Si se tienen pocos días y se quieren ver muchas cosas es fundamental madrugar, así que a las 7.00 toca diana y lo primero es coger fuerzas en el desayuno. Hago un inciso para recomendaros que busquéis hotel con habitación y desayuno. La picaresca italiana es parecida a la española, y lo mismo que en las Ramblas a un japonés le pueden intentar vender una sangría por 50 €, en Roma no es de extrañar que un café y croissant os cueste 10 €, y aunque no os quieran engañar os podéis hacer a la idea de que un expresso con bollería no os va a salir por menos de cuatro o cinco euros.
Dando un paseo llegamos a nuestra primera visita del día, que no es otra que la Basílica de San Pedro del Vaticano. Cuando leéis que para no esperar horas de cola hay que llegar pronto, es real como la vida misma. Nosotros a las 8.40 estábamos allí y solo tuvimos cinco minutos de fila pero cuando salimos la cola casi daba la vuelta a la Plaza. La entrada a la Basílica es gratuita y la única condición que hay que cumplir es vestir de forma “decorosa”, es decir… faldas o pantalones por la rodilla, y nada de enseñar los hombros. A mi en pleno verano me parece un tanto absurdo, pero es lo que hay, son sus reglas y si no te gustan nadie te obliga a entrar, así que nosotros por si acaso salimos del hotel con pantalón largo y más de 30 grados.
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Nada más llegar a la entrada de la Basílica lo que hicimos fue irnos a la parte de la derecha donde está el acceso a la Cúpula. Esta visita es altamente recomendable ya que desde lo más alto se observan unas vistas de Roma maravillosas. La subida se puede hacer por cinco euros si se hace todo por escaleras (550 escalones) o por siete euros si se quiere hacer el primer tramo por ascensor (320 escalones). En nuestro caso, sabiendo que el día iba a ser duro directamente optamos por el ascensor, que te deja más o menos a mitad de subida, junto al interior de la cúpula, a la que se accede y se puede ver el interior de la Basílica desde las alturas, además de tener justo al lado todos los mosaicos. A partir de ese momento toca subir por pasadizos cada vez más estrechos donde incluso hay que caminar de lado. Para nosotros fue una experiencia agradable, pero debo reconocer que para personas de edad avanzada o con problemas de movilidad no es aconsejable.Dando un paseo llegamos a nuestra primera visita del día, que no es otra que la Basílica de San Pedro del Vaticano. Cuando leéis que para no esperar horas de cola hay que llegar pronto, es real como la vida misma. Nosotros a las 8.40 estábamos allí y solo tuvimos cinco minutos de fila pero cuando salimos la cola casi daba la vuelta a la Plaza. La entrada a la Basílica es gratuita y la única condición que hay que cumplir es vestir de forma “decorosa”, es decir… faldas o pantalones por la rodilla, y nada de enseñar los hombros. A mi en pleno verano me parece un tanto absurdo, pero es lo que hay, son sus reglas y si no te gustan nadie te obliga a entrar, así que nosotros por si acaso salimos del hotel con pantalón largo y más de 30 grados.
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Al bajar en el ascensor sales directamente al interior de la Basílica, así que ya sin prisa pero sin pausa visitamos todo antes de que se llene de grupos organizados.
Tomamos rumbo al hotel para quitarnos el pantalón largo, que parece que hemos elegido la semana de más calor del año por el momento.
Desde el hotel seguimos “pateando” por la ciudad por la ribera del Tiber con dirección a la Plaza Navona con una pequeña parada en el Ara Pacis y el Mausoleo de Augusto, que para nuestro gusto no merece mucho la pena.
Ya va apretando el calor y por fin llegamos a la Plaza Navona. Espectacular en todos los sentidos. Tras la Fontana di Trevi (cuando no está rodeada de andamios) creo que la escultura de la Fuente de los Cuatro Ríos de Bernini es la que más me gusta de todo lo que he visto en Roma a nivel escultórico. Tiene intensidad, fuerza, se corona con un obelisco de época romana y Bernini aprovecha de paso para meterse con su poco amigo Borromini, veréis a lo que me refiero si indagais un poco en la historia de la plaza y sus iglesias.
A pocos metros de la Plaza busco una calle adoquinada llena de restaurantes y tiendecillas, concretamente Vicolo delle Vache. No es que tenga nada de particular, pero en nuestra familia si tiene algo de historia que de forma breve os contaré. Hace unos años les regalamos a mis padres un viaje a Roma y se alojaron en un pequeño apartamento en esta calle. Hasta aquí todo normal, lo extraordinario viene cuando mi padre, a sus 65 años decide que si ya ha plantado un árbol y ha tenido dos hijos solo le queda escribir un libro, y como título y desarrollo de parte de su novela toma el nombre de esta calle: “Vicolo delle Vache 32, un apartamento en Roma”. Si sentís curiosidad está colgado en la página de la editorial lulu y la versión en ebook en pdf la pusimos al mínimo precio posible que no llega a un euro.
Tras esta breve visita homenaje seguimos andando hacia el Panteón de Agripa, otras de las visitas imprescindibles si vienes a Roma. No cierra a mediodía, y la visita no tiene porqué llevar más de media hora. Su interior es precioso, pero también son un poco estrictos, no tanto con la ropa pero sí que está expresamente prohibido sentarse en el suelo o hablar en voz alta. Lo bueno es que por el momento es una visita gratuita.
El sol sigue apretando y empezamos a tener hambre. Así que comienza lo más complicado del viaje, que no es otra cosa que encontrar un restaurante BBB (Bueno Bonito y Barato). La última B es la más difícil. Al final terminamos comiendo en un pequeño restaurante en la Vía del Plebiscito. Dos tostadas de tomate natural con aceite de oliva y aceitunas, un gran plato de pasta amatriciana, una pizza de champiñones, bebida, postre y café. Todo ello 28 euros. Muy bien, solo que hay que tener cuidado porque al darme la cuenta ya me habían añadido el “servicio” del que nadie te habla cuando pides ni figura en ningún sitio. Casi cuatro euros tuvieron la culpa, y no me sentó nada bien, así que cambié propina por “servicio” y hasta luego.
Después de comer, con casi cuarenta grados ¿qué es lo que más apetece?
Efectivamente! Seguir caminando por Roma. Próxima parada la Plaza Venecia donde se puede contemplar el monumento a Vittorio Emanuele II, también conocido como “La Máquina de escribir”.
Un pequeño esfuerzo más y llegamos a Santa María la Mayor, una de las iglesias más importantes de Roma. Por el camino nos cruzamos con una concentración de Vespas que iban circulando. Nada más auténtico paseando por Roma.
Al llegar a Santa María la Mayor había leído en alguna parte que costaba 4 € la entrada, pero fue gratuita. Eso sí, son bastante estrictos de nuevo en la forma de vestir, y a mi mujer le hicieron colocarse unos maravillosos “manteles” de papel sobre los hombros y en las piernas para estar en el interior.
Y desde aquí a la estación de Termini que está cerca y en metro de nuevo hasta el Hotel para descansar un rato, que el día todavía no ha terminado.
A primera hora hemos visitado la Basílica de San Pedro, pero ya que veníamos a Roma no nos íbamos a ir sin ver los Museos Vaticanos. Aprovechando que en julio y agosto abren también los viernes por la tarde me pareció una forma más original de visitarlos. Las entradas las adquirí por internet con anterioridad al viaje, y es altamente recomendable. Se pagan cuatro euros más por persona por los “gastos de gestión” pero te evitas una cola que puede llegar a tener un kilómetro.
Otro paseíto desde el hotel hasta la entrada de los Museos Vaticanos y a las 19:30 ya estamos dentro sin tener que hacer fila. (Oye, y seré cruel y mala persona, pero lo bien que sienta entrar como un señor sin hacer fila mientras todos te miran con envidia). Lo malo de la visita por la tarde es que bastantes salas están cerradas, lo bueno es que no hay tanta gente y se puede ver sin agobios. Hasta me dio tiempo de tomarme un botellín de agua en la Cafetería Vaticana (solo por 1.2 €!!!). Ya sabéis, Salas, cuadros, museo, y Capilla Sixtina. No os doy mucha información de cada monumento porque eso ya doy por hecho que lo mirareis vosotros.
A la salida de los Museos nos dirigimos a la Plaza de San Pedro para verla de noche y con poca gente. La verdad es que es impresionante.
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