Este día dejábamos Santiago y nos íbamos hacia la zona de Pontevedra. El hotel lo teníamos en Cambados pero antes de llegar a soltar las maletas hicimos una parada en la isla de Arousa un pueblo pesquero encantador unido a la península por un puente que atraviesa el mar a bajo nivel. Lo que más nos gustó de este pueblo fueron sus vistas desde sus dos miradores, el del faro, un lugar tranquilo y que da acceso a una playa pero sobretodo el mirador del Sagrado Corazón que tiene un Cristo bastante alto y con vistas privilegiadas de la zona.
Se ven los tejados y casas del pueblo, las playas, los barcos pesqueros y un paisaje más que digno de ver. De ahí tiramos hacia el hotel que no estaba en el mismo Cambados sino un poco pasado, se llama O lar da Voa, un hotel rural llevado de manera familiar y con un muy buen trato al cliente, un sitio ideal para lo que nosotros necesitábamos. La habitación era pequeña pero confortable y con ducha hidromasaje. Tenía una piscina con jacuzzi muy coqueta. Una noche ofrecieron queimada a los clientes, y los desayunos en plan tostadas y magdalenas pero abundantes. Una vez que dejamos las maletas partimos rumbo a O Grove y la isla de la Toja, esta última se ve rápida porque es muy pequeña. Había un mercadillo con tiendas donde vendían recuerdos y artículos de regalo, sobretodo los famosos jabones de la Toja. Se ve un lugar muy tranquilo con playas rodeadas de arboles y su famoso balneario como mayor reclamo. A la isla de la Toja tienes que entrar y salir con un puente que comunica directamente con O Grove, un pueblo donde apenas paramos pero muy conocido por su marisco. Saliendo de O Grove está la playa de Lanzada que estaba llena, había coches aparcados por todas partes. La playa tenía ambiente familiar.
Desde aquí seguimos rumbo hacia Portonovo y Sanxenxo donde más rato estuvimos fue en este último. Aparcamos en el mismo puerto deportivo dentro del parking porque aparcar en este pueblo es muy difícil porque la población sufre un aumento desmesurado en verano. Dimos un paseo por esta zona y nos sorprendieron dos esculturas, una gigante de un hombre tumbado y otra de un surfista dentro del agua a cierta distancia de la orilla. El ambiente era más de gente joven y parejas, pero demasiado masificado. Bajo nuestro punto de vista se parece a la zona de Torremolinos – Benalmádena en Málaga y se veía mucha gente con poder adquisitivo más alto que en otros lugares. Después de descansar un rato junto al puerto decidimos seguir hacia Combarro. Antes de llegar nos paramos en el mirador de Raxo, con unas preciosas vistas de la zona. Una vez en Combarro aparcamos en el puerto, un parking gratuito, desde donde salen los barcos con degustación de marisco de la zona. Nos compramos unos churros calentitos ya que el día se estropeo haciendo bastante fresquito para la época. De Combarro teníamos muy buenas referencias pero aún así nos sorprendió, un sitio encantador y diferente. Con casas de piedra, llenos de hórreos muy cerca del mar, con casi todas sus casas con vista a este.
Había muchos bares a buenos precios que sobretodo ofrecían marisco y pescados de la zona. También había muchas tiendas donde te daban a probar sus licores, orujo de muchos sabores y artículos de recuerdos. En este pueblo había una tradición de brujas o meigas y las vendían por todo el pueblo. A mi novia le encanta coleccionar brujas de todos lados así que esto lo disfrutó mucho.
Estuvimos un gran rato en este pueblo y nos hicimos muchas fotos, además con la niebla el ambiente en el pueblo era aún más ideal. Sin duda a nuestro gusto, una parada obligada y recomendable para dedicarle un buen rato y disfrutar. De aquí nos fuimos dirección Cambados donde tras una ducha relajante y un pequeño descanso nos fuimos a dar un paseo por el pueblo. Aparcamos cerca del puerto y fuimos dando un paseo hasta la plaza de Fefiñan. Antes vimos el atardecer reflejado sobre el agua en la marea baja, muy bonito.
En esta época había varias carpas porque habían sido las fiestas del albariño e iban a ser las fiestas de las vieiras. De camino a la plaza andamos por varias calles estrechas y de piedra. La plaza es bonita, toda empedrada, tiene una iglesia a un lado y el pazo de Fefiñan ocupando prácticamente el resto, un lugar para dar un pequeño paseo. Luego tomamos algo en un bar cerca de la plaza, nada del otro mundo. Después volvimos al hotel y a dormir.
Se ven los tejados y casas del pueblo, las playas, los barcos pesqueros y un paisaje más que digno de ver. De ahí tiramos hacia el hotel que no estaba en el mismo Cambados sino un poco pasado, se llama O lar da Voa, un hotel rural llevado de manera familiar y con un muy buen trato al cliente, un sitio ideal para lo que nosotros necesitábamos. La habitación era pequeña pero confortable y con ducha hidromasaje. Tenía una piscina con jacuzzi muy coqueta. Una noche ofrecieron queimada a los clientes, y los desayunos en plan tostadas y magdalenas pero abundantes. Una vez que dejamos las maletas partimos rumbo a O Grove y la isla de la Toja, esta última se ve rápida porque es muy pequeña. Había un mercadillo con tiendas donde vendían recuerdos y artículos de regalo, sobretodo los famosos jabones de la Toja. Se ve un lugar muy tranquilo con playas rodeadas de arboles y su famoso balneario como mayor reclamo. A la isla de la Toja tienes que entrar y salir con un puente que comunica directamente con O Grove, un pueblo donde apenas paramos pero muy conocido por su marisco. Saliendo de O Grove está la playa de Lanzada que estaba llena, había coches aparcados por todas partes. La playa tenía ambiente familiar.
Desde aquí seguimos rumbo hacia Portonovo y Sanxenxo donde más rato estuvimos fue en este último. Aparcamos en el mismo puerto deportivo dentro del parking porque aparcar en este pueblo es muy difícil porque la población sufre un aumento desmesurado en verano. Dimos un paseo por esta zona y nos sorprendieron dos esculturas, una gigante de un hombre tumbado y otra de un surfista dentro del agua a cierta distancia de la orilla. El ambiente era más de gente joven y parejas, pero demasiado masificado. Bajo nuestro punto de vista se parece a la zona de Torremolinos – Benalmádena en Málaga y se veía mucha gente con poder adquisitivo más alto que en otros lugares. Después de descansar un rato junto al puerto decidimos seguir hacia Combarro. Antes de llegar nos paramos en el mirador de Raxo, con unas preciosas vistas de la zona. Una vez en Combarro aparcamos en el puerto, un parking gratuito, desde donde salen los barcos con degustación de marisco de la zona. Nos compramos unos churros calentitos ya que el día se estropeo haciendo bastante fresquito para la época. De Combarro teníamos muy buenas referencias pero aún así nos sorprendió, un sitio encantador y diferente. Con casas de piedra, llenos de hórreos muy cerca del mar, con casi todas sus casas con vista a este.
Había muchos bares a buenos precios que sobretodo ofrecían marisco y pescados de la zona. También había muchas tiendas donde te daban a probar sus licores, orujo de muchos sabores y artículos de recuerdos. En este pueblo había una tradición de brujas o meigas y las vendían por todo el pueblo. A mi novia le encanta coleccionar brujas de todos lados así que esto lo disfrutó mucho.
Estuvimos un gran rato en este pueblo y nos hicimos muchas fotos, además con la niebla el ambiente en el pueblo era aún más ideal. Sin duda a nuestro gusto, una parada obligada y recomendable para dedicarle un buen rato y disfrutar. De aquí nos fuimos dirección Cambados donde tras una ducha relajante y un pequeño descanso nos fuimos a dar un paseo por el pueblo. Aparcamos cerca del puerto y fuimos dando un paseo hasta la plaza de Fefiñan. Antes vimos el atardecer reflejado sobre el agua en la marea baja, muy bonito.
En esta época había varias carpas porque habían sido las fiestas del albariño e iban a ser las fiestas de las vieiras. De camino a la plaza andamos por varias calles estrechas y de piedra. La plaza es bonita, toda empedrada, tiene una iglesia a un lado y el pazo de Fefiñan ocupando prácticamente el resto, un lugar para dar un pequeño paseo. Luego tomamos algo en un bar cerca de la plaza, nada del otro mundo. Después volvimos al hotel y a dormir.