Amanecemos frente a la bellísima Costa Azul




Las maniobras de desayuno sí son iguales al resto de los días: Pepe y yo subimos a desayunar y bajamos con el avituallamiento de los cachorros. Y listos para salir de excursión.

Una vez en el tender, éste nos deja en el pequeño embarcadero de Villefranche y, allí mismo, Maddalena, nuestra guía de S2S nos espera para llevarnos hacia el autobús, aparcado en un repecho de la ascendente carretera ( unos 5/10 minutos andando). Una vez en el autobús nos dirigimos por la carretera más baja de la montaña ( la corniche baja) hacia Mónaco a la derecha de Villefranche (otra opción de excursión era a la izquierda hacia Niza). Vamos bordeando la costa por la carretera inferior y la vista de la península de Cap Ferrat, paraíso de todos los ricos del planeta, es increíble



La visita del Mónaco consta de dos partes bien diferenciadas: la zona de Montecarlo, con el Gran Casino ( se puede ver gratuitamente una parte de los accesos al mismo y se puede utilizar los baños si uno entra con seguridad como si fuera a jugar al Casino, sin preguntar ni dar explicaciones) y los Hoteles de Lujo todo glamour y riqueza ( los coches aparcados dan buena idea del nivel monetario de los que allí se divierten) y otra zona, Mónaco propiamente dicho, con el Palacio pastelón que tantas veces hemos visto en el Hola, las callejuelas rellenas de tiendas turísticas de souvenirs y de bares, las casas de las princesas y el Gran Museo Oceanográfico. El acceso a esta segunda zona se hace desde el aparcamiento subterráneo donde deja el autobús y para salir a la superficie junto al Museo Oceanográfico, se hace mediante un tramo de escalera mecánica, un tramo de ascensor y otro tramo de escalera mecánica. Para los claustrobóficos como yo, el tramo de ascensor se sutituye por unas escaleras exteriores que van bordeando la fortaleza original de los Grimaldi que resultaron ser lo más espectacular de Mónaco, así que a la bajada la mayoría del grupo se vino conmigo andando para disfrutar de las increíbles vistas



Hecho este recorrido, la guía nos devuelve a Villefranche pero en esta ocasión por la carretera media ( la corniche moyenne) una carretera paralela a la primera pero a un nivel muy superior que hace que la perspectiva de la costa cambie por completo





De vuelta en Villefranche la aglomeración de pasajeros a la espera del tender para volver al barco hace que no perdamos tiempo paseando por el pequeño pueblo ( coqueto y resultón) y que nos apresuremos a embarcar.
Una vez a bordo, nos dirigimos al Buffet para la comida, tratando de anticiparnos a las sucesivas remesas de viajeros que los tender van devolviendo al barco.
Tras la comida, decidimos recorrer las tiendas del barco ( es aconsejable dejar la compra de recuerdos a bordo para el último día porque hacen descuentos) para comprar pequeños recuerdos ( la maqueta del barco, algún perfume a buen precio, postales e imanes para los amigos…).
Comenzamos la recogida de maletas y nos acercamos a devolver las toallas de piscina a la cubierta 11 ( te las dan el primer día y debes devolverlas el día anterior al desembarco, en caso contrario te cargan 30 euros por toalla).
Nos tomamos unas cervecitas en el café San Marco y en el Spinnaker con los delfines ( el resto de los días después de la comida la visita al Café San Marco era obligada para los cafeteros porque es allí donde está realmente excelente). Ya se aprecia la morriña en muchos delfines ante la proximidad del desembarco final.


Durante la cena, los camareros y todo el personal de hostelería del barco pasan a saludarnos por el restaurante al son de “Amigos para siempre”, resulta muy entrañable y algunas lagrimillas hacen su aparición. Es claramente la despedida del personal que durante toda la semana se ha ocupado de hacernos más grata la estancia en el barco. Nos queda la despedida de Micaela que se deshace en abrazos a la voz de “mi amor, mi amor, que vaya todo bien, mi amor “.
Después de la cena queda la despedida delfinera en el ovni (360º Lounge) La emoción se dispara, besos y abrazos a diestro y siniestro y propósitos de volverse a encontrar. Me retiro a una hora prudencial porque tengo las maletas sin recoger ( esa noche hay que dejar fuera del camarote debidamente etiquetadas todas las maletas antes de las 3 de la madrugada para que sean desembarcadas al día siguiente). Todo, salvo una mochila con los útiles de aseo y algo de ropa, queda listo en una hora.

Acabada la tarea de recogida salgo de nuevo a la búsqueda de delfines tardíos ( son apenas las 12 y media) pero quien más y quien menos tiene algo que recoger y poco a poco nos dispersamos, no sin antes hacer una visita a la discoteca donde bailamos unos cuantos delfines la despedida.



Acongojados nos tomamos la última copa de cava Pepe y yo en la terraza




Mañana hay que levantarse pronto para desalojar el camarote y que dé tiempo a limpiarlo antes de que suba la siguiente hornada de cruceristas. Ganas me dan de dejar un mensaje secreto escondido en algún lado avisando de que este barco te atrapa para siempre



Y mañana os cuento el desembarco.


