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5 de diciembre
Qué pesadilla pasar una noche en un tren en India. En China hubo de todo, pero esto es un infierno, no se lo recomiendo a nadie. Al amanecer continúa el desfile de gente que se dirige a los servicios, el "botones" que empieza a recoger mantas, vendedores gritando por los pasillos...Y aún quedan como 4 horas para llegar a Calcuta! Trato de pasar el tiempo leyendo, actividad que se ha convertido en una auténtica válvula de escape.
Al llegar por fin a Calcuta, el chófer me sorprende esperándome. Me reconoce en seguida porque soy el único rostro pálido del tren. El tráfico en Calcuta es horrible para variar, pero por suerte no voy a visitar nada, solamente cruzar la ciudad para dirigirme a la Reserva de Sundarbans, en el delta del Ganges. Aún así tengo dos horas largas de coche para llegar al embarcadero en el que subiré al barco que me llevará al interior de la Reserva. Durante este tiempo el paisaje cambia de un feo gris a un feo verde, ambos igual de contaminados. Por lo menos en los últimos tramos se ven árboles frutales, plantaciones de cañas, arroz, palmeras... a los lados de la carretera. Llego con el tiempo justo para embarcar en un bote a motor con capacidad para pocos pasajeros, sin camarotes, pero con una cubierta tapada con mesas y bancos. Me reciben con un refrescante zumo natural servido en el interior de un coco verde. Promete.
Durante el trayecto por las marismas, nos arrimamos a otro barco igual que el mío que viaja en sentido contrario, para que el guía oficial del barco deje a sus antiguos clientes y me venga a dar la bienvenida. No para de hablar de sí mismo y enseñarme fotos de tigres hechas por él mismo. A ver si tengo suerte, aunque por la pinta de las fotos, muy antiguas, los tigres deben haber desaparecido hace tiempo. El crucero dura unas dos horas, y la temperatura es agradable, aunque el cielo está muy encapotado. Al llegar al alojamiento, el Sundarban Tiger Camp, me reciben a punto para la comida, de la que disfruto tras dejar el equipaje en un bonito bungalow.
Después de comer tengo una excursión programada río arriba, hasta una torre de observación de fauna. Un viaje muy lento y aburrido, en el que tengo tiempo de tomarme una siesta. Me parece que poco veré aquí, pues todo son marismas, y los safaris se hacen desde el barco. Lo único que veo son unos cangrejos violinistas al tomar tierra para ver la torre, y varias especies de aves.
Muy aburrido, la verdad. Vuelvo al campamento para darme una merecida ducha después de la noche en el tren, pero como era de esperar, no hay agua caliente... Tras la cena, a dormir, agotado. Mañana más safaris... Por suerte, mis días en India tocan a su fin.
6 de diciembre
Poco antes de que suene la alarma despertador, unos golpes en la puerta me despiertan y sobresaltan: el desayuno lo han servido en la terracita del bungalow. Voy a pasar unas cuantas horas navegando en busca de tigres, entre las marismas. Al poco rato de navegar me sirven otro desayuno a bordo: horrible. Por lo menos he visto una salida de sol bastante digna.
No se ve casi nada de fauna, solamente aves y alguna huella de tigre en el barro de las orillas. Además está lloviendo, ¿puede pasar algo más? A media mañana, nos detenemos y bajo a tierra, a otra de las múltiples torres de observación de la reserva. En ella solamente alcanzo a ver una serpiente de brillante color verde enroscada en el techo de la cabaña en la entrada, y desde lejos algún ciervo y un lagarto gigante.
A la vuelta al campamento, voy al comedor, que hoy está lleno de gente, no como ayer, que estuve solo. Tras la comida, voy a ir dando un paseo hasta el poblado más próximo, a menos de un par de kms de distancia, para ver algo de miseria, un mercado local y poca cosa más. Compruebo que utilizan la energía solar para obtener electricidad, ya que aparte de los generadores, no hay manera de obtenerla, pues el tendido eléctrico no llega hasta aquí. Regreso contento al campamento porque por lo menos he podido caminar un trecho, después de tanto navegar. Durante el té y galletas de la tarde, en la oscuridad y al abrigo de unas hogueras, ofrecen una representación de danzas y canciones locales en el centro del campamento. Insufrible, a los cinco minutos desaparezco discretamente.
Continúo sin agua caliente en la habitación, así que salgo a pedir unos cubos de agua calentada a recepción para poder darme una ducha después de todo el día bajo la lluvia. Al llegar la hora de ir a cenar, me lo pienso seriamente debido a la escasez de variedad en los menús. Al final al hambre puede más y voy a ver qué hay: sorpresa! Pasta y pollo rebozado, es un milagro... Casi se me saltan las lágrimas.
7 de diciembre
En principio no debería haber demasiado a contar del día de hoy. Al amanecer me despiertan los gallos que corren por el campamento, y al abrir la puerta encuentro una taza de té y galletas para desayunar. Aún no tengo agua caliente y la última ducha aquí va a ser otra vez con agua fría. Como no tengo mucho que hacer, hoy hace un día espléndido. La ley de Murphy. Me despido del personal del lugar y embarco para el último crucero, que me llevará de vuelta al punto de embarque. Durante la travesía, no veo tigres, pero sí huellas que salen del agua y se internan entre los árboles, entonces me comentan que, en contra de lo que creía, a los tigres no sólo les gusta el agua, sino que pueden nadar grandes distancias! A media travesía, poco después de las 10, me traen lo que se supone es el almuerzo, pero como hace poco que he acabado con el desayuno que me habían preparado para llevar, rechazo lo que me ofrecen, seguro que ellos mismos darán buena cuenta de ello.
Al atracar en el embarcadero, me espera un chófer distinto del del otro día, que habrá aprovechado el viaje de ida para llevar a más turistas. Tampoco habla una palabra de inglés. La carretera hace imposible poder concentrarse en nada por el camino, los baches impiden dormir, pero no al conductor, al que veo cómo, de vez en cuando, cierra los ojos y da cabezazos. No le digo nada, porque en el supuesto de algún accidente, al circular a no más de 40 kph, tampoco supondría un gran daño. No podía ser de otra manera, al entrar en una de las muchas aldeas que atraviesa la carretera, el conductor, medio dormido, arrolla a una motocicleta con dos ocupantes que circulaba en frente nuestro. Los dos al suelo, sangrando pero sin daños graves, el conductor por fin se ha despertado del todo, y hay un gran revuelo en el pueblo, que congrega a más de la mitad de habitantes alrededor del coche. Yo ni me inmuto, me quedo sentado atrás y ya se arreglarán. Tras un buen rato de negociar entre ellos (no hace falta avisar a la policía), y con la presencia de un personaje que debe ser algo así como el alcalde del pueblo, parece que llegan a un acuerdo y el conductor con todo el morro del mundo, me pide 1000 rupias para pagar a las víctimas, prometiendo devolverlas al llegar a Calcuta. Ni hablar, no me fío, no le doy nada, que siga negociando o que llame al seguro, aunque dudo que lo tengan... El tiempo pasa y me pongo nervioso porque tengo que coger un vuelo, pero al final arranca y seguimos la ruta. Aún no sé cómo ha terminado el asunto...
Llego a tiempo al aeropuerto, facturo, paso controles de seguridad, y disfruto de otro espectáculo gratuito: debido a que la organización es nula incluso en los aeropuertos, las colas son terribles, y las puertas de embarque cambian constantemente. La mía cambió en una hora más de 4 veces. Al final, un hombre mayor con turbante, pierde los nervios y se niega a volver a cambiar de puerta, enzarzándose en una discusión a gritos con el personal de tierra, que faltando a todas las normas, se pone a gritar aún más que el pasajero, convirtiéndose en una pelea de gallos, para gran sorpresa de todos los presentes. Me temo que llegaron a las manos, aunque no pude verlo por tener que embarcar en mi vuelo, qué lástima, una vez que es puntual!
El vuelo de Calcuta a Bangalore es corto, menos de una hora, y en Bangalore nadie me espera, a partir de ahora la agencia contratada está libre de servicios. Recojo equipaje, pido un taxi y tras mostrarle la dirección del hotel, que obviamente desconocía, iniciamos la ruta. El chófer tiene que pedir indicaciones a su central por radio para llegar, y tras un buen rato, llego al TAP Gold Crest, en un barrio que no parece muy recomendable para pasear por la noche. Llego cuando el sol ya no se ve, y me meto rápidamente en recepción para registrarme e ir a la habitación para ducharme antes de cenar. No está muy limpio, la verdad, pero es la última noche en India y ya estoy muy harto de tener que discutir con todo el mundo y no voy a pedir que me cambien de habitación. Tras la ducha, bajo al restaurante del hotel para cenar, 4 mesas vacías, y una carta bastante pobre. Encima no tienen cerveza! Aaaaaargghhhh! Suerte que mañana me largo.
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