Huaraz es una pequeña ciudad rodeada de montañas, capital del departamento de Ancash, conocida como la Suiza peruana. A 3100 metros de altura, es una de las típicas poblaciones peruanas constituida por muchas casas de ladrillo a la vista y sólo algunas de fachadas pintadas. Un feísmo que podríamos decir que no cuadra con su geografía. La culpa la tiene aquel terremoto de 1970, que asoló el pueblo de casas de adobe. Se sitúa en el Callejón de Huaylas, un valle encajonado que delimita al este la Cordillera Blanca y al oeste la Cordillera Negra. Y en realidad, así son sus colores al mirar hacia ellas.
La vida en Huaraz gira alrededor de la Plaza de Armas y la avenida Luzuriaga. Percibíamos la constante animación que reina en la plaza. A cualquier hora, niños y mayores, juegan, pasean o descansan. A los limpiabotas no les faltan clientes, frotando su cepillo, paño, y abrillantador, de zapato en zapato.
Un charlatán en una esquina trataba de concienciar sobre la problemática del cambio climático, reivindicando frenar la deforestación, que en esta zona parece trágica.
En la avenida Luzuriaga las bocinas suenan más de lo debido. El tráfico no cesa, y la actividad comercial tampoco, en una mezcolanza de cholas, campesinos y jóvenes. Esta calle concentra locales comerciales de todo tipo. Las colas se alargan a la puerta de los bancos, llegando a doblar la esquina. Nosotros observábamos el incesante dinamismo, sin saber si estas gentes iban a algún lugar, si esperaban a alguien, o simplemente dejaban pasar el tiempo.
[align=center] Viñetas de cotidianidad andina.






Muchas mujeres aparentaban haber nacido con una aguja de calcetar debajo del brazo, las cuales se convertían en una prolongación de sus brazos. No paraban de tejer, si siquiera caminando. Me las imaginaba durmiendo y continuando su interminable rutina punto a punto.
Los mercados callejeros se extienden casi por cualquier calle. No suelen faltar puestos de venta de fruta fresca cortada, jugos recién exprimidos, prendas de punto…..,y en especial, productos cultivados en las aldeas de los alrededores.

Huaraz es también la puerta de entrada al Parque Nacional de Huascarán, nuestro objetivo tras tomarnos el primer mate de coca y desayunar. La Cordillera tropical más extensa del mundo, 300 lagunas, 700 glaciares, 16 picos nevados de más de 6000 m de altura, flora endémica……….¡estábamos ansiosos!
La combi a Pitec no estaba ni mediada, o sea que tocaba pagar todas las plazas restantes para poder salir de inmediato. Aunque dar con ella no fue tan obvio. No todo el mundo ha visto un mapa en su vida, y mi deducción estadística es que sólo un 7% de la población de Huaraz sabe que Pitec existe, y que muy cerca está la laguna Churup, ya que, de 15 personas a las que preguntamos, sólo una tenía una mediana idea de dónde partía la combi.
La destartalada furgoneta subía a duras penas por aquella pista de tierra y piedras, que cualquiera diría que sólo es apta para 4x 4. Pero, estas combis aguantan lo que le echen.
La precariedad era una nota común en todas las casas que nos íbamos encontrando en este trayecto. Las mujeres acudían a recoger agua al río para hacer la colada dentro del cubo. Otras, labraban la tierra con arados romanos. Esos niños, no sé yo si van a la escuela.
Tras una hora de inhumano traqueteo furgonetil, pasando por el poblado de Llupa, llegábamos a Pitec, que no es más que una explanada en la cual se inicia la ruta a la laguna Churup. ¡Lo que desmoralizaba ver aquella subida nada más empezar!.
Los nevados asomaban sus cumbres blancas. A medida que ascendíamos, empezábamos a divisar la ciudad de Huaraz y la Cordillera Negra, al otro lado del río Santa que forma el Callejón de Huaylas.

La subida se complicaba porque las trepadas eran de miedo, por una zona de roca muy vertical, a pesar de la ayuda de los cables de acero. La cascada que caía desde el desagüe de la laguna añadía una pizca más de dificultad, haciendo resbaladizas las rocas. Si esto fuera una película, éste sería el momento en el que aparece un doble para interpretar las escenas arriesgadas. Pero, no era así…………….. Aunque, quizás exagero, y la mayor dificultad estaba en nuestro cansancio por pasar 2 noches viajeras casi sin dormir y por superar los 4000 m de altitud nada más llegar, sin aclimatación. A punto estuve de dar vuelta más de una vez. Pero, el pundonor vencía, al tiempo que me preguntaba por qué me metía yo en estos líos.
Al pie de los 5500 m de altura del nevado Churup, la laguna es muy bonita, como no podía ser de otra manera tratándose de una laguna glaciar. Una de las muchísimas que se han formado por deshielo de los glaciares, que en esta zona adquiere una velocidad récord.
Era nuestro primer contacto con los quenuales, arboles endémicos del parque nacional Huascarán. Se ve que estos árboles son caprichosos y se niegan a emigrar. Aunque han intentado plantarlos en otros sitios, no crecen en ningún otro lugar del mundo.


Fue una suerte coincidir en la laguna con un grupo multinacional de casi una decena de jóvenes que colaboraban en una ONG, comandados por una peruana de Caral, población de la costa central de Perú. Así, tenía acompañamiento para la deslizante bajada. Iban tan acojonados como yo, y ya se sabe….las penas en compañía se llevan mejor. Porque menudo peligro tenían aquellas destrepadas.
No creo que Caral tarde en incluirse entre los lugares de interés en un viaje por Perú. Las ruinas que están excavando ya no dejan duda de que se trataba de la ciudad más antigua de Perú, al menos encontrada hasta el momento (S. III a.C.).
Dicen que ésta es una buena caminata para “aclimatar”. Lo de “acli” no lo podemos asegurar, pero lo de “matar” es seguro.
Y de nuevo, una hora pasada de traqueteo en la combi para regresar a Huaraz, cruzándonos con cerdos, gallinas y vacas. Creo que todos mis huesos quedaron descolocados. Ésta debía de ser la combi más vieja y escacharrada de todo Perú, la misma que la de ida, que se quedó esperando. O sea que, a partir de entonces, todas nos parecían de lujo.
Cena: Restaurante Trivio, en Huaraz. Papas a la huancaína, ají de gallina, lomo saltado, torta de chocolate con crema inglesa y dulce de leche (una bomba de calorías, imposible terminarla). Todo rico.
Hotel en Huaraz: La Suiza Peruana. Cerca del centro, pero en una calle tranquila. Habitaciones sencillas, aunque con todo lo necesario, y vistas a las montañas desde la planta superior. Buen desayuno. Destacadísima atención por parte de Isabel, la recepcionista, siempre dispuesta a ayudar con eficacia y permanente sonrisa.

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