LLANURA HÚNGARA-BUDAPEST ✏️ Diarios de Viajes de Hungria

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Para este día, festividad nacional de Hungría, nos habíamos decantado por contratar una excursión a la Puszta, es decir, la Gran llanura húngara (68 euros con Civitatis). La empresa organizadora, Citirama, nos recoge puntualmente en el hall del hotel y nos llevan al punto de encuentro y donde nos reunimos con la guía y los otros visitantes. La excursión se hace en tres idiomas, inglés, español e italiano.

El nombre de “Puszta” que significa tierra desnuda, vacío o “nada”, como nos decía la guía, recibe su nombre del panorama que se vivió allí después del paso de los turcos, que ahuyentaron a la población y talaron todos los árboles para hacer barcos. Gracias a la intervención de personajes como el Conde Esteban Széchenyi que se hicieron diques en los ríos Danubio y Tisza y se consiguió evitar las enormes inundaciones que amenazaban la zona. Ahora se ha convertido en un enorme espacio muy fértil si bien aún quedan extensas zonas de terreno desierto.

Durante la excursión visitamos una “tanya” (la guía lo pronunciaba “toño”). Allí nos dieron un paseo en un carro de caballos después de obsequiarnos con un licor de albaricoque y un pastelillo que no iba relleno de nada. Nos llevaron hasta otra finca donde vimos el modo de vida antiguo en la llanura así como a algunos animales, principalmente el curioso cerdo Mangalica. Es muy peculiar porque tiene el cuerpo recubierto de una lana como las ovejas. En 1990 estaba casi al borde de la extinción y ahora poco a poco se ha ido recuperando. Sus características nutricionales se equiparan por los expertos al cerdo ibérico. Compramos un chorizo, que estaba muy bueno pero algo picante.

Luego volvimos con el carro de caballos para ver el espectáculo ecuestre en el que se ve la destreza de los “csikós”, los vaqueros. Según los explica la guía lo que vemos no es más que una muestra del manual de supervivencia en la llanura en un determinado momento en el que podían ser asaltados por cualquiera. El caballo sirve de complemento perfecto para el hombre, que lo puede usar como asiento, cama,… y el animal está acostumbrado a echarse sin producir ruido alguno, ni siquiera si escucha disparos. Esto se consigue porque el látigo que tienen los vaqueros hace un sonido particular, muy parecido a las pistolas. También vemos carros de caballos y unos peculiares bueyes con enormes cuernos. Resulta muy interesante (menos cuando al final te piden propina). Al terminar la lluvia caía con más fuerza. Menos mal que nos íbamos a comer a cubierto (más o menos). La comida consistió en la deliciosa sopa de gulash, carnes de dos tipos (con salsa y rebozada) con patatas, arroz y aros de cebolla y un postre con mermelada de albaricoque regado con agua, vino blanco y tinto. Mientras comíamos supuestamente tenían que tocar música zíngara pero me entraron dudas después de escuchar cosas como el vals de El padrino. Al terminar pidieron propina (otra vez).

Cuando acabamos de comer cogimos de nuevo el bus y fuimos a ver (un paseo rápido bajo la lluvia y el frío) la ciudad de Kecskemét, considerada la capital de la Gran Llanura. En ella destacan los edificios de estilo modernista (allí, como en Viena, llamados Secesión). En cuanto a los edificios religiosos podemos destacar la iglesia luterana de finales del siglo XIX, la hermosa gran iglesia católica de estilo neobarroco, la sinagoga (que quedó abandonada en 1945 cuando los judíos tuvieron que huir de la ciudad y que ahora aloja dependencias municipales y un museo), la iglesia de san Miguel y la iglesia calvinista con la cercana escuela. También llamativos son el ayuntamiento y el teatro así como el palacio ornamental de principios del siglo XX.

Sobre las 4.30 regresamos a Budapest y una de nuestras primeras paradas fue la Plaza Vörösmarty, dedicada a un poeta. El edificio más famoso de la plaza es la célebre pastelería Gerbeaud, fundada en 1858. El interior es precioso pero lo que asusta un poco es el precio de sus tartas (más de 2000 florines si te las tomas allí y unos 1000 si te las llevas). De todos modos probamos dos y tengo que decir que son muy buenas.

El lugar elegido para sentarnos a comer las tartas fue la Plaza Vigadó, frente a la famosa sala de conciertos del mismo nombre. Fue edificada a mediados del siglo XIX remplazando otra anterior que se quemó. Muy cerca, sobre la verja que da al río, está una de las estatuas más famosas de Budapest, la llamada “Princesita”. Mirándola de cerca a mí me parece más un pequeño príncipe con sombrero de bufón pero el nombre es el que es. Mucha gente hace cola para fotografiarse con ella (y no sólo porque es bonita sino porque enfrente, al otro lado del Danubio, se alza la bella estampa del palacio).

Aprovechando que era 20 de agosto nos pasamos por la Basílica de San Esteban en su día. Allí fuera, sobre las escaleras, bien dispuesta, estaba la urna con su mano incorrupta mientras los curas hacían una misa en presencia de las autoridades que tenía toda la pinta de ser muy larga. La plaza estaba llena de gente aunque algunos estaban más pendientes de comprarse un helado de esos de forma de rosa tan ricos en un puesto montado allí mismo. Cuando nos cansamos (que fue pronto) nos encaminamos a la calle más famosa de Budapest para aquellos que buscan tiendas y restaurantes por doquier. La calle Váci fue el resultado de la unión de dos calles en el siglo XVIII y es peatonal en su mayor parte. La mayoría de edificios que vemos son de finales del siglo XIX y principios del XX aunque se han empezado a construir algunos mucho más modernos. Decir que hay gente es quedarse corto y mucho más en las horas en las que los comercios están abiertos. Tampoco diría de ella que es la calle más bonita del mundo, la verdad.

En la cercana calle Szabadsatjó encontramos dos edificios gemelos que hoy parecen la hermana guapa y la fea porque uno ha sido perfectamente restaurado y el otro no. Son los llamados Palacios Klotild, dos gigantescos bloques de apartamentos de principios del siglo XX encargados por la archiduquesa Klotild, nueva del emperador Francisco José I. Cerca está también el Erzsébet híd (el puente Isabel), dedicado a Isabel de Baviera, la famosa Sissí. El puente original se construyó entre 1897 y 1903 pero fue volado en la Segunda Guerra Mundial. Se dice que no pudo ser reconstruido en su forma original y es una pena porque he visto fotografías y era muy bonito. Ahora es… una mole blanca sin gracia. En uno de los extremos del puente, al lado de Pest, encontramos la Iglesia parroquial del centro, el edificio más antiguo de Pest. Esa iglesia se levantó durante el reinado de San Esteban sobre la tumba de san Gellért (Gerardo). En el siglo XII fue remplazada por una iglesia románica y en el siglo XIV se levantó una imponente iglesia gótica. Después pasó a ser mezquita y después de un incendio a principios del siglo XVIII se restauró en estilo barroco. Ahora la verdad es que no tiene mucha gracia (aunque entrar no está permitido porque están haciendo excavaciones arqueológicas).

También aprovechamos la tarde para ver (por fuera, porque estaba cerrado al ser día festivo) el enorme edificio del Mercado central, al final de la calle Váci. Fue construido a finales del siglo XIX y es el más grande de los mercados cubiertos de Budapest. La fachada de ladrillo resulta francamente bonita y se alegra con las tejas multicolores de la cubierta. Visto desde fuera parece cualquier cosa menos un mercado.

Dimos una vuelta más, llegando hasta la Plaza de la Libertad y un poco antes de las 9 fuimos enfrente del edificio Gresham para ver los fuegos artificiales. El Gresham, de art nouveau, se construyó a principios del siglo XX por orden de la aseguradora de Londres Gresham. Se terminó en 1906. A finales de los 90 lo compró la cadena hotelera Four Seasons y ahora es un hotel de seis estrellas inaugurado en 2004.

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