Hoy es lunes y aprovechando que no es fin de semana, decidimos visitar los lugares más típicos de Kyoto para así buscar evitar las muchedumbres de domingueros nipones. De nuevo madrugón y de nuevo a nuestra estación de buses a por el pase de un día (ya sabéis, 500 yens y viajes ilimitados, incluso hay máquinas expendedoras en los andenes donde se venden) Por cierto, no sé si os lo he contado pero en cada andén indica en inglés los lugares, con especial incidencia en los puntos turísticos, a donde van los diferentes autobuses. En la cabecera de los buses también lo indica. Hoy vamos a aplicar de nuevo lo que os conté de no usar sólo los buses turísticos, y si bien el ideal para ir hasta Kinkakuji-michi (Yoshiriiiiinnnn..) es el 101, el hecho de que falten casi veinte minutos para el siguiente hace que nos subamos al 205, que llega ya y que también va al Pabellón Dorado. En este bus nos vamos a dar cuenta de que en Japón, cuando no son piojos son pulgas y si bien hoy no vamos a tener marabunta dominguera, la tendremos estudiantil.
Bajamos en la parada y enseguida se encuentran los indicadores de entrada al templo. Otra peculiaridad que llama la atención de los templos y lugares de interés en Japón es que a diferencia de Occidente, no están a la vista generalmente. Por ejemplo, tú pagas por visitar una catedral, pero la catedral suele estar bien a la vista, en medio de la ciudad. En Japón lo que nos hemos encontrado es que los templos están ocultos a la mirada de los gorrones que se quieren ahorrar el ticket de entrada, hay que ver lo listos que son los monjes budistas.
Bueno, pues ya estamos haciendo cola junto a varios cientos de estudiantes perfectamente ordenaditos dentro de un caos controlado, sin follones y siguiendo las indicaciones de los maestros, el templo todavía no ha abierto pero lo hace pasados cinco minutos. ¿Os he contado ya lo enfermizamente puntuales que son estos nipones y que me encanta porque yo soy igualito? Pues allá vamos, el día de hoy nos saluda con un sol esplendoroso y ello hace que conforme entramos a ver el templo nos llevemos el primer gran impacto visual al ver el pabellón de retiro convertido en templo tantos años atrás, sencillamente corta la respiración.
Recordad niños que el pabellón actual es sólo parte de un templo formado por varias construcciones más y que incluye, como no, un bonito jardín y un estanque con cascada y todo. El pabellón en sí además es una reconstrucción ya que el original fue destruido por un monje majareta. Al salir del templo el Lorenzo casca que da gusto, así que compramos unas bebidas, yo me arriesgo con una que es una maravilla, un descubrimiento que recomiendo a todos los que visitéis el país, agradable y refrescante.
Bueno, pues una vez repuestas las fuerzas salimos del templo y de nuevo bus hasta el Ryoanji. Este templo es archiconocido por su jardín de piedras con tropezones de rocas enormes, quince cacho piedros que navegan en un mar de grava más o menos blanca. También es famoso porque se llena de gente inmediatamente, la zona de observación de las rocas es pequeña y porque está en obras. Curioso, porque en este viaje hemos visto bastantes zonas de Japón en obras: el Toji, Ryoanji, Ginkakuji, Higashi Honganji, estación de Tokyo, Kiyomizu-dera.... ¿plan prever de antiguallas?
Bueno, el caso es que el significado de las rocas debe extraerlo cada observador por su cuenta (manda carajo) y reseñar que en este templo tuvimos nuestro primer grupo de estudiantes que, profesor mediante, nos pidieron que nos hiciéramos una foto con ellos, algo a lo que accedimos con gusto.
Tras la visita decidimos ir andando hasta el Ninnaji, al fin y al cabo es cuesta abajo y el tiempo acompañaba bastante bien. Ninnaji es un grupo de edificaciones, casi todas se pueden visitar de manera gratuita y merece bastante la pena. Es un punto famoso para la observación del hanami (florecimiento del cerezo) especialmente por los cerezos Omuro, y otros edificios como una pagoda de cinco plantas, una puerta de entrada enorme (aunque me gustó más la de Chion-in) y varios halls bastante espectaculares (je, hay uno que se llama Mie-do) lo convierten en una gran visita.
A la salida, de nuevo bus y nos llegamos al Myoshinji. Aquí ya han desaparecido las muchedumbres, se nota que es un lugar mucho menos popular entre los turistas y es una pena y una suerte, porque te permite verlo con tranquilidad y porque mucha gente se pierde una gran atracción. De nuevo estamos ante un conjunto de templos y subtemplos, la mayoría cerrados al público pero que dan un ambiente muy especial, de nuevo la sensación de estar en el Japón antiguo. Incluso hay un colegio dentro del complejo con un gracioso grupo de Jizos en la puerta. Para llegar a lo más interesante no hay más que seguir la avenida principal hasta el extremo sur, donde se abren varios halls que admiten visitas y algunos jardines realmente espectaculares.
Este complejo de templos (vaya una pasada de complejos) está en las montañas al sudeste de Kyoto, queda fuera de la ciudad pero está bien comunicado. Sales del metro en la estación de Daigo y o bien subes la montaña unos quince minutos o tomas un bus local que te deja en la puerta en cinco. Optamos por esto último y al entrar sacamos una entrada combinada para poder visitar el Sanpo-in y otro templo más del que no recuerdo el nombre. El Sanpo-in fue utilizado por Toyotomi Hideyoshi para una fiesta de hanami en el siglo XVI y tiene un jardín de gran belleza, con rocas como las de Ryoanji y una casi total ausencia de turismo. El estilo arquitectónico recuerda el Daikakuji y también lo veremos luego en Nijo y en Nikko, en las dependencias del shogun. La pagoda de cinco alturas de este templo es de la era Heian. En definitiva, un lugar muy recomendable y que nos encantó.
Este Buda reclinado que veis arriba me resultó bastante peculiar, ya que nos recordaba mucho al típico Buda tailandés pero no tanto a las imágenes más abundantes en Japón como los de Nara o Kamakura
De nuevo el metro y decidimos rematar el día en el centro de la ciudad, queremos conocer el Kyoto urbano y nos bajamos en la zona de Sanjo Kawaramachi, ya que hemos decidido cenar en el Musashi sushi, un famoso kaiten-sushi (sushi en cinta transportadora) de Kyoto. Justo cuando lo estamos buscando con la Lonely en la mano pasamos por delante de otro kaiten y una norteamericana que nos ve y que va a entrar al restaurante nos recomienda que olvidemos el Musashi, textualmente dice "el restaurante que buscáis en ese libro está justo ahí delante pero éste es más barato y mucho mejor, 105 yens la pieza por 130 del Musashi." Le damos las gracias y exploramos la zona que abunda en galerías comerciales cubiertas, mucha juventud y algarabía.
Y hablando de algarabía y comercio, os presento a mi amigo Tanuki, una figura típica del humor y el folklore japonés, una especie de mapache (podeis buscarlo en wikipedia) que se caracteriza por su facilidad para meterse en todo tipo de líos y aventuras. Se le suele ver en la puerta de los comercios ya que porta un libro de contabilidad en una mano (y una jarra de sake en la otra) y se le considera un buen augurio para los negocios. Por cierto, que eso que tiene entre las piernas son los testículos. No comment.
Hago aquí un inciso para hablar de algo que nos ha llamado tanto la atención de la juventud japonesa (sobre todo de ellas) que nos ha hecho ponerlo en el título del diario: las chonis. Una choni es el femenino del jincho, o cani, o poligonero, o Luisma de Aída o como lo queráis llamar. No deja de ser llamativo lo muchísimo que se cuidan las japonesas: van siempre perfectas, se maquillan en el metro o en la Yamanote. Yo he visto a varias sacar de su bolso, en pocos minutos: un rizador de pestañas, máscara de pestañas, toallita para el sudor, polvitos de maquillaje, retoque de la raya, de nuevo toallita para el sudor, más maquillaje, etc. Mi mujer se estresaba de verlas... Eso sí, las uñas es lo que más llama la atención, y de ahí el apelativo de chonis: unas uñas imposibles, llenas de purpurina y pedruscos tan grandes como lentejas (no exagero ni lo más mínimo, lo prometo) que hacía que parecieran garras de alguna alimaña, un gusto exagerado por lo llamativo... Resultaba bastante cómico-erótico y explica la mitomanía de muchos occidentales con las chicas orientales. Aunque eso sí, ausencia total y absoluta de desarrollo físico, es como si con 20 tacos no les hubiera venido su primera menstruación, no tienen cuerpo.
Bueno, pues vuelvo al relato. La zona como decía está llena de tiendas y vistos los precios, es un buen lugar para comprar recuerdos. Son varias galerías encadenadas y andando andando llegamos al mercado de Nishiki aunque a esas horas ya empezaba a decaer y teníamos decido verlo otro día por la mañana, con más vida. Para cenar decidimos hacer caso de nuestra "amiga" yanki y nos metemos al restaurante, una gran decisión. Para los que querais encontrarlo, buscad en la entrada de las galerías Sanjo, seguid las indicaciones de la Lonely para el Musashi y buscad este logo (el nombre no está en cristiano):
El local es el que tiene a dos Kappas (geniecillos medio tortugas y que antes eran malos pero que ahora son de lo más kawaii para los nipones) en el cartel.
Tuvimos algún problemilla ya que no sabíamos cómo funcionaba el local, pero en seguida nos ayudó un comensal vecino: hay vasos y grifos para ponerte té, el sushi lo vas cogiendo conforme te apetezca de la cinta transportadora y delante tienes una pantalla táctil donde encargas algún tipo en concreto de sushi si ves que tarda en aparecer por la cinta. Además estas raciones tienen el mismo precio y te las trae un Shinkansen que pasa por una cinta superior y que se para justo delante tuya, una pasada. Cuando has terminado, le das a un pulsador rojo de la misma pantalla y una camarera viene, te cuenta los platos y vas fuera, donde te cobran. Sencillito y rápido, y muy barato y rico.
Pues bueno, terminamos el día y de vuelta a la estación, vamos a reservar los billetes para mañana que toca Himeji y Miyajima. Las reservas las llevo esquematizadas (fecha, hora, número de tíckets y número de tren) con lo que la empleada de la ventanilla acaba en un plis, vuelta al ryokan no sin antes comprar el desayuno de mañana en el Lawson y a dormir... Buenas noches, corazones.