Como no podía dejar de experimentar la 'nostalgia soviética', el destino me tenia reservado una segunda oportunidad, pero en toda su magnitud.
El trayecto Murmanks - Kazan debía hacerlo en avión, saliendo a las 6:30 y llegando a las 11:30, con escala de hora y pico en Moscú. Y sí, tal como estáis imaginado una serie de catastróficas desdichas hicieron que perdiese la conexión: no funcionaba el finger, tardó en llegar la jardinera, la cual arrancó tarde porque algunos pasajeros se retrasaron en salir del avión, la pasión de los rusos por las puertas que actúan como embudo, la obsesión rusa de revisar el pasaporte en cualquier momento - es el viaje en que mas veces lo he tenido que mostrar -, las obras en el aeropuerto y su mala señalización. De manera que, cuando con la lengua fuera localizo a una persona que pueda informarme, con el ultimo resuello le pregunto a la azafata que de dónde sale el avión a Kazan, me hace da larga explicación que, ante mi cara de Ya-ne-panimaiu (Mi no entender), hace un gesto con la palma de la mano elevándola del mostrador a la cabeza. Ya panimal de golpe.
La gestión del nuevo billete, el transporte a un hotel para descansar, una comida y el regreso al aeropuerto fue fácil de conseguir. El hotel estaba en un suburbio soviético cerca del aeropuerto, se trataba de un edificio de muros prefabricados. La habitación tenia suelo de linóleo, paredes de papel pintado y escaso mobiliario anterior a la caída del muro de Berlín. Parecía el decorado de la serie Skazhite (Cuéntame, en ruso). La comida se daba en el comedor de lo que parecía un gran polideportivo donde entrenaban mujeres con cuerpo de atletas de lanzamiento de peso. El menú consistió en unas sopas de ajo y una pelota del caldo. Regresé a la habitación, veo las noticias, en ruso, y me entero que ha empezado el Ramadán. Me echo una siesta, tras la cual volví al aeropuerto con tiempo suficiente para tomar el vuelo a Kazan sin problemas.
Elegí iniciar la ruta transiberiana en Kazan porque, según la guía, se trataba del 'Estambul del Volga, un lugar en el que Europa y Asia se miran con curiosidad desde sus iglesias y minaretes'. La verdad es que no se pueden comparar ambas ciudades ni desde google earth. Para empezar el rastro musulmán en Kazan es minúsculo: una moderna mezquita en el Kremlin de la ciudad, otras dos con algo de historia en el casco antiguo y el taxista que me llevo al hotel, un tipo con la cabeza rapada y las muelas de oro que me repetía: Tartar - muslim. Por lo demás, Kazan ofrece lo mismo que otras ciudades rusas, un interesante Kremlin (patrimonio de la humanidad), iglesias de cúpulas con forma de cebolla, barrocos edificios y museos locales. Sin embargo, la visita me pareció interesante por el ambiente provinciano de la ciudad, la luz limpia y templada, sus amplias calles y edificios bajos me daban la sensación de estar en una ciudad en medio de la nada. Esta vez la guía recomendaba un lugar para comer que estaba lleno de locales haciendo cola, buena señal. Servían las especialidades locales: ensaladas, empanadas y tartas. Yo tome las empanadas de carne con patata y arroz con pasas y una tarta de queso fresco local. Todo excelente y muy barato.
Por la tarde tomé el tren a Yekaterinburgo. Tras la comprobación del billete y el pasaporte, el provodnit me felicitó por la Eurocopa. Esta vez el compartimento estaba completo. Lo ocupaba una matrimonio con un niño pequeño y un tipo que hablaba muy poco. Cuando entré estaba todo copado por la familia: un reproductor de DVD, botellas de agua, yogures, restos de la cena... El hombre recogía haciéndome espacio mientras intentaba comunicarsar. Es una pena, pero no podía seguirle la conversación.
Llegué al destino a las 11h (9h en Moscú). Yekaterimburgo era el primer destino en el cual cambiaba de huso horario, debiendo recordar que TODOS los horarios de tren figuran en horario de Moscú. Hecho este muy importante.
Tanto la guía como las paginas web que había consultado no recomiendan especialmente la visita de esta ciudad, pero a mi ya me estaba bien una parada en el largo trayecto transiberiano, así que profundizaría en el día a día ruso hasta las 4h (2h en Moscú), hora en la que salía el tren a Tomsk.
Lo primero que veo cuando salgo de la estación es una tienda de licores que abre las 24h del día, llamada Alcoholmado MAGNO. Brillante!. Una cosa así solo se puede encontrar en la patria de Boris Yeltsin.
Lo mas destacado es el lugar donde se pelaron a los Romanov, al zar Nicolas II y toda su descendencia, incluida la célebre Anastasia. Parece ser que el ADN de los cuerpos exhumados hace unos diez años en un bosque próximo, certifican que todos ellos perecieron. Sus restos están enterrados ahora en San Petersburgo.
Una vez visto esto, me zambullí sin rumbo por la ciudad, descubriendo lugares interesantes como un jardín donde había varias estanterías de libros que la gente podía tomar y tumbarse a leerlos en pufs en medio de los parterres, calles comerciales al estilo ruso de tráfico peatonal, tan impersonales como las de cualquier otra ciudad, o parques donde la gente se sienta a charlar, siempre con una cerveza en la mano. Y es que en Rusia se bebe mucho. Ya lo decía Vladimir de Kiev, el padre del Estado Ruso cuando en el s. X rechazó el Islam: 'La bebida es la alegría de los rusos, no podemos vivir sin ello'. Así pues, no es extraño que hoy en día los quioscos de aquí no vendan periódicos o revistas sino miles de diferentes tipos de cerveza y cigarrillos.
Y como allá donde fueres haz lo que vieres, después de cenar, me fui a un pub a tomarme unas cervezas hasta la hora de salir. Lo hice prácticamente solo, ya que los locales debían estar compartiendo su birra en cualquiera de los jardines de la ciudad.
A las 3h llegué alegre a la estación. Recogí la mochila de la consigna mientras escuchaba los sugerentes destinos de los trenes que aguardaban en los andenes, lugares como Pekin o Vladivostok. Un grupo de jóvenes se bajaron de uno de ellos para fotografiarse en la estación. Hablaban inglés. Compro agua y algo de embutido para comer en el viaje, ante la sorpresa de su procedencia: Olot. A las 4h llegó el Tomchi, el tren que me debía llevar a Tomsk en 28h de viaje.
La provodnitsa me dijo algo en tono muy bajo, me entregó el juego de sábanas y me condujo sigilosa por el pasillo hasta mi compartimento. Con las luces apagadas hice la cama con la luz del pasillo, dos personas ya dormían. Al día siguiente me levante tarde tanto para la desconocida hora local como para la moscovita. Tenía un cacao horario importante. Voy al samovar a hacerme un te en una botella de agua. La provodnitsa casi me golpea la mano, me hace gestos de que, efectivamente, la botella se arruga con el agua caliente. Mira al cielo y me presta una taza. Una guapa camarera entra en el compartimento y pregunta por el menú que quiero para almorzar. Elijo sopa y carne con arroz, que resulta ser muy básico para la parafernalia que tienen montada.
Ya por la tarde, paso el rato leyendo y contemplando un paisaje siempre plano y siempre verde, alternando los pastos con los pequeños bosques de abedules (?). La provodnitsa pasa el aspirador por las alfombras del compartimento y pasillos. Cae la noche y bajo del tren en una estación. Hay una neblina que huele a ceniza y me acuerdo de los incendios de l'Alt Empordà.
Llego a Tomsk a las 9:20h (6:20h en Moscú). Tomo el trolebús nº4 a voleo para que me acerque al centro y justo me deja delante del hotel. Sorprendentemente me registran a las 10h. Me ducho, desayuno una tortilla XXL, salchichas, queso y un capuchino y salgo a ver la ciudad. Quién me iba a decir que el primer sitio en Rusia donde iba a pasar calor era en Siberia!. Llegamos a los 30ºC.
El atractivo principal de Tomsk son las impresionantes casas de madera tradicionales levantadas con troncos de unos 40-50cm de diámetro uno sobre otro al estilo de las cabañas de las películas del oeste. Muchas están forradas con listones que forman diferentes diseños y todas cuentan con amplios ventanales decorados con elaborados marcos, todo ello de madera. La ciudad también cuenta con algún edificio centenario interesante, jardines y un modesto e interesante museo sobre la opresión soviética que, aunque pequeño, da una buena idea de lo que debió ser vivir en esa época.
En la actualidad hay muy pocos indicios de la vida comunista, parece mentira que hayan pasado ya 25 años. Y sin embargo me sorprende que todavía queden huellas de represores como Lenin, en estatuas y nombres de significadas avenidas en las ciudades rusas.
Los restaurantes abren aproximadamente de las 12h a 00h de forma ininterrumpida, de manera que comer aquí es lo más fácil. Comí pasta en una restaurante moderno muy agradable y cené carne de oso en otro clásico, de los de toda la vida.
De regreso al hotel grupos de gente hacen corrillos con cervezas en la mano en el paseo fluvial. Una neblina no deja ver la otra orilla del río.Pregunto a la chica de recepción si es normal. Ella responde que no, que hay muchos bosques alrededor de Tomsk y que puede ser causada por un incendio.
Cataluña y Siberia. Tan lejos, tan cerca.