26/ Enero /2015
Nuestro tercer día de viaje fue agotador, el plan era salir de Padua dirección Verona y hacer noche en Bolonia. Os cuento.
Nos despertamos pronto para desayunar en el buffet libre del hotel e irnos a la estación, pero finalmente se nos hizo bastante tarde y ni desayuno ni nada. (He de decir también que bajamos a ver el ambiente del buffet y habían camareros sirviendo en las mesas el desayuno a gente con traje de chaqueta, por lo que nos sentimos un poco desubicados y decidimos irnos). Tras 15 minutos corriendo (literalmente) a la estación, cogimos el tren rumbo a Verona. Queríamos coger ese tren y no otro, puesto que el siguiente tren veloz pasaba en una hora, y queríamos aprovechar bien la mañana viendo la ciudad.
Tras desayunar en el tren y organizar bien nuestra mañana, llegamos a la estación de Porta Nuova, en la cual dejamos las mochilas en las consignas y nos ponemos en marcha hacia la plaza Bra. Allí está la oficina de información turística, donde nos informan de que al ser lunes, todos los museos permanecen cerrados hasta las 13:30, por lo que si teníamos pensado visitar alguno, tendría que ser a partir de esa hora. Genial.

Arena de Verona
Tras ver el Arena (por favor que alguien me explique por qué un foro romano está al lado de un monumento con una estrella fugaz, porque meses después sigo teniendo esa curiosidad), fuimos a pasear por el Castelvecchio, adentrándonos en él hasta final del puente, no llegando más allá de éste debido al limitado tiempo del que disponíamos.

Vistas desde el interior de Castelvecchio

Seguidamente, nos ponemos en marcha en dirección a la plaza del Erbe, donde subimos a la Torre de Lamberti. Unas vistas increíbles de la romántica ciudad, merece la pena sin duda alguna subir (atreveos también aquellos con vértigo, yo lo padezco y me hubiera arrepentido si no hubiese subido).

Panorámicas de Verona desde la Torre de Lamberti
Tras las cientas de panorámicas de la ciudad desde la Torre de Lamberti, decidimos ir al punto estratégico de la ciudad: La casa de Romeo y Julieta, donde podemos ver desde el famoso balcón donde Julieta recibía a Romeo por las noches; así como un pasillo donde los románticos pegan post-it demostrando su amor; o la conocidísima estatua de Julieta, la cual nos hará gozar de buena suerte si le tocamos un pecho (sí, tal cual lo digo).

Entrada de casa de Julieta: post-it de turistas románticos
Cerquita de ahí nos compramos un calzone y bajamos de nuevo hasta Plaza Bra y el Arena, perdiéndonos por la ciudad en busca de la tumba de Julieta, siendo ésta la última imagen que nos llevaremos de esta ciudad; puesto que siendo ya al medio día, decidimos regresar a la estación y ponernos rumbo a Bolonia.
Encontramos pronto el hotel en Bolonia, y tras hacer el check-in, subimos a descansar un poco y comer algo. Una hora después salimos hacia la calle principal dela ciudad, recorriéndola hasta la plaza de Neptuno, donde callejeamos y pasamos por las dos torres inclinadas (iconos de la ciudad) planteándonos si subir al día siguiente a una de las torres o aprovechar la mañana para conocer más la ciudad. Seguimos perdiéndonos por la zona universitaria, donde localizamos un sitio recomendado en los foros donde tomar un spritz con buffet libre; por lo que tras un par de horas más viendo la ciudad, acabamos allí.

Torres inclinadas de Bolonia
El local presume de un ambientazo increíble de gente joven debido a su buena localización, y tras estar allí más de hora y media degustando los típicos platos italianos (pizza, pasta, dulces…), puedo decir que el sitio está genial en relación precio- calidad. (9euros )
La reflexión que hice en cuanto al día es la siguiente: sobre Verona qué decir, preciosa, encandila con ese aura de romanticismo literario que todo impregna. Me hubiera gustado dedicarle más tiempo a esta ciudad, unas horas más al menos. Volveré sin duda, pero no un lunes. En cuanto a Bolonia, es una ciudad fomentada por y para el turismo juvenil, perfecta para una escapada con los amigos. Pero en mi opinión, con pocos edificios turísticos que visitar. Distintos encantos que encantan de distinta forma.