Cuarto y último día de viaje por tierras lusas. Teníamos que estar prontito en Avilés (hacia las 5 de la tarde) por temas laborales. Así que teníamos en mente solo una parada, decantándonos por Almeida por delante de Ciudad Rodrigo por estar más fuera de mano para futuros viajes. A la vuelta comimos en Valdevimbre, en las famosas Cuevas del Cura.
TOTAL: 553 kms.
Madrugamos y hacia las 9 y cuarto estábamos ya en Almeida, éramos de los primeros visitantes del día. Almeida es una fortaleza fronteriza con España muy llamativa por su forma de estrella (foto de Google)
Se convirtió en un baluarte vital para Portugal tras su independecia de España, en 1640, siendo una de las tres fortalezas fronterizas más importantes (junto a Valença do Minho y Elvás), siendo suspendidas sus funciones militares en 1927 y entrando entonces en un gran pozo sin fondo, hasta que con la llegada del turismo (predominantemente español por la cercanía a la frontera -15 kilómetros-) empezó a recuperar la actividad comercial y a crear puestos de trabajo.
Aparcamos junto a la puerta principal, las Portas de Sao Francisco
No es una puerta en realidad, sino dos, que están separadas por un gran foso defensivo.
La más bonita es de largo la segunda.
A la entrada nos encontramos con el montaje de una fiesta, otra más, casi todos los pueblos que visitamos estaban en ellas.
Empezamos la visita por la derecha, donde un bonito paqrque dejaba buenas imágenes de esta fortaleza fronteriza.
Rapidamente llegamos a la Igreja Matriz, la iglesia principal de la localidad, bastante sencillita.
Seguimos callejeando, el pueblo no es feo pero está a años luz del encantado de Trancoso y Belmonte, quizá las visitas estarían mejor completamente al revés (Almeida-Belmonte-Trancoso) para ir de menos a más, la verdad que Almeida nos supo a muy poco.
Uno de los edificios más bonitos es el Juzgado, pese a su aire decadente por la falta de cuidados.
Subimos hasta la muralla en su parte alta, donde antaño estaba el Castillo, del que solo queda algún resto arqueológico, y es que en 1810 durante un asedio francés un error de los portugueses hizo que explotara toda la munición que albergaba.
A su lado está la Torre del Reloj, que data de 1830 y que desde abajo parecía el campanario de una iglesia, pero no. No nos gustó mucho esta parte alta, está super descuidada y no tiene nada de encanto.
No así las calles empedradas que llegan a ella.
Volvimos a subir a las Murallas, desde la parte oriental de la ciudad se ven ya las tierras de la vecina España. Mucha leña les tuvimos que dar para que construyeran esta megafortaleza, la verdad es que tienen mérito los portugueses para haber sido independientes casi toda su historia teniendo un vecino tan poderoso al lado. Al menos historicamente, porque lo que es ahora, en fin...
Y tras 45 minutos de patear la fortaleza nos fuimos al coche, dejándonos la mejor imagen (en el primer parque) la mejor imagen del día, este rincón es precioso.
Salimos por la Porta de Sao Francisco, donde un soldadito nos recuerda el pasado militar del emplazamiento.
Y ya fuera vemos un homenaje a la Revolución de los Claveles que acabó con la dictadura salazarista.
CONCLUSIONES DE ALMEIDA: Es una fortaleza defensiva con unas murallas impresionantes, pero poco más. Tiene alguna calle con encanto por dentro, pero queda bastante lejos del encanto de Trancoso y Belmonte, mejor verla al principio, si no sabrá a poco
Para ver la ciudad basta con una hora-hora y media para el viajero medio, puesto que es muy pequeña y no hay demasiado que hacer. Es una buena primera parada a un viaje a Portugal si se entra desde Salamanca, aunque no merece la pena dar un gran rodeo para visitarla.
Entramos en España y tomamos la Ruta de la Plata a la altura de Salamanca, que se veía bastante bien desde la autopista.
Y paramos en las Cuevas del Cura en Valdedimbre, cerquita ya de León a comer. Es una comida diferente, ya habíamos ido varias veces, y es que antes veraneábamos en León. Se come en unas cuevas y es una experiencia distinta.
Pedir una tabla de embutidos es casi una obligación (se me olvidó la foto), y tras esta entrada nos pedimos una parrillada de carnes "para 2" que nos dio para los 3 y aún sobró. Una buena opción para comer.
Y así acababa el viaje a esta semidesconocida y rural región portuguesa que nos cautivó.
TOTAL: 553 kms.
Madrugamos y hacia las 9 y cuarto estábamos ya en Almeida, éramos de los primeros visitantes del día. Almeida es una fortaleza fronteriza con España muy llamativa por su forma de estrella (foto de Google)
Se convirtió en un baluarte vital para Portugal tras su independecia de España, en 1640, siendo una de las tres fortalezas fronterizas más importantes (junto a Valença do Minho y Elvás), siendo suspendidas sus funciones militares en 1927 y entrando entonces en un gran pozo sin fondo, hasta que con la llegada del turismo (predominantemente español por la cercanía a la frontera -15 kilómetros-) empezó a recuperar la actividad comercial y a crear puestos de trabajo.
Aparcamos junto a la puerta principal, las Portas de Sao Francisco
No es una puerta en realidad, sino dos, que están separadas por un gran foso defensivo.
La más bonita es de largo la segunda.
A la entrada nos encontramos con el montaje de una fiesta, otra más, casi todos los pueblos que visitamos estaban en ellas.
Empezamos la visita por la derecha, donde un bonito paqrque dejaba buenas imágenes de esta fortaleza fronteriza.
Rapidamente llegamos a la Igreja Matriz, la iglesia principal de la localidad, bastante sencillita.
Seguimos callejeando, el pueblo no es feo pero está a años luz del encantado de Trancoso y Belmonte, quizá las visitas estarían mejor completamente al revés (Almeida-Belmonte-Trancoso) para ir de menos a más, la verdad que Almeida nos supo a muy poco.
Uno de los edificios más bonitos es el Juzgado, pese a su aire decadente por la falta de cuidados.
Subimos hasta la muralla en su parte alta, donde antaño estaba el Castillo, del que solo queda algún resto arqueológico, y es que en 1810 durante un asedio francés un error de los portugueses hizo que explotara toda la munición que albergaba.
A su lado está la Torre del Reloj, que data de 1830 y que desde abajo parecía el campanario de una iglesia, pero no. No nos gustó mucho esta parte alta, está super descuidada y no tiene nada de encanto.
No así las calles empedradas que llegan a ella.
Volvimos a subir a las Murallas, desde la parte oriental de la ciudad se ven ya las tierras de la vecina España. Mucha leña les tuvimos que dar para que construyeran esta megafortaleza, la verdad es que tienen mérito los portugueses para haber sido independientes casi toda su historia teniendo un vecino tan poderoso al lado. Al menos historicamente, porque lo que es ahora, en fin...
Y tras 45 minutos de patear la fortaleza nos fuimos al coche, dejándonos la mejor imagen (en el primer parque) la mejor imagen del día, este rincón es precioso.
Salimos por la Porta de Sao Francisco, donde un soldadito nos recuerda el pasado militar del emplazamiento.
Y ya fuera vemos un homenaje a la Revolución de los Claveles que acabó con la dictadura salazarista.
CONCLUSIONES DE ALMEIDA: Es una fortaleza defensiva con unas murallas impresionantes, pero poco más. Tiene alguna calle con encanto por dentro, pero queda bastante lejos del encanto de Trancoso y Belmonte, mejor verla al principio, si no sabrá a poco
Para ver la ciudad basta con una hora-hora y media para el viajero medio, puesto que es muy pequeña y no hay demasiado que hacer. Es una buena primera parada a un viaje a Portugal si se entra desde Salamanca, aunque no merece la pena dar un gran rodeo para visitarla.
Entramos en España y tomamos la Ruta de la Plata a la altura de Salamanca, que se veía bastante bien desde la autopista.
Y paramos en las Cuevas del Cura en Valdedimbre, cerquita ya de León a comer. Es una comida diferente, ya habíamos ido varias veces, y es que antes veraneábamos en León. Se come en unas cuevas y es una experiencia distinta.
Pedir una tabla de embutidos es casi una obligación (se me olvidó la foto), y tras esta entrada nos pedimos una parrillada de carnes "para 2" que nos dio para los 3 y aún sobró. Una buena opción para comer.
Y así acababa el viaje a esta semidesconocida y rural región portuguesa que nos cautivó.