Desde el Nakuru hay ocho largas horas de coche hasta el Mara, siendo la última hora de camino sin asfaltar y de noche, pero que nos permitió ya ver chacales y algún dik dik.
En el Manyata Camp, ya alojados en tiendas, disfrutamos de su comedor frente a la sabana, de lo más espectacular.
El Mara es un parque enorme. Y por lo que leí mucha gente ha podido ver multitud de animales, entre ellos los big five. Y la gran migración de ñus. Pero para nosotros fue una decepción. Sí vimos las largas filas de ñus cerca del río Mara, pero pasamos muchas horas en el vehículo y no logramos ver lo que esperábamos.
El Parque estaba bastante seco y, como siempre, la combinación de suerte y un buen guía, es fundamental. Nosotros no tuvimos suerte. Eso sí, bichos se ven y muchos: miles de ñus, leonas con sus cachorros...
Largas filas de Ñus
leones machos que se acercan y cuando piensas que se van a pelear…van y se achuchan porque son hermanos...
cebras, gacelas, topis, elefantes, pumbas, cocodrilos, patos, waterbucks, elands, gallinas azules, mangostas…
En el Mara recomiendo acercarse al puente New Mara, un espacio donde puedes bajar a comer (y donde un mono vervet me robó mi bolsa de comida traicioneramente y se la comió mientras me miraba).
El monito ladronzuelo se come mis patatas
Pero lo mejor es que puedes dar un breve paseo por las orillas del río, acompañado por un ranger con escopeta, y donde los hipopótamos te observan desde el agua sin perder detalle.
Los hipos te vigilan sin cesar
Para finalizar la jornada nuestra furgo pinchó. Y fue un buen momento, tener que bajarse en pleno atardecer sobre la sabana del Mara, y poder andar un poco (sin alejarse mucho claro) con el sol rojizo poniéndose de fondo.
Atardecer sobre el Mara
Al día siguiente, pronto en la mañana de camino hacia el próximo Parque, hicimos primero una visita a un poblado Maasai, donde vivía uno de los guardianes del campamento. Allí pudimos ver cómo y dónde viven (estábamos solos nosotros con ellos), el interior de sus calurosas casas de barro y excremento de vaca, sus tímidos niños, su ganado y hasta cómo hacen chanclas con restos de neumático. El baile que realizan cuando reciben visitantes de otros poblados o cómo hacen fuego con unas maderitas. Eso sí, por si alguien lo sabe aún, los maasais acuden raudos al dinero y no pierden oportunidad de hacer negocio. Mi reloj se quedó allí a cambio de unas pulseras suyas artesanales.
Moto maasai