El día amaneció soleado, pero las previsiones daban mucha lluvia para más tarde, así que nada más desayunar nos despedimos de nuestros anfitriones y nos fuimos a seguir con nuestra excursión antes de marchar a casa.
Primero fuimos a Portimão. La sensación general que nos causó es que es un pueblo feo, con hoteles enormes a pie de playa, donde la estética no se ha guardado en absoluto. Después de haber visto Lagos el día anterior, Portimão no nos gustó nada.
Nos habían dicho que la Praia da Rocha era una de las más bonitas del Algarve, por eso esperábamos encontrar una playa espectacular. Pero cuando nos asomamos al mirador nos gustó más la vista del lado derecho, la de la Praia dos Três Castelos. La Praia da Rocha es bonita, pero no deja de ser una playa larga, aunque con acantilados y el fuerte de Santa Catarina en un extremo. Será que nos gustan más las playas pequeñitas con rocas en el agua. No le hicimos fotos, porque daba el sol de frente y no le encontramos aliciente a bajar a pasear, preferimos hacerlo por la Praia dos Três Castelos, que se llama así por las tres grandes rocas que hay en la orilla. Dimos un paseo por esta playa y por la siguiente, la Praia do Amado, y vimos desde otro mirador la Praia dos Careanos, muy bonita.
Seguimos nuestro camino hacia Silves, a unos 20 Km hacia el interior. Silves es un pueblo muy bonito en el que destaca su imponente castillo en la colina, y la catedral. Aparcamos junto al castillo y empezamos la visita. Vimos la catedral, pero no pudimos visitarla por dentro porque estaban en misa de Domingo de Ramos y no cabía un alfiler.
Fuimos al castillo, la entrada cuesta 2,5€. Está bastante bien conservado, dicen que es el mejor conservado de los castillos árabes en Portugal, y es monumento nacional. Dentro de las murallas almenadas de la alcazaba están las ruinas de una antigua casa mora, que se especula que pudiera ser el mítico “Palacio das Varandas” y un aljibe, conocido como la “Cisterna da Moura”, sobre la cual se cuenta una leyenda de una princesa mora que aparece en la noche de San Juan. En las torres hay exposiciones de fotos y objetos encontrados en las excavaciones.
A mitad del paseo nos empezó a llover, así que no pudimos disfrutar de los jardines del castillo. Pensamos visitar la catedral, una vez terminada la misa, pero la habían cerrado. Y nos fuimos a buscar un restaurante para comer. La zona de restaurantes está junto al río, en la parte baja del pueblo, así que nos fuimos dando un paseo bajo la lluvia por las calles de Silves, muy bonitas.
Finalmente comimos en un restaurante llamado “Fernando dos leitões” (Fernando de los lechones) y, como no podía ser de otra forma, pedimos lechón, además de una espetada de tamboril (rape), y de postre pastel de naranja. Todo eso junto con 4 cervezas nos salió por 33€. Estaba todo buenísimo.
Después de comer partimos rumbo a casa, otra vez bajo una intensa lluvia. Pensamos parar en Reguengos de Monsaraz y acercarnos a ver el pantano de Alqueva, pero con la lluvia no merecía la pena. Además, como está cerca de casa, ya lo dejaremos para una excursión de un día.