Bueno, creo que va siendo hora de hacer una breve referencia al hotel: el Herald Square Hotel, un hotel pequeño (8 pisos creo recordar) y con una ubicación excelente, en el 19 de la calle 31. A apenas 50 metros de la 5ª Avenida y una vez en ella a dos manzanas del Empire State.
El hotel nos gustó. Puede que necesite un lavado de cara en sus instalaciones generales (todo tiene un cierto aire a vetusto) pero estuvimos muy a gusto alojados en él.
Tras el hotel se atisba el Empire
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Amplia habitación de techos altísimos y muy amplio cuarto de baño. Tanto caja fuerte como wifi gratis. Aire acondicionado. Tele de plasma que apenas encendimos. Plancha y tabla de planchar. El hotel no ofrece la posibilidad de contratar desayuno, no tiene comedor. Sin embargo tiene una zonita con mesas y sillas en la planta baja y una máquina que hace café, chocolate, descafeinados de muy buena calidad. Lo bueno del asunto es que es gratis!
El personal del hotel nos pareció atento y amable y además varios de ellos hablaban más o menos bien castellano.
Por poner una pega podríamos decir que nuestra habitación daba a un estrecho patio y apenas gozábamos de iluminación natural. Resumiendo: Un hotel muy modesto y completito con una muy buena situación. Para repetir, sin duda.
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Comienza el día y, casi sin desayunar (sólo café) tomamos metro para acercarnos hasta el Rockefeller Center que aunque no queda excesivamente lejos del hotel tenemos la metrocard y preferimos ahorrar tiempo. Nos acercamos hasta la taquilla y compramos entradas para subir al TOR, al mirador ese mismo día a las 19:30 (la hora que en días precedentes hemos visto que comienza a anochecer).
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Como nos había pasado hasta la fecha, volvemos a tener suerte y a las 9:30 apenas encontramos cola para comprar las entradas

Salimos del Rockefeller y buscamos un Magnolia´s Bakery que sabemos que hay en las inmediaciones (recordad que no hemos desayunado). Los pasteles estupendos, lástima que, como en la anterior Bakery que vistamos, no hay donde sentarse. Hay una balda en la pared donde apoyar el pastel y allí mismo los comemos, de pie.
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Ya desayunados y con fuerzas para hacer frente a todos los desafíos que nos plantee New York, tomamos el metro para acercarnos hasta el Museo de Historia Natural, en el Upper West Side. Al bajar del metro vemos una entrada por un lateral del Museo y accedemos por allí. No hay mucha cola pero hay dos pesadas que tardan más de 10 minutos en decidir qué entrada quieren. Es que vereis, aparte de la entrada donativo voluntaria, hay una serie de actividades o exposiciones que requieren entrada aparte. Otra sugerencia para mi amigo el alcalde de New York: no estaría mal exponer en unos paneles al lado de la zona donde se hace la cola las opciones de entradas que hay, para que la gente llegue al mostrador con la lección aprendida y sepa qué entrada adquirir.
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Al llegar al mostrador no tenemos muy claro si la entrada es de donativo voluntario (como en el MET) o de un precio fijo (no me quedó claro leyendo el foro). Al llegar al mostrador la señora nos indica que el precio es voluntario y lo sugerido para dos serían 44 dólares. Le damos 20 y van que chutan.
El museo es enorme y lo cierto es que no lo vemos en profundidad. Vemos diferentes zonas. Una sobre la cultura de los indios americanos, otra con dioramas sobre diferentes ecosistemas, animales disecados, la sala donde se alberga la impresionante representación a tamaño natural de una ballena azul, los esqueletos de dinosaurios, etc.
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Si he de ser sincero os diré que en muchas de las salas el museo me dio la impresión de ser un poco rancio

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Pasamos por el hall de entrada y vimos que en el acceso principal había una cola muy importante (de la que nos libramos entrando por un lateral). Dimos una última vuelta por el paseo y buscamos una salida a la calle que coincidía con el acceso directo desde el metro que hay en el propio museo. Por allí también había mucha gente haciendo cola para entrar.
Dakota
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Salimos a la calle y fuimos hasta el Edificio Dakota, un señorial edificio de 1884 que es conocido por los residentes que han pasado por él (Sting, Judy Holliday, Boris Karloff, Lauren Bacall y un largo etcétera) y también por haber sido escenario de películas (otra vez el cine) como “La semilla del diablo” de Polansky. Pero si por algo es tristemente célebre este edificio es porque a sus puertas un maldito loco mató a tiros a John Lennon el 8 de diciembre de 1980. Teniendo como tengo debilidad por los Beatles, no pude por menos que acercarme hasta la puerta donde cayó muerto el genio y evocar su memoria.
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La siguiente etapa de este día estaba en la 5ª Avenida, ya que íbamos a comprar algunas cosas ojeadas en días anteriores. Entre tienda y tienda, entramos en los almacenes Bergdorf & Goodman, que destaco aquí por se un compendio del lujo hecho moda. Unos almacenes que exhiben artículos de primeras marcas. Pero nuestros objetivos estaban en otros comercios no tan desorbitados.
Cartel en una tienda de los Yankees
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Dejamos las compras en el hotel y tomamos metro hacia el East Village. Bajamos en Astor Place, donde rapidamente divisamos la escultura conocida como el Álamo. Se trata de un cubo negro apoyado tan sólo sobre uno de los vértices. Empujando con fuerza se puede hacer que el gran cubo gire sobre la peana en que se apoya. Hace 10 años conseguí moverlo yo sólo, así que me puse manos a la obra, un poco por la gracia de moverlo y otro poco por ver si en este tiempo me he echado a perder.
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Lo cierto es que al primer empujón el maldito cubo ni se inmutó, pero a la segunda intentona empezó muy lentamente a girar sobre sí mismo. Mientras hacía orgulloso el alarde ante mi mujer ella me decía que dejase de hacer el tonto, a ver si me iba a lesionar e íbamos a tener un disgusto (qué poca fé y qué poco aprecio a mi esfuerzo

St Marks Place
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Dejamos el cubo y nos dirigimos hacia St Marks Place, que está a menos de un minuto andando. Se trata de una corta pero afamada calle, siempre muy relacionada con la contracultura y la vanguardia y aún hoy alberga tiendas estrafalarias, rockeras, estudios de tatto….. aunque seguramente menos que las que hubo en tiempos. Ahora bastante tiendas de souvenirs ocupan locales que antes seguramente serían tiendas de discos o de ropa. Da la impresión de no ser lo que era (o debió ser). Lo podeis encontrar en la parte de la calle 8 que va de la 3ª avenida a la Avenida A.
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Entramos en un par de tiendas de ropa y ciertamente son dignas de verse. La ropa no era precisamente barata. Chupas de cuero de todos los estilos, tachuelas por todos lados, mallas, ropa vaquera, decoración bastante grosera en ocasiones (muñecas hinchables en posiciones y actitudes bastante más que provocativas, fotos porno….), … Pero francamente, tanto la ropa como las tiendas tenían un toque especial, incluso algún dependiente, ya talludito podría pasar por su edad y su estilo por uno de la cuadrilla de los Rolling Stones.
En esta calle están también las casas que sirvieron de portada al disco Physical Graffiti de Led Zeppelin.
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Era un buen momento para descansar y tomar algo. Sabíamos que allí mismo, a la vuelta, en la calle 7 está Mc Sorley´s (www.mcsorleysnewyork.com/ ) una cervecería que data de 1.854, que dicen que es la más antigua de New York y que por su aspecto, parece no haber sufrido muchas reformas desde entonces. Y mejor! Me encantan estas tascas con sabor a auténtico. Un local con suelo y paredes de madera, en muchas partes desconchada, serrín a toneladas por el suelo, mil cuadros y fotos colgando por todos los sitios, una antiquísima estufa en el centro, las mesas y sillas también de madera sin barnizar. Un ambiente muy tranquilo y familiar.
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Buscamos sitio en una mesa y me acerqué a la barra. El simpático y veterano camarero me explicó que sólo tenían dos tipos de cerveza oscura y clara (ambas ale). Tomamos una de cada para probar y aunque en principio nos pareció muy barato (5,50 dólares las dos cervezas cuando en otros sitios nos habían cobrado siempre en torno a los 14 dólares por dos birras), pronto reparamos en que eran menores que la medida habitual, aún así, creo que seguían estando bien de precio, aunque a decir verdad, tampoco estaban para echar cohetes las cervezas. Pero el sitio nos encantó y tomamos otra ronda.
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También pedimos unos sandwiches para acallar los ruidos de nuestras tripas. Los sandwiches tenían una “suave” textura similar al esparto de una alpargata (puag!!

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Cambio total de rumbo y volvemos a pisar Chinatown, a zanjar un par de cuestiones que nos quedaron pendientes y también a comprar un Levi´s por encargo de un familiar en una cercana tienda de la cadena OMG. Nos advirtieron bien cuando nos dijeron que esta cadena tenía los vaqueros a buen precio (sobre 40 dólares el modelo de Levi´s que compramos). Hacemos los recados sin entretenernos demasiado y sorteando a los pesadísimos captadores que ofrecen material falsificado.
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Hora de cambiar de tercio. Tiramos de metrocard una vez más (indispensable compañera esta tarjeta para un viaje en NY) y nos fuimos hasta el Flatiron District, en busca de Eataly, un mercado de alrededor de 4.500 metros cuadrados y dedicados a la cocina italiana y sus productos www.eataly.com/ . En realidad el mercado nos atraía por razones diferentes. Mi mujer quería curiosear por el mercado y yo quería visitar la Birreria, una cervecera en la azotea (piso 14) del edificio donde se alberga el mercado y vinculada a éste.
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Ciertamente, el mercado es precioso, con una increible oferta y variedad en cada una de sus secciones. Además, diseminados por toda la extensión del mercado había varios puntos donde comer o tomar algo. La gente se ponía morada a pizzas, pescado o pasta allí mismo.Tras pasear un buen rato curioseando entre pasillos decidimos subir a la cervecera. Estaba a tope, no cabía un alfiler, ni una mesa libre y sería en torno a las 18:00. Evidentemente, se trata de un local de moda. Pillamos con mucha suerte un par de taburetes junto a la barra.
Posavasos del local
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Una leve decepción: la terraza no tiene vistas, pero el fallito se compensa con una enorme selección de cervezas donde abundan, evidentemente, las italianas pero hay hueco para muchas otras procedencias. Muchos clientes subían con productos comprados en el mercado (queso, pate, embutidos….) y acompañaban con ello las cervecitas de la Birreria. Se ve que es una práctica habitual y permitida.
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Refrescados con las cervecitas, vuelta al metro que tenemos una cita y no se puede llegar tarde: recordad que hemos comprado entradas para subir a The Top of the Rock a las 19:30. Llegamos media horita antes y, vista la experiencia de la Estatua de la Libertad donde nadie nos miró la hora, intentamos pasar a la zona de ascensores, pero un tipo grandote nos niega el acceso hasta las 19:30. Aunque en el pasillo de acceso hay alguna tienda y algún restaurante las vemos enseguida y, intentamos a eso de las 19:15 volver a entrar. Nueva negativa.
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Hasta las 19:30 en punto el meticuloso tipo no nos dejó pasar. En el primer ascensor no entramos, en el segundo sí. Otra vez sin apenas hacer cola. Por cierto, en el transparente techo del ascensor se proyectan un montón de sugerentes imágenes. Espectacular inicio de la visita.
Accedemos al piso 67 y contemplamos unas vistas espectaculares de Manhattan. Como tantas veces se dice, seguramente superiores a las que se ven desde el Empire State. Central Park apenas se divisa desde el Empire y desde aquí se ve en toda su extensión y otra cuestión de perogrullo… desde el Empire State no se ve, evidentemente, una de las máximas enseñas de la ciudad: el propio Empire. Además en el Empire hay verjas que a veces y dependiendo de la toma afean bastante las fotos. En el TOR hay paneles de plástico que permiten posar con Manhattan de fondo consiguiendo bonitas fotos. Y por último, desde el Empire las vistas son más picadas, dada la elevación del edificio sobre todos los que le rodean. Sin duda, me quedo con las vistas del TOR.
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Hace un frio que pela allí arriba y un viento que nos acuchilla aumentando la sensación de frio. Entramos un par de veces en la tienda de souvenires de la azotea para esquivar el frio. Pero la del piso 67 no es la única perspectiva del TOR. Se puede tomar un ascensor hasta el 69 y desde éste, subir al pie hasta el 70. Poco a poco comienza a atardecer y los edificios se van iluminando y, casualidades de la vida, ese día por primera vez vemos el Empire iluminado de un color diferente al blanco.
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Luce un precioso tono verde, que no sabemos por qué. Miré después en la web del Empire y en el calendario de la iluminación del edificio aparece que es en honor de Eid al-Fitr (una festividad religiosa de tradición islámica). Sacamos un montón de fotos francamente, con bastante más facilidad que días antes a primera hora de la mañana en el Empire. El tiempo que llevábamos allí y el frio polar nos empujaron a bajar tras un buen rato por las distintas azoteas.
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Nada mejor para quitar el frio que llenar la panza, así que tal y como nos habíamos propuesto días antes, optamos por ir a cenar hasta Little Italy. No teníamos ningún local preseleccionado, así que decidimos ir al primero que nos entrase por los ojos. Tomamos metro que nos deja en las inmediaciones de Mulberry Street. Pasamos junto a un garito donde suenan los Clash que como flautista de Hamelin, me meten dentro del local, Spring Lounge se llama. Tomamos unas cervecitas oyendo a los Ramones, los Clash, AC/DC…. Qué a gusto!
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Enfilamos por Mulberry Street buscando un restaurante y el criterio era simple: el que nos pareciese más chulo para cenar en él. Pasamos junto a unos cuantos y paramos frente a Paesano´s www.paesanosoflittleitaly.com/ . Hay un tipo gordo sentado a la puerta, junto a las mesas donde algunos comensales cenan. El local tiene una tenue iluminación que le aportan miles de bombillitas colgadas de las columnas y arcos de madera, de donde también penden parras, tiestos y botellas.
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Éste es el sitio, no cabe duda. Nos recibe el que parece el dueño, un tipo flaco, engominado y de ademanes secos que yo, que soy muy peliculero, me imagino que es el jefe de la banda que usa el local como tapadera (ay!! Cuanto daño ha hecho el cine a nuestra imaginación!!

Otra noche más, extenuados, nos derrumbamos sobre nuestra cama.