Por fin es de día y todo lo que queremos es salir pitando del hotel. Desayunamos en la cafetería de debajo del hotel y recogemos el coche que estaba aparcado justo delante. Una cosa que nos llamó la atención es que tanto nuestros retrovisores como los de todos los coches aparcados están cuidadosamente plegados hacia adentro. Preguntamos a un transeúnte a que se debe, y nos comenta que es costumbre hacerlo para que nadie se pueda llevar el espejo por delante. Todo un ejemplo de civismo, ya véis.
Decidimos aparcar a las afueras para evitar la zona de pago y también para evitar tener que estar pendientes cada poco de ir a echar monedas. Vamos caminando hasta el centro de la ciudad, el cielo está gris y amenaza lluvia. Trier (Tréveris) es la ciudad más antigua de Alemania, fundada por los romanos en el año 16 a. C. por Augusto bajo el nombre de Augusta Treverorum, y en ella todavía se pueden visitar muchos vestigios de la época romana, las termas, la basílica imperial, el anfiteatro...
También dimos una vuelta por los jardines del palacio imperial.
En la catedral de San Pedro se custodia la túnica sagrada y ésta junto con la iglesia de Nuestra Señora en Tréveris son Patrimonio de la Humanidad. Las calles centrales son preciosas, y muy animadas, lástima que el día no acompañaba y en las fotos que sacamos todo se ve triste y gris. Aquí nació Karl Marx y se puede visitar su casa natal. Nos acercamos a la Puerta Nigra, impresionante testimonio de la arquitectura civil romana. Data del siglo II, y debe su nombre al color de su piedra. A sus pies se encuentra la oficina de turismo, donde me sorprendió que todos y cada uno de los folletos que facilitan vienen marcados con su precio porque son de pago, hasta el plano de la ciudad.
Mientras estamos realizando algunas compras, empieza a llover y decidimos regresar al coche. Trier está muy cerca de la frontera con Luxemburgo, país en el que ya había estado pero Samuel no, así que para allí nos vamos con la esperanza de que el tiempo sea un poco más propicio.
Lo primero que hacemos al llegar a Luxemburgo ciudad es dar una vuelta panorámica por el distrito financiero. Luxemburgo es sin duda una ciudad, y también un país (el séptimo más pequeño de Europa) con un buen nivel de vida. Después aparcamos y continuamos la visita por el centro histórico. No para de llover. Vemos la Catedral de Santa María, el Gran Palacio del Ducado, la Plaza de Armas, el Hôtel de Ville y mientras paseamos bajo la lluvia, los escaparates de muchas boutiques de lujo.
Entre tanto ya pasó la hora de comer así que vamos a buscar un lugar donde resguardarnos y llevarnos algo a nuestros hambrientos estómagos. Comemos en un Quick, que es una cadena hamburgueserías a la que me hace especial ilusión ir porque yo la frecuentaba mucho en mi época de becaria en Bélgica. Ya recuperados después de la comida, damos una pequeña vuelta y emprendemos el camino de regreso. Antes de salir de este país, paramos en una gasolinera a llenar el depósito ya que la diferencia con el precio del combustible en Alemania es abismal.
Ya estábamos cerca del aeropuerto de Frankfurt-Hahn cuando hicimos una parada en un supermercado, y es que esto es una de las cosas que más nos gusta hacer cuando viajamos al extranjero, ir a los supermercados y comprar un montón de cosas que en España no hay. Yo aproveché para abastecerme de pan negro alemán, jeje.
El día seguía horrible así que fuimos directamente de ahí al aeropuerto, entregamos el coche y buscamos el hotel que habíamos reservado para la última noche: el B&B Frankfurt-Hahn Airport (58€), que está justo delante de la entrada del aeropuerto (solo tienes que cruzar la calle) y es perfecto para los vuelos que salen tan temprano como el nuestro del día siguiente, además está perfectamente insonorizado. Matamos el tiempo hasta la hora de dormir leyendo, ordenando las maletas y conectados al wifi del hotel.
Vista desde la ventana de nuestra habitación del hotel, solo cruzar la calle y ya estás en la entrada al aeropuerto.
Decidimos aparcar a las afueras para evitar la zona de pago y también para evitar tener que estar pendientes cada poco de ir a echar monedas. Vamos caminando hasta el centro de la ciudad, el cielo está gris y amenaza lluvia. Trier (Tréveris) es la ciudad más antigua de Alemania, fundada por los romanos en el año 16 a. C. por Augusto bajo el nombre de Augusta Treverorum, y en ella todavía se pueden visitar muchos vestigios de la época romana, las termas, la basílica imperial, el anfiteatro...
Lo primero que hacemos al llegar a Luxemburgo ciudad es dar una vuelta panorámica por el distrito financiero. Luxemburgo es sin duda una ciudad, y también un país (el séptimo más pequeño de Europa) con un buen nivel de vida. Después aparcamos y continuamos la visita por el centro histórico. No para de llover. Vemos la Catedral de Santa María, el Gran Palacio del Ducado, la Plaza de Armas, el Hôtel de Ville y mientras paseamos bajo la lluvia, los escaparates de muchas boutiques de lujo.
Entre tanto ya pasó la hora de comer así que vamos a buscar un lugar donde resguardarnos y llevarnos algo a nuestros hambrientos estómagos. Comemos en un Quick, que es una cadena hamburgueserías a la que me hace especial ilusión ir porque yo la frecuentaba mucho en mi época de becaria en Bélgica. Ya recuperados después de la comida, damos una pequeña vuelta y emprendemos el camino de regreso. Antes de salir de este país, paramos en una gasolinera a llenar el depósito ya que la diferencia con el precio del combustible en Alemania es abismal.
Ya estábamos cerca del aeropuerto de Frankfurt-Hahn cuando hicimos una parada en un supermercado, y es que esto es una de las cosas que más nos gusta hacer cuando viajamos al extranjero, ir a los supermercados y comprar un montón de cosas que en España no hay. Yo aproveché para abastecerme de pan negro alemán, jeje.
El día seguía horrible así que fuimos directamente de ahí al aeropuerto, entregamos el coche y buscamos el hotel que habíamos reservado para la última noche: el B&B Frankfurt-Hahn Airport (58€), que está justo delante de la entrada del aeropuerto (solo tienes que cruzar la calle) y es perfecto para los vuelos que salen tan temprano como el nuestro del día siguiente, además está perfectamente insonorizado. Matamos el tiempo hasta la hora de dormir leyendo, ordenando las maletas y conectados al wifi del hotel.
Vista desde la ventana de nuestra habitación del hotel, solo cruzar la calle y ya estás en la entrada al aeropuerto.