Descubriendo Normandia y Bretaña ✏️ Diarios de Viajes de Francia

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Normandía y Bretaña[/b]
Os hago una pequeña descripción de los lugares que visitamos y qué vimos:

Fougeres es un precioso pueblo medieval que tiene como principal atracción una de las fortalezas más grandes y monumentales de Europa. Visitamos la fortaleza ayudados de las audio guías que nos dieron con la compra de la entrada. Tras la visita oficial, jugamos un poco en las explanadas de la fortaleza y paseamos por la muralla. Es una visita divertida que te lleva como mínimo un par de horas. Después de visitar la fortaleza subimos por los jardines de la Plaza dex Arbres y recorrimos paseando este pacífico pueblito que parece sacado de algún cuento de hadas.

Dinan es un pueblo con un casco antiguo medieval precioso. Habíamos preparado una pequeña guía adaptada a la niña, con juegos y explicaciones sobre lo que hay que ver en un pueblo medieval en general y en Dinan en particular. Además de las explicaciones habíamos incluido algunos juegos de buscar y encontrar mientras paseábamos. No fue sólo una visita cultural sino también lúdica, donde mejoramos mucho nuestra capacidad de observación para encontrar “los tesoros” escondidos por el pueblo. Terminamos cenando en una estupenda terraza degustando las famosas crepes saladas.

Vannes es otro precioso pueblo de la Bretaña francesa con un bonito casco antiguo que descubrimos durante nuestra visita. En los preparativos del viaje, habíamos elaborado una pequeña guía con los edificios singulares que visitar y algunas explicaciones sobre la arquitectura medieval, en especial nos centramos en localizar los distintos los materiales de construcción (piedra, barro, madera y entramado de madera) de los edificios que veíamos mientras paseábamos.

Saint Malo es un precioso pueblo, famoso por los corsarios y piratas que lo habitaron durante mucho tiempo. Nada más llegar subimos a la muralla que rodea todo el pueblo y comenzamos nuestro recorrido disfrutando de unas bonitas vistas tanto de la ciudad como del mar que se divisaba desde lo alto. Desde la muralla pudimos contemplar algunos islotes a los que pudimos acceder andando gracias a la marea baja. Abandonamos la muralla a mitad de recorrido justo a la altura de la playa para poder bajar a mojarnos un poco los pies en el agua y caminar por la arena. Regresamos atravesando el pueblo, disfrutando de los escaparates de las tiendas mientras encontrábamos un lugar donde comer. Como hacía un día estupendo nos sentamos a comer en la terraza de un restaurante donde no sólo comimos fenomenal sino además muy abundantemente. Probamos algunas de las especialidades de la zona incluyendo una cazuela de almejas al vino blanco que hicieron que nos chupáramos los dedos. Después de la comida paseamos entre los distintos puestos de pintores y artesanos callejeros instalados a los pies de la muralla y la entrada principal. Como cuando buscábamos información sobre Saint Maló habíamos descubierto que a pocos kilómetros de allí había un gran laberinto de maíz abierto al público, fuimos a ver cómo era. Encontramos el Laberinto del Corsario (que así se llama el lugar) sin ningún problema, porque había muchas indicaciones y aunque al llegar la entrada nos pareció un poco cutre, luego resultó una de las actividades más divertidas de todas las vacaciones. Se trata no de uno, sido de varios laberintos, en los que vas descubriendo pistas para resolver los enigmas que encuentras por todo el recorrido. Los laberintos son inmensos y muy divertidos. Tardamos más de media hora en encontrar la salida del primero. A la salida de cada laberinto se encontraba un área de juegos de retos mentales donde había desde un ajedrez gigante o unas damas, hasta rompecabezas o un futboling gigante donde nosotros hacíamos de muñequitos, también había hinchables donde los más pequeños podían jugar libremente y un área con mesitas y una pequeña barra para comprar bebidas frías o helados. El sitio es muy divertido y si se viaja con niños merece la pena visitarlo y jugar una tarde a los piratas.

Mont Saint Michel es un lugar mágico a pesar de las cantidades ingentes de turistas que recibe cada día. Como estábamos tan cerca, aprovechamos para visitar el pueblo varias veces y a distintas horas del día y llevarnos así una imagen lo más completa posible de este lugar único. Además del pueblo también visitamos la abadía. Para la visita al interior habíamos preparado una audio guía que nos sirvió tanto a los adultos como a la niña. Habíamos incluido explicaciones y descripciones de la mayoría de las estancias que visitamos y también alguna actividad o juego para hacer de la visita una actividad cultural y lúdica a la vez, que además permitió fijar mejor lo aprendido en la mente de la niña. La audio guía fue todo un acierto ya que el interior está prácticamente vacío, no hay muebles ni decoraciones en ninguna de las habitaciones que te ayuden a entender mejor lo que visitas. Tampoco encontramos carteles indicativos o informativos sobre las salas, asique la guía nos vino fenomenal para entender mucho mejor la vida dentro de la abadía y los usos y costumbres de esa época y para qué servía cada sala. La audiogía nos puso cada sala en su contexto e hizo que la visita mereciera aún más la pena.
Otra de las actividades que realizamos y disfrutamos mucho se encuentra a la salida del pueblo de Mont Sant Michel. Se trata de un reptilario donde se pueden ver decenas de cocodrilos de todos los lugares del mundo además de muchos tipos diferentes de tortugas y reptiles. Nos encantó ver cómo daban de comer a los cocodrilos y gatear por los pequeños túneles a ras de tierra por los que, a través de los cristales, podíamos observar a los cocodrilos a pocos centímetros. La visita es muy divertida porque también se pueden ver y tocar tortugas gigantes, hay audiovisuales con películas muy chulas y muy buenas explicaciones y varias zonas cuentan con miradores especiales desde los que observar a los animales muy de cerca. Muy muy recomendable.

Villecartier es un bosque precioso que encontramos mientras buscábamos actividades por la zona para hacer con la niña. En el bosque había una serie de circuitos entre los árboles preparados para distintos niveles y edades que eran muy divertidos. La niña se lo pasó de lo lindo, hizo todos los recorridos varias veces, mientras nosotros íbamos a pasear por el bosque. Tras dos horas de actividades entre los árboles recogimos a la niña y fuimos a montar en los barcos miniatura a motor. Esta actividad costaba unos 5€ por persona y podías navegar por todo el lago durante unos 20 minutos. El barco era muy fácil de navegar, tenías sólo que controlar 2 marchas y dirigir el volante. Fue todo muy divertido, y como había mesas preparadas para comer y un par de restaurantes aprovechamos para pasar allí toda la mañana.

Tras una semana en la Bretaña francesa nos dirigimos de nuevo a Paris, pero aprovechamos para hacer una parada de un día en Versalles. Sin nada organizado ni reservado nos dirigimos hacia allí. A la entrada de la ciudad paramos en un centro comercial muy grande a comer algo y aprovechamos para preguntar en el hotel que estaba frente al centro comercial si tenían habitaciones libres para esa noche. Como había habitaciones, decidimos quedarnos allí y no buscar más, aprovechamos para descansar un poco y recuperar fuerzas. Por la tarde salimos a dar un paseo por los alrededores y a enterarnos de los horarios de visita del Palacio de Versalles. A primera hora de la mañana con los equipajes ya preparados y cargados en el coche, fuimos a visitar el Palacio. Aunque había una cola tremenda para sacar las entradas y luego otra para pasar por los arcos de seguridad, no tardamos más de una hora en realizar estos trámites. Ayudados de la audioguia que recibimos al entrar, comenzamos nuestra visita del Palacio. Necesitamos toda la mañana para hacer la visita y eso que sólo echamos un vistazo a los jardines. Como teníamos el avión esa misma tarde no pudimos alargarlo más y alrededor del medio día salimos de Versalles dirección el Aeropuerto de Charles de Galle para coger nuestro vuelo de regreso a casa.
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