Viena-Budapest una Semana Santa con niños ✏️ Blogs de Austria

Llegamos al aeropuerto y tras recoger las maletas hay que coger un tren que nos acerque a Viena, en concreto a la estación Hauptbahnhof, ya que justo enfrente es donde tenemos las reservas del apartamento de los primeros tres días y al lado el hotel de la última noche. Ubicación ideal para nosotros para no tener que callejear con maletas y muletas (mi caso) y después movernos ya que enlaza con la estación de metro que nos lleva a cualquier punto de la ciudad en un momento y cuenta con Spar para comprar y es un centro comercial en toda regla con comercios, alquileres de coches(nos vendrá bien) y locales de restauración.

En primer lugar el apartamento está en un edificio en frente de la estación, es un edificio moderno con ascensor que nos lleva a un apartamento de una habitación y un baño con un amplio salón comedor con cocina americana y el sillón es sofá-cama para dos personas. Como llegamos pronto tuvimos que esperar media hora a que nos lo prepararan pero dejamos la maleta y bajamos a comprar a la estación algo para el frigorífico. Comimos en el apartamento rápido y a tomar decisiones: son pasadas las 15 horas y a las 17 ya no se puede acceder a los palacios, pero resulta que mirando horarios vemos que los viernes el Belvedere cierra ¡a las 21 horas! así que aunque no era lo que teníamos pensado para empezar ya sabemos qué itinerario vamos a seguir hoy.

Tuvimos suerte porque los anteriores huéspedes habían comprado la tarjeta de transporte de una semana cuando solo estaban cuatro días de estancia por lo que nos dejaron dos de adultos válida aún para tres días, nuestra estancia, (son de 24 horas, 3 y 7 días las tarjeta transporte) de modo que solo tuvimos que coger unos billetes sencillos para los niños esa tarde ya que al día siguiente empezaba para ellos una semana de gratuidad por la Semana Santa.

Cogimos el metro hasta la Karlplatz donde nada más bajar nos encontramos con el edificio de la Secesión diseñado por el arquitecto Joseph Maria Olbrich. Edificio de estilo modernista, donde la base del edificio es un cubo de color blanco coronado con una esfera dorada a base de decoraciones vegetales. En su interior, aunque no entramos, se exhibe el Friso de Beethoven de Klimt.


Y llegamos a la Karlplatz y a la Karlskirche, la majestuosa iglesia de San Carlos Borromeo presidiendo un parque con su estanque que visita solo mi marido. Es una iglesia barroca diseñada por Johann Bernhard Fischer von Erlach, en su fachada destaca un frontón de inspiración griega, rodeada por dos columnas decoradas a la manera de la columna trajana y todo coronado por una gigantesca cúpula que llega a los 80 metros de altura. En su interior de planta ovalada se puede subir con un ascensor al tambor de la cúpula. Entrada adultos 8€.



A su salida paseando pasamos por delante del monumento a la liberación rusa en la Schwarzenbergplatz donde también vemos la estatua ecuestre del príncipe Schwarzenberg y la fuente Hochstrahlbrunnen.

Llegamos al Belvedere y entramos por el bajo Belvedere ascendiendo por los niveles de jardines hasta el edificio del Alto Belvedere. La entrada solo para el museo son 16 euros (niños gratis) y vamos directos a ver El beso de Gustv Klimt, ya que tenemos una reproducción vertical en nuestro salón, también se conserva el cuadro Napoleón cruzando los Alpes de David.


A la salida recorremos los jardines traseros y nos dirigimos a pie a nuestra estación de Hauptbahnhof, y es que tenemos el Belvedere a menos de un kilómetro de nuestro apartamento. Pero como es pronto entramos al metro para pasear por el Ring, el centro histórico.

Bajamos en la Stephanplatz y nos encontramos en la misma plaza de la catedral de San Esteban de estilo gótico y el interior de tres naves, intentamos entrar a verla pero están en misa, por lo que vamos paseando hacia la orilla del Danubio, que siento decirlo, pero no me inspira nada, y menos aún ahora después de haber visto su paso por Budapest, pero ya llegaré a ello.


Retrocediendo nos metemos por una callecita donde encontramos la iglesia ortodoxa griega de la Santísima Trinidad pero también están en oficio religioso, nuestro gozo en un pozo.

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Nos bajamos en el metro en la plaza Herrengasse para visitar en primer lugar el Palacio Hofburg pero de camino al complejo pasamos por la Minoritenplatz y su iglesia la Minoritenkirche, de la que tomamos nota para entrar luego, porque no queremos tardar en llegar al palacio.

Hofburg no es solo un palacio, es todo un complejo palaciego de monumentales edificios, calles y plazas.

Llegamos al edificio principal y tenemos claro que queremos sacar el Sissitiquet familiar que nos permite a los cuatro visitar los dos palacios imperiales por 71 euros (por internet cobran unos 8 euros más de gastos de gestión, pero no merece la pena ya que si lo adquieres en el Hofburg casi no hay colas).
La entrada nos permite ver el museo Sissi, los apartamentos imperiales, el museo de la Platería de la corte y la escuela de equitación española.
El recorrido se hace con audioguía y te van guiando a través de la vida y leyenda de la más mítica emperatriz de Austria, Isabel, de forma muy entretenida a través de las distintas salas, vitrinas y videos. A los niños les gustó mucho.
A continuación se accede a los apartamentos imperiales donde te van explicando cada estancia y cómo se usaba en tiempos de Francisco José e Isabel, sus rutinas y protocolos, y es que era el palacio de invierno, y por lo tanto la residencia habitual.
A la salida no nos apetece ver la Platería ni entramos en la escuela de equitación, aunque justo vemos la salida de los caballos desde las caballerizas.


Preferimos pasear por las plazas de esta mini ciudad Imperial. Por detrás del edificio de la Biblioteca llegamos a los jardines Burggarten para ver el monumento a Mozart, con su gran clave de sol de jardinería.



Continuando nuestro paseo llegamos a la Ópera que vimos solo por fuera, y enfrente el museo Albertina donde puedes subir a su “mirador” con la estatua de Francisco José I con ascensor o por la escalinata.



Paramos en la iglesia de los Agustinos en la que destaca la pirámide de Cánova, monumento funerario a la reina Mª Cristina.


Después continuamos en dirección al Ayuntamiento pero paramos a ver la Minoritenkirche, que es una iglesia italiana en Viena y es un edificio gótico. El interior de tres naves merece una visita. Como anécdota, la iglesia pertenece al gobierno de Italia que lo utiliza para la promoción del idioma y la cultura italiana en Viena.


Y así llegamos a la plaza del Ayuntamiento, que hoy sábado está llena de puestos y austriacos tomando el aperitivo, muchos en traje típico. Allí cogimos unas manzanas en un puesto y nos encaminamos a buscar el callejón Lange Gasse, en el número 29 que nos indicaba la guía (no era para tanto).


Cogimos el metro en Rathaus en la parte trasera del ayuntamiento y bajamos en Schochbrunn, comimos en un italiano y...a visitar el palacio.
Si Hofburg era el palacio de invierno, Schochbrunn era la residencia de verano. Pasamos sin colas porque tenemos el Sissitiquet y hacemos la visita con audioguía por las dependencias imperiales incluídas las de la extensión a que da derecho este tipo de entrada, aunque sinceramente, después de hacer el del Hofburg era más de lo mismo y creo que no merece la pena porque además los audios eran los mismos en muchos casos, sólo visitaría los jardines y con el ahorro de la entrada del palacio entraría en el laberinto, cosa que no hicimos.


Cuando terminamos la visita cogimos el metro hasta Stephanplatz para ver la Peterskirche. Pero antes paramos a ver la Iglesia de San Ruperto, que es románica y se considera la iglesia más antigua de Viena. El exterior es bonito, el interior está totalmente reconstruido y no merece la pena.

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Seguimos caminando y llegamos a Hoher Markt, la plaza donde se encuentra el Reloj Anker, reloj musical de estilo modernista que tiene figuras históricas que bailan con las horas.

Posteiormente como yo tenía el capricho de ver el monumento a Strauss fuimos expresamente en metro hasta el Stantpark donde se encuentra.

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Teníamos reservado desde Madrid un coche en Avis para recoger a las 9 en la misma estación Hauptbahnhof (si es que nuestro alojamiento estaba muy bien ubicado), pero aunque llegamos a las 8:50 nos dijo que no nos atendería hasta las 9 que esperásemos fuera. A las 9 ya nos atendió y tardó 20 minutos en hacernos la gestión informática de la asignación de coche (increíble) por lo que lo cogimos al final a las 9:30.

Nuestro destino: el campo de concentración de Mathaussen, ya que después de ver la exposición de Auswitch en Madrid y haber explicado a los niños todo lo que supuso el Holocausto nos pareció que no nos íbamos a encontrar nunca más cerca, y nada como conocer y concienciar para no repetir.
Estudiamos las formas de llegar y era muy engorroso y caro en transporte público para cuatro (dos trenes, un autobús y caminata). Tardamos una hora y tres cuartos, dejamos el coche en el parking y solicitamos las audioguías en español. La entrada es gratuita pero la audioguía son 3 euros.
El recorrido comienza por fuera con la cantera, la escalera de la muerte y por la zona de los monumentos y homenajes a las víctimas de las distintas nacionalidades.


Una vez dentro, siempre acompañados de la explicación de los “protocolos” que seguían, visitamos con el estómago encogido las duchas de entrada y los distintos barracones, el cementerio en “Cuarentena”, y al final, tras la exposición que hay en el edificio, los hornos crematorios, la cámara de gas y el muro de los nombres. Fue en este momento donde me derrumbé, es necesario darse cuenta de que, tras el proceso de deshumanización que suponen todas las prácticas que se llevaban a cabo en estos campos para despersonalizar, hay personas con nombres y apellidos y rostros. Además este campo en concreto fue el que acogió al mayor número de españoles de cuyo testimonio pudimos dar cuenta.

No puedo decir más. Pese a lo doloroso, pienso que es imprescindible conocer para evitar repetir estos hechos o minimizarlos.



Estuvimos de 11:30 a 13:45.
Salimos a comer algo rápido en el McDonnalds de la gasolinera y nos dirigimos a Melk, que la abadía cierra a las 17.

Pagamos la entrada, pero la visita no tiene audioguía ni guía en castellano de modo que lo que más nos gustó fue la biblioteca. Esta abadía fue donde se inspiró Umberto Eco para su obra “El nombre de la rosa”.
También subimos al mirador y entramos al jardín.



A la salida nos dirigimos a Krems de Danau, en el valle de Wachau, un pueblecito medieval en este valle.
Dejamos el coche delante de su puerta monumental y nos dimos un paseo por este pueblecito medieval que es casi todo peatonal. Es un paseo precioso al pasado y pudimos ver distintos templos góticos, aunque por dentro solo pudimos visitar, por las horas, la Iglesia de Santiago (merece la pena).

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