Llegamos un domingo, cerca del mediodía. Al haber contratado una agencia de allá, ya nos estaban esperando y nos llevaron al hotel, que elegimos nosotras a través de Booking.com.
Es en el Barrio de La Candelaria.
Esa tarde aprovechamos a encontrarnos con una amiga de Viajeros.com, Casiopea, y nos conocimos personalmente. Habíamos tenido una extensa correspondencia y nos aconsejó sobre los hoteles y zonas donde buscar. Es de destacar la amabilidad de esta chica tan joven y la paciencia que nos tuvo a mi amiga y a mi. Ya somos mayorcitas, alrededor de los 70 años, pero jóvenes de corazón.
El lunes empezamos con las excursiones, la primera que hicimos fue al cerro Montserrat, subimos en funicular. Personalmente tengo vértigo, pero eso no me detiene. Mi amiga hizo reir tanto a todo el pasaje de nuestro carrito (ocho personas), que cuando nos dimos cuenta ya estábamos arriba. 3160 metros sobre nivel del mar y todavía teníamos que subir a pie un trecho bastante largo. Sin aire, llegué boqueando hasta un lugarcito donde tomé té de coca y santo remedio. Se venden artesanías y recuerdos arriba, que luego comprobamos que eran más caros que comprarlos abajo.
Estábamos desencantadas ya que la Iglesia estaba cerrada, tal vez fuimos demasiado temprano. Pero en el momento en que volvíamos después de admirar la bellísima vista de la ciudad, abrieron la puerta y pudimos entrar.
Cuando bajamos, hicimos la excursión a pie por el centro de la ciudad.
Recorrimos la Catedral Primada, el Capitolio, el Palacio presidencial, el Museo 20 de Julio o Casa del Florero, el Palacio de Justicia, el Palacio Liévano. Todos estos edificios dan a una misma plaza.
Las comidas son bastante económicas, hoy comimos unos churrasquitos de carne blanca exquisita con un nombre extraño (chigüiro), cuando preguntamos qué bicho era, empezaron a decir, es una especie de rata y luego resultó ser una especie de cerdo salvaje, en nuestro idioma, carpincho. Era muuuuy rico.
Seguimos caminando y visitamos varios museos interconectados entre si, de la moneda, de Botero, etc. luego fuimos al museo de la esmeralda, qué espectáculo, realmente fascinante y qué preciosas piedras, lástima que sean tan caras.
A las siete y media ya es totalmente de noche y los negocios cierran y quedan las calles vacías, así que nos fuimos al hotel, donde descansamos del intenso movimiento.