Nos despertamos y todavía sigue lloviendo. Hoy la etapa es mucho más ligera, así que no madrugamos, son 270 km por autopista hasta Lípica, en Eslovenia. Antes de cruzar la frontera eslovena compramos la viñeta que nos permite circular durante una semana por las autopistas de todo el país (15€). Bajo la lluvia buscamos el hotel (Gran Klub 51€/ a+d), Este hotel está en medio de una granja de cría de caballos lipizanos, dispone de establos, pistas de entrenamiento, etc, pero como llueve sin parar no podemos ver nada de los exteriores. Es temprano y todavía no está lista la habitación. Esperamos y cuando nos avisan subimos a dejar el equipaje. La habitación es muy bonita y amplia, además toda la decoración gira en torno a la temática de la hípica. Parece que asoma un rayo de sol entre las nubes, así que cogemos el coche para aprovechar y empezar a ver cosas. Primero nos dirigimos a las Cuevas de Postojna, una de las más grandes del mundo. En todo el subsuelo de Eslovenia hay numerosas grutas escavadas en la roca cárstica de la región. La cola que nos encontramos es inmensa, y eso que la entrada no es precisamente barata 22€ por 1 hora de visita (+ 3,5€ de párking que es obligatorio), pero justo detrás va un matrimonio de profesores andaluces con los que comenzamos a charlar y así se nos hace más amena la espera. Las cuevas son bonitas, pero yo he de decir que esperaba mucho más, creí que por la publicidad que hacen de ellas, la afluencia de visitantes y el elevado precio de la entrada iban a ser algo espectacular. Yo personalmente no repetiría esta visita, ni la recomendaría. Los pases los hacen cada hora, en cada uno de ellos puede formarse un grupo de unas 200 personas y te dividen según el idioma, pero por el volumen de cada grupo al final no se distingue donde empieza uno y acaba el siguiente y terminas oyendo la explicación en un mix de 2 o 3 idiomas. Como era de esperar, no había pase en español así que nos decidimos por la visita en inglés. Lo primero es subir en un trenecillo que te adentra en la profundidad de la cueva, dentro la temperatura es de unos 8ºC, por eso te aconsejan ropa de abrigo, también puedes alquilar una especie de capa antes de entrar. No permiten hacer fotos en el interior, pero la mayoría de gente hace caso omiso a las advertencias y no se privan de disparar todo el tiempo, e incluso alguno se atreve a llevarse trozos de estalagmita cual souvenir. Una vez más, alucino con este tipo de comportamientos. Durante el recorrido también se puede observar el Proteus, un curioso (y feísimo) bicho parecido a una lagartija que únicamente vive en el interior de estas cuevas, es ciego y respira por branquias. De nuevo se sube al trenet que te conduce hasta la salida. Allí aprovechan para intentar venderte una foto que te tomaron a la llegada, al módico precio de 6€!! Si alguna vez repito viaje por esta zona, intentaré visitar las cercanas cuevas de Skocjan, patrimonio de la humanidad, que están mucho menos publicitadas y por tanto masificadas, pero por lo que leí después sobre ellas parecen bastante más interesantes.
el exterior de la cueva es bonito
La siguiente visita es al castillo de Predjama a solo 10km de distancia. Este castillo es del SXVI, y su singularidad reside en encontrarse colgado en una pared rocosa a 123 m de altura, nosotros solo lo vimos por afuera por lo que no puedo decir si esta visita es interesante o no. A mí me recuerda mucho al Santuario de Covadonga en Asturias, de donde somos nosotros.
Como solo son las 17.30 decidimos acercarnos hasta Trieste, puerto de mar de gran relevancia en tiempos del imperio Astro-Húngaro y que me apetecía muchísimo conocer. Una vez allí, lo habitual, buscamos aparcamiento en una zona lo más cercana posible al centro sin ser de pago y comenzamos a recorrer la zona del puerto. Ahora por fin sale el sol y disfrutamos enormemente paseando por sus calles y plazas. Para mi sorpresa encontramos un monumento en recuerdo de la emperatriz Sisi que tantas veces partió desde este puerto en sus numerosisimos viajes (acababa de leerme su biografía y estaba puestísima en el tema). Me inmortalizo con ella. De vuelta en el coche como no hay nada indicado, no tenemos ni idea de cómo coger el camino de vuelta (íbamos sin GPS), por intuición nos metemos por una calle que asciende para dembocar en una especie de sendero de cabras tan estrecho que no podemos dar la vuelta y hay que plegar los retrovisores porque de lo contrario no pasamos y tan empinado que parece que el coche se nos va a despeñar de un momento a otro. Después de ascender 4km eteeeernos llegamos a una carretera que cruza y donde ya aparecen indicaciones para llegar a Eslovenia. Todavía hoy doy gracias de que no bajara ningún otro coche en sentido contrario en aquella cuesta infernal.
Llegamos al hotel ya oscurecido (sobre las 9 en esta época ya se hace de noche allí), cenamos ensaladas + cervezas que compramos en Trieste y nos disponemos a descansar en la última noche en que contaremos con todo tipo de comodidades: cama, colchón, aire acondicionado, tele, minibar, agua caliente, baño propio... Mañana comenzamos la dura vida del campista!
el exterior de la cueva es bonito
La siguiente visita es al castillo de Predjama a solo 10km de distancia. Este castillo es del SXVI, y su singularidad reside en encontrarse colgado en una pared rocosa a 123 m de altura, nosotros solo lo vimos por afuera por lo que no puedo decir si esta visita es interesante o no. A mí me recuerda mucho al Santuario de Covadonga en Asturias, de donde somos nosotros.
Como solo son las 17.30 decidimos acercarnos hasta Trieste, puerto de mar de gran relevancia en tiempos del imperio Astro-Húngaro y que me apetecía muchísimo conocer. Una vez allí, lo habitual, buscamos aparcamiento en una zona lo más cercana posible al centro sin ser de pago y comenzamos a recorrer la zona del puerto. Ahora por fin sale el sol y disfrutamos enormemente paseando por sus calles y plazas. Para mi sorpresa encontramos un monumento en recuerdo de la emperatriz Sisi que tantas veces partió desde este puerto en sus numerosisimos viajes (acababa de leerme su biografía y estaba puestísima en el tema). Me inmortalizo con ella. De vuelta en el coche como no hay nada indicado, no tenemos ni idea de cómo coger el camino de vuelta (íbamos sin GPS), por intuición nos metemos por una calle que asciende para dembocar en una especie de sendero de cabras tan estrecho que no podemos dar la vuelta y hay que plegar los retrovisores porque de lo contrario no pasamos y tan empinado que parece que el coche se nos va a despeñar de un momento a otro. Después de ascender 4km eteeeernos llegamos a una carretera que cruza y donde ya aparecen indicaciones para llegar a Eslovenia. Todavía hoy doy gracias de que no bajara ningún otro coche en sentido contrario en aquella cuesta infernal.
Llegamos al hotel ya oscurecido (sobre las 9 en esta época ya se hace de noche allí), cenamos ensaladas + cervezas que compramos en Trieste y nos disponemos a descansar en la última noche en que contaremos con todo tipo de comodidades: cama, colchón, aire acondicionado, tele, minibar, agua caliente, baño propio... Mañana comenzamos la dura vida del campista!