La vuelta a Granada tras la intensa visita a las Corn Islands marcaba el principio del final del viaje. Las últimas clases de “computación”. Los últimos estirones de camiseta al son de “profesoooor, profesoooor”. Las últimas sonrisas genuinas. Los últimos paseos sintiendo la calidez de Granada. Esa última conversación con Ryan y Pauline (sobre como mejorar la sección de ordenadores….!Qué no pare la máquina de La Esperanza!) y ese inesperado abrazo con Pauline (por si a alguien no le ha quedado claro que detrás de toda aparente frialdad siempre hay una persona que siente, como el resto de las personas).
La escuela Angela Morales marcaba mi último día de clases de “computación” en La Esperanza pero estaba en la escuela La Epifanía sentado en una sencilla silla de madera, agachando la cabeza, mientras un niño me ponía un collar hecho con un sencillo cordel naranja y trozos de caña de refresco cortados, como muestra de agradecimiento por los “trabajos prestados”. Sentí la necesidad de hablar, pero ese nudazo en la garganta y la sensación de que iba a salir un discurso asquerosamente tópico hizo que me quedara en silencio cuando en el fondo era tan sencillo como esto…..Gracias Vera, gracias “chavalos”, y así lo hice. A las 10 estaba puntual en Angela Morales para mi última clase de “computación”, ¡Qué no pare la máquina de La Esperanza!.
Llamé a Nicole, estaba feliz en Managua con sus dos hijos, había encontrado un trabajo con cierta estabilidad y no necesitaría volver a la parada donde nos conocimos. Nayeli me envió un mail desde Austria. No había aguantado muchos días en Alemania y ahora estaba tranquila en un centro de terapias naturales perdido en medio de los Alpes. Don Bernardo continuaba con sus batallitas habituales cuando fui al Hostal Cocibolca a despedirme de él. Me pareció escuchar un “Buen viaje, catalán. Ya sabes donde estamos para lo que haga falta”, entre sus alabanzas a la figura de Gadaffi y sus disertaciones sobre las maravillas de los rinconcitos perdidos en Colombia. Por su parte, Paco “el del pasaporte” lucía orgullosamente su flamante documento. Tras varios años saltando fronteras a pelo ahora ya podría entrar en su país como persona “con papeles”. Rolando, el segurata del Hotel Plaza Colón, compartió conmigo nuestro último licuado juntos en el Centralito. Dejaba su trabajo en el hotel en beneficio de un trabajo mejor remunerado. Suerte a todos y gracias por los momentos compartidos.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Paco y su pasaporte.
Las cuatro y media de la mañana, noche cerrada y fresca. Las vivencias iban pasando delicadamente por mi cabeza mientras esperaba a Luís y a su taxi en el umbral de la puerta de mi casa de la calle Martirio. Sonreía agradecido y tranquilo. Sí, ya era momento de partir hacia Costa Rica para coger el vuelo de vuelta a casa. Unos pasos por la escalera me hicieron salir del bucle de pensamientos y sensaciones. Teresa, mi “madre adoptiva” se había despertado. “No pensarías que te iba a dejar partir sin darte un abrazo, hijo mío”, Teresa sonreía con cara de somnolencia y circunstancias y un inesperado y agradable nudo se me hizo en la garganta. Nos abrazamos con fuerza y nos miramos con ojos vidriosos. “Buen viaje de vuelta, estamos en contacto”, “Gracias por todo, mamá”. Teresa se dio la vuelta rápidamente para subir las escaleras. Ella tampoco era muy amante de despedidas lacrimógenas. Gracias, Terry.
Con puntualidad británica las luces del taxi de Luís asomaron por la calle Martirio a las 5 de la mañana. “Todo listo, Javier?”, Luís siempre sonreía. “Sí, compañero, podemos irnos”. Dejamos atrás la calle del Martirio y torcimos a la derecha por La Libertad para hacer una pequeña parada “técnica”, Luís me miraba de reojo sin dejar de sonreír. Cruzamos el Parque Central por última vez y continuamos en dirección a la carretera de Nandaime siguiendo la ruta que tantos días habíamos hecho juntos para llegar a las escuelas. Granada se despedía con las primeras luces del día, solitaria, tranquila, silenciosa….No, el que se despedía era yo. Pasamos el cementerio y enfilamos la cuesta de la carretera de Nandaime mientras las escuelas iban apareciendo desiertas, esperando la llegada de los niños en un nuevo día. Elba Zamora, La Epifanía, Angela Morales…..y multitud de vivencias que me llevaba metidas en mi “hucha de experiencias personales”. Gracias, Yolanda.
Notaba como me estaba quedando dormido y me dejé. En un instante volé sobre Granada y San Juan del Sur, pasé por las isletas, la laguna de apoyo y el Mombacho. Recorrí de nuevo Ometepe en mi flamante moto y salté al caribe para bañarme en las aguas cristalinas de las Corn Islands con Laura. Pasé por cada una de las escuelas para dar clases de computación y recibir a cambio cientos de tirones de camiseta y miles de abrazos y sonrisas. Me paré en la oficina para saludar a Karen, quedar con Peter para comer y hablar de la vida y con Pauline para tomar un vino y hablar también de la vida y de la “cara oculta” pero no por ello menos necesaria, de las ONGs. Sobrevolé La Calzada y me pareció ver a Fran, Gary, Antoine (no pude hacerlo cara a cara pero desde aquí, gracias por tu ayuda, “mon ami”), Benoit, V, Nuria, Sara, Anette, Laura, Elsa, Silvia, Soraya, Ignasi y tantos otros voluntarios levantando sus copas un día más en el Centralito. Continué hacia la piscina del Hotel Granada y pude ver a Terry haciendo unos “largos” y a Dale estirado en su hamaca. Llegué al Parque Central para dar un último adiós agradecido a Don Bernardo, Paco “el del pasaporte”, Rolando y María del Eurocafé. Soñé ver a Nicole en su parada y a Nayeli paseando como tantas noches hicimos. Soñé que un día decidí irme de viaje a una desconocida Nicaragua y que me había quedado prendado de ella y de sus gentes….
”Javier, ya llegamos”. Abrí los ojos, Luís me miraba sonriendo. Frente a mí tenía la misma frontera que crucé hacía 50 días con Luís (el surfero de Barcelona) en sentido contrario, cargado de ilusiones que se habían cumplido sobradamente.
*** Imagen borrada de Tinypic ***.
Me abracé con Luís, “Gracias, amigo”, “Vuelva pronto, Javier, que les vaya bien por Costa Rica”…...Luís seguía sonriendo mientras miraba hacia el asiento trasero del taxi. La cara de Laura asomó por la puerta.
Nos quedamos en silencio viendo como Luís y su taxi desaparecían carretera abajo en dirección a Granada. Una avalancha de taxistas nos rodeó ofreciéndonos carreras a Liberia. “Esta vez no, gracias”. Nos miramos a los ojos. “Pasamos a Costa Rica?”, “Sí”, Los dos sonreíamos mientras empezábamos a cruzar la frontera. El plan consistía en pasar unos días juntos en Costa Rica a la espera de mi vuelo de vuelta a casa. Luego ella continuaría su viaje por Centroamérica y yo el mío de vuelta a Barcelona. Pensábamos ir al Norte (Playa Grande) y también al Sur (Bahía Drake), y de ahí quizás al cielo…..pero esta historia ya no pertenece a las “Crónicas de Nicaragua”.
Fin del viaje.
La escuela Angela Morales marcaba mi último día de clases de “computación” en La Esperanza pero estaba en la escuela La Epifanía sentado en una sencilla silla de madera, agachando la cabeza, mientras un niño me ponía un collar hecho con un sencillo cordel naranja y trozos de caña de refresco cortados, como muestra de agradecimiento por los “trabajos prestados”. Sentí la necesidad de hablar, pero ese nudazo en la garganta y la sensación de que iba a salir un discurso asquerosamente tópico hizo que me quedara en silencio cuando en el fondo era tan sencillo como esto…..Gracias Vera, gracias “chavalos”, y así lo hice. A las 10 estaba puntual en Angela Morales para mi última clase de “computación”, ¡Qué no pare la máquina de La Esperanza!.
Llamé a Nicole, estaba feliz en Managua con sus dos hijos, había encontrado un trabajo con cierta estabilidad y no necesitaría volver a la parada donde nos conocimos. Nayeli me envió un mail desde Austria. No había aguantado muchos días en Alemania y ahora estaba tranquila en un centro de terapias naturales perdido en medio de los Alpes. Don Bernardo continuaba con sus batallitas habituales cuando fui al Hostal Cocibolca a despedirme de él. Me pareció escuchar un “Buen viaje, catalán. Ya sabes donde estamos para lo que haga falta”, entre sus alabanzas a la figura de Gadaffi y sus disertaciones sobre las maravillas de los rinconcitos perdidos en Colombia. Por su parte, Paco “el del pasaporte” lucía orgullosamente su flamante documento. Tras varios años saltando fronteras a pelo ahora ya podría entrar en su país como persona “con papeles”. Rolando, el segurata del Hotel Plaza Colón, compartió conmigo nuestro último licuado juntos en el Centralito. Dejaba su trabajo en el hotel en beneficio de un trabajo mejor remunerado. Suerte a todos y gracias por los momentos compartidos.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Paco y su pasaporte.
Las cuatro y media de la mañana, noche cerrada y fresca. Las vivencias iban pasando delicadamente por mi cabeza mientras esperaba a Luís y a su taxi en el umbral de la puerta de mi casa de la calle Martirio. Sonreía agradecido y tranquilo. Sí, ya era momento de partir hacia Costa Rica para coger el vuelo de vuelta a casa. Unos pasos por la escalera me hicieron salir del bucle de pensamientos y sensaciones. Teresa, mi “madre adoptiva” se había despertado. “No pensarías que te iba a dejar partir sin darte un abrazo, hijo mío”, Teresa sonreía con cara de somnolencia y circunstancias y un inesperado y agradable nudo se me hizo en la garganta. Nos abrazamos con fuerza y nos miramos con ojos vidriosos. “Buen viaje de vuelta, estamos en contacto”, “Gracias por todo, mamá”. Teresa se dio la vuelta rápidamente para subir las escaleras. Ella tampoco era muy amante de despedidas lacrimógenas. Gracias, Terry.
Con puntualidad británica las luces del taxi de Luís asomaron por la calle Martirio a las 5 de la mañana. “Todo listo, Javier?”, Luís siempre sonreía. “Sí, compañero, podemos irnos”. Dejamos atrás la calle del Martirio y torcimos a la derecha por La Libertad para hacer una pequeña parada “técnica”, Luís me miraba de reojo sin dejar de sonreír. Cruzamos el Parque Central por última vez y continuamos en dirección a la carretera de Nandaime siguiendo la ruta que tantos días habíamos hecho juntos para llegar a las escuelas. Granada se despedía con las primeras luces del día, solitaria, tranquila, silenciosa….No, el que se despedía era yo. Pasamos el cementerio y enfilamos la cuesta de la carretera de Nandaime mientras las escuelas iban apareciendo desiertas, esperando la llegada de los niños en un nuevo día. Elba Zamora, La Epifanía, Angela Morales…..y multitud de vivencias que me llevaba metidas en mi “hucha de experiencias personales”. Gracias, Yolanda.
Notaba como me estaba quedando dormido y me dejé. En un instante volé sobre Granada y San Juan del Sur, pasé por las isletas, la laguna de apoyo y el Mombacho. Recorrí de nuevo Ometepe en mi flamante moto y salté al caribe para bañarme en las aguas cristalinas de las Corn Islands con Laura. Pasé por cada una de las escuelas para dar clases de computación y recibir a cambio cientos de tirones de camiseta y miles de abrazos y sonrisas. Me paré en la oficina para saludar a Karen, quedar con Peter para comer y hablar de la vida y con Pauline para tomar un vino y hablar también de la vida y de la “cara oculta” pero no por ello menos necesaria, de las ONGs. Sobrevolé La Calzada y me pareció ver a Fran, Gary, Antoine (no pude hacerlo cara a cara pero desde aquí, gracias por tu ayuda, “mon ami”), Benoit, V, Nuria, Sara, Anette, Laura, Elsa, Silvia, Soraya, Ignasi y tantos otros voluntarios levantando sus copas un día más en el Centralito. Continué hacia la piscina del Hotel Granada y pude ver a Terry haciendo unos “largos” y a Dale estirado en su hamaca. Llegué al Parque Central para dar un último adiós agradecido a Don Bernardo, Paco “el del pasaporte”, Rolando y María del Eurocafé. Soñé ver a Nicole en su parada y a Nayeli paseando como tantas noches hicimos. Soñé que un día decidí irme de viaje a una desconocida Nicaragua y que me había quedado prendado de ella y de sus gentes….
”Javier, ya llegamos”. Abrí los ojos, Luís me miraba sonriendo. Frente a mí tenía la misma frontera que crucé hacía 50 días con Luís (el surfero de Barcelona) en sentido contrario, cargado de ilusiones que se habían cumplido sobradamente.
*** Imagen borrada de Tinypic ***.
Me abracé con Luís, “Gracias, amigo”, “Vuelva pronto, Javier, que les vaya bien por Costa Rica”…...Luís seguía sonriendo mientras miraba hacia el asiento trasero del taxi. La cara de Laura asomó por la puerta.
Nos quedamos en silencio viendo como Luís y su taxi desaparecían carretera abajo en dirección a Granada. Una avalancha de taxistas nos rodeó ofreciéndonos carreras a Liberia. “Esta vez no, gracias”. Nos miramos a los ojos. “Pasamos a Costa Rica?”, “Sí”, Los dos sonreíamos mientras empezábamos a cruzar la frontera. El plan consistía en pasar unos días juntos en Costa Rica a la espera de mi vuelo de vuelta a casa. Luego ella continuaría su viaje por Centroamérica y yo el mío de vuelta a Barcelona. Pensábamos ir al Norte (Playa Grande) y también al Sur (Bahía Drake), y de ahí quizás al cielo…..pero esta historia ya no pertenece a las “Crónicas de Nicaragua”.
Fin del viaje.