Para ser preciso, deshice sólo los 620km que me separaban de Barnaúl, donde me esperaba la agente de la KGB. El resto de mi grupo se quedó allí tres días más para descender unos 70km de río haciendo rafting.
Al día siguiente me desperté a las 5h. El desayuno y el taxi me aguardaba a la hora acordada con la agente de la KGB. Avión al aeropuerto de Domodedovo en Moscú, tren a la ciudad, metro a estación apropiada y tren a Vladimir. Tras informarme de los horarios de los autobuses a Suzdal, visito dos interesantes iglesias próximas a las estaciones de tren y autobuses.
Vladimir
El autobús arranca al minuto de llegar y llega a destino una hora después. El hombre que se sienta a mi lado me dice que el autobús prosigue al centro del pueblo. El billete vale 13 rublos. Me bajo en la plaza principal y noto el silencio cuando se marcha el autobús. Qué gran sensación. Qué tranquilidad. Me cuesta encontrar el alojamiento reservado. No tiene ninguna indicación. Pregunto a dos mujeres que están de charla a la sombra de una casa. Una de ellas me acompaña.
Me abre la puerta en tetas Vlad, un tio sin pelo alguno. Me explica las 'reglas de la casa': debo caminar descalzo, tengo derecho a cocina y, sorpresa, el baño no esta en la habitación. Estoy solo en el alojamiento y no veo problema. La casa esta muy bien cuidada y es limpia y acogedora. Después de ducharme me doy una vuelta antes de que se ponga el sol. Casi me la recorro toda, es pequeña y agradable. Paz después de un día intenso. Ceno y compro el desayuno del día siguiente en un supermercado que abre las 24h, que en Rusia son muy habituales.
Suzdal
Accedo a los interiores de los principales puntos de interés que no pude visitar el día anterior. Por la tarde deshago el camino hasta Moscú. Estoy cansado y me quedo en el hotel. Mireia Belmonte gana una medalla. Siento vergüenza de la retransmisión y de los torpes comentarios de la periodista que la entrevista. Estudia para eso!.
En Moscú me encuentro la turistada que no he visto en toda Rusia. Reservo por internet un tour turístico gratuito recomendado por la guía. Masha aparece a la hora anunciada. Es una tía simpática y resuelta que explica primorosamente bien el recorrido. Le pregunto por Lenin y me contesta que es una figura respetada, no como Stalin, del cual solo hay un monumento oficial en Rusia, el busto que preside su tumba en la parte de atrás del mausoleo de Lenin. Al fin y al cabo, Lenin no habia matado a tanta gente (!). Me impacta la enormidad de la Plaza Roja, no tanto la catedral de San Basilio y agradezco sus explicaciones. Por la tarde como me paseo por Arbat, una calle típica moscovita. No me sorprende, es como tantas otras que he visto en Rusia, poblada de locales de comida rápida reconocibles. Visito la casa de Gogol y Gorki y me doy una vuelta por las estaciones renombradas de metro. Si bien son sorprendentes, tenía una idea preconcebida de ellas de mayor fastuosidad.
El último día desayuno en el centenario Café Pushkin. Servicio impecable en un marco histórico. Visito los restos de Lenin. Me inquieta toda la parafernalia macabra, por no hablar de la momia, que podría tratarse de una figura más del museo de cera, toda iluminada con luces de tonos rojos. Tras una hora de cola para sacar las entradas, logro acceder al Kremlin. Los puntos de atracción turística están saturados, lo que hacen su visita desagradable. Visito el decepcionante interior de la catedral de San Basilio. Me siento en la escalera mientras deja de llover. Camino por los margenes del rio hasta llegar al museo de pintura rusa.
Ya de noche, depues de cenar voy a la zona de bares. Es pronto y no hay ambiente. Masha ya me habia advertido que Moscu es como cualquier otra capital europea y aprovechaban bien la noche. Cruzo un puente y veo a grupos de gente conversando alrededor de botellas en pie, me sumo a ellos, me compro unas cervezas en un supermercado y las bebo sentado en la ancha barandilla del puente, viendo pasar los barcos que desdibujan los reflejos de las luces de la ciudad.