Hoy nos saltamos el rico y gratuito cafecito de nuestro hotel. Queremos llegar pronto a nuestra primera cita para evitar aglomeraciones y, quieras que no, desayunar tranquilos te quita un tiempo precioso, así que compramos unos donuts en la tienda de la esquina para comer por el camino y tan sólo 2 manzanas más arriba con respecto a nuestro alojamiento, llegamos al, sin duda, edificio más mítico de la ciudad de New York: el Empire State Building.
En nuestro viaje anterior lo visitamos al anochecer, así que en esta ocasión, optamos por las vistas mañaneras (además, teníamos en mente visitar por la tarde The Top of the Rock).
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Llevábamos las entradas compradas por internet a través de la web oficial del Empire www.esbnyc.com/ . Siguiendo los consejos del foro, compramos entradas para el piso 86 (31 $ cada una), ya que según se comentaba en el foro, las vistas del observatorio del piso 106 son parecidas y muchas veces los cristales sucios afean la vista (además de resultar considerablemente más caras!!).
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Dado lo tempranito de la hora (aún no eran las 9:00), no había demasiada gente. Con las entradas que imprimimos en casa (no tuvimos que canjearlas por otras como en la Estatua) fuimos pasando sin esperar cola alguna y tan sólo nos detuvimos un poquito al para pasar por los arcos del control de seguridad. Por cierto…. mira que había leido yo bien de veces que confiscan los trípodes en dicho control… pues no lo recordé

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Recogimos la audioguía que te ofrecen de manera gratuita y entramos en el ascensor que nos llevó hasta el piso 80, de nuevo sin hacer cola alguna. Y desde allí hasta el piso 86 en otro elevador. Serían las 9 de la mañana cuando llegamos al mirador. Inevitablemente, como en tantos otros sitios de New York, las referencias cinéfilas asaltan a uno a traición. Estábamos en el mismo sitio en el que el pobre King Kong pasó a mejor vida o donde Cary Grant se citó con Deborah Kerr y le dió plantón (si quereis saber por qué, “Tu y yo” de Leo McCarey)…
Sin demasiada dificultad conseguíamos huecos desde donde sacar fotos o en los que posar, ya que no había aún demasiada gente. Pero la mañana avanzaba y la afluencia de visitantes no cesaba.
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Llegó un momento en que la aglomeración era tan considerable que se requerían conocimientos de zapador de infantería para hacerse con un hueco junto a la valla. Los visitantes ganaban sus posiciones a sangre y fuego y defendían su huequito de valla con fiereza. No había manera ya de sacar fotos con tranquilidad. Eran ya casi las 10:00. Se nos había pasado allí una hora sin darnos cuenta y optamos por bajar. Por cierto, las vallas metálicas afean bastante las vistas y no contribuyen a que las fotos sean tan bonitas como podrían.
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Al llegar abajo pregunté por mi confiscado trípode y me indicaron que tenía que ir a recuperlo al control donde me lo habían confiscado. Horror! pensé que tendría que hacer la cola que se presentaba ahora ante mis narices pero no. Llevaba yo en mi mano el ticket de consigna del ticket, mostrándolo ostensiblemente, y los eficientes operarios del Empire me pasaron por un lado de la cinta, junto a la cola pero evitándola y en un santiamén recogí el trípode.
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De nuevo en “la tierra”. Enfilamos por la calle Broadway hacia el downtown. Nos apetecía recorrer esa avenida que recordábamos de nuestro anterior viaje como especialmente animada en toda su enorme extensión. Nos dio la impresión de que en ocasiones en dicha calle y en algunos tramos las tiendas se agrupan por especialidades o gremios: de repente abundaban las tiendas de bisutería, seguido proliferaban las perfumerías, las relojerías…
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[/align]Caminando, caminando, llegamos hasta Union Square, por donde ya habíamos pasado dos días antes. Ahora podíamos contemplar a la luz del día el Flatiron Building, ese edificio de curiosísima forma, con planta de cuña, y que con sus 87 metros llegó a ser tras su construcción en 1902 uno de los edificios más altos del mundo. El nombre le viene de su pintoresca forma que puede recordar a las antiguas planchas (y es que “flatiron” en inglés quiere decir precisamente “plancha”). Es un edificio que me encanta y que me parece singularmente fotogénico.
Greenmarket de Union Square
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Encontramos, por casualidad, el Greenmarket de Union Square. Un mercado en la que agricultores de la región ofrecen sus productos (fruta, hortalizas, miel, pan, quesos, vino….) los lunes, miércoles, viernes y sábados. Pasamos entre los diferentes puestos y seguimos Broadway abajo.
La verdad que, por zonas, la calle no es tan animada como recordábamos, al paseo no era tan entretenido como recordábamos…. hasta que la calle Houston se cruza con Broadway. A partir de ese punto aumenta el nivel y la cantidad de las tiendas y, consiguientemente, también aumenta la cantidad de gente por la zona.
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Hasta este momento llevábamos una media de kilómetro por hora bastante razonable pero a partir de ahí la media se fue al carajo. Entre mi mujer y las tiendas de la zona se encargaron de destrozar dicha media sin ningún tipo de remordimiento: zapaterías, tiendas de ropa, de artículos deportivos, bisutería….
Algo más tarde de lo previsto llegamos a Canal Street, la arteria principal de Chinatown y que ya habíamos visitado de pasada el miércoles. Igual que ese día, empezaron a ofrecernos mercancía falsificada por todos lados. No eran dependientes, son una especie de captadores callejeros (bien equipados ellos, con pinganillo para intercomunicarse).
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Vimos cómo ofrecían a quien estaba interesado una especie de catálogo de sus mercancías (bien a través de unas fotocopias o bien a través de fotos en el móvil) y en caso de estar interesado por algo, se encargan de traerlo hasta ese punto o llevan al interesado hasta otro lugar. Bastante farragoso y estresante todo

Dejamos de lado todo este mercadeo y buscamos el Columbus Park, una especie de remanso de paz en la frenéticia actividad que suponen muchas de las calles de Chinatown.
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En el parque, en el que en ese momento los únicos no asiáticos éramos nosotros dos, había mucha gente. Unos comían, otros escuchaban la música (china, por supuesto) que tocaban unos aficionados…. pero la inmensa mayoría se dedicaba a jugar o a ver cómo jugaban. En algunas mesas de disputaban timbas a cartas con una increible espectación (a duras penas pudimos ver a qué jugaban entre el gentío que rodeaba la mesa), otros jugaban a una especie de dominó, a las damas…..
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También unos chavales practicaban baseball en la cercana cancha deportiva. Callejeamos un poquito más por Chinatown donde pudimos comprobar que los vendedores chinos tienen un carácter más que brusco cuando el regateo y el dólar están de por medio.
De la colonia china pasamos a Little Italy, una zona que nos gustó y que se encuadra entre las calles Mulberry, Mott, Hester...
Little Italy
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Muchos restaurantes con muy buena pinta, bares agradables, terracitas de lo más atractivas… En ese momento decidimos que alguna noche teníamos que venir a cenar por allí. Precisamente en la calle Hester encontramos unos de los restaurantes más fotografiados de New York, el Puglia y su famosa fachada pintada con la bandera tricolor italiana.
A mi mujer todavía le dio tiempo a entrar en alguna tienda más (es incansable) hasta que mi estómago, que había estado calladito hasta ese momento, empezó a protestar (y con razón, eran más de las 15:30).
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Nos habían recomendado la pizzeria Lombardi´s, en el 32 de Spring Street y para allá nos fuimos. Quienes nos recomendaron la pizzeria también nos recomendaron la pizza de albóndigas. Y obedientes que somos, una de albóndigas nos comimos. Estaba buena, pero tampoco escandalosamente buena.
Nos llamó la atención que el local no admite tarjetas de crédito y en el propio comedor tienen un cajero automático. Cosas veredes!!
Soho
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Después de comer, marchamos hacia el Soho, una zona que nos encantó en nuestro anterior viaje pero que esa tarde nos dejó un poco frios (días después la volvimos a visitar y cambiamos de opinión). No veíamos el ambientillo que recordábamos. Posiblemente no dimos con las calles adecuadas. Estábamos curioseando por las tiendas cuando ví un bar donde yo recordaba haber comido en nuestro anterior viaje. Decidimos tomarnos unas cervecitas allí para refrescar viejos recuerdos y que nuestros pies dejasen de echar humo un ratito (¿Cuántos kilómetros llevaríamos ya?).
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Hora de cambiar de aires… vamos hacia Greenwich Village donde el primer objetivo es Washington Square, una plaza en la que destaca el gran arco erigido en homenaje a George Washington y a través del cual, y a lo lejos, se adivina el Empire State. La plaza está muy animada y llena de gente. El cesped está atiborrado de gente que disfruta el suave sol del atardecer. Por todo el parque aparecen diseminados músicos, lectores del tarot, bailarines de break, un pintor….. en fin, para todos los gustos.
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Seguimos vagabundeando y pasamos junto a la universidad de Nueva York, pero francamente, ninguno de los edificios nos parecen llamativos.
Caminando, caminando, llegamos a Christopher Park, un diminuto parque, con forma triangular y que si por algo es conocido es por la estatua sobre el amor gay. Un grupo escultórico de cuatro figuras blancas, en las que dos chicas y dos chicos aparecen conversando en actitudes cariñosas. En las calles de alrededor muchos locales lucen la bandera arco iris y a pocos metros del parque está Gay Street. No en vano a finales de los años 60 en esta zona hubo graves revueltas que iniciaron el movimiento de liberación gay.
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Empezamos a pensar que ya era hora de acercarnos a las inmediaciones del hotel. Entre tanta callejuela estábamos un poco desorientados y no sabíamos a ciencia cienta hacia donde caminar en dirección a Midtown hasta que un poco más allí apareció el que, a partir de ese momento, bautizamos como Empire State Brujuling (en vez de building) y es que el espigado edificio se ve desde infinidad de puntos de la isla de Manhattan y hace, sin quererlo, de brújula, indicando al perdido viajero la referencia de su ubicación.
Greenwich Village
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Así que pusimos rumbo al "Brujuling"

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Le costaron una pasta, pero merecen la pena. Se anda con ellas tan cómodo como con unas deportivas y, sobre todo, con los pies bien fresquitos (estos “espabilaos” del 230 Fith no saben lo que es bueno

Tomamos metro y hasta Times Square. Viernes noche. Si normalmente hay mucha gente en esa zona, el viernes a la noche era una auténtica marabunta. No teníamos mucha hambre ni ganas de buscar un sitio donde cenar así que compramos unos perritos calientes en uno de los carritos ambulantes de la zona y nos los llevamos hasta las gradas de Times Square donde contemplamos el espectáculo de las hordas de visitantes y lugareños luchando por avanzar en una zona tremendamente reducida por las obras. Qué mareo de gente, de luz y de colores!
Al Naked Cow-Boy le ha salido una durísima competencia
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Y ese día no dio para más!
