No tenía previsto ir aquí en este día. Tenía planeado ir a Pisa, pero pensé en lo que dije antes, que aunque fuera por un día, tenía que ir a Roma.
Cogimos el tren a las 7.40 de la mañana, y a las 9.10 ya estábamos en la ciudad eterna, en la estación de Termini. Como no contaba con ir y no tenía nada preparado, el día de antes en Florencia, en una librería que hay en Vía Cavour, donde tenía el hotel, me compré la guía de Lonely Planet, en la que venía un plano de Roma, plano del Metro, y qué ver de forma imprescindible, y aparte rutas que se podían hacer andando según la zona donde estuvieras. En el tren fui empollándome las posibles visitas y organizándolo para me cundiera al máximo. La primera parada estaba clara, El Vaticano.
Me saqué el bono de metro para un día (4 euros). Roma cuenta con dos líneas, la A y la B, que convergen en Termini. Cogimos en esta parada la línea A con parada en Ottaviano-San Pietro. Cuando nos bajamos, sólo tuvimos que seguir la estela de turistas que con toda probabilidad se dirigirían allí. Antes paramos a desayunar en la avenida que andábamos, en una cafetería en la que vi que su tránsito eran más de lugareños que de turistas. Tomamos dos capuccinos, un croissant, y un bocata de jamón con queso calentito (que según mi madre estaba bueno a más no poder..pena de mí, que no puedo tomar jamón...argggg), y todo por 5.40 €, y a las puertas del Vaticano.
Andamos una avenida llamada Ottaviano hasta que nos adentramos en la impresionante Plaza de San Pedro a través de sus columnas...dios santo..desde que entré por esa parte, hasta que salí, los vellos como escarpias..Qué inmensidad. Estás que lo ves en fotos, en televisión, pero hasta que no llegas allí, no puedes alcanzar a hacerte la idea de la grandiosidad de lugar. Tras divisar un poco la plaza de San Pedro, con su obelisco de Augusto y admirarla, fuimos a la cola para entrar a la basílica. Avanza bastante rápido. Una vez asomé no podía creer lo que mis ojos estaban viendo: JAMÁS había visto algo igual. En Florencia, la grandiosidad de la iglesias es mucho, pero es que esto superaba ya con creces cualquier expectativa. Realmente ahí te puedes dar cuenta del poder que tiene la Iglesia. El mármol, las esculturas, los techos, la cúpula, el baldaquino, el suelo, las pinturas....miraras para donde miraras, la percepción era abrumadora..la Piedad atestada de gente haciendo fotos..me es difícil describir lo que allí sentí porque hay lugares que necesitan de la propia percepción de uno para entenderlo. Como he comentado, era un día de visita en Roma, y había que priorizar y seleccionar. Fue lo único que vi del Vaticano, obviando la Capilla Sixtina y los Museos, pero sinceramente, tan sólo por ver la Basílica, merece la pena.



De allí nos volvimos para la estación de metro, lo tomamos, y bajamos en la parada de la Plaza de España. Una vez sales de la estación, tienes la posibilidad de salir a la parte baja de la Plaza, o bien subir en ascensor y aparecer en la Iglesia de la Trinidad. Optamos por esta última opción, para contemplar inicialmente las vistas de arriba, y luego fuimos bajando. Alrededor de la famosa fuente de la Barcaccia (que por cierto qué agua más fresquita...mmm...), estaban montando algo, no sé exactamente qué se iría a celebrar, pero había vallas y altavoces grandes.


De allí, volvimos a coger el metro y bajamos en la parada de Barberini-Fontana de Trevi. Siguiendo el plano, fuimos andando desde la parada de metro por una avenida y varias calles de Roma. Poco a poco se va viendo la masa de turistas, y se oye el ruido provocado por el agua de la fuente. Giramos y ohhh, allí está...enorme también, demasiado para el poco espacio en el que queda ubicada a mi parecer..o eso, o que estábamos demasiados turistas (que también es un punto, claro). Es el lugar más imposible para echarse una foto a solas con el monumento, jeje. El agua es de lo más clara, y la que se puede beber, de lo más refrescante.

De allí fuimos andando dirección al Panteón, pasando previamente por la Columna Antonina, de 30 metros e altura con relieves para conmemorar las victorias de Marco Aurelio

Continuamos andando y llegamos a la Piazza della Rotonda, donde se encuentra este monumento. Igualmente, muy grande. El orificio de la cúpula es enorme, y deja entrar un enorme halo de luz. Los monumentos en Roma me llamaron la atención por la inmensidad en cuanto a tamaño. La entrada al mismo es gratuita.


Seguimos la ruta hasta llegar a Piazza Navona, enorme, pero con su famosa Fontana dei quattro Fiumi en restauración. Dimos un paseo por la misma y nos conformamos con la vista de la Fontana del Neptuno y la Fontana del Moro... había muchos camareros invitándonos a sentarnos, muchos caricaturistas, mucho turista comiendo helado...(yo en esta ocasión no fui una de ellas).


De allí queríamos ir a la zona del Coliseo, así que fuimos buscando una parada de autobús para ir hacia el mismo en éste. No recuerdo exactamente el número que cogí (el calor me tenía derretido el cerebro, jeje), pero tras esperar unos minutillos, tomamos el autobús que nos llevó hasta la Piazza Venezia. Bajamos en el inmenso monumento a Vittorio Emanuele II. Tiene unas dimensiones enormes, aparte claro, de lo que resalta por su color blanco impoluto. Subes las escalinatas (conforme se va subiendo se puede comprobar las dimensiones del lugar en cuestión). Posterior a ésta, hay dos escaleras laterales que van a dar a la estatua ecuestre del susodicho. Arriba hay un pórtico con unas columnas bestiales.


Bajamos y nos dirigimos a la Piazza del Campidoglio, de Miguel Ángel, pasando antes por la Iglesia de Santa María de Aracolei (cerrada).

A la Piazza del Campidoglio se accede mediante unas escaleritas que...jejeje...llamada la Cordonata, cuyo final está custodiado a ambos lados por Cástor y Pólux. La mitad de la plaza está presidida por la estatua de Marco Aurelio. En la zona se encuentran los Museos Capitolinos (los cuales, obviamente, y debido a mi visita relámpago, no los pude visitar).


Las vistas desde el Monte Capitolino son realmente asombrosas. Se puede contemplar en su gran mayoría el foro romano.


Bajamos, pasando de nuevo por el monumento a Vittorio Emanuele II y comenzamos a andar por la Vía del Foro Imperial. , observando La Columna de Trajano, alzada al lado del Foro del mismo nombre. Tras andurrear un buen rato por allí, y sobre un sol de justicia, tomamos la Vía Sacra hasta llegar al Coliseo. Vista panorámica del mismo (y de los romanos vestidos para echarse la foto de rigor con los turistas, previo pago claro está), rodeamos el Coliseo para ir a comer en el primer restaurante de Via Labicana (17.30 de la tarde y mi estómago pedía a gritos comer). Tomamos dos menús, que consistían en ensalada, pizza margarita, lasaña y bebida por 26 euros, y en un lugar privilegiado, ya que disponíamos de vistas en primera línea al Coliseo.



De allí fuimos andando a la Basílica de San Clemente (entrada gratuita). Es una Iglesia del siglo XII edificada sobre una iglesia del Siglo IV. Tiene un mosaico precioso.


Vuelta al Coliseo andando y toma de metro para ir a visitar la catedral de Roma, San Giovanni in Laterano. Te quedas más que pequeña al lado de ella, jejeje. Las columnas son enormes, y arriba, los 12 apóstoles.El suelo de mosaico es una auténtica maravilla. Según dice, el monumento a Silvestre II, suda y cruje cuando va a morir un papa. El baldaquino es una preciosidad. La verdad que si algo ves cuando visitas Italia, es la exhibición de poder eclesiástico. Yo he quedado casi sin palabras de contemplar semejantes iglesias.




Tras esta breve visita a la ciudad eterna, nos fuimos a la estación de Termini para coger nuestro tren de regreso que nos llevaría de nuevo a Florencia. Llegamos tarde, pero con hora para tomar algo en el Mc’Donalds que hay justo frente a la estación de tren de Santa María Novella. De allí, bajamos hacia el hotel, parando antes para tomarnos una refrescantes granizada de menta, y al hotel a ducharnos y a dormir, que estábamos muertas.
Al día siguiente, hacer maletas y a coger el tren camino, nuevamente, de Venecia.