30 de junio
Hoy marcho de Maasai Mara con una gran pena por lo que me ha gustado, pero esperanzado de poder ver otras maravillas en diferentes lugares. Para empezar, tras el desayuno y las despedidas del personal del campamento, me espera un horrible viaje por "carretera" de 5 horas hasta Nakuru, al noroeste de Nairobi. Nakuru es una ciudad situada junto al lago del mismo nombre y la reserva situada a orillas del lago, famosa mayormente por las colonias de flamencos que anidan en el lago. Una ciudad normalita, con muchos bici-taxis y chiringuitos callejeros en el paseo principal para comprar souvenirs.
Llego al hotel Chester, aceptable pero sin ningún plus, a tiempo de registrarme, dejar el equipaje e ir a comer al restaurante del hotel que curiosamente se encuentra al otro lado de la calle. Allí casualmente veo a los compañeros del Mara, a punto de comer también, así que me uno a ellos y comemos todos juntos, un menú bastante decepcionante. Con el calor que hace por estos lares, y lo difícil que es encontrar bebidas frías, tienes que pedirlas con anterioridad para que las puedan poner un rato antes con hielo, y así servirlas más o menos frescas. Tras la comida, tenemos tiempo para echar unas partiditas de cartas antes de que Oddis me venga a recoger para llevarme al safari de esta tarde, en la reserva del Lago Nakuru.
En la entrada, una pareja de mochileros piden compartir vehículo, pues a pie no está permitida la entrada por lo visto. Oddis se niega, por temas de seguros y cosas por el estilo, así que entro solo. La verdad es que después de haber visto el Mara, este parque es muy decepcionante. En Mara, las furgonetas se podían poner campo a través o seguir los caminos. Aquí el circuito es un trazado alrededor del lago, con muy pocos desvíos, y la fauna se concentra en unos pocos puntos. El lago tiene un nivel de agua muy reducido debido a la escasez de lluvia en los últimos meses, y se puede pasear en ciertos tramos por la orilla enfangada, observando a los miles de flamencos (enanos y rosados), pelícanos y otras aves que allí habitan, junto con algún mono.
Un poco más adelante, paramos para disfrutar de las vistas de un rinoceronte blanco (ya tenemos los 5 grandes!), una bestia descomunal, pero aparentemente muy tranquila, aunque no nos acercamos demasiado. El rinoceronte blanco es más grande y más claro que el negro, pero la verdad es que los dos dan miedo.
Tras un aburrido recorrido viendo algún otro rinoceronte (según Oddis, negro, yo no alcanzo a ver la diferencia), una manada de leones, un montón de jirafas, de las cuales también hay varios tipos (reticulada, maasai y de Rotschild) y poca cosa más, la tarde se anima cuando nos ponemos a seguir en directo una persecución entre una leona y un facóquero, para preparar la cena. Al final, desde lejos, puedo ver cómo lo caza, lo asfixia y se lo lleva. El traqueteo habitual en la furgoneta se multiplica por mil en cuanto Oddis se pone a dar caza a la leona, para que no me lo pierda. Al menos me he entretenido.
Al caer el sol, vuelvo al hotel para darme una ducha, comprobar que el cuarto de baño no funciona correctamente y pedir cambio de habitación, antes de ir a cenar. Durante la cena, no gozo de la compañía de los nórdicos, y me retiro a la habitación. Para mi sorpresa, durante la cena, los mozos del hotel han entrado en la habitación, han cogido todas mis cosas sin pedir ningún permiso ni supervisión, y las han trasladado de habitación. Por suerte no echo nada en falta.
1 de julio
Antes de empezar el viaje de hoy hacia el Lago Bogoria, aprovecho para salir a estirar las piernas, ya que no tengo muchas oportunidades de hacerlo. Por el camino me encuentro con cientos de escolares con el uniforme de diferentes colegios que se dirigen a sus clases. De vuelta al hotel, desayuno tranquilamente y partimos al norte, hacia el lago Bogoria. La verdad es que lo puse de relleno porque no sabía qué podía hacer con el día que quedaba suelto, y si bien por la fauna no vale mucho la pena el trayecto, por lo menos se puede ver algo diferente. Durante la ruta, tengo la oportunidad de cruzar el ecuador por tierra, con lo que paramos en un chiringuito a pie de carretera para comprar algunos souvenirs y poder ver la demostración de como el agua gira en diferente dirección en el hemisferio norte y el sur:
En el hemisferio norte, cuando el agua baja por un embudo o por el fregadero o la taza del WC, gira en sentido de las agujas del reloj. En el hemisferio sur gira al contrario, y si estás justo encima de la línea ecuatorial, no gira, cae recta. Lo pude comprobar directamente gracias a unos habitantes de la zona que se dedican a hacer la demostración a cambio de una pequeña propina. Con sólo desplazarse un par de metros arriba o abajo de la línea imaginaria que forma el ecuador, se comprueba que es cierto.
Unos kms más adelante, veo una tortuga leopardo cruzando la carretera y nos detenemos para fotografiarla. No es muy grande, pero pisarla con la furgoneta podría suponer volcar el vehículo.
Al llegar al lago Bogoria, veo las señales de zona geotérmica, que en realidad es la gracia del lugar, ver los géiseres y los charcos burbujeantes de agua hirviendo, porque fauna no hay mucha, un martín pescador, algunos avestruces y águilas y facóqueros. Por lo menos aquí puedo pasear tranquilamente cerca de las aguas, también infestadas de flamencos, y almorzar el picnic preparado en el hotel a orillas del lago.
Tras la comida, llegamos hasta el final de la carretera que bordea el lago (no completa la circunvalación), y regresamos por el mismo camino, con la vista fija en los enormes termiteros construidos a ambos lados del camino, de un par de metros de altura en algunos casos.
Otra vez a la carretera. Oddis se detiene a comprar miel en un chiringuito de carretera para su familia. De regreso al hotel, antes de ir a cenar, me acerco paseando hasta la calle principal con el objetivo de atiborrarme de souvenirs. Me encanta regatear, y los vendedores entran gustosos al trapo, así que paso un par de horas deambulando entre las paradas y comprando. Cuando me dispongo a regresar al hotel, situado a no más de 1 km, cae un chaparrón espectacular que me cala hasta los huesos, pero que en menos de 10 minutos se ha evaporado, así que vuelvo al hotel fresquito para la cena.