Antes de dejar Brasov teníamos intención de visitar la Biserica Neagra esa mañana pero temimos perder mucho tiempo por lo que nos fuimos directamente a Rasnov.

Para subir a Rasnov puedes hacerlo a pie o en un trenecito turístico. La verdad es que no solemos utilizar estas “pijadas” pero Rumania es un sitio en el que te lo puedes permitir, y además tengo un tobillo delicado que no se puede forzar. La verdad es que la subida es un ratillo y con una pendiente maja, así que fue una buena elección
El trenecillo se coge en el parquin donde puedes dejar el coche, en el que también te cobran. Nosotros lo dejamos enfrente, en una zona de tierra, así que nos ahorramos el parquin y lo dejamos a la sombra. La verdad es que no había prácticamente nadie, supongo que en verano o fin de semana (era lunes) habrá que tener más suerte.
Curiosamente en el trenecito coincidimos con un grupo de españoles con los que habíamos coincidido el día anterior en Peles. Fue en esta zona y en Bucarest donde coincidimos con algunos, el resto del viaje nada.

En estas fotos podéis apreciar el contraste de paisaje. Las 2 son hechas desde la fortaleza, una hacia el Norte y la otra hacia el Sur


Nuestra siguiente visita fue al Castillo de Bran. Pagamos por la entrada 30 lei (7’31€).


A mí el castillo me gustó, sobre todo su patio interior. Por dentro, no me decepcionó ya que según lo que había leído no me esperaba un castillo como el de Peles. Por dentro es como un castillo más.


En la entrada del castillo encontrareis un montón de chiringuitos con recuerdos de Bran y de Drácula. Nosotros compramos una camiseta y un queso típico de la zona que lo envasan con corteza de árbol.
De Bran nos fuimos a Fagaras, y por el camino paramos en un “merendero” y catamos el nuevo queso y embutido que aun nos quedaba.
Fagaras es una visita muy prescindible, simplemente tiene una fortaleza sin más interés.

Me llamó más la atención la iglesia que estaban construyendo. La verdad es que vimos muchísimas iglesias en construcción en todo el país, ¡más que casas!.

Para que os hagáis una idea de la hospitalidad de la gente, entré en una tienda para que me cambiaran un billete por monedas (bani) para el parkin y el hombre de las regaló
Esa noche teníamos hotel reservado en Sighisoara, así que tiramos hacia el Norte pasando por una serie pueblos con sus iglesias fortificadas: Cincsor, Cincu, Agnita y Biertan. Todas ellas adscritas a la lista de Patrimonio de la Huimanidad




Sobre las 19h llegábamos a Sighisoara y lo primero fue buscar el hotel que teníamos reservado: Pensiune Citadela Sighisoara. Nos costó 32€ la habitación doble con desayuno. El hotel está limpio y es muy curriño o majico (para que lo entendáis). A nosotros nos dieron una habitación en el ático, muy amplia, lo malo es que no tienen ascensor y era un poco difícil subir las maletas por las escaleras, que eran un poco estrechas. Así que, si no tenéis ningún problema de movilidad, os lo recomiendo. Sobre todo porque está situado justo al lado de la torre. El hotel es el edificio amarillo que aparece en primer plano.

Aprovechamos lo que quedaba de tarde para pasear por la ciudadela. Sighisoara es famosa, además de por ser una villa medieval preciosa y estar incluida en la lista de Patrimonio de la Humanidad, por ser la ciudad natal de Vlad Tepes. La verdad es que fue una de las ciudades que más nos gustó, a mí particularmente me encantó la Torre del Reloj (no sé cuantas fotos le hice: al atardecer, de noche, por la mañana,...). La ciudadela está recién rehabilitada, pero con gusto, no parecía un “Port Aventura” de la vida (no sé si me explico). Se nota además que es una ciudad muy turística y que los alemanes han metido mucho dinero. De hecho, la mayoría de turistas que vimos en esta zona eran alemanes; los empleados de los restaurantes y hoteles hablaban alemán; mucho de los carteles estaban en alemán; etc. En esta zona viven los sajones de Transilvania, de ahí el interés alemán. Recomiendo a todo el mundo que esté interesado en viajar a la zona que lea un poco sobre los sajones y los szèkely, para entender todo mejor. La verdad es que Rumania nos sorprendió en su diversidad poblacional, no hay que olvidar que Rumania existe como país, tal y como lo conocemos hoy en día, desde 1918 (con el fin de la Primera Guerra Mundial).



Para cenar, después de mucha indecisión, elegimos en el restaurante Casa Wagner, no estuvo mal, pero desde luego no fue la mejor comida del viaje. El precio no me acuerdo, pero rondaría los 18-20€, porque recuerdo que tampoco fue muy barata.
Ala! a dormir
