Nos levantamos prontito al día siguiente, tenemos un buen rato de carretera por delante y además el día está lluvioso, así que cuanto antes salgamos mejor, desayunamos nuestro último día en el fabuloso hotel Sonne y cogemos la B310/A7 hasta la salida 108, Rothenburg ob der Tauber…a medida que nos alejábamos de Baviera el día iba despejando y llegamos a Rothenburg con un sol de justicia y rondando los 30 grados…Rothenburg…la ciudad de cuento en invierno y en verano…
Está enclavada en la ruta romántica y tras su atrevida muralla circular (cuenta con cuarenta y dos torres y son transitables), goza de callejuelas serpenteantes y grandes tesoros artísticos.
Cada calle y cada rincón merecen ser visitados con detenimiento, respirar el olor de las bolas de chocolate típicas de allí y que en cada pastelería hacen con esmero, los balcones ataviados con bonitas flores y miles de tiendas de recuerdos.
Descargamos el coche y dejamos las maletas en la habitación, nos alojamos esta vez en el Prinzehotel Rothenburg, un 4 estrellas con desayuno 123 euros la noche, además de caro no merece las 4 estrellas, aunque la habitación era inmensa y la fachada del hotel preciosa, por dentro es viejo y está decorado de forma muy antigua; el baño solo tenía un dispensador de gel y a medio rellenar y la recepcionista cara de desayunar limones…no lo recomiendo para nada. No incluía wifi ni parking ni nada. Le sobraban un par de estrellas, las cosas como son.
Nos fuimos a recorrer aquella maravilla callejuela a callejuela hasta llegar a la plaza principal, la Haupmarkt, y muy cerquita de allí entramos a la tienda de la Navidad de Kate Wohlfahrt, la más grande de Europa, concretamente en la calle Rengase…es impresionante, es digna de ver, pero ojo, que precios tienen los adornos navideños oigan!!.
Después seguimos conociendo la ciudad y empezando ya a visualizar donde comeríamos aquel día…
Está enclavada en la ruta romántica y tras su atrevida muralla circular (cuenta con cuarenta y dos torres y son transitables), goza de callejuelas serpenteantes y grandes tesoros artísticos.
Cada calle y cada rincón merecen ser visitados con detenimiento, respirar el olor de las bolas de chocolate típicas de allí y que en cada pastelería hacen con esmero, los balcones ataviados con bonitas flores y miles de tiendas de recuerdos.
Descargamos el coche y dejamos las maletas en la habitación, nos alojamos esta vez en el Prinzehotel Rothenburg, un 4 estrellas con desayuno 123 euros la noche, además de caro no merece las 4 estrellas, aunque la habitación era inmensa y la fachada del hotel preciosa, por dentro es viejo y está decorado de forma muy antigua; el baño solo tenía un dispensador de gel y a medio rellenar y la recepcionista cara de desayunar limones…no lo recomiendo para nada. No incluía wifi ni parking ni nada. Le sobraban un par de estrellas, las cosas como son.
Nos fuimos a recorrer aquella maravilla callejuela a callejuela hasta llegar a la plaza principal, la Haupmarkt, y muy cerquita de allí entramos a la tienda de la Navidad de Kate Wohlfahrt, la más grande de Europa, concretamente en la calle Rengase…es impresionante, es digna de ver, pero ojo, que precios tienen los adornos navideños oigan!!.
Después seguimos conociendo la ciudad y empezando ya a visualizar donde comeríamos aquel día…
Nos decantamos por el hotel Roter Hahn, en Obere Schmiedgasse 21, carta en español y muy variada, terracita con vistas al Plonlein, ideal para esas horas, comimos super bien, las chicas encantadoras, disponen de tronas en la terraza y todo por 17 euros los tres, porque mi pequeño no renunciaba a las salchichas…
Por la tarde recorrimos gran parte de la muralla desde arriba, he de decir que fue complicado con el carro del bebé, ya que te cruzas con gente, hay tramos en los que se estrecha, hay escalones…pero lo conseguimos y cuando nos cansamos nos bajamos en la siguiente torre. Merece la pena, las vistas desde allí son espectaculares…os dejo algunas muestras:
Después fuimos a un parque que había a las afueras de la ciudad y desde donde veíamos esta perspectiva maravillosa de Rothenburg:
Visitamos también la Iglesia Sant Wolfgang, jungo al arco Klingentor, y la de San Jacobo, probamos las deliciosas bolas de chocolate típicas de allí y dejamos para el final el Plonlein, la imagen más fotografiada de Rothenburg…
Es una pena que no cierren al tráfico esta ciudad…
Para cenar volvimos a repetir en el mismo sitio…más vale lo malo conocido…ya daba pereza después de todo el día sin parar ponerse a buscar un restaurante que te gustara, que entendieras la carta,…
Y después de cenar y ya de noche…vuelve la magia a Rothenburg…los turistas se van, se iluminan farolas y balcones y la ciudad adquiere otra belleza diferente pero digna de contemplar, así que recorrimos las calles principales por última vez y como imaginaréis caímos rendidos…hasta siempre Rothenburg…