Aterrizamos en el aeropuerto JFK tras un cómodo vuelo desde Madrid. El avión salió a las 17:00 horas de Madrid y llegó a las 18:20 newyorkinas.
Vistas desde el Empire State
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Las irrefrenables ganas que teníamos de patear las calles de Manhattan se dieron de frente con un colapso en los fingers del aeropuerto. Maldita sea! 45 minutos más pasamos en el avión esperando a que se librase algún “apeadero” y por fin, nos llegó la ansiada hora de bajar. De primeras me sorprendió que las tan cacareadas medidas de seguridad en los aeropuertos no lo fueron tanto.
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De hecho, nos parecieron practicamente las mismas que en cualquier otro vuelo que hayamos hecho (salvo algún pequeño detalle como las huellas dactilares a la entrada al pais).
Y otra cosa que nos chocó fue que en ningún momento nos pidieron que presentásemos la ESTA, la documentación que hay que solicitar y pagar obligatoriamente y de manera previa para entrar en EEUU.
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Eso sí, al pasar el control de pasaportes ya en NY, tuvimos que mostrar el impreso que cumplimentamos en el avión y cuyas preguntas son muy similares a las que se hacen al solicitar la ESTA, pero nadie nos pidió el documento que tramitamos y pagamos vía internet www.esta.us/espanol.html
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En fin…. Recogimos las maletas, mostramos los pasaportes y nos encaminamos en busca de un taxi. Mientras organizábamos el viaje dudábamos entre el taxi o shuttle (furgonetas que recogen a varios pasajeros y los van llevando es hasta sus diferentes hoteles) a la hora de decidir sobre la manera de desplazarnos al hotel.
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Alguna compañía de shuttle que miramos vía internet nos ofrecía el transporte para los dos por unos 40 dólares. Mi hermana y cuñado estuvieron unos pocos meses antes que nosotros en New York y el taxi hasta el mismo hotel que nosotros les salió por 60 $, propina incluida (por cierto a ellos dos nunca agradeceremos suficientemente sus consejos y otras cuestiones aún más importantes que posibilitaron este viaje).
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La diferencia de precio entre taxi y shuttle no era determinantes y el hecho de que el shuttle pudiera hacer varias paradas previas antes de la nuestra nos decidió por el clásico taxi.
Así que salimos rapiditos del aeropuerto hacia la parada de taxis, dispuestos a hacer una buena cola en espera del transporte amarillo, cuando, para nuestra sorpresa , vimos un montón de taxis preparados para salir y ni una sóla persona esperando. Perfecto!!
Impresionante vista desde el TOR
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En 25 minutos llegamos al hotel con un tráfico bastante fluido (más adelante hablaremos del hotel). Hicimos rapidamente el check in y el personal del hotel nos facilitó varios planos de la ciudad (especialmente útil el plano del metro, por cierto), dejamos las maletas en la habitación y a las 20:30 estábamos ya en disposición de presentar nuestros respetos a Nueva York. Encaminamos nuestros pasos hacia Times Square, el corazón loco de esta loca ciudad.
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Al enfilar por Broadway hacia nuestro objetivo nos encontramos con un montón de puestos ambulantes de comida de diferentes procedencias y estilos, en una especie de mercado que atendía al nombre de “Broadway Bites”. Curioseamos un poco por los mostradores donde vimos pizzas, gofres, bocadillos… y tomamos nota de lo que podía ser un buen punto donde reparar fuerzas en días sucesivos ya que junto a los puestos aparecían diseminadas sillas y mesas donde sentarse comodamente a degustar lo comprado en los puestos.
Broadway Bites
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Pero no nos liamos mucho y seguimos rumbo a Times Square. En un corto paseo llegamos al mismísimo corazón de Nueva York. Los parpadeantes y colosales anuncios luminosos se encendían y apagaban al ritmo de los latidos de la ciudad y por las diferentes calles que se entrecuzan allí fluían auténticos rios de gente, a un ritmo algunas veces frenético pero muchas veces colapsado, semejando la sangre de las venas de una ciudad muy trillada y con mucho vivido a sus espaldas.
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Times Square es tan sólo eso, un cruce de calles atestado de grandes anuncios luminosos, pero algo tan simple se convierte en un enclave espectacular. Calles llenas de gente, sensación que se incrementaba por las obras que se multiplicaban por la zona en este verano de 2014 y que reducían muchísimo las zonas de paso.
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Con los paseantes y curiosos se mezclan músicos ambulantes, predicadores de vaya usted a saber qué religión, decenas de tipos disfrazados de cualquier cosa que se ofrecen para posar contigo a cambio de algún dólar, carritos de perritos calientes, tráfico frenético, mendigos, policias a caballo posando encantados con la concurrencia, ….
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Rapidamente divisamos una novedad con respecto a nuestra anterior visita: unas gradas aparecían rebosantes de gente sentada que disfrutaba contemplando el casi caótico panorama que constituye Times Square. Así que buscamos un par de huecos entre los espectadores y nos quedamos un ratito en aquella curiosa tribuna.
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Son cosas que sólo pueden pasar en New York: instalar un graderío para ver circular a la muchedumbre bajo enormes anuncios y entre un tráfico denso y embarullado. Y lo curioso es que, por extraño que parezca, resulta todo un espectáculo. Tras un buen ratito en las gradas, volvimos a callejear. Nos llamó la atención que todas las tiendas de Times Square e inmediaciones permanecían abiertas y eso que era bastante tarde ya.
Vistas desde las gradas de Times Square
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En días sucesivos comprobamos que el horario comercial de toda esta zona se alarga hasta las 23:30 o 00:00 según los comercios. Entramos a curiosear en alguna de ellas, basicamente de ropa casual o zapatería deportiva, sin entretenernos, y también en la de los M&M. No me explico el éxito de esta tienda pero estaba atiborrada de gente, hasta la bandera…. No sé qué le ven…. Entramos en la de Toys R Us y comprobamos que la noria gigante sigue allí dentro.
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Bajamos por la calle 42 hacia la 8ª Avenida, ya que, de repente, nos apetecía ver el hotel de nuestra anterior estancia, el Milford Plaza. La calle 42 aparecía tan animada como siempre, los luminosos de diferentes musicales o de locales como el museo de cera de Madame Tussaud o un iluminadísimo Mc Donald´s dotan a la calle de un colorido especial.
Calle 42
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Llegamos hasta el hotel y, aunque en un primer momento nos desconcertó el rótulo (Hotel Row) en seguida nos dimos cuenta de que era el viejo Milford reformado y rebautizado. Por cierto, apreciamos bastante más comercio y hostelería por la zona que hace 10 años.
Tienda de deportes
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A pesar de lo avanzado de la noche no nos apetecía cenar (ya lo habíamos hecho en el avión) pero unos tragos de cerveza no nos iban a venir mal así que volvimos hacia la zona de Times Square y tomamos un par de birras en Jimmy´s Corner (en el 144 de la calle 44). Se trata de un pequeño y estrecho bar, con una especie de lúgubre porche metálico a la entrada y regentado por un antiguo entrenador profesional de boxeeo .
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Las paredes del local aparecen cubiertas por fotografías de boxeadores famosos y del propio Jimmy acompañado por Cassius Clay, Mike Tyson, Don King… Aunque no estaba tras la barra, el viejo Jimmy deambulaba por el oscuro local mientras en una espectacular y moderna gramola electrónica sonaba soul suave que ponían los clientes previo pago de algún dólar. Las cervezas nos sentaron de maravilla y la tasca nos gustó.
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Salimos del bar y empezamos a hacer cálculos horarios…. En base a la hora en que nos habíamos levantado eran ya en torno a las ¡¡7:30 de la mañana!!. Así que bastante cansaditos ya, marchamos hasta el hotel a acostarnos y por el camino pasamos junto al Madison Square Garden, aunque apenas nos detuvimos, las horas en pie pasaban factura ya.