Antes de empezar el relato tengo que decir que en ciertos lugares como por ejemplo el Palacio Real encontraremos gente que amablemente nos dirán que por una razón u otra el lugar a visitar está cerrado. En este caso recomendamos comprobarlo por nosotros mismos, el objetivo de esta gente es ofrecerte visitas o paseos alternativos con los que de una u otra forma ganarán diferentes tipos de comisiones.
Nos despertamos a las 07h y tras una buena ducha para espabilarnos llenamos nuestras tripas en el buffet del hotel. Para el desayuno ofrecían todo tipo de comida. Sin problemas.
Luego nos dirigimos al embarcadero para coger un barquito de bandera naranja (estaros atentos ya que otros ofrecen el mismo trayecto por mucho más dinero. Una vez sentado en el barquito llega una persona preguntándote la parada y te cobra alrededor de 20 baths) y nos bajamos en la parada de Ta Chang para así poder visitar el Palacio Real. Nada más bajar del barquito fuimos a la entrada para comprar los tickets. 500 baths cada uno; se habían encarecido. Hacía un calor sofocante, no estamos acostumbrados a esto en el norte pero estábamos de vacaciones, jeje.
Para poder entrar al conjunto de edificios del palacio es obligatorio llevar manga larga y cubrirse de cintura para abajo, allí también ofrecen la posibilidad de alquilar gratuitamente indumentaria en la propia entrada como hicimos nosotros. No quiero saber cómo estarán esos paños de sudaos al mediodía cuando algún otro tenga que volver a ponerse.
Sobre el Palacio Real de Bangkok está todo dicho y escrito, pero sin ninguna duda merece la pena visitar a pesar de que está siempre abarrotado. Es un conjunto arquitectónico y se usó como sede real desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX.


[size=18]Se inició su construcción en el año 1792 durante el reinado de Rama I. Hoy en día se sigue usando para festejos especiales o recepciones, tipo cumpleaños de la familia real, etc
Son más de 20 templos aparte del Palacio y un museo, donde son tantos los colores, el dorado, los detalles que ver, que a veces, parece que hay demasiados sitios donde llevar la mirada. Por mucho tiempo que dediquemos a la visita, tendremos siempre la sensación de dejarnos cosas que apreciar y de necesitar más tiempo.






Un consejo por si os dejáis caer por allí, llevaos agua, protector solar y gorra. El calor es terrible. A nosotros nos hizo sobre 35ºC, solo con recordarlo empiezo a sudar...
A continuación nos encaminamos hacia Wat Pho , un poco más abajo en la calle. Se llega rápido a pie. No se necesita tuk tuk o taxis, aunque éstos os calentarán la oreja. De camino compramos un coco en la calle por 40 baths. Como entró!

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Pagamos la entrada de Wat Pho, 100 baths (se podía coger un botellín de agua gratis con la entrada) y tras quitar las zapatillas


nos adentramos en el templo para ver el gran buda reclinado que, con sus 46 metros de largo y 15 metros de altura, es la estatua de Buda reclinado más grande de Tailandia. Toda la estatua está recubierta de pan de oro.

El Buda Reclinado resulta más espectacular en vivo y en directo que en cifras e imágenes. Sorprende ver como la estatua encaja casi milimétricamente en el templo en el que se encuentra. Apenas hay sitio para los dos pasillos por donde se le rodea caminando.
Tengo un objetivo Nikkor 16-85 y me costó lo suyo para encuadrar decentemente. Qué grande es por dios!! Sinceramente no podía creer lo que estaba viendo esa mañana: qué templos más bonitos.

Recorrimos el conjunto de edificios del recinto Wat Pho con tranquilidad y con poca gente. La mayoría se interesa solo para ver el gran buda reclinado. Recomiendo pasear por los alrededores ya que casi no se ve ningún turista.




Tras esta visita fuimos hacia Wat Arun. De camino un puesto callejero:

Para llegar a Wat Arun había que pasar el rio y en el embarcadero decidimos comer la auténtica comida tailandés en un “restaurante callejero” con vistas a Wat Arun. Al lado tenía asiáticos compartiendo la misma mesa pero eso daba igual. No me acuerdo el nombre del plato que comí pero estaba delicioso y muy barato: 70 bats por persona.



Compramos los billetes para pasar el río, 3 baths, y llegamos a Wat Arun. Entrada 50 baths por persona. Éste es uno de los principales templos budistas de Bangkok. Su nombre significa Templo de la Aurora o Templo del Amanecer.
Con 82 metros de altura, su torre (prang) central es la más alta de Bangkok. La arquitectura del templo es de estilo Khmer y recuerda a los templos de Camboya. En las esquinas del templo se sitúan cuatro prangs de menor altura. Todas las torres del Wat Arun están decoradas con porcelana china.
Lo que más nos gustó de la visita fueron las vistas del rio y de los otros templos que se obtienen desde lo alto de la torre central. Eso sí, para subir a lo alto hay unas escaleras que quitan el hipo! Muy inclinadas. Para tomar 1 cuba Martini arriba!! Jajja. Había gente que había subido y que tenía muchas dificultades para bajar debido a la impresión.


Ya al lado del río, decidimos negociar para pasear por los Klongs, canales, de Bangkok. Estos fueron usados para el transporte de mercancías y personas y para la venta en los mercados flotantes y actualmente sirven para observar la vida de la gente que vive en sus orillas.
Tras una aguerrida negociación con los dueños de “longtail”, cerramos el trato por 700 baths por llevarnos a nosotros 2 solos por 1 hora e iban a dejarnos en el barrio de Chinatown. Costó lo suyo cerrar el trato ya que nos decían que tenían un precio fijado y bla bla bla….

Nos encantó el paseo por sus canales: se podía ver como los niños jugaban en el agua, como pescaban ancianos desde sus casas, la vida cotidiana de la gente en casas de madera casi destrozadas… fue un bonito medio para conocer un poco mejor un Bangkok menos turístico y más real.

Tras 1 hora el barquito nos dejó en Chinatown. El barrio de Chinatown fue creado por la población china emigrante al instaurarse Bangkok como capital de Tailandia en 1782.
En sus calles encontramos todo tipo de puestos; los más típicos fueron los de ropa y comida, pero vimos incluso tenderetes que nos costaba saber cuál era su misión. Comerciantes chinos, nepalíes e indios hacían que estas calles estuvieran repletas de vida a cualquier hora del día.
Nos impresionó ver como reinaba el caos 3 metros encima de nuestras cabezas con centenares cables cruzando las calles. Menudo trabajo tendría el electricista para encontrar el cable a reponer jeje.



Tras un paseo por sus calles nos dirigimos a pie al templo Wat Traimit donde alberga una valiosísima estatua que le ha dado fama mundial: el Buda de Oro.

La historia de este tesoro es muy peculiar. El Buda de Oro fue construido en Ayutthaya, la antigua capital de Tailandia, en el siglo XIII. Algunos siglos más tarde, presumiblemente en el XVII, la estatua fue recubierta con estuco para protegerla de los birmanos que asediaban la ciudad, y quedó en el olvido.
Durante el reinado de Rama III, el Buda fue trasladado a un templo menor de Bangkok, pero por desgracia, ese templo fue derribado al poco tiempo y la estatua quedó a la intemperie durante más de veinte años. Al fin y al cabo, ¿qué importaba? Sólo era una estatua de poco valor.
No sería hasta el año 1955 cuando se tomase por fin la decisión de llevarla a otro templo del mismo barrio. En el traslado, debido a un fallo de la grúa que la portaba, el estuco se rompió dejando ver lo que había en su interior: ni más ni menos que una estatua de 5,5 toneladas de oro macizo.
Actualmente el Buda de Oro es uno de los iconos religiosos más importantes de Tailandia (con permiso del Buda Esmeralda), y está valorado en 110 millones de dólares. Una más que excelente excusa para acercarse hasta este modesto templo del barrio chino de Bangkok.
Nos gustó mucho la verdad. Con solo saber que era de oro nos impresionó aún más. Ya, con ganas de bañarnos en la piscina, cogimos un tuk tuk. Bueno 2, ya que el primero nos intentó engañar con el precio una vez subido al tuk tuk y bajamos enseguida. Hay que ponerse serios con algunos, intentan aprovecharse del turista. Por 70 baths nos dejó en la misma puerta del hotel. Cómo le agradecimos.
A continuación nos pegamos un buen baño en la piscina de la azotea y nos pusimos ropa más elegante para subir al mirador del Hotel Lebua. De camino cenamos una pizza en un italiano en la calle Silom. Simplemente devoramos el plato de lo bueno que estaba, jaja.
Ya en el Hotel Lebua, a 10 minutos a pie desde nuestro hotel, subimos al restaurante Sirocco ; situado en la planta 64 al aire libre. El restaurante, qué decir!! Qué nivel había allí, con piano y todo. De película!

Como la cena salía muy cara optamos por tomar una copa. Costaron lo suyo pero merece la pena por divisar esas vistas sobre la ciudad de Bangkok. Recomiendo subir al anochecer con las últimas luces del día.

En nuestro viaje fue el sitio donde más personas habíamos visto hablar en español. Era una auténtica maravilla poder admirar Bangkok con la brisa de viento que nos refrescaba tras un día de mucha marcha.

Las vacaciones habían empezado con fuerza y con buen pie. Un solo día fue suficiente para entender que éramos afortunados por poder conocer este maravilloso país.