El plan previsto para hoy empezaba con un desplazamiento al mundo floral de Keukenhof. Para ello cogimos el tren hacia Schiphol, ya casi como expertos. Al llegar al aeropuerto salimos por la puerta que daba a la plaza donde estaban los buses. Craso error. El bus de Keukenhof no paraba allí. Y nos costó interpretar lo que nos querían decir los autobuseros de la zona. Tuvimos que rodear el aeropuerto hasta llegar a la parada del 58, que tenía una cierta cola. Hasta el punto de que, en el primer bus que llegó no logramos entrar. Mientras llegaba el siguiente nos dimos cuenta que si hubiésemos salido del aeropuerto por el extremo donde está el Starbucks nos hubiéramos encontrado con la parada sin dar tanta vuelta. Así que ya lo saben los que tengan que coger el bus de Keukenhof. El bus que va para allá no está en la zona donde los demás buses sino saliendo por donde he dicho del aeropuerto.
Teníamos sacado por Internet el papelito que nos daba derecho a ir y volver en bus y a entrar en el recinto. Ningún problema. El conductor apenas si lo miró y pasamos hacia el interior. En media hora llegamos al lugar. Muchísima gente, y un poco de cola para entrar pero no demasiada. Escanearon el código de barras y la virgen del pompillo cuantas flores. Si colocara por aquí las tropecientas fotografías que sacamos, colapsaríamos el foro. Precioso todo el recinto, especialmente el lago interior y la gran cantidad de parterres por un lado y por otro. Especial mención para un pabellón que había con orquídeas. Merece la pena ir a Holanda en abril, cuando Keukenhof se encuentra en todo su esplendor. Alguna muestra de lo que allí pudimos admirar.
Desde fuentes
A Parterres
Orquídeas
Lagos
o rincones
Decidimos ir a comer a Ámsterdam porque los lugares para ello en Keukenhof estaban demasiado llenos. Al salir, de nuevo al bus 58 y luego al tren hasta Ámsterdam. Allí empezó a llover y era tarde así que nos metimos en un italiano que vimos en Nieuwezijds Kolk, una bocacalle de Nieuwezijds Voorburgwall. No estaba mal y sobre todo daban de comer a deshoras. Encima cuando terminamos había dejado de llover. Fue la única vez en todo el viaje en que la lluvia nos llegó a molestar un poco, aunque hubo muchos momentos en que amagaba pero sin pegar.
Cogimos el tranvía por primera vez para irnos hacia Leidseplein. Había un ciudadano en el interior dedicado a vender tickets. Pagamos y nos sentamos porque iba poca gente. A la vuelta ya veremos que fue al revés. En Leidseplein había mucho ambiente y eso que era temprano. Como muestra este cantante callejero
Nos fuimos paseando hacia la calle Roemer Vrsscherstraat entre Leidseplein y Vodelpark. Fue diseñada en 1894 por el arquitecto Tjeerd Kuipers, con la intención de centrarse en la historia de la arquitectura europea. De forma que entre los números 20 y 30A de la calle se ofrece una breve excursión a través de varias ciudades europeas. La casona número 20, con sus ventanales góticos, se basa en la arquitectura romántica alemana.
La número 22 es un castillo en miniatura del Loira francés
El número 24 es una reminiscencia morisca de la obra maestra de la Alhambra de Granada.
El número 26 es un palacio con su cúpula en forma de cebolla que recuerda de una catedral rusa.
El número 30 es una casa de estilo renacentista holandés
El número 30A es una casa de campo inglesa.
Una vez que contemplamos esta curiosidad nos dirigimos hacia la zona de los Museos para entrar en el Van Gogh. Pero una equivocación de dirección en las calles, nos fuimos hacia la derecha en vez de hacia la izquierda, nos permitió por pura casualidad encontrarnos con una escultura de unas artistas rusas Ilsa y Emilia Kabakov erigida junto a una clínica mental y que tiene como nombre en traducción libre, “Como satisfacer un ángel”. Uno que es profesional del campo de la salud mental, se quedó prendado de lo que veían mis ojos. Se trataba de una escalera que subía hacia el cielo y en la que ocupaba el último escalón una figura humana.
He indagado por Internet y resulta que hay diversas interpretaciones sobre esa escultura. Para algunos era como una invitación al suicidio. Pero las autoras lo que pretendían decir era una cosa muy distinta. La figura representaría el deseo de llegar a cosas más elevadas. Las Kabakov pensaban que una persona que necesita ayuda psiquiátrica debe participar activamente en el proceso de recuperación y para transmitir este concepto utilizan la metáfora de subir una escalera de mano peldaño a peldaño, siendo la mochila de la figura masculina el contenedor de las experiencias que ha ido adquiriendo. Las autoras trataron de diseñar una escultura psicológicamente informada que le da un sentido de humanidad a la enfermedad, algo muy necesario en el mundo medicalizado de la psiquiatría actual. La escultura es una invitación a mirar hacia el cielo, abrir el espíritu y acariciar la esperanza, simbolizando la recuperación gradual. La figura en la parte superior de la escalera dirige su mirada y las manos hacia arriba, irradiando esperanza para su mejora y recuperación. Desgraciadamente nuestros establecimientos psiquiátricos españoles están muy lejos de lo que representa esa escultura en el centro mental holandés. Para el viajero interesado puede ver la escultura en la calle Eerste Constantijn Huygensstraat 38 que es donde está la clínica que encargó la escultura.
Después del encuentro casual con esta impactante sorpresa y viendo que por esa calle no íbamos donde queríamos, es cuando nos dimos cuenta que marchábamos en sentido contrario. Dimos la vuelta y ahora sí, llegamos hacia Museumplein. Tras chocar con las muy turísticas letras de I Ámsterdam, de las que no pongo una imagen porque son superconocidas, nos dirigimos hacia el Museo Van Gogh. Había su cola, pero nuestro ticket sacado por Internet, cosa que recomiendo, nos introdujo en el museo sin esperas. Qué voy a contar de Van Gogh. Pues que choca mirar de cerca algunas de sus más famosas pinturas. Y que como era viernes, había un grupo musical tocando dentro del museo.
Al salir nos fuimos al tranvía para ir hacia la zona de Spui a cenar. Si a la ida el tranvía fue una delicia, a la vuelta iba hasta los topes. Me trasladó a los tiempos madrileños cuando entrabas en el vagón del metro a presión. Eso sí fue imposible llegar hasta donde vendían el ticket, con lo que sin ningún ánimo de colarnos no pudimos pagar. Incluso nos costó poder llegar a la puerta para bajarnos.
La idea era ir a cenar al Haesje Claes pero imposible. Solo dejaban entrar a los que tenían reserva hecha. Pero nos quedamos con la copla para volver otra noche. Así que nos fuimos hacia el sitio que cenamos la noche anterior al lado del hotel, pero que si quieres arroz catalina. Había demasiada gente esperando. Así que al lado, en la misma calle Ness nos metimos en un sitio que vimos así como con luz tenue en cada mesita y que tenía sitios libres. Bueno un poco pijillo nos pareció. Y muy barato no era. Se trataba de lo que podríamos denominar una vinatería, donde había montones de vino para elegir y cosas para acompañar el vino. Mi mujer como siempre se pidió una cerveza y yo me tomé un vinito blanco. Y un plato de quesos que estaban realmente buenos junto con otro plato con un mejunje de alcachofa para untar en el pan y olivas. Ya lo he dicho, carillo para lo que era, pero rico todo. El caso es que pasamos el rato de manera agradable y con las mismas a pocos metros el hotel. Por si alguien quiere saberlo el sitio se llama Bubles Wines y está en el num 37 de Ness