Subir por primera vez al vaporetto es como empezar a vivir Venecia. Se acabaron los coches, las motos o las bicicletas. A partir de ese momento, o a caminar o a navegar. Porque Venecia es diferente y su situación encima del mar, la hace inviable a la circulación rodada. Puedes ir andando a cualquier parte, pero tendrás que cruzar una y otra vez puentes sobre los canales, que ellos denominan ríos. Un obstáculo insalvable para los inválidos y una dificultad para los carritos de los niños o el traslado de bultos. Por lo demás, lo primero que aprende uno de Venecia, es que está dividida en dos por el Gran Canal, que serpentea desde el fin del mundo mecanizado hasta la laguna, que es como el Mar Menor pero a lo bestia. Y que está rodeada de múltiples islas: Giudeca, San Giorgio, Murano, Lido, la hermética Pallestrina, sede de los pescadores de vongoles (almejas) y en la que se desarrolla uno de los libros de Dona Leon con el inspector Brunetti de prota, Burano, etc.
Una vez que el vaporetto sale de Tronchetto, entras en el Gran Canal y llegas a Piazzalle Roma donde te topas con el discutido puente diseñado por el multipresente Calatrava y que une el piazzale con la Ferrovía (estación de ferrocarril de Santa Lucía). Nosotros lo vimos muy bien desde el vaporetto y la verdad me pareció un poco churro que, efectivamente no pega ni con cola con el resto de la ciudad. Juzgar vosotr@s mism@s

Tras pasar Piazzale Roma y la Ferrovía, te topas con el primer puente que podemos considerar de verdad veneciano, más allá de las moderneces del señor Calatrava. Es el Ponte Scalzi, uno de los 4 que unen los dos lados del Gran Canal. Porque para cruzar de un lado a otro solo está este del Scalzi, el citado de Calatrava, más adelante el de Rialto y cerca de la desembocadura del canal, el de la Accademia. De todas formas y para complementar existen los llamados Traghetti, una especie de góndolas que cruzan el canal de una orilla a la otra por siete lugares estratégicamente situados. Pero en general, no suelen ser muy utilizados por los viajeros que van a conocer la ciudad. Aunque bueno es que se sepa por si acaso. Podéis comprobar la diferencia entre este Ponte Scalzi y el de Calatrava. Por cierto supongo que el nombre le viene de la Iglesia degli Scalzi, (de los descalzos), aledaña al puente y pegada a la Estación.

Navegando por el Gran Canal vamos admirando palacios a un lado y otro. Sería absurdo buscar el nombre de todos porque haríamos esto más largo que el Quijote. Os cuento lo que más me iba llamando la atención.
Nada más pasado el Ponte Scalzi, a la derecha veréis una iglesia con la cúpula verde. A mi personalmente no me gusta y no la fotografié, pero como la gente suele preguntarse qué es, pues digamos que se trata de la Iglesia de San Simeon. No le di mayor importancia.
Por el camino comprobé cómo la vida en Venecia depende de la navegación. También cuestiones como el transporte sanitario:

Quien dice una ambulancia dice barcos de la basura, barcos de la policía, barcos taxis…. Todo se mueve por los canales.
Siguiendo nuestro peregrinaje por el Gran Canal, nos topamos a la izquierda con el Casino, porque aquí no falta de nada. Este edificio ocupa el lugar de un Palazzo, concretamente el que se denomina Vendramin-Calergi. Y es que das una patada y te sale un edificio noble, muchos de ellos ocupados por hoteles. El del Casino resulta aparente. Al parecer más por fuera que por dentro. Lo vi en un vídeo y se me quitaron las ganas de entrar, aunque el bono del vaporetto da la opción de hacerlo sin pagar.

Más adelante y también en la orilla izquierda surge el que seguramente es uno de los palazos más aparentes de Venecia: el Cá d’Oro. La decoración de la fachada de mármol realmente llama la atención. Actualmente es propiedad del estado italiano y está dedicada a museo de pintura.

Estaba tan entusiasmado fotografiando Ca d’Oro que se me pasó en la otra orilla el Palazzo Ca Pesaro. En el resto del viaje no tuve ocasión de volverlo a ver. Pero se trata de otro de los Palazzos a destacar.
Enseguida pasamos por la Pescaría o mercado de pescado, a mano derecha y ya cerca del puente de Rialto. Se trata de un edificio neogótico que fotografié un par de días después desde la otra orilla Ya pondré entonces la foto. La parte derecha del canal se me quedó un poco coja porque iba en el otro lado del vaporetto
Y con las mismas, ta ta chán, el puente de Rialto en persona que se presentaba ante nuestros ojos. Uno de los emblemas de la ciudad.

Seguramente es el punto mejor para empezar a recorrer la ciudad. A diez minutos de la Plaza de S. Marco y muy cómodo para iniciar paseos por los distintos sestieres. Así que allí fue donde cogimos el hotel, aprovechando una estupenda oferta que encontramos a través de Otel.com. Hay quien habla mal de esta compañía. Yo solo la conocía de referencias, pero no tuvimos ningún tipo de problemas. Cuando llegamos al hotel estaba la reserva hecha. Incluso días antes, los de Otel.com, nos avisaron que imprimiéramos la reserva y nos proporcionaban indicaciones. Yo mismo era el primero que, con eso de que todo iba en inglés con ellos (estaba acostumbrado a Booking o Central de Reservas que te lo dan en castellano), me daba un poco de yuyu. Pero no, todo correcto.
El Hotel era el Bartolomeo, junto al puente de Rialto, al lado del Campo de S. Bartolomeo. Un poco lioso para llegar la primera vez porque anda un poco escondido, pero vamos lo encontramos con cierta facilidad. Digamos que se trata de un edificio típico veneciano y por tanto antiguo y remozado. Pero la habitación era enorme. De hecho tenía una cama aparte de la de matrimonio. Todo muy limpio. La verdad es que contentos con la elección Y es que, en el sitio en el que estábamos, 475€ las cuatro noches con desayuno nos ha parecido bastante razonable. No es que el desayuno fuera el del Ritz, pero suficiente para salir con fuerzas.
Así que hicimos el check in, dejamos las maletas y nos dispusimos a descubrir mundo, con la ilusión de encontrarnos con el inspector Brunetti. Y quien sabe si con el espíritu de Marco Polo, mi ilustre antecesor. Eran las 17:00 y hacía un poco de calor de más. Fue la tónica de todo el viaje. Cuando caía el sol se estaba bien, pero en el centro del día parecía que no habíamos salido de Murcia.
Armado de mis mapas de zona, la idea era ir hacia el sestiere de S. Marco. Pero empezamos por acercarnos, puesto que estaba al lado del hotel, a la Iglesia de San Lío. No es que la Iglesia mereciera la pena pero tenía unos grabados, que habíamos leído, de unas arpías un tanto desvergonzadas. Tal vez lo fueran para la época pero hay día se ven cosas mucho peores. El que seguramente se lo pasaba bien era el barbas que hay entre las dos arpías.

Con las mismas nos dirigimos hacia el Campo de Sant’Angelo. Por el camino llegamos al campo Manín, una plaza sin nada que ver pero donde nos topamos con el primero de los leones que hay por todas partes. Este tenía pinta de mala leche.

En la plaza a mano izquierda viniendo desde Rialto hay un cartel no muy grande y una calle tampoco demasiado amplia que indicaba el camino hacia el Palazzo Contarini da Bovolo, el de la famosa escalera de caracol. Una lástima lo descuidado que está aquello. Pero la verdad es que la escalera de caracol de la fachada es bonita.

Volvimos hacia atrás para llegar al Campo de Sant’Angelo. Esta plaza tenía más atractivos que la de Manín. Por ejemplo la primera iglesia inclinada de las muchas que hay en la ciudad. En este caso la de San Stefano.

También hay un par de palacios, que no he encontrado como se llaman, ni falta que hace, pero que le dan cierta prestancia a la plaza.

De la plaza se sale por el Ponte dei Frati, desde el que tuvimos la primera de esas vistas de postal que tienes a cada paso por Venecia

Pegada a la esta plaza está el Campo de San Stefano, que no tiene mayor interés como no sea una estatua de un tal Niccolo Tommaseo, al que la forma que tuvo el escultor de colocarle los libros hizo que se le conozca con el escatológico nombre de Il Cagalibri. En fin….

Salimos por la Salizada de S. Samuele, que lleva de nuevo hasta el Gran Canal. A la izquierda de la calle está la curiosa galería de Livio de Marchi, un escultor de la madera que tiene su fama. Entre otras cosas porque se metió por los canales con un Ferrari de madera adaptado para navegar. Curioso personaje y curiosas las piezas que tiene en su tienda

La idea era ir hacia La Fenice para terminar desembocando en la P. S. Marco. En el camino nos encontramos con diversos detalles como esta balconada a la veneciana o un águila tomando el sol. La verdad es que a cada paso que dabas te encontrabas algo que te llamaba la atención:


Llegamos a La Fenice, que la verdad es que por fuera no es nada especial. Y por dentro ya no eran horas de visita. De modo que continuamos sin apenas detenernos y pasamos por una de esas calles no aptas para tripas cerveceras, en este caso la llamada calle Gratti o de Campaniel, No era la más estrecha que nos encontramos.

Al final por la supercomercial calle Larga XXII de marzo, llegamos al Campo e Iglesia de S. Moise. La Iglesia presenta una fachada barroca a más no poder con montones de estatuas y decoraciones. Por dentro nada de interés. Al menos para este mortal que no es ningún experto.

Inmediatamente llegamos al centro turístico de Venecia. Lo primero que piensas al entrar en la Plaza de S. Marco es que aquello es enorme. Luego te vas fijando en la Basílica, que está en obras por la fachada. Pero eso parece que es imposible de evitar en esa zona. Cuando no es una cosa es otra. Además de los cartelones anunciando exposiciones que hay sobre el Museo Correr. Lo mismo alguna vez alguien llega por allí y se encuentra todo completamente visible. El Campanile aparece por ahí en medio, a su aire. Y como pillaba de paso y no había apenas cola, pues nos dijimos, ¿qué mejor cosa podemos hacer que gastarnos 8€ del ala cada uno y subirnos hasta arriba? Pues dicho y hecho.

Aquí un inciso. Suele darse a veces algún debate en el foro sobre si es mejor subir al Campanile de S. Marco o al de S. Giorgio Maggiore. Nosotros subimos a ambos y son amores distintos. Mi opinión es que hay que subir a los dos porque las vistas son muy diferentes.
Desde arriba la verdad es que las vistas son espectaculares. Os pongo una de cada sitio y así ya cumplo con lo típico, porque a mi las fotos que más me gustan volver a mirar no son estas tan revistas. Pero vamos allá:
Plaza de S. Marco desde las alturas

Palacio Ducal y Basílica S. Marco:

Torre dell’Orologio

Isla de San Giorgio

Iglesia de la Salute

Una vez abajo de nuevo, nos fuimos hacia la piazzetta donde está la maravillosa fachada del Palacio Ducal, tal vez la fachada palaciega más hermosa del mundo

A su lado las dos columnas con San Teodoro y el León de S. Marco junto a la laguna

A mi me gustó la unión entre la Basílica y el Palacio Ducal, un rincón precioso

Y en el que destaca el león, que muestra al jerarca que tiene enfrente arrodillado el libro con lo que tiene y no tiene que hacer. ¿O no es así? Cada uno que se imagine lo que quiera.

Y en una esquina los famosos Tetrarcas, que en la época eran como la Troika actual, pero cuatro. Esta escultura estaba en el Gran Palacio de Constantinopla, pero se la afanaron los de la serenísima república veneciana. Debieron ser unas buenas piezas los de por aquí en los tiempos antiguos.

Y ya está bien de la Plaza de S. Marco por hoy. Al día siguiente que volvimos para entrar en el Palacio Ducal, la Basílica y la Librería Sansoviniana, sacamos alguna instantánea que completará la colección de lo más turístico.
Nos salimos hacia la animadísima Riva degli Schiavoni a seguir en plan turista. Y claro nada más turístico que el Puente de los Suspiros, Al menos aquí han quitado aquella decoración tan sui géneris que pusieron durante un tiempo

Caminando pasamos por la puerta del antiguo Palazzo Dandolo, hoy convertido en el exclusivo hotel Danieli, seguramente el más lujoso de Venecia.

Enseguida nos encontramos con el río y la Iglesia Greci con su campanile inclinado, otro más. La vista es muy bonita desde el Ponte de la Pietá, especialmente cuando ya empezaba a atardecer

Con las mismas nos fuimos hacia el hotel. La tarde había dado de sí y se imponía tomar algo. Estaba cerrada por descanso semanal la Osteria Barababao, que tenía en el foro buenas críticas. Así que nos fuimos por donde la Pescaria, junto al Gran Canal y nos sentamos en la orilla en un sitio llamado Al Pesador. Como ya he dicho en el foro, se trata de un restaurante de precios medios-altos. Y encima no había menú. Eso sí, el sitio está muy bien si obviamos el precio. Fuimos porque teníamos buenas referencias y estaba cerca del hotel. La comida era buena por lo que el precio nos doló menos. Pero no era lo previsto nada más llegar
Y desde el restaurante un pequeñísimo paseo cruzando el Puente de Rialto y al hotel, que el día siguiente había que madrugar.