Nuevo día soleado y nuevo despertar temprano para dirigirnos al Kremlin, no sin antes pasarnos por la Plaza Roja para ver si por un casual estaba abierta… Ese día había algunos actos más, pues cuando llegamos a Manezaya estaban haciendo una especie de homenaje al monumento del soldado desconocido, situado en los jardines Alexandrovsky (cerrados)… Por suerte, el Kremlin sí estaba abierto, y después de hacer algo de cola y esperar para comprar la entrada de la Armería (que se vende solo cada cierto tiempo), pudimos cruzar el puente de la Trinidad. En total la entrada son 1000 Rb, 300 de la Plaza de las Catedrales y 700 de la Armería, aunque con el carné de estudiante en total eran 300 Rb (100 y 200). El Kremlin es un conjunto de palacios y catedrales que es la sede del gobierno de Rusia, de ahí que esté tan vigilado. Dentro, en la Plaza de las Catedrales pudimos ver la Catedral de la Anunciación y la de San Miguel Arcángel, pues la de la Asunción y la iglesia de los Doce Apóstoles estaban cerradas. Tampoco se podía subir al Campanario de Iván el Grande.
También aquí se pueden ver el Cañón y la Campana Rota del Zar, también llamados el Zar de los Cañones y la Zarina de las Campanas. Son el cañón y la campana más grandes del mundo, aunque ninguno de los dos funcionó nunca. La Armería por su parte, es un museo no muy grande con una exposición de las propiedades de los zares hasta la caída del zarismo. Vestidos, vajillas, tronos, joyas… quizás lo más llamativo sea la sala de los carruajes. En mi humilde opinión es demasiado caro para lo que se puede ver… Por cierto, no perdáis la entrada, porque la exigen al salir…
Después de tirarnos toda la mañana en el Kremlin, comimos en los jardines Alexandrovsky y fuimos caminando hasta la calle Arbat, calle peatonal y comercial plagada de turistas, artistas callejeros y restaurantes, cafeterías y tiendas de souvenirs. De camino pasamos por la calle Vozdvizenka, que lleva justo a la Puerta de Arbat y en la que se encuentra la curiosa Casa de las Conchas.
La calle Arbat es una de las más animadas de la ciudad, y una de las más agradables. La calle termina en el rascacielos del Ministerio de Asuntos Exteriores, una de las siete hermanas de Stalin, siete rascacielos neogóticos construidos en los 50, que intentaban competir con el Empire State de Nueva York, aunque ninguno lo superó en altura.
Más allá, se encuentra el río, el puente Borodinski y la Casa Blanca. Nos tomamos un café carísimo en un Starbucks, e inciamos la vuelta al centro. El regreso desde la Puerta de Arbat lo hicimos por la calle Nikitskaya, para pasar por delante del Conservatorio de Moscú y su monumento a Tchaikovsky, y unas cuantas salas de conciertos.
Como ya era tarde, decidimos hacer tiempo en la plaza Manezaya (que es muy agradable) comiendonos unos helados y haciéndonos unas fotos... hasta que nos echaron de la plaza unos cuantos policias poniendo vallas...
De modo que tuvimos que dar un paseo para esperar el anochecer y ver la iluminación de San Basilio, antes de regresar al hotel a descansar.
También aquí se pueden ver el Cañón y la Campana Rota del Zar, también llamados el Zar de los Cañones y la Zarina de las Campanas. Son el cañón y la campana más grandes del mundo, aunque ninguno de los dos funcionó nunca. La Armería por su parte, es un museo no muy grande con una exposición de las propiedades de los zares hasta la caída del zarismo. Vestidos, vajillas, tronos, joyas… quizás lo más llamativo sea la sala de los carruajes. En mi humilde opinión es demasiado caro para lo que se puede ver… Por cierto, no perdáis la entrada, porque la exigen al salir…
Después de tirarnos toda la mañana en el Kremlin, comimos en los jardines Alexandrovsky y fuimos caminando hasta la calle Arbat, calle peatonal y comercial plagada de turistas, artistas callejeros y restaurantes, cafeterías y tiendas de souvenirs. De camino pasamos por la calle Vozdvizenka, que lleva justo a la Puerta de Arbat y en la que se encuentra la curiosa Casa de las Conchas.
La calle Arbat es una de las más animadas de la ciudad, y una de las más agradables. La calle termina en el rascacielos del Ministerio de Asuntos Exteriores, una de las siete hermanas de Stalin, siete rascacielos neogóticos construidos en los 50, que intentaban competir con el Empire State de Nueva York, aunque ninguno lo superó en altura.
Más allá, se encuentra el río, el puente Borodinski y la Casa Blanca. Nos tomamos un café carísimo en un Starbucks, e inciamos la vuelta al centro. El regreso desde la Puerta de Arbat lo hicimos por la calle Nikitskaya, para pasar por delante del Conservatorio de Moscú y su monumento a Tchaikovsky, y unas cuantas salas de conciertos.
Como ya era tarde, decidimos hacer tiempo en la plaza Manezaya (que es muy agradable) comiendonos unos helados y haciéndonos unas fotos... hasta que nos echaron de la plaza unos cuantos policias poniendo vallas...
De modo que tuvimos que dar un paseo para esperar el anochecer y ver la iluminación de San Basilio, antes de regresar al hotel a descansar.