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Por la mañana, recorrimos a pie lo que pudimos de la ciudad de Montgomery. Lamentablemente, los bares y restaurantes frente al río en el Riverfront Park estaban cerrados. Paseamos por el Capitolio del Estado de Alabama, por la iglesia de Martin Luther King (Dexter Avenue King Memorial Baptist Church) y por el Civil Rights Memorial Center.
Visitamos el Museo de Rosa Parks, la mujer afroamericana que, negándose a cederle su asiento en el ómnibus a un blanco, inició una ola de protestas y boicots a las empresas segregacionistas. También planeábamos recorrer el museo de los Freedom Riders, aquellos jóvenes que iniciaron una gira en un ómnibus que uniría las principales ciudades del sur protestando contra el racismo pero que fueron brutalmente atacados precisamente en las afueras de Montgomery. Lamentablemente, el museo estaba cerrado ese día y solo pudimos tomar algunas fotos del edificio de Greyhound en el cual funciona.
Antes del mediodía ya partimos rumbo a las playas de Alabama por la autopista 65, hasta el desvío a la ciudad de Flomaton, en el que tomamos la ruta 113 y luego la 29.
La idea era llegar a una hora razonable como para hacer playa, y almorzar en Perdido Beach, en el parador Flora-Bama, justo en la línea que divide los estados de Florida y Alabama. Habíamos leído en los foros que no se podía ir a las playas de Alabama sin hacer esa parada obligada. Es una estructura gigante de madera, que tiene varios espacios diferentes con música, pool, pistas de baile, bingo, etc., etc. Además de un gift shop realmente impresionante. Todo en un ambiente muy amigable y relajado.
Llegamos a darnos un chapuzón en las aguas del Golfo de México aunque volvió a corrernos una tormenta que parecía el fin del mundo. Mientras volaban sombrillas, sillas, arena... la voz del animador del bingo, que llegaba hasta la playa, anunciaba: “No se preocupen, señoras... este lugar nunca se voló un jueves”, mientras seguía sacando bolillas. Estamos definitivamente en la dulce Alabama. Comimos nuestros religiosos fish and chips con cerveza mientras afuera diluviaba y nos prometimos regresar de noche.
Siguiendo la línea de la costa se suceden las playas de Orange Beach y luego Gulf Shores donde teníamos nuestro hotel, el Magnuson Hotel & Suites (U$ 80): modesto, familiar y lleno de veraneantes en ojotas. Suponemos que éramos los únicos turistas no norteamericanos de todo Gulf Shores y esa tarde salimos de shopping por las tiendas playeras. Se destaca Souvenir City al que se entra por la boca de un tiburón gigante y consiste en anaqueles y anaqueles repletos de chancletas, mayas, pelotas, sombreros, toallas, lentes y todo lo humanamente imaginable para llevar a la playa. Gulf Shores es fantástico, es kistch, familiero, terraja y con una playa espectacular. De noche y como no podía ser de otra manera, volvimos por unos rocanroles a FloraBama. Luego de covers de Tom Petty y otros clásicos americanos terminamos bailando en línea, junto a veraneantes de todas las edades. Entrada la noche, la fiesta seguía pero nosotros regresamos al hotel a descansar.
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