Hoy es el día previsto para nuestro traslado a Edimburgo y también el día que los trabajadores de los ferrocarriles de Reino Unido tienen pensado hacer huelga. Afortunadamente nos habíamos dado de alta en Scott Rail y un sms nos ha puesto en alerta. Moraleja: nos vamos en la lanzadera 900 de Citylink y las libras que nos ahorramos con el cambio, solo nos ha constado 7,00£ cada uno, las invertimos en un taxi para ir a la estación de autobuses.
Esta vez nos alojamos en Ibis Edinburgh Centre South Bridge, junto a la Royal Mile. La verdad es que es un poco caro, pero estos días los precios del alojamiento en Edimburgo están por las nubes.
Ha llegado el momento de retomar las calles que paseamos el primer día en Escocia. ¡qué lejos parece!
El Old Town, la ciudad vieja, está declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En los siglos XVI y XVII, Edimburgo se articulaba en torno a la Royal Mile y sufría un grave problema de superpoblación, que favoreció la construcción de precarios edificios de varias plantas donde sus habitantes se apiñaban en condiciones muy malas.
Esta calle, la Royal Mile, cruza el Old Town de punta a punta, comunicando el Castillo de Edimburgo con el Palacio de Holyroodhouse. Su longitud, 1.814,20 metros, da origen a una medida: la milla escocesa.

La mejor forma, o por lo menos eso nos pereció a nosotros, de conocer la Royal Mile es empezar por el Castillo de Edimburgo, una antigua fortaleza que se alza en Castle Hill, desde donde hay unas hermosas vistas del centro de la ciudad. Y como tres de sus cuatro lados están protegidos por acantilados escarpados, la única forma de llegar es a través de la empinada Castlehill Street.

Como a toda fortaleza con siglos de historia a sus espaldas, al castillo de Edimburgo no le falta una buena colección de leyendas, como la del Gaitero Solitario (the lone piper) que merodea por los túneles sin encontrar nunca la salida. Cuenta la leyenda que, unos siglos atrás, se descubrió que los antiguos defensores del Castillo habían excavado túneles subterráneos para conectarlo secretamente con otras partes de Edimburgo. Para saber adónde conducían los pasajes, mandaron a un joven gaitero a explorar los túneles mientras tocaba, para que desde la superficie pudieran conocer su localización. Así fue, hasta que la música cesó abruptamente. La búsqueda del joven no dio ningún fruto; jamás se le volvió a ver. Desde entonces, sin embargo, hay quien asegura oír el sonido de las gaitas, como un lamento, aflorando desde lo más profundo de la fortaleza, de los túneles donde el gaitero solitario quedó atrapado para siempre… ¡Se me han puesto los pelos de punta!
Volvamos a lo tangible: el Pórtico de Entrada al Castillo está flanqueado por William Wallace, que fue un soldado escocés que lideró una rebelión contra los ingleses, y el rey escocés Robert The Bruce, de quien ya he hablado largo y tendido.

Enseguida se llega a una calle adoquinada que pasa debajo de la puerta conocida como Portcullis Gate hasta los cañones de las baterías Argyle y Mills Mount. Desde las almenas se disfruta de excelentes vistas de la New Town y el estuario del Forth. ¡Qué gusto da pasar sin hacer colas con el Explorer Pass! Y puedo asegurar que no son cortas. El precio de este castillo, en 2015 es de 16,00£.

Una vez en el interior del castillo nos encontramos con el National War Museum of Scotland y el Monumento Nacional a los caídos de Escocia.
Y una de las atracciones es el One O'clock Gun. Todos los días, desde 1861, a la una en punto del mediodía, como su nombre indica, el General de Artillería acude a disparar un moderno cañón, que hoy en día perpetúa la tradición, aunque es más una atracción turística. En sus comienzos, el disparo del cañón indicaba la hora a los marineros y a la gente del pueblo, para que pudieran sincronizar sus relojes, si los tenían. Así que lo mejor es buscar un buen lugar para no perdernos detalle, o por lo menos intentarlo...


Atravesando la Foog's Gate se llega a la parte más elevada de Castle Rock. Allí nos encontramos el Mons Meg, un gigantesco cañón de asedio construido en Mons (Bélgica), y que fue utilizado durante la guerra contra los ingleses. Y junto al cañón se encuentra la Capilla de Santa Margarita, madre del rey David I, que está considerada como el edificio más antiguo de la ciudad. Aquí se expone el manto de la santa. Desde la terraza donde se encuentra la capilla se puede ver el Cementerio de mascotas, creado en 1840 y que es uno de los rincones más curiosos del castillo.



En la cima de Castle Rock se encuentra Crown Square, y allí los edificios más importantes del castillo, entre los que destaca el Great Hall, el gran Salón Ceremonial de Jacobo IV. Según dicen, en el castillo de Edimburgo, al rey Jacobo IV no se le escapaba nada gracias a las Laird's Lugs, "los oídos del rey", una pequeña apertura en la pared de piedra que comunicaba con el Gran Salón y le permitía escuchar, sin ser visto, las conversaciones que allí tenían lugar durante las reuniones importantes. Cuentan que siglos después, cuando el ex presidente soviético Mikhail Gorbachev preparaba su visita al Castillo en 1984, el KGB pidió que los Laird’s Lugs se tapiaran por razones de seguridad.
Aquí también se encuentra el Palacio Real, levantado en los siglos XV y XVI, que guarda "The Honours of Scotland", las Joyas de la Corona escocesa, compuesta por la Corona, la Espada del Estado y el Cetro, las joyas que se utilizaban para coronar a los Reyes escoceses. Junto a ellas se expone la Piedra del Destino o Piedra de Scone. Durante siglos, la piedra presenció la coronación de los monarcas de Escocia, hasta que, en 1296, el rey inglés Edward I la incorporó a su trono, iniciando así una afrenta política entre ingleses y escoceses por su control. Algunas historias aseguran que, en esa época, la Piedra del destino se ocultó y se intercambió por otra, algo posible si tienes en cuenta que en realidad es, a pesar de su valor simbólico, tan solo un bloque de piedra arenisca. Verídico o no, lo cierto es que siguió protagonizando peripecias. El día de Navidad de 1950, cuatro estudiantes escoceses irrumpieron en la abadía londinense de Westminster y robaron la codiciada piedra para devolverla a Escocia, con la mala suerte de que, mientras la trasladaban, cayó y se partió en dos. Tras varias andanzas por el Reino Unido, finalmente la depositaron en la abadía de Arbroath bajo la custodia de la iglesia escocesa, que la retornó a Westminster. A este insólito episodio se dedicó incluso una película, Stone of Destiny. Los escoceses tuvieron que esperar hasta 1996 para que fuese devuelta y solo abandonará el castillo el día en el que se corone un monarca en dicha abadía.


Fuera del castillo se encuentra el Scotch Whisky Experience, que ocupa una antigua escuela. Por el módico precio de 5,95£) se puede visitar este espacio multimedia donde se explica el proceso de elaboración del whisky. Cuando vimos que el mismísimo William Wallace se dirigía hacia allí, decidimos dejarlo para otro momento. También está la Camera Obscura and the World of Illusions, una colección de ilusiones ópticas que cuenta, en lo alto de la torre, con unos espejos refractores que permiten ver Edimburgo desde distintos ángulos.

Y ya es la hora de reponer fuerzas. Lo primero que hacemos es mirar en Deacon Brodie's Tavern, en 435 Lawnmarket, uno de los pubs más famosos de la ciudad, pero se nos escapa del presupuesto. Dados los precios de esta zona, lo mejor es hacer caso a lo que indican en otros diarios: nos vamos a Royal Mile Tavern, en 127 High Street. Y la verdad es que la comida no está nada mal, por no hablar de la Caledonian Best. Y por si fuera poco, tenemos camarera española.


Nuestro próximo destino es la Catedral de St Giles o High Kirk of Edinburg. Y ¿qué nos encontramos por la zona? Pues la estatua del filósofo David Hume. Normalmente siempre hay alguien frotándole el dedo gordo del pie: ¡son tantos los exámenes a los que no podemos enfrentar en nuestra vida!

Lo cierto es que aunque St Giles sea conocida como la Catedral de Edimburgo tiene ese título, ya que no tiene obispo. Aquí el predicador John Knox estableció la iglesia presbiteriana escocesa (en la nave central hay una estatua). Lo más destacable son las vidrieras del siglo XIX y las pilastras decoradas con las banderas de los regimientos más famosos de Escocia.


Pero la joya de la catedral es la Thistle Chapel, la capilla del Cardo, que es la flor nacional escocesa. Esta es la capilla de los Caballeros de la Orden del Cardo, formada por el rey o reina de Escocia y otros 16 caballeros. La sillería del coro está rematada por doseletes sobres los que aparecen los yelmos y blasones de los 16 caballeros y en mitad de la bóveda, un ángel toca la gaita.


Y sí, estas fotos han sido posibles gracias al módico precio de 2,00£ por cabeza que pagamos, porque si no no se pueden hacer fotos en el interior de la catedral.
Junto a la Catedral, en el suelo, está el Corazón de Midlothian, que marca el lugar en el que se situaba el Tolbooth del siglo XV, que, además de Ayuntamiento y Parlamento, fue prisión y patíbulo. Por este motivo, en Edimburgo existe la tradición de pararse y escupir sobre él para tener suerte. Afortunadamente, nadie lo hizo en nuestra presencia, pero, por si acaso, lo mejor es no ponerse cerca de él si sopla el viento, ni pisarlo, por si acaso los resbalones... Muy cerca está la Mercat Cross, donde los comerciantes y mercaderes sellaban sus tratos. En la acera opuesta, se encuentra la City Chambers (el Ayuntamiento), en el suelo están haciendo como un pequeño “paseo de la fama” escocés y allí se puede ver la firma y las manos de J.K.Rowling estampadas en cemento (entre otros escoceses ilustres).



Y volviendo por nuestros pasos llegamos a George IV Bridge y por ella a Victoria Street, con sus fachadas de alegres colores. Parece que J.K.Rowling se inspiró en esta calle para crear el bullicioso Callejón Diagon, en los libros de Harry Potter, lleno de comercios para los magos.

Esta calle desemboca en Grassmarket, una plaza muy animada que hoy está llena de bares y restaurantes, pero que hasta 1784 era, además de uno de los principales mercados de la ciudad, el lugar donde se llevaban a cabo las ejecuciones públicas. Aquí murieron muchos presos ahorcados por delitos o acusaciones de brujería. El Margaret Dickinson's Pub recuerda la historia de una pescadera que fue llevada a la horca, acusada de haber matado a su bebé ilegítimo. Cuando la llevaban a enterrar despertó, ya que al parecer, no había muerto y solo se había desmayado. Dado que ya había sido colgada, no pudo ser ajusticiada de nuevo. Desde entonces, la pena de ahorcamiento llevaba la coletilla de "hasta la muerte". Otro pub importante es The Last Drop, que ocupa el lugar donde los condenados bebían el último trago.


Me parece que el diario de hoy me está quedando muy tétrico, pero bueno, sigamos. Si continuamos por Candlemaker Row llegamos de nuevo a George IV Bridge. A la derecha está el cementerio de Greyfriars, que si por algo se le conoce es por la historia del perrito Bobby, que durante 14 años veló la tumba de su amo, hasta que llegó su propia muerte. Bobby se convirtió en un héroe para los ciudadanos de Edimburgo y se levantó una estatua con su imagen en el Puente. Según cuentan, la estatua miraba hacia el cementerio, pero un buen día amaneció girada. Todos sospecharon del dueño del pub (¡menuda campaña de marketing!).

Muy cerquita está The Elephant House, donde J.K.Rowling empezó a escribir Harry Potter. Al parecer la escritora vivía muy cerca de esta cafetería. Como apenas tenía dinero para pagar la calefacción de casa, se pasaba las tardes aquí escribiendo. La verdad es que no nos extraña nada que viniera aquí: con la calefacción que tiene puedes estar en camiseta de tirantes y seguir teniendo calor, y con el tamaño del té y capuccino que preparan te da para la tarde entera, seguro.


Bueno, pues el día ya ha dado bastante de sí y lo mejor es retirarnos al hotel, con cena de super, que hemos madrugado bastante. Pero es que la luz que hay no se puede desaprovechar así que vuelta a la aventura: Carlton Hill, la Atenas del Norte, nos espera. Desde aquí hay vistas de la Old Town y de la ciudad nueva, con el Castillo al fondo, así como una panorámica que permite ver Leith y la costa del Fife.
De esta zona, el monumento más importante es el National Monument, que pretendía ser una copia del Partenón, pero que se quedó a medias cuando se acabó el presupuesto. Muy cerca está el Nelson Monument, una torre en forma de telescopio, que se instaló para que desde el puerto los marineros pudieran ver la caída de una bola dorada y ajustaran sus cronómetros. Pero dado los abundantes días de visibilidad escasa, no era muy práctico, y años más tarde se empezó a dispara un cañonazo en el castillo, el One o'clock gun. Pero sin duda el más conocido es el Monumento al filósofo Dugald Stewart, que recuerda a la Linterna de Lisicrates.


Y ahora hacia el hotel, que todavía nos queda mucho viaje por delante.