Había llegado el día. No nos lo podíamos creer. ¿De verdad hoy tenemos que volver a casa y despedirnos de las ovejitas, las vaquitas, las personas serviciales y amables, los scottish breakfast, los castillos de ensueño, los valles mágicos, los baños públicos resplandecientes y los passing places? ¿De verdad que nuestro cuento de hadas llegaba a su fin? No nos hacíamos a la idea, y mucho menos cuando miramos por la ventana del B&B.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos resistíamos a creer que hoy debíamos volver al aeropuerto de Edimburgo, donde todo comenzó. Bajamos a desayunar, tristes como dos pasas. Nos tomamos el desayuno que nos había preparado Margaret con todo el cariño y así, sintiéndonos tan mimados como solo los escoceses pueden hacerte sentir, emprendimos nuestro último tramo de carretera, el que nos separaba del aeropuerto.
En unos 30 minutos por la autopista llegamos a las inmediaciones del aeropuerto. Había leído (sí, sí, ya sé, leí mucho, es que soy un hombre enormemente cauteloso...

*** Imagen borrada de Tinypic ***
La cara de Inma lo dice todo, y es que yo no pude evitar, lo confieso, soltar alguna lagrimilla por el camino...


Llegada al aeropuerto y a esperar, puesto que nuestro vuelo no salía hasta las 14.20h. Ahora sí, nuestra aventura había concluido. Hoy en día, después de algún tiempo, puedo deciros que no pudimos elegir un destino mejor para nuestra luna de miel. Lo volveríamos a repetir una y mil veces porque de allí vinimos, si cabe, mucho más enamorados de lo que nos fuimos. Enamorados de Escocia, enamorados de la vida, enamorados... sin más.
No dejaremos de recomendar este destino a cualquier persona que se anime. A nosotros nos ha dejado una huella imborrable. En un futuro no muy lejano esperamos poder contar a los nuestros con una gran ilusión y orgullo que Escocia fue el viaje de nuestras vidas, justo después de darnos el ¡SÍ, QUIERO!
Un gran abrazo a todos, esperamos que este diario os haya inspirado como deseábamos.