Somnolientos todavía por la mala noche pasada, nos levantamos sobre las 8.30 para seguir con la nueva etapa del viaje que nos llevará hasta Verona (465km). Antes de abandonar Francia volvemos a llenar el depósito ya que pretendemos, si es posible, no hacer ningún repostaje en Italia, donde el precio del combustible es elevadísimo. El camino transcurre con normalidad, hay bastante tráfico pero ni mucho menos como el día anterior. En los alrededores de Cremona dejamos la autopista y desde allí seguimos por nacionales para evitarnos peajes. Paramos a comer en un área de servicio y continuamos hasta el hotel. Teníamos unas indicaciones bastante escasas de cómo llegar, pero lo que dije al principio, debíamos de estar iluminados en cuanto a encontrar las direcciones y el caso fue que acertamos a la primera. Hotel Moro Freoni (55€) a 4km de Verona. Como siempre, dejamos las maletas en la habitación, que es enorme y muy limpia, y nos encaminamos sobre las 16.30 hacia Verona. Aparcamos el el paseo del río, algo alejado del centro porque no hay sito más cerca y también para evitarnos pagar párking, aunque hay que pagar ORA (2€). El día está encapotadísimo, pero hace calor. Viendo ahora las fotos de ese día, con el cielo tan sumamente negro que teníamos encima no sé como hicimos la tontería de no coger paraguas, pero en fin, supongo que en ese momento todavía éramos optimistas en cuanto al tiempo. Nos adentramos en la ciudad y los que vamos viendo nos encanta. Es totalmente medieval, y las calles del centro son todas peatonales, muy agradables para pasear por ellas.
Vistamos la Arena, las murallas, la plaza Bra, la plaza delle Erbe donde hay un mercadillo, la casa de Julieta, la catedral y cuando estamos dentro de ésta se desata el diluvio. Qué horror, llueve sin parar, charcos por todos los lados, no hay ningún alero para cobijarnos y encima no tiene pinta de parar en horas (y no paró). Nos detenemos un momento frente a una tienda y el simpático comerciante sale para echarnos con cajas destempladas, gritándonos como un energúmeno que ahí no podemos estar, que le tapamos la vista de su escaparate a los clientes. Sobra decir que con el aguacero no hay ni un alma por la calle, ni mucho menos clientes... Continuamos caminando y no encontramos una sola tienda, kiosko o vendedor ambulante que nos pueda proveer de un paraguas. Así pues, nos resignamos a volver al coche, que estará a unos 2km de distancia, bajo esta intensa lluvia. Al principio corremos, pero cuando ya estamos totalmente calados nos lo tomamos con filosofía y hacemos el resto del camino a paso normal. Llegamos al hotel empapados de la cabeza a los pies y tenemos que improvisar un tendal para poner a secar todo, ropa interior incluida. Después de una ducha bien caliente cenamos en el hotel y nos vamos a dormir bastante temprano. El hotel está pegado a las vías del tren y cada poco se oye pasar alguno, pero el ruido de la lluvia cayendo afuera es mucho más fuerte y amortigua el posible estruendo de los trenes.
Vistamos la Arena, las murallas, la plaza Bra, la plaza delle Erbe donde hay un mercadillo, la casa de Julieta, la catedral y cuando estamos dentro de ésta se desata el diluvio. Qué horror, llueve sin parar, charcos por todos los lados, no hay ningún alero para cobijarnos y encima no tiene pinta de parar en horas (y no paró). Nos detenemos un momento frente a una tienda y el simpático comerciante sale para echarnos con cajas destempladas, gritándonos como un energúmeno que ahí no podemos estar, que le tapamos la vista de su escaparate a los clientes. Sobra decir que con el aguacero no hay ni un alma por la calle, ni mucho menos clientes... Continuamos caminando y no encontramos una sola tienda, kiosko o vendedor ambulante que nos pueda proveer de un paraguas. Así pues, nos resignamos a volver al coche, que estará a unos 2km de distancia, bajo esta intensa lluvia. Al principio corremos, pero cuando ya estamos totalmente calados nos lo tomamos con filosofía y hacemos el resto del camino a paso normal. Llegamos al hotel empapados de la cabeza a los pies y tenemos que improvisar un tendal para poner a secar todo, ropa interior incluida. Después de una ducha bien caliente cenamos en el hotel y nos vamos a dormir bastante temprano. El hotel está pegado a las vías del tren y cada poco se oye pasar alguno, pero el ruido de la lluvia cayendo afuera es mucho más fuerte y amortigua el posible estruendo de los trenes.