Tras volar con Ethiopian (una compañía que tiene malas valoraciones pero que fue puntual y con una buena comida), atravesábamos el aeropuerto de la capital donde te miden la temperatura al llegar desde lejos. Si llego a tener fiebre en ese momento no sé donde habría acabado…
Allí instalados nos dedicamos a dar un paseo por el centro. Esos días tuvimos la “suerte” de coincidir con la visita de Obama, por lo que la ciudad se bloqueaba, la seguridad era exagerada (la primera vez que me pedían el pasaporte la policía por la calle) y todo era mucho más lento.
Mezquita de Nairobi
Interior de la Catedral de Nairobi
Pudimos visitar, por fuera, la mezquita Jamia donde no nos dejaron entrar pues estaban rezando, la Keniatta Avenue donde se te acercan bastantes chicos a ofrecer sus safaris y demás, algo pesados la verdad. Y esa misma noche, por supuesto, cenamos en el famoso restaurante Carnivore. Durante años allí se pudo comer todo tipo de carne, pero eso ya no es posible. Lo más exótico que pruebas ahora es el cocodrilo, el resto como se trata de animales prohibidos en la caza, no los catas. Eso sí, muy buen ambiente carnívoro.
Restaurante Carnivore
Al día siguiente comenzábamos el safari. Encontrar la compañía con quien hacerlo es vital y conlleva mucho trabajo con antelación. Es la gran duda de los que vamos para allá.
Lagartija keniana
Tras ver múltiples opciones de agencias locales online y sus exagerados precios, nos decidimos por FFA: Friends For Africa (www.friendsforafrica.com), una pequeña empresa ubicada en Nairobi que organiza safaris por el país, gestionada por una valenciana y que nos ajustó el precio al programa que le pedimos, dándonos muchas facilidades y que, sobre todo, dedican parte del dinero conseguido a fines sociales en aquél país.