Es nuestro penúltimo día y junto con el de antes de ayer,es en el que más kilómetros hemos hecho,ya que nos hemos ido a la otra punta de donde tenemos nuestro campamento base; de hecho nos arrepentimos de no haber previsto bien éste dato cuando preparamos el itinerario del viaje y de no habernos alojado en otro hotel más al oeste y más cerca del destino de los últimos días,ya que éstos están a unas 2 horas y media aproximadamente de Chantepie.
Nuestra primera parada de hoy es Paimpol,también conocida como "la ciudad de los islandeses",ya que cada verano sus marineros marchaban hacia Isladia para pescar bacalao. Nada más llegar nos encanta el ambiente que hay,su puerto y sus casas antiguas,pero sobre todo nos encanta la suerte que hemos tenido porque no sabemos muy bien de qué se trata,pero hay amarrados una gran cantidad de barcos antiguos y mucho movimiento de gente preparándose; al poco tiempo éstos barcos (alguno lleva graciosamente la bandera pirata ondeando en lo alto del mástil) empiezan a soltar amarras y uno tras otro desfilan saliendo del puerto a la mar entre los aplausos de los asistentes.

Paimpol es una ancha bahía enlazada de arrecifes y de islotes donde parece que la costa se rompe en mil trozos.
Parece un museo al aire libre donde disfrutar de preciosos y majestuosos barcos de época y aparejos marinos.
Existe la posibilidad para quien quiera de hacer una excursión hacia la isla de Bréhat en barco,pero como eso llevaría todo el día no podemos hacerla,aunque tiene que ser emocionante subirse a uno de esos grandes barcos y navegar durante un par de horas bajo el sol hasta llegar a la isla para descubrir después los secretos que guarde a sus recién llegados viajeros.

Después de contemplar embobados el desfile de barcos y galeones,de hacerles muchas muchas fotos y de esperar a que la masa de espectadores se disgregara, nos acercamos a la oficina de información y turismo para conseguir un plano de la zona y ver qué más podíamos ver por allí,porque todo aquello parece encerrar más sorpresas de la que acabamos de tener...


...y no nos equivocamos,muy cerca de allí se encuentra la preciosa abadía de Beauport que aún estando en ruinas,conserva todo su encanto y ese aire místico y medieval; éste lugar me recuerda a los paisajes y los panoramas de las películas del Señor de los anillos



Una vez visitada la nostálgica abadía que aún mantiene en pie sus restos a pesar del paso de los siglos,con sus tejados abiertos al cielo y sus piedras centenarias que parecen guardar historias de otras épocas,nos dirigimos ahora hacia Logivy de la Mer;éste lugar sí que no lo recomiendo para nada,nos defraudó muchísimo. Había leído en agún sitio algo así como "Logivy de la Mer es la despensa del mar,sus barcas y flotillas llegan cada atardecer repletas de centollos,bogavantes y langostas..." y claro,con semejante descripción pseudo-literaria además de hacernos la boca agua,nos hizo creer que aquél lugar sería aún mejor que Cancale ¡y nada más lejos de la realidad!.

Es un pueblo muy pequeño,lo mejor que tiene para mí es su playa solitaria,porque lo demás...deja mucho que desear. Nada más salir del coche y asomarnos a ésta nos sorprende ver la cantidad de centollos muertos que hay en la arena y en las orillas

No vemos ninguna oficina de iformación,solo un restaurante allí mismo en la playa y una crepería,así que decidimos explorar por nuestra cuenta y a nuestro aire. Siguiendo el paseo marítimo que a esa hora estaba absolutamente solitario (no sé si porque era el medio dia o porque el sitio carecía del carisma y la alegría de otros lugares) llegamos hasta una especie de pequeña urbanización de casitas residenciales donde supusimos que vivían o veraneaban los habitantes de Logivy; cada una era diferente de la otra, unas más grandes-otras más pequeñas,unas más sencillas-otras algo más sofisticadas... pero todas mantenían el mismo denominador común: su estética marinera. En algunos patios que quedaban a la vista sus moradores estaban preparando en unas barbacoas la comida, y de ellos emanaban unos atrayentes olores que despertaban nuestros jugos gástricos, no en vano era ya bien entrada la hora de comer...

Preguntamos a la única persona que encontramos por allí por algún restaurante o sitio para comer y qué más había por visistar allí y para nuestra sorpresa nos dice que el único restaurante es el que habíamos visto en la playa y que aquello era todo lo que había para ver. Decepcionados,cansados de dar vueltas sin evitar llegar siempre al mismo punto,el comienzo de la urbanización,decidimos quedarnos a comer en aquél restaurante,pues el tiempo se nos había echado encima (serían aproximadamente las 14:30) y sabemos que fuera de España no tienen la costumbre que tenemos nosotros de comer tarde...
Para rematar la mala impresión que nos habíamos llevado del lugar,nos reciben en el susodicho restaurante con mala cara,no sabemos si es porque llegamos tarde o porque está hasta arriba de gente y están agobiados; es normal que siendo el único restaurante en todo el pueblo esté lleno,pero siendo como es un lugar turístico,podrían esforzarse un poquito en ser más agradables con el público

Una vez que la camarera con cara de vinagre nos asigna la mesa para comer nos tira literalmente la carta en vez de dárnosla en la mano

Nada más comer volvimos a ponernos en marcha hacia la famosa costa de granito rosa.
En primer lugar paramos en Perros Guirec que nos regala hermosas vistas de su esculpida y abrupta costa con sus acantilados que se alternan con largas playas de arena fina.

Cinco minutos bordeando la costa en coche y nos plantamos en el mismísimo corazón de la costa de granito rosa: Ploumanach,que ofrece unos paisajes de excepcional belleza,donde se reparten el espacio el mar azul y la tierra con rocas de color rosa talladas por el viento y las olas.

Estos peñascos enormes esculpidos al capricho del mar y del viento son aún más espectaculares con la puesta del sol,cuando sus rayos chocan con las partículas de granito y se hace más evidente su rosado color.

En la punta de Ploumanach el faro de Men-Ruz,la piedra joya,domina los bloques de granito. La costa de granito rosa oculta una diversidad de rocas que van del rosa de grano grueso al beige anaranjado y al gris de grano fino. Despedazada,recortada al infinito,la costa multiplica los islotes y los montones de piedra componen un paisaje único.
Somos afortunados espectadores de la caída del sol en éste paraje incomparable,recreamos la vista en la sinfonía de colores que nos rodea:el intenso azul del mar,el azul grisáceo del cielo,el tono rosáceo con ligeros destellos de brillos de las rocas...nos dejamos acariciar por la suave brisa que corre,cerramos los ojos y al abrirlos nos empapamos de la belleza que en ésta bucólica estampa nos regala la naturaleza en estado puro.