Recorremos el sendero con bastante facilidad aunque en algunos momentos tenemos que echar mano del GPS para no desviarnos, bendito aparato que nos muestra con detalle el track que traemos preparado y que coincide perfectamente con el sendero que a veces se confunde con las torrenteras.
Una vez que salimos del bosque comenzamos a ver los picos más altos del Etna ligeramente nevados. Casi al final del camino con una mejor perspectiva vemos algo que no terminamos de creernos: Una explosión ha tiene lugar en lo que debe ser la boca del cráter y ha iluminado las nubes y el humo que rodean la cumbre. Aceleramos el paso todo lo que podemos para llegar lo antes posible al final del camino y el espectáculo que se nos presenta es mucho mejor de lo que nunca hubiésemos imaginado. Estamos en unos de los puntos de observación del Volcán donde el INGV (Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología) tiene instaladas cámaras y equipos de medición y seguimiento del volcán. Nos separamos un poco y nos quedamos al mismo borde del valle del Bove. Al abrigo de unas enormes rocas volcánicas instalamos nuestro pequeño campamento y a toda prisa comenzamos a montar trípodes y cámaras.
Antes de tenerlo todo listo el cráter vuelve a expulsar una palmera de lava perfectamente visible que dos deja con la boca abierta, sólo el enorme estruendo que viene inmediatamente después nos despierta y nos hace ponernos en alerta; esto es más serio de lo que alguno pensaba, pero la zona es segura.
A partir de ese momento no dejamos de disparar fotografías, largas exposiciones que culminan con otra erupción, trazas de estrellas, detalle de las erupciones con teleobjetivo, un gran angular para captar toda la inmensidad de la cumbre y la nube de humo que forma el Etna… mil y una combinación que no tienen fin.
Cuando la insensibilidad en los dedos ya no nos deja manejar la cámara es hora de regresar, a 2.060 mts. de altura los -4º han ido haciendo mella. Nos despedimos del Etna y con caras de satisfacción tomamos la senda de vuelta.
Ahora ya podemos confirmar que todos los preparativos, equipo, horarios, y nuestro empeño realmente han hecho que pudiésemos estar allí en ese momento, el resto sin duda ha sido un regalo del dios Vulcano.
Tras reponer fuerzas con unos exquisitos platos de pasta con salsa de pistachos del valle del Etna, damos por concluido este primer día que no puede haber sido más intenso.
Una vez que salimos del bosque comenzamos a ver los picos más altos del Etna ligeramente nevados. Casi al final del camino con una mejor perspectiva vemos algo que no terminamos de creernos: Una explosión ha tiene lugar en lo que debe ser la boca del cráter y ha iluminado las nubes y el humo que rodean la cumbre. Aceleramos el paso todo lo que podemos para llegar lo antes posible al final del camino y el espectáculo que se nos presenta es mucho mejor de lo que nunca hubiésemos imaginado. Estamos en unos de los puntos de observación del Volcán donde el INGV (Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología) tiene instaladas cámaras y equipos de medición y seguimiento del volcán. Nos separamos un poco y nos quedamos al mismo borde del valle del Bove. Al abrigo de unas enormes rocas volcánicas instalamos nuestro pequeño campamento y a toda prisa comenzamos a montar trípodes y cámaras.
Antes de tenerlo todo listo el cráter vuelve a expulsar una palmera de lava perfectamente visible que dos deja con la boca abierta, sólo el enorme estruendo que viene inmediatamente después nos despierta y nos hace ponernos en alerta; esto es más serio de lo que alguno pensaba, pero la zona es segura.
A partir de ese momento no dejamos de disparar fotografías, largas exposiciones que culminan con otra erupción, trazas de estrellas, detalle de las erupciones con teleobjetivo, un gran angular para captar toda la inmensidad de la cumbre y la nube de humo que forma el Etna… mil y una combinación que no tienen fin.
Cuando la insensibilidad en los dedos ya no nos deja manejar la cámara es hora de regresar, a 2.060 mts. de altura los -4º han ido haciendo mella. Nos despedimos del Etna y con caras de satisfacción tomamos la senda de vuelta.
Ahora ya podemos confirmar que todos los preparativos, equipo, horarios, y nuestro empeño realmente han hecho que pudiésemos estar allí en ese momento, el resto sin duda ha sido un regalo del dios Vulcano.
Tras reponer fuerzas con unos exquisitos platos de pasta con salsa de pistachos del valle del Etna, damos por concluido este primer día que no puede haber sido más intenso.