiendo las directrices de los maestros.
Tras la reunión, Mark Turner, el “músculo financiero” de La Esperanza, nos llevó en su coche a visitar las siete escuelas en las que íbamos a pasar los próximos meses (Las Camelias, Elba Zamora, José de la Cruz Mena, San Ignacio, La Epifanía, Salomón de la Selva, Angela Morales y Juan Diego). Salimos de la ciudad de Granada y enfilamos hacia el suroeste por la carretera de Rivas. Dejamos atrás el paisaje urbano y comenzaron a aparecer zonas verdes a ambos lados de la empinada rampa de salida de Granada una vez pasas el cementerio. Fuimos visitando las escuelas una a una. El curso escolar empezaba mañana por lo que las aulas de paredes de hormigón con ventanas enrejadas y techos de canaleta de aluminio estaban vacías y en silencio, esperando pacientemente la llegada de más de 500 niños cargados de alegría y desconocedores del tremendo e injusto revés que la vida les había dado nada más nacer. Los niños provienen de familias de las afueras de Granada. Padres analfabetos, madres solteras de 18-20 años, familias desestructuradas, huérfanos. En todos los casos, con recursos muy limitados.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Camino a las escuelas.
Al salir de Granada los nuevos voluntarios no parábamos de hacer bromas y reír pero en este momento se había hecho el silencio en el coche con el paisaje que estábamos viendo a nuestro alrededor. Chabolas con tablones de madera, casas destruidas y reconstruidas con todos los remiendos imaginables, bastante basura diseminada por todos lados, caminos de carro llenos de agujeros. En algunas zonas había grifos de agua potable donde niños y mujeres cargaban sus cubos (este fue uno de los primeros proyectos de La Esperanza antes de construir la primera escuela. Primero el agua, luego la educación). La electricidad llegaba a pocas casas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Area escuelas La Esperanza.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Escuela José de la Cruz Mena Escuela La Epifanía
Fue entonces cuando me di cuenta de que andaba equivocado. No, no había “dos Granadas” como comenté en la anterior crónica, no. En realidad había tres y la tercera es la que nunca ves por mucho viaje mochilero de aventura que hagas. La tercera es la Granada de la pobreza, la Granada de los voluntarios, la Granada de La Esperanza y otras ONGs.
Tras la visita a las escuelas, volvimos a Granada en silencio (excepto Mark que no paraba de hablar y no lo entendía ni su padre. El tipo hablaba un americano chicletoso infumable y no hacía el más mínimo esfuerzo para hacerse entender). Por la tarde se nos iban a asignar las tareas a casa uno de los nuevos voluntarios. Me fui con Ignasi y Soraya a comer al restaurante Casablanca (lugar de reunión de voluntarios y organización los martes a las 7 de la tarde). El sitio no estaba nada mal y por $C50 (2 euros) comías la mar de bien.
“¿Qué te parecería trabajar con el grupo de ordenadores?”, Pauline me miraba fijamente con una sonrisa. La verdad, antes de partir me había imaginado colaborando para La Esperanza en multitud de tareas pero ni por asomo se me había pasado por la cabeza el tema de los ordenadores. “Vamos allá”. El grupo de ordenadores lo forman dos ayudantes de 19 años, Karla y Ramón, y tiene la misión de impartir “Clases de computador” en todas las escuelas de La Esperanza. Las clases consisten en potenciar la enseñanza del alfabeto, las sílabas, la construcción de frases, los números y las operaciones matemáticas básicas mediante el uso de programas infantiles adaptados para niños de corta edad (enseñándoles previamente lo que es un ordenador, un teclado y un ratón).
La reunión inicial con Karla y Ramón en la que debíamos consensuar el modo de impartir las clases fue un auténtico desastre (o quizás fue como debería ir y lo de “desastre” fue tan sólo una apreciación personal mía). En cualquier caso fue mi primer choque frontal con la idiosincrasia nica. Todo parecía una especie de “caos organizado”. Al acabar la reunión no me quedaba claro cuantas clases habría que dar a la semana, los días y horarios, las edades de los alumnos, como llegar a cada escuela. Al preguntarle a Karla y Ramón todo eso, me miraron con cara de calma, “Usted va muy rápido con sus preguntas”. Tras conseguir un poco más de información sobre el plan de trabajo vino la guinda. Sin dejar de mirar la pantalla de su ordenador Karla soltó “Las clases no empiezan hasta el lunes que viene, usted se puede tomar una semana de vacaciones”…….”¿Cómo?, balbuceé con cara de póker.....”Esta semana no hace falta que venga”, repitió con mirada de indiferencia. Intenté contestar con calma. “Vamos a ver, vamos a ver. ¿Acabo de llegar a La Esperanza y ya me estáis diciendo que me tome una semana de vacaciones?, pero ¿Qué me estáis contando?”. Se me debió escapar un tono de mala leche porque Karla y Ramón me miraban con caras de susto. Vi que eso no iba a acabar bien y me dirigí a Pauline para explicarle la situación. “Puedes incorporarte a la escuela La Epifanía esta semana y la siguiente empiezas con las clases de computador”.
Después de hablar con bastantes voluntarios de diferentes países pude concluir que el primer aspecto que debemos afrontar los voluntarios europeos es el de la “calma nica”. Es algo inherente al pueblo nicaragüense. Las cosas se hacen….o no. Y si no se hacen, se harán mañana…o no. Aspectos como mejorar la organización y la eficiencia de los asuntos que se están llevando a cabo (tal y como los entendemos en Europa), sencillamente no existen. Este rasgo del nica se puede entender como algo positivo en cuanto al estrés se refiere (es nulo) o negativo en cuanto a la lentitud en la consecución de resultados. Personalmente me pareció un poco exagerado (con la calma, bien. Pero dale al tema, hombre) y me ayudó a entender porque los proyectos de cualquier tipo se eternizan en este país. Frente a esta calma nica no hay nada que hacer, hay que seguir el lema “adaptarse o morir”. Al principio cuesta un poco y la sensación de inutilidad que tienes es grande pero poco a poco le vas cogiendo el punto. A decir verdad, los voluntarios no hemos venido aquí a cambiar la forma de trabajar del pueblo nica (y me pregunto si de verdad lo necesitan) o sea que nos concentraremos en el aspecto de apoyo educacional y zanjamos la cuestión.
Salí de la oficina un poco decepcionado con el resultado de la reunión. Ya era de noche y el Parque Central estaba animado por lo que tras pasar por el Eurocafé me fui a dar una vuelta. Necesitaba que me diera un poco el aire. Había música por todas partes y las paradas del parque estaban a rebosar, buen ambiente. Buscando pulseras de cuero di con una parada donde el dependiente vestía una camiseta de Messi. Tenía ganas de hablar con alguien y al decirle que era de Barcelona, la conversación fue sencilla. “Messi” se llamaba Jaime Marín y era de Masaya, una población a medio camino entre Granada y Managua, famosa por tener el volcán con mayor actividad de Nicaragua.
Enfrascado en la conversación no me había dado cuenta de que en el otro extremo de la parada una morenita me estaba mirando fijamente. Me la quedé mirando, guapetona. Me dirigí a ella, “¿Qué tal el día?, ¿cansada?”. “Bastante”, me miraba fijamente sonriendo. Sí, era guapetona. “Cansada, llevo muchas horas aquí pero cierro a las diez y puedo hacer lo que quiera…..”, seguía sonriendo. “¿Cómo te llamas?, “Elida”…..”¿Perdón?....”Eeeeelida, Elida Nicole”. Elida se fue a atender a un cliente ante la atenta mirada de Jaime y yo decidí continuar mi paseo no sin antes despedirnos con un cruce de miradas. Buenas miradas y buenas noches.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Andy, Emily, Ignasi, Soraya, Claudia, Marco.
Karen fue al grano directamente, sin florituras. Estos son los fríos (y reales) números de Nicaragua en cuanto a la situación económica y educacional de la población.
- El 47,9 % de la población vive bajo el nivel de la pobreza (2,3 millones)
- El 31,8 % vive con menos de $2/día.
- El 23 % de la población sufre malnutrición.
- Sólo el 34% de los niños finaliza los estudios primarios.
La Esperanza de Granada se creó en 2002 para apoyar la educación en las zonas más desfavorecidas de los barrios periféricos de Granada. Desde entonces se han creado siete escuelas a las que asisten más de 500 alumnos repartidos entre los niveles de Preescolar y primero hasta quinto grado (6-14 años). La Esperanza no se creó para dar clases directamente a los alumnos sino para apoyar a los maestros que reciben su sueldo del Gobierno Nicaragüense (unos 150 euros/mes). Las escuelas son dirigidas y gestionadas por personal de la administración pública. La Esperanza colabora aportando voluntarios de todo el mundo, materiales y sueldo para 6 maestros.
La jerarquía de la organización es simple. La Esperanza no recibe ninguna ayuda de ningún gobierno ni organización religiosa por lo que tiene las manos libres para actuar sin rendir cuentas (dentro de los límites que el Ministerio de Educación nicaragüense dictamine, claro está). La directora es Pauline Jackson, una australiana de 61 años con una vitalidad y una sencillez de ideas increíble. El siguiente nivel es el de los denominados “Ayudantes”. Unas 10 personas de entre 18 y 20 años nacidas en las zonas donde están las escuelas. Los ayudantes compaginan sus estudios universitarios (pagados por La Esperanza) con su trabajo en la organización. Ellos tienen la responsabilidad de atender las necesidades de los maestros y coordinar la labor de los voluntarios. El tercer nivel es el de los “Voluntarios”, actualmente unas 40 personas que provienen principalmente de USA, Alemania, Francia, Inglaterra y España. Los voluntarios interaccionan directamente con los alumnos siguiendo las directrices de los maestros.
Tras la reunión, Mark Turner, el “músculo financiero” de La Esperanza, nos llevó en su coche a visitar las siete escuelas en las que íbamos a pasar los próximos meses (Las Camelias, Elba Zamora, José de la Cruz Mena, San Ignacio, La Epifanía, Salomón de la Selva, Angela Morales y Juan Diego). Salimos de la ciudad de Granada y enfilamos hacia el suroeste por la carretera de Rivas. Dejamos atrás el paisaje urbano y comenzaron a aparecer zonas verdes a ambos lados de la empinada rampa de salida de Granada una vez pasas el cementerio. Fuimos visitando las escuelas una a una. El curso escolar empezaba mañana por lo que las aulas de paredes de hormigón con ventanas enrejadas y techos de canaleta de aluminio estaban vacías y en silencio, esperando pacientemente la llegada de más de 500 niños cargados de alegría y desconocedores del tremendo e injusto revés que la vida les había dado nada más nacer. Los niños provienen de familias de las afueras de Granada. Padres analfabetos, madres solteras de 18-20 años, familias desestructuradas, huérfanos. En todos los casos, con recursos muy limitados.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Camino a las escuelas.
Al salir de Granada los nuevos voluntarios no parábamos de hacer bromas y reír pero en este momento se había hecho el silencio en el coche con el paisaje que estábamos viendo a nuestro alrededor. Chabolas con tablones de madera, casas destruidas y reconstruidas con todos los remiendos imaginables, bastante basura diseminada por todos lados, caminos de carro llenos de agujeros. En algunas zonas había grifos de agua potable donde niños y mujeres cargaban sus cubos (este fue uno de los primeros proyectos de La Esperanza antes de construir la primera escuela. Primero el agua, luego la educación). La electricidad llegaba a pocas casas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Area escuelas La Esperanza.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Escuela José de la Cruz Mena Escuela La Epifanía
Fue entonces cuando me di cuenta de que andaba equivocado. No, no había “dos Granadas” como comenté en la anterior crónica, no. En realidad había tres y la tercera es la que nunca ves por mucho viaje mochilero de aventura que hagas. La tercera es la Granada de la pobreza, la Granada de los voluntarios, la Granada de La Esperanza y otras ONGs.
Tras la visita a las escuelas, volvimos a Granada en silencio (excepto Mark que no paraba de hablar y no lo entendía ni su padre. El tipo hablaba un americano chicletoso infumable y no hacía el más mínimo esfuerzo para hacerse entender). Por la tarde se nos iban a asignar las tareas a casa uno de los nuevos voluntarios. Me fui con Ignasi y Soraya a comer al restaurante Casablanca (lugar de reunión de voluntarios y organización los martes a las 7 de la tarde). El sitio no estaba nada mal y por $C50 (2 euros) comías la mar de bien.
“¿Qué te parecería trabajar con el grupo de ordenadores?”, Pauline me miraba fijamente con una sonrisa. La verdad, antes de partir me había imaginado colaborando para La Esperanza en multitud de tareas pero ni por asomo se me había pasado por la cabeza el tema de los ordenadores. “Vamos allá”. El grupo de ordenadores lo forman dos ayudantes de 19 años, Karla y Ramón, y tiene la misión de impartir “Clases de computador” en todas las escuelas de La Esperanza. Las clases consisten en potenciar la enseñanza del alfabeto, las sílabas, la construcción de frases, los números y las operaciones matemáticas básicas mediante el uso de programas infantiles adaptados para niños de corta edad (enseñándoles previamente lo que es un ordenador, un teclado y un ratón).
La reunión inicial con Karla y Ramón en la que debíamos consensuar el modo de impartir las clases fue un auténtico desastre (o quizás fue como debería ir y lo de “desastre” fue tan sólo una apreciación personal mía). En cualquier caso fue mi primer choque frontal con la idiosincrasia nica. Todo parecía una especie de “caos organizado”. Al acabar la reunión no me quedaba claro cuantas clases habría que dar a la semana, los días y horarios, las edades de los alumnos, como llegar a cada escuela. Al preguntarle a Karla y Ramón todo eso, me miraron con cara de calma, “Usted va muy rápido con sus preguntas”. Tras conseguir un poco más de información sobre el plan de trabajo vino la guinda. Sin dejar de mirar la pantalla de su ordenador Karla soltó “Las clases no empiezan hasta el lunes que viene, usted se puede tomar una semana de vacaciones”…….”¿Cómo?, balbuceé con cara de póker.....”Esta semana no hace falta que venga”, repitió con mirada de indiferencia. Intenté contestar con calma. “Vamos a ver, vamos a ver. ¿Acabo de llegar a La Esperanza y ya me estáis diciendo que me tome una semana de vacaciones?, pero ¿Qué me estáis contando?”. Se me debió escapar un tono de mala leche porque Karla y Ramón me miraban con caras de susto. Vi que eso no iba a acabar bien y me dirigí a Pauline para explicarle la situación. “Puedes incorporarte a la escuela La Epifanía esta semana y la siguiente empiezas con las clases de computador”.
Después de hablar con bastantes voluntarios de diferentes países pude concluir que el primer aspecto que debemos afrontar los voluntarios europeos es el de la “calma nica”. Es algo inherente al pueblo nicaragüense. Las cosas se hacen….o no. Y si no se hacen, se harán mañana…o no. Aspectos como mejorar la organización y la eficiencia de los asuntos que se están llevando a cabo (tal y como los entendemos en Europa), sencillamente no existen. Este rasgo del nica se puede entender como algo positivo en cuanto al estrés se refiere (es nulo) o negativo en cuanto a la lentitud en la consecución de resultados. Personalmente me pareció un poco exagerado (con la calma, bien. Pero dale al tema, hombre) y me ayudó a entender porque los proyectos de cualquier tipo se eternizan en este país. Frente a esta calma nica no hay nada que hacer, hay que seguir el lema “adaptarse o morir”. Al principio cuesta un poco y la sensación de inutilidad que tienes es grande pero poco a poco le vas cogiendo el punto. A decir verdad, los voluntarios no hemos venido aquí a cambiar la forma de trabajar del pueblo nica (y me pregunto si de verdad lo necesitan) o sea que nos concentraremos en el aspecto de apoyo educacional y zanjamos la cuestión.
Salí de la oficina un poco decepcionado con el resultado de la reunión. Ya era de noche y el Parque Central estaba animado por lo que tras pasar por el Eurocafé me fui a dar una vuelta. Necesitaba que me diera un poco el aire. Había música por todas partes y las paradas del parque estaban a rebosar, buen ambiente. Buscando pulseras de cuero di con una parada donde el dependiente vestía una camiseta de Messi. Tenía ganas de hablar con alguien y al decirle que era de Barcelona, la conversación fue sencilla. “Messi” se llamaba Jaime Marín y era de Masaya, una población a medio camino entre Granada y Managua, famosa por tener el volcán con mayor actividad de Nicaragua.
Enfrascado en la conversación no me había dado cuenta de que en el otro extremo de la parada una morenita me estaba mirando fijamente. Me la quedé mirando, guapetona. Me dirigí a ella, “¿Qué tal el día?, ¿cansada?”. “Bastante”, me miraba fijamente sonriendo. Sí, era guapetona. “Cansada, llevo muchas horas aquí pero cierro a las diez y puedo hacer lo que quiera…..”, seguía sonriendo. “¿Cómo te llamas?, “Elida”…..”¿Perdón?....”Eeeeelida, Elida Nicole”. Elida se fue a atender a un cliente ante la atenta mirada de Jaime y yo decidí continuar mi paseo no sin antes despedirnos con un cruce de miradas. Buenas miradas y buenas noches.