31/ Enero /2015
Joder. Después de la “fiestecita” de anoche a nadie le apetece irse a hacer cola al Coliseo, pero es lo que hay, así que arriba.
Después de despertarme y despertar tanto a mi chico como al nuevo compañero de viaje, decidimos ponernos en marcha rumbo al Coliseo (en autobús, como no). Por fin un día soleado en Roma después de tanta lluvia. Tras la hora que nos comimos en la cola , por fin entramos al Coliseo y pudimos admirar su belleza. Anduvimos por éste echándonos fotos y maravillados con que algo tan antiguo siguiese en pie, habiendo sido construido tantos siglos atrás. Impresiona la eficiencia con la que los antepasados romanos lo construyeron, aguantando, en parte, hasta nuestros días.

Panorámica interior del Coliseo

Más tarde, nos disponemos a pasear por el Palatino y el Foro Romano lo que queda de mañana, buscando antes de comer la estatua de Rómulo y Remo. Me parece excesivamente pequeña para ser una estatua de los fundadores de la ciudad, por lo que nos sorprendió a peor su tamaño y su localización, puesto que estaba medio escondida. Pasamos por la plaza del Campidoglio en dirección al monumento de Vittorio Emanuele II, en el cual asistimos al cambio de guardia de éste. Hicimos un parón para comer y recargar baterías, y nos dispusimos a echar el último vistazo a Roma; ya que nuestro avión salía en 5 horas.

Foro Romano

Nos dirigimos a Campo de Fiori, en el cual casi nos engatusan para comprar limoncello. De ahí fuimos hacia Piazza Navona, de nuevo al Panteón, donde echamos el último vistazo por dentro. Pasamos a despedirnos de la Fontana di Trevi y pusimos rumbo hacia la Piazza de Spagna, donde subimos la escalinata de la Trinitá dei Monti para echar el último vistazo a la ciudad.

Piazza Navona


Poníamos fin así a nuestro viaje, yendo en metro hasta el hostal a recoger las cosas y despidiéndonos de nuestro compañero de viaje. Antes de dirigirnos a coger el bus que nos llevaría al aeropuerto decidimos que no podíamos irnos de Italia sin probar sus maravillosos gelatos (por muy invierno que fuera), por lo que nos sentamos en una escalinata a comernos uno.
Una vez acabado éste, nos pusimos rumbo al aeropuerto de Ciampino, para el cual necesitamos coger un bus de terravision que dura alrededor de 40 minutos. Pasado este tiempo, el autobús se para en un aeropuerto con un nombre distinto a Ciampino, cosa que ignoro hasta que todo el mundo empieza a descender del bus, quedándonos solos en éste. Al ver la situación, y previa consulta en googlemaps, decidimos bajarnos del bus y entrar al aeropuerto. Y sí, era Ciampino. Así que ahora tocaba esperar hasta la salida del avión, el cual partió de Roma a las 21:00h, quedándonos aún la parte más dura del viaje: el regreso a casa.
Tras todo el día haciendo turismo, y tras las 2 horas de avión; llegamos a Valencia , cogiendo el último metro del día hacia el centro de la ciudad, donde anduvimos hasta llegar a la estación de autobuses, en la cual tuvimos que esperar 4 horas hasta la llegada del bus con destino a nuestra ciudad. Llegamos a Murcia a las 6 de la mañana, reventados pero con la satisfacción de haber vivido una experiencia única.
¿Lo mejor del día? Doy gracias al gobierno italiano por permitir que los revisores de autobuses de Roma sean de verdad una leyenda urbana, puesto que si hubiese sido de otro modo, me hubiese gastado un pico de dinero importante. Ahora enserio, destaco sin duda de la ciudad el imponente edificio de Vittorio Emanuele II, siendo de un blanco tan impoluto que rompe con el ambiente gris del invierno romano.