Para el sábado habíamos reservado la visita al Burj Khalifa. A primera hora: a las 5:30 de la mañana, con el fin de ver la salida del sol. Al levantarnos me dijo mi hija que quizás no merecía la pena ir. Estaba totalmente tapado por la niebla. Y ahí fue donde a mi se me abrieron unos ojos como platos. Eso era, precisamente, lo que iba buscando.
A las 5:30h estábamos esperando para subir en el primer ascensor, 25€ -tarifa habitual-,
vamos que no lo regalan. Y al llegar arriba, al piso 124, nos quedamos todos con la boca abierta. A ver qué os parece.
El piso 124, At The Top, Tiene un mirador que rodea al edificio. Con lo que se disfruta de una vista de 360º. Eso si detrás de cristales, no sea que a alguno le de por salir volando. Para las fotos, estos cristales son realmente molestos. Aunque hice todo lo posible por evitar reflejos, en alguna foto comprobaréis que están.
Allí puedes estar el tiempo que quieras, pero una vez que ha salido el sol, ya está todo el pescado vendido. A las 8 nos bajamos. Pero mereció muchísimo la pena.
De allí nos fuimos a dormir un rato, ya que además del madrugón, no se porqué, no había dormido nada. Y por la tarde teníamos programada una visita al desierto.
en el primer edificio, el del caballo, tuve mi alojamiento durante estos días.
El Burj-Al-Arab, a 17 km...
Y esto es lo que quedaba de edificio, hacia arriba.
A las 15:30 nos vinieron a buscar para ir al desierto. Estas son excursiones en 4x4, en las que se va más o menos en convoy, hasta llegar a una zona de desierto.
Desinflando ruedas para ir por la arena
Allí, cada conductor elige su trazada tratando de impresionar al pasaje.
Y como los pasajeros no griten, va subiendo el nivel tomando las dunas en posiciones más complicadas, de lado, girando bruscamente en la cresta para hacer una brusca bajada, etc.
Nuestro conductor estaba tan mosca, que a la vuelta, a las 10 de la noche, no se le ocurrió otra cosa que apagar las luces e ir saltando por las dunas a oscuras. Todo por tratar de impresionar a la clientela.
No los conté, pero es posible que hubiera 50 coches, todos Toyotas Landcruiser blancos.
Al oscurecer, se reúnen en un campamento donde tratan de entretener al personal con un espectáculo bastante cutre, en el que un “bailarín” hace ese número de danza en que giran sobre si mismo, sin moverse del sitio.
Va ataviado con unas faldas largas, de las que se va desprendiendo, pero que al girar se despliegan. Lo gracioso en este caso, es que cuando ya nos estaba aburriendo, encendió unos leds de colores que llevaba adheridos a la ropa, convirtiéndose en un hombre bombilla.
Además había puestecitos de tatuajes de henna, un halcón para hacerse fotos, otros te dejaban bajar por una duna con una tabla de surf.
En fin, entretenimientos un poco cutres todos ellos gratis. Más tarde, hicieron una barbacoa y cenamos también con una calidad mas que dudosa. Pero se pasó la tarde que era de lo que se trataba. Como curiosidad y por una vez, pase.
A las 5:30h estábamos esperando para subir en el primer ascensor, 25€ -tarifa habitual-,
vamos que no lo regalan. Y al llegar arriba, al piso 124, nos quedamos todos con la boca abierta. A ver qué os parece.
El piso 124, At The Top, Tiene un mirador que rodea al edificio. Con lo que se disfruta de una vista de 360º. Eso si detrás de cristales, no sea que a alguno le de por salir volando. Para las fotos, estos cristales son realmente molestos. Aunque hice todo lo posible por evitar reflejos, en alguna foto comprobaréis que están.
Allí puedes estar el tiempo que quieras, pero una vez que ha salido el sol, ya está todo el pescado vendido. A las 8 nos bajamos. Pero mereció muchísimo la pena.
De allí nos fuimos a dormir un rato, ya que además del madrugón, no se porqué, no había dormido nada. Y por la tarde teníamos programada una visita al desierto.
en el primer edificio, el del caballo, tuve mi alojamiento durante estos días.
El Burj-Al-Arab, a 17 km...
Y esto es lo que quedaba de edificio, hacia arriba.
A las 15:30 nos vinieron a buscar para ir al desierto. Estas son excursiones en 4x4, en las que se va más o menos en convoy, hasta llegar a una zona de desierto.
Desinflando ruedas para ir por la arena
Allí, cada conductor elige su trazada tratando de impresionar al pasaje.
Y como los pasajeros no griten, va subiendo el nivel tomando las dunas en posiciones más complicadas, de lado, girando bruscamente en la cresta para hacer una brusca bajada, etc.
Nuestro conductor estaba tan mosca, que a la vuelta, a las 10 de la noche, no se le ocurrió otra cosa que apagar las luces e ir saltando por las dunas a oscuras. Todo por tratar de impresionar a la clientela.
No los conté, pero es posible que hubiera 50 coches, todos Toyotas Landcruiser blancos.
Al oscurecer, se reúnen en un campamento donde tratan de entretener al personal con un espectáculo bastante cutre, en el que un “bailarín” hace ese número de danza en que giran sobre si mismo, sin moverse del sitio.
Va ataviado con unas faldas largas, de las que se va desprendiendo, pero que al girar se despliegan. Lo gracioso en este caso, es que cuando ya nos estaba aburriendo, encendió unos leds de colores que llevaba adheridos a la ropa, convirtiéndose en un hombre bombilla.
Además había puestecitos de tatuajes de henna, un halcón para hacerse fotos, otros te dejaban bajar por una duna con una tabla de surf.
En fin, entretenimientos un poco cutres todos ellos gratis. Más tarde, hicieron una barbacoa y cenamos también con una calidad mas que dudosa. Pero se pasó la tarde que era de lo que se trataba. Como curiosidad y por una vez, pase.