![]() ![]() De Florencia a Pisa en Tren (Día 2) ✏️ Diarios de Viajes de Italia
DIA 2 – 12 de Agosto del 2012 (Domingo) Aunque la cama es pequeña, resulta cómoda, pero duermo fatal (me suele ocurrir cuando viajo). El tráfico y el de “Guantanamera” no ayudaron demasiado a conciliar el sueño. A las nueve desayuno (tienen lo...![]() Diario: Toscana: Florencia, Siena, Pisa, Lucca y San Gimignano en tren y autobus.⭐ Puntos: 4.8 (78 Votos) Etapas: 8 Localización:![]() DIA 2 – 12 de Agosto del 2012 (Domingo) Aunque la cama es pequeña, resulta cómoda, pero duermo fatal (me suele ocurrir cuando viajo). El tráfico y el de “Guantanamera” no ayudaron demasiado a conciliar el sueño. A las nueve desayuno (tienen lo básico: aprovecho y me llevo unas pastas en la mochila para el viaje) y enseguida estoy en el tren. Dos españolas se sientan a mi lado y me preguntan si el tren va a Pisa, les digo que creo que sí y si es que no mejor perderse con paisanos (o paisanas, como ellas....). No llevo plano de Pisa, pero como todos somos turistas, la dirección de todos es la misma, enfrente de la estación hay una gran plaza presidida por una estatua de Vittorio Emanuele II, y de hay subir por Via Corso Italia, una calle comercial donde sólo destacan a su derecha la Iglesia de Santa María de Carmine y posteriormente se cruza el Arno por el Ponte di Mezzo que da a una plazoleta con una estatua de Garibaldi. La calles se estrechan aunque siguen siendo comerciales, se deja otra pequeña Iglesia a la derecha, la de San Michele in Borgo y justo en frente hay una plaza cerrada y con algún restaurante típico nada turísticos que me apunto para a la vuelta comer (aunque volvería por otro lado y al final no pasaría por allí). Seguimos subiendo y voy alternado la calle principal con alguna callejuela del lado izquierdo, hasta llegar al final de la calle donde girando hacia la izquierda se llega al Campo de los Milagros, tras una media hora de camino, con la Torre de Pisa presentándose nada más llegar con credenciales de gran monumento. Sinceramente: creía que me iba a impactar mucho menos. Pero tanto ella como el entorno es espectacular, diáfano, despejado, verde, con los monumentos a cielo abierto perfectamente disfrutables, visibles desde cualquier punto de vista, desde cualquier lugar del amplio campo. Todo ello distorsionado por los miles y miles de personas que puede haber allí a esas horas, sobre todos por aquellos que intentan sujetar, empujar, sostener o derrumbar la Torre de Pisa mientras algún amigo o familiar les realiza la típica foto. Como subir a la torre de Pisa no entra en mis planes ni en los de mis piernas, y tras visionar la Torre desde mil lados, el Battisttero por otros mil lados y el Duomo por mil lados más, me dirijo a comprar la entrada conjunta para entrar a estos dos últimos monumentos más el Camposanto y los dos museos: 10€ la entrada conjunta. La adquiero en el Museo Sinopie, que es el primero que visito, un Museo sencillo (moderno y....en contra de lo que ocurre en el exterior, tan sólo unos metros fuera, prácticamente vacío y silencioso) donde se exponen los bocetos de los frescos rescatados del Camposanto tras un bombardeo en la II Guerra Mundial. Están muy bien expuestos, todo muy bien iluminado. También hay otros objetos expuestos (vestidos de la época) y un visionado en 3D del Camposanto que sólo me produjo dolor de cabeza. Cuando salgo decido si ir al Duomo o al Battisttero, me decido por este porque en el Duomo hay una gran cola. La decisión no puede ser más oportuna: una de las operarias (hay una que controla las entradas y otra, la salida a la derecha de la entrada) se acerca al centro, frente a la pila bautismal y empieza a cantar (o orar) con un tono de voz muy bajo pero que se amplifica hacia todo el volumen del edificio de una manera celestial, realmente increíble. Fue sobrecogedor, apenas un minuto pero muy emocionante. Intento subir las escaleras que suben a la parte alta, pero mis piernas dicen que no, así que media vuelta, a disfrutar de la cúpula, el púlpito, sentarme unos minutos en los bordes y descansar. A la salida, hacia el Duomo que apenas hay cola... pero dentro está abarrotado. Sobresale el púlpito, el bello artesanado dorado del techo y el gran mosaico del abside frontal. Una maravilla de catedral en la que da gusto indagar cada rincón. De ahí me dirijo al Camposanto, que fue parcialmente destruido en la II Guerra Mundial. Otro lugar de recogimiento ante tanto jolgorio exterior, donde se encuentran innumerables tumbas (tanto en los laterales, algunas de ellas, las más majestuosas; como en el suelo, muchas de ellas muy curiosas) y los preciosos frescos cuyos bocetos originales ya vi en el Museo Sinopie, aquí en todo su esplendor, en los laterales y alguno de ellos expuestos en una sala interior con fotografías de como quedo el Camposanto durante los ataques de la II guerra Mundial. Entre los laterales, queda espacio para un patio donde el césped verde invita a tumbarse si no fuera porque todos los que en los alrededores lo hicieron ya no se levantaron jamas.... Salgo del Camposanto y me dirijo al Museo del Duomo. Es un edificio discreto que contiene originales del Duomo, Batisterio y Camposanto, creo recordar que incluso hasta una magnífica puerta de bronce y sobre todo un cristo crucificado en madera realmente precioso. Pero lo mejor de la visita es acceder al patio y a la segunda planta donde, alejados del jaleo exterior, se tienen vistas espectaculares tanto de la Torre como del complejo entero. Todo un lujo de silencio y reposo al pocos metros de la Torre inclinada. Salgo de allí y ya es hora de comer, pero pese a que todo está lleno de restaurantes prefiero huir del gentío bajando por una calle distinta por la que accedí al Campo de los Milagros. No obstante, vuelvo un par de veces la cabeza y me paro para seguir contemplando la Torre. Mi intención era dar con la plaza que en la subida vi que tenía restaurantes, pero como bajo por otra calle intento buscar otro sitio, hasta que veo una librería en una esquina y al fondo lo que parece ser una plaza y allí me dirijo. Es una plaza en la que hay un edificio que parece ser una biblioteca del que cuelga una pancarta que dice “La Biblioteca e di Tutti, non debe chiudere”, lo que me recuerda que Italia está más o menos como España en cuestiones económicas. En esa plaza hay un restaurante en el centro pero un poco más adelante, en una callejuela peatonal y estrecha con 4 o 5 mesas en la calle hay otro restaurante familiar donde decido reposar y comer: ensalada, pollo asado con patatas y una cerveza, por 13 €. Ya bien comido sigo mi marcha hacia el río Arno, callejeando un poco y llego a él para localizar la Iglesia de Santa Maria della Espina, que resulta estar justo al lado del siguiente puente por el que accedimos anteriormente. Es una iglesia en la que se dice que se guarda una de las espinas de la corona de Jesús, por lo que uno se pregunta que si por una espina construyeron una Iglesia tan pequeña y bella que hubieran edificado por tener la corona entera, posiblemente la catedral más hermosa del mundo. Merece la visita, una iglesia pequeña pero muy hermosa. Ya sólo queda bajar hacia la estación de trenes, por calles sin ningún encanto, hasta llegar a la plaza que está frente a la estación. Ahí localizo una casa de apuestas deportivas donde puedo comprobar que España está plantando cara a USA en la final de baloncesto de los JJ.OO de Londres, disfruto un par de minutos del momento y sigo hacia el tren para llegar lo antes posible a Florencia. Cuando llego ya sé que casi ganamos al Dream Team, o que al menos nos ganaron por muy poco, y que me he perdido una gran final. Meriendo unos melocotones que compro en un supermercado cercano y a dormir un rato la siesta que llego reventado. Luego toca irse al centro, a visitar por primera vez de tantas veces en los próximos días, el Ponte Vecchio. La hora a la que llego es perfecta, sobre las 8 y media, momento en el que el sol empieza a llenar el horizonte del Arno de tonos rosados, amarillentos, naranjas pastel.... Accedo desde el anterior puente, el de Sta Trinita, subo por la calle pegada al río y ya se contempla la originalidad del puente, esas fachadas verticales que parecen ignorar la gravedad, como casas colgadas sobre el río. El puente está bastante lleno de gente pero no agobiante, salvo los arcos centrales donde hay más gente aprovechando para realizarse la pertinente fotografía. Lastima que las joyerías ya estén cerradas, pero habrá más ocasiones de poder visitar el puente. Subo hasta la galería de los Uffizi para dirigirme hacia la Plaza de la Signoria, otro de los sitios cruciales de la ciudad de Florencia. Ya es de noche y el espectáculo es memorable: ese conjunto de esculturas que flanquean el Palacio Vecchio, sobre todo la fuente de Neptuno y el impresionante (aun sabiendo que es una copia) "David" de Miguel Angel. Hay mucha gente, escuchando a músicos callejeros, entrando y saliendo del Palacio (entro para ver el patio, pero salgo enseguida, pues sé que días después tendré oportunidad de visitarlo en su plenitud) y sobre todo sentada en las escalinatas de la Loggia de la Señora, donde casi cuesta trabajo subir para contemplar las esculturas, también copias en su mayoría pero no por ello dignas de contemplar y gozar. Ya es noche cerrada y decido, pues estoy a dos calles, ir hacia Santa Croce. La plaza es preciosa, diáfana y el mármol blanco de la catedral resalta en la oscuridad. Para mi gusto es la plaza más hermosa de la ciudad, tanto de noche como la contemplo por vez primera, como de día, o al anochecer. Como en todo el centro de Florencia, la gente se sienta en sus escaleras para descansar, cenar un bocadillo o beberse una botella de vino o cerveza. Eso me recuerda que ya tengo hambre así que cruzo todo el centro de Florencia hasta llegar a la Plaza de Santa Maria de Novella donde por fin contemplo su parte frontal, no tan inolvidable como Santa Croce aunque muy similar, de menor tamaño pero con un interior lleno de maravillosos secretos como posteriormente tocaría descubrir. Santa Maria Novella no tiene escalinata, pero su plaza con césped rebosa igualmente vida nocturna, con numerosos inmigrantes que se reúnen para compartir un trago en las cálidas noches toscanas de verano. Ya cerca del hotel, en una pizzeria tomo mi primera pizza más un refresco por 6,50 €, pido un helado en una heladería cercana (“Il triangolo delle Bermuda”) y paseo hacia la Basílica de San Lorenzo, imponente de noche. De regreso al hotel, un rato del balcón y decido el próximo destino: Lucca Índice del Diario: Toscana: Florencia, Siena, Pisa, Lucca y San Gimignano en tren y autobus.
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