Amaneció un día espléndido de sol poco después de... ¡las cinco de la mañana! En fin, que con tanta luz entrando por la ventana el requerido "madrugón" no me costó demasiado. Después de desayunar en el hotel, salimos con dirección a Sinaia para visitar el Castillo de Peles. Seguiríamos después hacia Brasov, donde pernoctaríamos, pasando previamente por el Castillo de Bran. En total, unos 220 kilómetros, con el siguiente perfil en Google Maps.
Los trayectos de carretera suelen ser largos, pero nuestro guía local nos los fue amenizando con todo tipo de explicaciones acerca de la actualidad de Rumanía, de su pasado y de su presente, sus glorias y sus miserias, citando tanto lo bueno como lo malo de cada época y sus dirigentes. Y reflexionando sobre lo que nos decía de su país, empezamos también a considerar de una forma alternativa algunas cosas del nuestro. También fue él quien nos hizo la visita guiada de todos y cada uno de los lugares a los que fuimos, para lo cual nos proporcionaron un aparato con pinganillo, sistema muy cómodo que permite alejarse bastantes metros mientras se escucha, algo que agradezco, pues me permite escaquearme un poco para tomar fotos sin parecer maleducada, eludiendo en lo posible al gentío .
Mis primeros paisajes en Rumanía fueron campos de cultivo.
Al principio, nos costó entender sus opiniones, que podían considerarse contradictorias en cuanto a su sentido político, pero poco a poco fuimos captando lo que trataba de decirnos y, al final, sus historias y comentarios se convirtieron en un gran aliciente del recorrido, de modo que pudimos comprender mucho mejor la situación de un país que cuenta con grandes recursos naturales, desaprovechados, mal gestionados o abandonados siempre para desdicha del pueblo llano. Pero, en fin, este es el relato de un viaje y para ahondar en todo ese tema serían necesarias las múltiples horas de explicaciones, junto con las docenas de fotografías y textos que nos proporcionó. No soy demasiado aficionada a las visitas guiadas, pero en este caso reconozco que contar con este hombre supuso un extra durante el recorrido, en el que cualquier edificio, población, fábrica o paisaje que veíamos tenía su explicación. Todo un lujo, la verdad .
Primer destino: Sinaia.
Aunque era muy temprano, pillamos retenciones al salir de Bucarest, pero no tan kilómetricas como la tarde anterior. Nos aguardaba un trayecto de unos 139 kilómetros, unas dos horas más o menos. La primera parte, de unos cien kilómetros, calculo, por autopista; luego, la doble vía murió en una carretera convencional que nos conduciría a las estribaciones de los Cárpatos.
La vegetación se come la vía del tren, la carretera y hasta las casas.
Suelo fijarme mucho en los lugares por donde paso. Así que, por el camino, fui observando extensos campos de cultivos diversos, si bien predominaba el maíz. Enseguida me llamó la atención el panorama tan verde, salpicado por numerosos ríos, y las iglesias ortodoxas, cuyas peculiares formas y cúpulas decoraban el paisaje de un modo diferente al nuestro.
Llegó un momento en que la carretera inició un continuo ascenso, pues Sinaia está situada a 767 metros de altitud, en el valle del río Prahova, al este de las montañas Bucegi. Se ha convertido en un destino muy popular para practicar senderismo y deportes de invierno, y también cuenta con balnearios y aguas termales. Las casas, de madera, presentan una arquitectura muy atractiva, típica de montaña, y el paisaje me pareció precioso. Debe su nombre al Monasterio de Sinaia, construido por el príncipe Mihai Cantancucino en 1693, después de un viaje que hizo al Monte Sinai, de cuyo nombre deriva el de Sinaia.
Casas típicas de Sinaia.
Monasterio de Sinaia.
Monasterio de Sinaia.
CASTILLO/PALACIO DE PELES.
El lugar más conocido de Sinaia es el Castillo de Peles, construido entre 1873 y 1914 por el arquitecto Karel Liman por encargo del rey Carlos I de Rumanía, que deseaba contar con uno de los palacios más lujosos e importantes de la Europa de finales del siglo XIX, hasta el punto de que fue el primero en disponer de luz eléctrica y ascensores. Enamorados del entorno natural que les rodeaba, el monarca y su esposa Isabel pasaron mucho tiempo en el castillo, que convirtieron en su residencia de verano.
Antes de llegar al castillo propiamente dicho, hay que pasar una serie de edificios de arquitectura parecida, aunque mucho menos lujosos, y también una plaza donde está la escultura de un oso. Parece un poco como de cuento.
Entorno del castillo.
Peles uno de los monumentos más visitados de Rumanía y, según he leído, las colas pueden llegar a una hora de espera. Por fortuna, nosotros pasamos casi directamente. Cierra todos los lunes, y también los martes desde el 1 de octubre al 14 de abril. Hay diferentes tarifas, entre 50 y 150 lei, según leí allí mismo, en una pantalla informativa, dependiendo de las plantas que se desee visitar, con descuentos para pensionistas, estudiantes y demás. Lo más recomendable es consultar su página web para reservar con antelación. Y ojo con los horarios porque ponía que la última entrada de la opción básica es a las 16:15. A los jardines se puede pasar de manera gratuita.
Se accede al castillo tras cruzar la portada que desemboca en un patio exterior muy bonito, con pinturas, esculturas y unas espléndidas galerías de madera.
Merece la pena visitar el interior, que presenta una decoración muy lujosa, con una imponente escalera y valiosos artesonados, esculturas, vidrieras, pinturas, colecciones de arte, armas, armaduras, biblioteca, mobiliario, vajillas…
Su superficie supera los 3.000 metros cuadrados y cuenta con 160 habitaciones. Por cierto, me fijé en que los paneles informativos también están escritos en español, algo no muy habitual en los monumentos y museos rumanos.
Mención aparte merecen los jardines, con fuentes, flores y numerosas esculturas, si bien lo más impresionante a mi modo de ver es el escenario marco de fondo que le brindan los Montes Cárpatos. En otoño, debe ser un puro escándalo la paleta de rojos, ocres y amarillos que ofrecen los bosques aquí, tal como he visto en algunas fotografías.
CASTILLO DE PELISOR.
A pocos metros, se halla el Castillo de Pelisor, construido entre 1899 y 1902, mucho más pequeño que el de Peles (90 habitaciones) y que se convirtió a partir de 1903 en la residencia de los herederos al trono de Rumanía, Fernando (sobrino de Carlos I) y María.
Aunque también se puede visitar por dentro previo pago, preferí dedicar el tiempo libre a pasear por el precioso entorno en que se sitúan ambos castillos.
Después de almorzar en un restaurante de las inmediaciones del castillo de Peles, seguimos hacia Brasov, que se encuentra a unos 50 kilómetros de Sinaia, si bien primero íbamos a pasar por el Castillo de Bran, otro de los lugares más visitados de Rumanía.