La programación de este día tenía un horario un tanto especial, ya que el plato fuerte, los museos vaticanos, estaban previstos para la función de tarde (Ya os contaré el motivo), mientras que por la mañana sólo había dos visitas previstas.
Por dicho motivo, salimos un poco más tarde de lo habitual rumbo a nuestro primer destino, la Iglesia de Santa María in Aracoeli. Situada junto a los museos capitolinos, se accede a ella a través de una amplia escalera de marmol que exige una buena forma física para no llegar resoplando más de lo aconsejable. Fue construida por monjes benedictinos en los siglos IX-X, fue reformada varias veces posteriormente, como por ejemplo el pavimento perteneciente al siglo XIII. Son de destacar los frescos de Pinturrichio (Primera capilla a la derecha) y las pinturas del techo representando la batalla de Lepanto. También el bonito vestigio de fresco de la Virgen con el niño, pintado en una columna de mármol.
Por dicho motivo, salimos un poco más tarde de lo habitual rumbo a nuestro primer destino, la Iglesia de Santa María in Aracoeli. Situada junto a los museos capitolinos, se accede a ella a través de una amplia escalera de marmol que exige una buena forma física para no llegar resoplando más de lo aconsejable. Fue construida por monjes benedictinos en los siglos IX-X, fue reformada varias veces posteriormente, como por ejemplo el pavimento perteneciente al siglo XIII. Son de destacar los frescos de Pinturrichio (Primera capilla a la derecha) y las pinturas del techo representando la batalla de Lepanto. También el bonito vestigio de fresco de la Virgen con el niño, pintado en una columna de mármol.
El segundo destino, a sólo unos minutos de la piazza Venezia, era la Iglesia del Gesú. Os recomiendo de manera especial la visita de esta iglesia. Si esperarais la típica austeridad de la congregación jesuita, os sorprenderá la increible riqueza barroca de este templo, del que el altar y los frescos de bóveda, cúpula y coro son los elementos más interesantes, así como su fachada.
Con esto dimos por concluida la jornada matinal y volvimos al apartamento para hacer un almuerzo temprano, ya que queríamos estar en el Vaticano a las dos de la tarde. Como seguramente sabreis, las entradas para el Museo Vaticano se pueden comprar por internet o bien directamente en taquilla. La diferencia está en que si se compra por internet la cola para entrar es mucho más pequeña para entrar que la de los que no la tienen comprada, a cambio hay que pagar un recargo de 4 euros por entrada, a sumar a los 16 que ésta cuesta, es decir 20 euros.
En el hilo del foro correspondiente a los Museos Vaticanos había varios comentarios diciendo que las colas eran principalmente por las mañanas, que ellos habían ido sobre las dos de la tarde y apenas habían tenido que esperar. Pues bien, decidimos hacer caso de estas opiniones y elegir esta opción. El resultado no fue todo lo positivo que esperábamos, tuvimos que esperar 50 minutos de cola. No dudo de que por la mañana debe ser mucho peor, lo único que habría que valorar es si hubiera compensado o no pagar el recargo.
Bueno, dejemos la logística y pasemos a comentar la visita a los Museos Vaticanos. Había leido en el foro algunos comentarios sobre los MV que me habían parecido extremos, en el sentido de decir que debido a la multitud de visitantes no merecía la pena entrar. Desgraciadamente hemos descubierto que es completamente cierto. La contemplación de cualquier obra de arte, ya sea pintura, escultura, ofebrería, etc, requiere de unas condiciones mínimas ambientales que en los MV están muy lejos de cumplirse. Ya antes de pasar por las taquillas, aquello parece el terminal de un aeropuerto el primer día de vacaciones. Una vez pasadas, te ves inmerso en un río de personas que suben por las escaleras de acceso no se sabe adonde porque, excepto que alquiles la audioguía, no te dan un mísero folleto para guiarte. Una vez arriba, la señalización de los distintos museos deja mucho que desear, por lo se ve a muchas personas dando vueltas con cara de desorientación. La gran mayoría de museos del mundo cuentan con carteles indicando el sentido “sugerido” de la visita, con más motivo debería haberlos en éste habida cuenta de su tamaño. ¿Contemplar la pintura del techo de las salas?. Imposible, te atropellan doscientos japoneses. Lo del “recorrido largo” para llegar a la Capilla Sixtina, de juzgado de guardia. El ochenta por ciento del trayecto por escaleras y pasillos estrechos, con una aglomeración tal de personas que la que sufra de claustrofia lo va a pasar bastante mal. Y cuando llegas a la Capilla Sixtina....... el metro de Tokyo en hora punta. Si se te cae una moneda al suelo no puedes cogerla, porque no tienes espacio material para agacharte. En fin, si sigo no paro.
En resumen, creo que el único interés de la dirección de los Museos es recaduar el máximo de dinero posible sin importarle lo más mínimo la satisfacción de los visitantes ni las condiciones de exposición de sus obras.
Por último, la Basílica de San Pedro. Aquí si funcionó un consejo del foro. Entramos en la basílica a través de una puerta que hay al fondo a la derecha de la Capilla Sixtina. En teoría es sólo para grupos, pero nosotros vimos pasar a todo el mundo sin que nadie les dijera nada, así que hicimos lo mismo y nos ahorramos el volvernos a poner en cola en la Plaza de San Pedro para entrar.
Bueno, ¿Que deciros de la Basílica que no se sepa?. Sus colosales dimensiones, la Pietá de Miguel Ángel, el púlpito y el baldaquino de Bernini, y la cúpula. A la cúpula se puede subir (previo pago, claro) pero ya estábamos agotados, por lo que dimos por concluida la visita.
Bueno, ¿Que deciros de la Basílica que no se sepa?. Sus colosales dimensiones, la Pietá de Miguel Ángel, el púlpito y el baldaquino de Bernini, y la cúpula. A la cúpula se puede subir (previo pago, claro) pero ya estábamos agotados, por lo que dimos por concluida la visita.
Vuelta al apartamento para tomar una ducha reparadora y a la calle para cenar. Dando una vuelta para decidir donde entrábamos vimos un restaurante “L'Osteria del Moro” que tenía buenas críticas en el foro, nos sentamos en la terraza y cenamos pizzas y alguna pasta. No nos gustó mucho ni la comida ni la cuenta, y nos sorprendió que tuviera buenas críticas. Al dar la vuelta a la esquina encontramos la respuesta, otro restaurante llamado “L'Osteria del Moro”. Mirando la dirección confirmos que éste era el bueno, el otro se llamaba “L'Osteria del Moro” y en pequeñito “di toni”.
Después nos acercamos a la isla Tiberina, donde estaban proyectando en un cine al aire libre películas italianas de época, y junto a algunas carpas con bares de copa, habían instalado un espacio para bailes de salón. En ese momento estaban bailando tangos, pero como tengo dos pies izquierdo me abstuve prudentemente de intentarlo.