¡Y por fin nos poníamos en marcha!
La primera visita iba a ser corta, todavía no eran las 12 del mediodía pero teníamos que comer y estar en el hotel para hacer el check-in a las 2. Aun así teníamos algo de tiempo para acercarnos a la Bilioteca Nacional François Mitterrand que estaba muy cerca del hotel, a 3 minutos en RER.
Para ser la primera visita fue un "fiasco". La verdad es que nos esperábamos otra cosa. Claro que esto es una apreciación muy subjetiva, ya que no es del estilo arquitectónico que más nos gusta. Nos hicimos un par de fotos y decidimos no pagar la entrada: 3,5€ por día.

No perdimos mucho más tiempo y decidimos volver a la zona del hotel para comer. En esa misma calle, Boulevard de l'Hopital, habían varios bistros y brasseries, y tras comprobar los precios y menús que tenían en las pizarras nos decidimos por éste; Sunkfe Café. La formule se componía de entrante y plato o plato y postre a 13.9€, y tenían bastante variedad para elegir. La atención fue excelente, muy cercanos y agradables.

De entrante nos pedimos ensalada de pato, que estaba riquísima y de segundo, rumsteak de buey.


Y para beber, pedimos la famosa "une garrafe d'eau" como la mayor parte de clientes del restaurante, que nos pusieron con toda la normalidad del mundo. La verdad es que aunque había leído aquí todos los comentarios sobre este tema, y no dudaba de lo que decían los foreros, a una parte de mí le daba bastante palo el tema, supongo que también será porque en la zona mediterránea en la que vivo, pedir agua del grifo no sólo sería "de pobres", sino de suicidas

Cuando terminamos la comida, ya eran las dos de la tarde así que por fin podíamos hacer el check-in en el hotel.
Como he mencionado otras veces, nuestro hotel era el Libertel Austerlitz Jardin des Plantes, y nos costó 217€ dos noches. En parte lo elegimos por su ubicación y en parte porque tenía recepción 24 horas, cosa que nos gustó ya que teníamos que dejar el hotel de madrugada, ya que nuestro vuelo de vuelta era a las 6:15 de la mañana, y preferíamos que desde el hotel nos llamaran un taxi y no tener que esperar en la calle.
Nos dieron la habitación 201 y quedamos muy satisfechas. La cama era muy cómoda, todo estaba nuevo y muy limpio.




Una vez que terminamos de inspeccionar la habitación, nos refrescamos un poco y salimos para, ahora sí, patearnos París. Teníamos una maravillosa tarde por delante.
Entramos de nuevo en el metro y nos dirigimos hacia la Ópera Garnier. Esta era una de las espinas que se nos quedó clavada en nuestra estancia estudiantil en la ciudad. Por alguna misteriosa razón, los organizadores no la incluyeron en el mes que estuvimos allí.


La entrada para visitas por libre para adultos costaba 9€ pero yo decidí probar suerte con mi tarjeta de la EOI, ya que hacían descuento a estudiantes. El caso es que sin apenas mirarla, me cobraron la tarifa reducida que era de 6€.





Esta última foto, pertenece a la Biblioteca-Museo de la Ópera que forma parte de la Biblioteca Nacional.

Como veréis no voy a dar en este diario datos que podéis encontrar en cualquier guía, en otros diarios o en numerosas páginas de internet, ya que no soy una experta en estos temas y no me apetece "copiar y pegar". Me centraré en mis vivencias y observaciones personales así como en datos prácticos, en todo caso.
En cuanto a la Ópera, podéis juzgar por las fotos si merece o no la pena visitarla, pero sin duda, yo es un lugar que recomendaría. Es uno de esos edificios mágicos.
Cuando salimos de la Ópera nos dirigimos a las Galerías Lafayette, nuestra intención era visitar la cúpula que según habíamos visto en algunas fotos era digna de ver. Las Galerías están en el boulevard Haussmann apenas a 5 minutos andando. Esto era en principio una cosa sencilla, pero fuimos incapaces de encontrar la puñetera cúpula. Sí, muchos que hayáis estado pensaréis que somos unas "paletas" o algo así, y tenéis razón, pero no teníamos mucho tiempo y después de entrar por varios sitios (moda hombre, una zona de pastelería o algo parecido...) y con el tiempo tan ajustado que teníamos decidimos dejarlo para otra vez.

Aquí tengo que hacer un inciso. Los zapatos que yo me llevé al viaje eran los típicos zapatos-para-patear-ciudades, vamos cómodos, buenos, bonitos y probados en mil ocasiones, pero justo al pisar París, decidieron por su propia cuenta convertirse en unos malditos demonios de piel. Así que mi mujer y yo, nos fuimos cambiando los zapatos aprovechando que tenemos el mismo número para en vez de jodernos el viaje una, jodernoslo las dos a ratos.
Todo esto lo cuento para explicar que en vez de darnos un paseo hacia la Madeleine, que está bastante cerca de la Ópera, mi mujer que en aquel momento era quién padecía los "mata-pies" insistió en coger el metro.

Como podéis observar, la parte exterior de la Iglesia no se ajusta para nada a la típica construcción de la Iglesia Católica, sino que recuerda a la antigua Grecia. Desde lo alto de las escalinatas tenemos una vista muy bonita de la Rue Royal y al fondo la Plaza de la Concordia y el Obelisco.
Sin embargo, antes de dirigirnos hacia la Plaza de la Concordia no pudimos resistirnos a entrar en Fauchon. Se trata de una tienda de productos gourmet en la misma plaza de la Madeleine, en la parte de atrás de la Iglesia donde puedes comprar entre otras cosas unos deliciosos macarons franceses.

Los macarons se podían comprar por unidades (1,65€) o en packs con cajtas monísimas un poco más caras, claro.

Mmmm estaban deliciosos. Había una gran variedad de sabores, nosotras probamos el de pistacho, frambuesa, chocolate y caramelo. Aunque mi mujer recomienda los dos primeros, yo prefiero los más tradicionales. Así que probad y ya me contaréis.
Y ahora sí, cogimos la Rue Royal para dar un pequeño paseo hacia la plaza de la Concordia. Pasando antes por Ladurée


Eso sí, la tienda era preciosa y para los chocolateros como yo, digna de ver.
Y ahora sí, llegábamos a la Plaza de la Concordia y por primera vez desde que habíamos pisado París veíamos por fin esto:

¡La Tour Eiffel!
Fue una sensación mágica. Hacía diez años que no la veíamos. Y al verla otra vez, es como darte cuenta de verdad, que SÍ, que estás en París.
Pero volvemos a la Plaza de la Concordia.


Ahora mismo no tengo la foto a mano, pero había un tío dentro de la fuente, mojado hasta las cejas como podréis suponer, recogiendo monedas.
Y el obelisco de Luxor:

Tras unos breves minutos dándole vueltas al mapa intentando descifrar si para la derecha estaba la Avenida de los Campos Elíseos y hacia la izquierda los Jardines de Luxemburgo o viceversa (sí, lo mío no es la orientación) conseguimos emprender la ruta hacia el Arco del Triunfo.
Sin duda, los Campos Elíseos, es una de las Avenidas más famosas del mundo, especialmente por sus lujosas tiendas y sus caros cafés. Si bien, esa es la zona más conocida, hay un pequeño tramo entre la Plaza de la Concordia y la zona comercial de esta avenida, en la que se puede disfrutar de un precioso paseo por una zona de jardín.

Caminando hacia el Arco del Triunfo nos encontramos a la izquierda con el Petit y el Grand Palais, de los que no tengo fotos en condiciones, porque en ese momento mi mujer que era "la fotógrafa" estaba un poco "perdida"

Pero algo he podido encontrar, ésta es del Petit Palais

Dentro de los dos edificios habían varias exposiciones (previo pago evidentemente), pero el tiempo nos apremiaba y no pudimos entrar. Eran las 17:30 aproximadamente y todavía teníamos que cenar y llegar a Trocadero a las 7. Así que decidimos coger el metro que teníamos justo al lado, Clemenceau hasta George V, en pleno centro de la Avenida. La verdad es que nosotras no somos muy de ver tiendas y además, ya habíamos estado deambulando una tarde entera en nuestro anterior viaje, con lo que no nos importó demasiado.

Después de que mi mujer se extasiara con los modelos expuestos de la Mercedes y de que yo observara un rato a un hombre muy bien trajeado al que por lo visto le pagaban para sacarle brillo al coche cada vez que alguien le ponía las manazas decidimos irnos a cenar.
Para cenar, muy cerquita del Arco del Triunfo encontramos un Brioche Dorée, que por los comentarios de algunos ilustres foreros estuve tentada de probar... pero me echó para atrás la pinta que tenían los bocadillos. He trabajado algún tiempo en bocaterías parecidas made in Spain y puedo jurar que esos bocadillos llevaban expuestos a la venta bastante más del tiempo recomendable. Supongo que los pillamos en un mal día, porque he de reconocer que más adelante encontré algún otro local de la misma cadena y parecían bastante apetecibles... pero esos desde luego no me los iba a comer. Así que seguimos mirando, y a unos pasos vimos un Quick, un McDonald's a la francesa. Como a mi parienta le apetecía una hamburguesa y yo estaba más por un bocata... pues fue la opción perfecta.


En total, con los dos menús, nos salió por 14,6€. Y tengo que decir que la comida estaba bastante mejor que la de los McDonald's que he probado. El bocata nos lo hicieron en el momento y la hamburguesa también porque la pedimos (pas de cornichons, vamos que sin pepinillos) así que esperamos unos minutos pero estaba todo calentito.
Y una vez repuestas las energías tocaba mover el culo hasta Trocadero para poder contemplar con toda tranquilidad mi amada Torre Eiffel

Después de correr para llegar a Trocadero para poder ver el juego de luces de cada hora en punto, se ve que para ahorrar electricidad, digo yo, todavía no habían encendido la Torre. Mi gozo en un poco, aunque todo se pasa con estas vistas.
Sobre las 19:30 por fin veía la Torre iluminada.


Esta era una de mis asignaturas pendientes. Después de haber estado un mes residiendo cerquita de París, nuestros queridos monitores que nos llevaban todas las tardes a visitar la capital no nos dejaron ni una sola vez quedarnos hasta que anocheciera, con lo cual, no había visto la ciudad iluminada. Y de verdad, que casi se me caen las lágrimas

Sobre las 7 y media nos acercamos a las taquillas de Bateaux Parisien, para comprar la entrada del crucero (12€ cada una). Había bastante cola así que nos aconsejaron que nos pusiéramos ya a esperar para poder coger mejor sitio. Después de media horita de cola (la única que hicimos en todo el viaje) a las 8 en punto salía el crucero.

De esto no tengo fotos, porque los Bateaux Parisien son cubiertos con mamparas de cristal (menos mal porque a esa hora hacía rasca) y las fotos no salieron muy bien. Pero no tengo palabras para describir lo romántico que fue. París completamente iluminada, y nosotras de la mano escuchando a través de los teléfonos en castellano todo lo que el guía contaba. La verdad, es que en la anterior ocasión estuvimos en un crucero de Bateaux Mouches por el día, y personalmente prefiero esta segunda opción, es mucho más romántica. A parte de que al escucharlo sólo en tu idioma te desconectas menos que si tienes que escucharlo primero en varios más, y además les da tiempo a contar más anécdotas o incluso a poner música para que te metas en el ambiente.
Cuando pasamos por debajo del Pont Marie seguimos la tradición de darnos un beso con los ojos cerrados, como dice la tradición, aunque es cierto que no era la primera vez que habíamos pasado por debajo... pero total, ¿por qué desaprovechar la ocasión?
A las 9 en punto, desembarcamos mientras la Torre Eiffel volvía a iluminar París.
Y nos acercamos a la entrada a ver qué pasaba con nuestras entradas.
Como nos habían avisado por email, por razones técnicas sólo tenían un ascensor disponible para subir a la Torre, por lo que podíamos encontrarnos una cola de hasta dos horas.
Con las entradas compradas para las 22:00, nos acercamos a preguntar.
Había un acceso prioritario para clientes que tenían las entradas compradas y en ese momento no había nadie en cola. Nos dijeron que volviéramos a la hora que teníamos la entrada.
Así que aprovechamos para acercarnos a un puesto y comernos unos deliciosos crepes, a 3,5 cada uno.

Y cuando faltaban unos 15 minutos para las diez nos volvimos a acercar al acceso por si las moscas. Y no eran moscas, no, eran moscardornes. Porque de repente vimos aparecer varios grupos de estudiantes, italianos, portugueses... y vaya a saber usted de dónde más que colpsaron el acceso. Menos mal que habíamos sido previsoras y conseguimos una magnífica pole. A menos cinco nos dejaron acceder al ascensor.


Las vistas desde arriba son preciosas, aunque probablemente no las mejores que veréis de París, sin embargo, el valor subjetivo para mí de estar en la Torre no tiene precio.
De las vistas no tengo fotos, porque mi mujer había toqueteado el iso y sale todo borroso. Aunque eso es lo de menos, porque lo más bonito son los recuerdos.
Conforme llegamos a la segunda planta fuimos a comprar las entradas para subir a la cumbre. Por 5,2€ más cada una pudimos estar enseguida arriba del todo.
La verdad es que estábamos agotadas y a las 11:20 aproximadamente decidimos bajar, y volver al hotel.

Y aquí acaba nuestro primer día en la ciudad, corto, pero muy intenso.