LLEGÓ EL DÍA MÁS ESPERADO
Primero sonó el despertador de la mesa de luz con un chillido estridente. De haber sido para levantarme para el trabajo, lo hubiese apagado de un golpe y continuaría remoloneando hasta que sonara la alarma del celular. Pero la realidad era totalmente diferente: comenzaba el día en que pondríamos nuestros pies sobre el callejón Diagon.
Eran las 7 de la mañana. Nos levantamos sin pestañear, nos vestimos rápidamente y cargamos nuestros pertrechos. Refistoleamos por la ventana y observamos que el cielo estaba teñido de gris y algunos nubarrones furtivos amenazaban el día.
Bajamos al Bayliner y recargamos nuestro simpático vaso con leche chocolatada para tomar cuando estuviésemos en el parque. Luego nos dirigimos a la parada del ómnibus del hotel y no hubo siquiera que esperar porque había uno de ellos allí, así que enseguida abordamos. El ómnibus, ambientado como un vehículo de los 80, no demoró más de tres minutos en dejarnos en el sector de autobuses del CityWalk.

Atravesamos esta “mini-ciudad” de entretenimientos tratando de mirar todo alrededor. Teníamos pensado recorrerla en una de las noches, así que no nos detuvimos a pesar de que daban ganas de fotografiar todo. Rápidamente nos dirigimos hacia el arco amarillo que marcaba la entrada al parque. Por el puente que conducía hacia esa entrada se veía la emblemática esfera giratoria de Universal.
Sin complicaciones pudimos ingresar exhibiendo nuestros vauchers impresos. La mañana estaba bastante fresca y una leve ventisca contribuía a hacerla aún más fría, pero la ansiedad era mayor y junto al malón de huéspedes de Universal marchamos como un imparable ejército hacia la zona de Londres bordeando el lago.
Paramos brevemente en lo que sería la recreación de San Francisco y tomamos fotos ya que era muy atractivo el sector.

LA MAGIA COMIENZA
Luego nos acercamos hacia el primer elemento del mundo Potter: en la recreación de Londres estaba el autobús noctámbulo. El desgarbado guarda del autobús era igual y hablaba igual al de la película, no cabía duda de que los detalles estaban cuidados al máximo.

Había llegado el momento. Detrás de una rotosa pared de ladrillos a la que se accedía al ingresar a una edificación, se escondía Diagon Alley y la primera vista que tuvimos del callejón fue impactante, fue de las imágenes visuales más impresionantes que he tenido. Era verdaderamente como estar dentro de la película. Gente “mugglet” y “magos” pasaban sin cesar de un lado a otro.

Estuvimos un buen rato en los primeros tramos del callejón ya que no parábamos de sacar fotos y tomar filmaciones, nada era para desperdiciar. Lo primero que había era la tienda "Weasley's Wizard Wheezes" y unos metros más adelante se hallaba la de Ollivanders. La recreación era maravillosa y la ambientación con la música de las películas sonando constantemente, la hacía aún más fantástica.



Hacia el final del tronco principal del callejón, se veía el achacoso edificio de Gringotts Bank con un amenazante dragón subido encima, siempre listo para lanzar cada pocos minutos una estruendosa bocanada de fuego.
EXPERIENCIAS INCREÍBLES
Nos dispusimos a ingresar a la primera atracción de nuestra visita. Dejamos las cosas en los lockers, habiendo tenido que aprender el funcionamiento que nos serviría para las demás veces. Las puertitas se abrían o cerraban por medio de la lectura de la huella dactilar (recordar que debía ser el mismo dedo que el registrado a la entrada al parque). Después de eso, los guardianes del banco prolijamente uniformados, nos permitieron el paso. Lo que vimos fue deslumbrante: la galería central del banco era una recreación tan bien lograda que hacía que uno se evadiera por completo de la realidad y pasara a vivir ese momento de una forma muy especial. Los duendes ocupaban escritorios a ambos lados de la galería bordeada por columnas revestidas en mármol y se hallaban enteramente abocados a sus tareas administrativas. Al final de la misma, en un escritorio colocado encima de una tarima, se hallaba el duende principal, con mirada de pocos amigos hacia los visitantes. Pero finalmente permitía el pasaje a visitar el interior del banco.


Íbamos avanzando por unos pasillos en penumbras cuyas paredes exhibían cuadros de duendes famosos desde la fundación del banco y a través de las puertas de los despachos se veían siluetas caminar de un lado a otro. También había artículos de El Profeta en algunas vitrinas y diferentes esculturas.
Después fuimos testigos de un diálogo entre Bill y Griphook representados por medio de hologramas en la que explicaban la aventura que viviríamos y luego abordamos un inmenso ascensor con el que se recreaba un descenso a las profundas entrañas de las bóvedas.

Los efectos eran fantásticos y daba total sensación de que estábamos descendiendo. Una vez en las bóvedas, se abría un pasadizo bastante tenebroso y luego de subir una estrecha escalinata caracol llegamos al área donde se embarcaba en los vagones.
El recorrido ya comenzaba con adrenalina. El duende ofrece guiarnos siguiendo su vagón, pero aparece Bellatrix cierra el acceso y nos lanza un hechizo que hizo que nuestro vagón cayera casi verticalmente hacia la oscuridad total.
Fue una experiencia increíble, alucinante. La ambientación, los efectos especiales, las proyecciones 3D, las sensaciones, los movimientos del vehículo, todo junto hacían de la atracción algo difícil de explicar con palabras porque había que vivirlo. Hubo escenas inolvidables como la de las armaduras gigantes que zangoloteaban al vehículo y lo lanzan por un túnel, o la caída por una cascada al “romperse” las vías. También hizo su aparición el señor tenebroso, Lord Voldemort, lanzando la marca tenebrosa, pero siendo vencido finalmente por el dragón.
Apenas con los pies de nuevo en el suelo ya daban ganas de entrar nuevamente, pero debíamos continuar el recorrido puesto que ya seguramente habría entrado el público general y además era sábado.
Efectivamente la hora se había ido sin sentirlo. Ya era alrededor de las 11 de la mañana y decidimos recorrer un poco más del callejón. Visitamos el callejón nocturno, otra joya de la ambientación.
Después entramos a comer al Caldero Chorreante, donde según nos informó un “mago” en la puerta, aún estaba con el menú de desayuno. Pedimos uno de los combos ofrecidos, pagamos y cuando aún no habíamos terminado de apoyar en la mesa la bandera con el número que identificaba el pedido, ya estaba un funcionario allí con el mismo. Fue tan suculento el desayuno que nos sirvió a manera de almuerzo.

El próximo paso era recorrer lo que nos faltaba del callejón para luego salir de él, tomar el Expreso de Hogwarts en la estación King Cross y marchar hacia Hogsmeade. Mientras marchábamos hacia la salida ya sentíamos cierta nostalgia por el lugar desde el que aún no nos habíamos ido.
Antes de entrar a la estación, nos tomamos unas fotos en la típica cabina telefónica londinense y tocamos timbre en el número 12 de Grimmauld Place, pero Sirius no se encontraba.


Al entrar a la estación debimos mostrar las entradas Park to Park que nos habilitaban a tomar el tren para ir hacia Hogsmeade que estaba en el otro parque (Islas de Aventura). Sin inconvenientes, avanzamos por la estación también ambientada de manera tan realista que hasta había carteles anunciando las partidas y llegadas de los trenes.
Un cartel anunciaba el andén 9 ¾ y para eso había que “atravesar” la pared. Primero lo hizo mi hijo y luego yo, intercambiando la función de fotógrafo desde un punto en el que por medio de un efecto de proyección, se veía como las personas pasaban a través de los ladrillos.
Una vez en la zona de andenes, se empezaron a ver carros con maletas antiguas, los guardas con el característico uniforme y otros elementos que aparecían en la película. Y minutos después, la humeante locomotora del Expreso de Hogwarts hizo su arribo a la estación. Era una reproducción cuidada en todo detalle.

El interior de los vagones tampoco se quedaba atrás. La decoración de los pasillos y de los compartimientos era exacta. Cuando el tren se puso en marcha, por el lado de las ventanillas se reproducía el trayecto por medio de filmaciones y por detrás de las puertas del compartimiento transitaban las siluetas de personajes conocidos y hasta de un dementor!
El clima estaba mejor cuando bajamos, ya no estaba la amenaza de llovizna y hasta bromeamos con que el tiempo feo era en Londres.

La primera vista de Hogsmeade también fue de un gran impacto visual, se veían las construcciones con sus empinados techos nevados a través de una gigantesca arcada que daba la bienvenida al pueblo. Indudablemente la fantasía nos había envuelto de tal forma que de la realidad ya nos habíamos olvidado hacía horas. Todo había superado nuestras expectativas.


Había mucha gente ya a esa hora y por esa razón hicimos una recorrida rápida, aunque era algo casi imposible de lograr porque no podíamos escapar a pasar de largo sin mirar todo. La idea era primero ir hacia el castillo para hacer la atracción de Forbbiden Journey.



La cola por dentro del castillo era una atracción en sí misma ya que el recorrido incluía varios de los lugares emblemáticos de Hogwarts. Pasamos entre otras, por la sala común de Gryffindor, el invernadero, por el salón de Defensa contra las Artes Oscuras, por el despacho de Dumbledore donde se podía ver el pensadero y por la sala de cuadros con la infaltable Dama Gorda. Los decorados, el mobiliario, las ventanas con sus vitreaux y todo cuanto se podía ver era lo mismo que aparecía en los filmes.
Luego de que el Sombrero Seleccionador explicara aspectos de la atracción, pasamos a un recinto inmensamente grande: era la zona de embarque. Las sillas de la atracción dispuestas de a 4 mostraban un continuo bajar y subir de los visitantes. Y el ritmo debía ser así ya que las sillas no paraban, sino que aminoraban su marcha y debíamos acercarnos a ellas a través de un piso que también se movía como una cinta transportadora para acompañar el movimiento de los vehículos.
El final de un breve conteo regresivo significó el verdadero arranque del raid. El movimiento de las sillas, sumado al hecho de estar con los pies colgando hacía muy real la sensación de estar volando junto a Harry por encima del castillo escapando de un malhumorado dragón. Todas las escenas, mezcla de imágenes con escenografía y efectos especiales daba a la atracción una sorprendente espectacularidad.

Esta es la foto que nos tomaron durante el recorrido
Nos vimos metidos en las entrañas del bosque prohibido, en las cavernas de Aragog y luego inmersos en medio de un partido de Quidditch contra Slytherin. Luego seguimos a Harry hacia la profundidad de una cascada y finalmente llegamos nuevamente al castillo sobrevolando el lago luego de escapar de un dementor. Fuimos recibidos por el director y demás alumnos con vítores y aplausos y terminamos saliendo a través del pensadero. Lo triste era que había terminado el raid y hubo que bajar de las sillas tan rápido cómo habíamos subido. Realmente daban ganas de quedarse allí sentado para dar otra vuelta. Intercambiamos unos pocos adjetivos en el trayecto de salida ya que aún no habíamos reaccionado totalmente de la maravillosa experiencia y era difícil expresar con palabras lo vivido.
Era ya comenzada la tarde, no habíamos salido aún de la zona de Harry Potter pero sentíamos que lo que habíamos experimentado hasta ese momento ya había justificado la entrada.
RETORNO A STUDIOS
Al salir del castillo pudimos apreciar unas vistas del parque Islas de Aventura desde el puentecillo de madera que unía el mundo de Harry con el mundo jurásico. Nos pareció fantástico, pero allí volveríamos el lunes, por lo cual recorrimos Hogsmeade un poco más detenidamente antes de volver a Londres utilizando de nuevo el tren.

Una vez de regreso a Universal Studios, nos dirigimos a Transformers. Había bastante espera pero decidimos hacerla ya que era una atracción en la cual teníamos mucha expectativa. Hicimos la cola a través de una ambientación basada en las películas. A pesar de que no soy seguidor de las mismas y no conozco la historia ni los personajes, daba igualmente la sensación de estar dentro de un mundo cibernético.


Y la atracción también superó lo esperado. Eran proyecciones 3D ambientales donde los robots se desintegraban en terribles luchas y los pedazos parecían caernos encima. El sonido acompañando las escenas y la gran variedad de movimientos del carro junto a su velocidad, hacían que nos sintiéramos en medio de esa despiadada batalla. Hubo una escena inolvidable como la que nos lanzó a toda velocidad por una avenida esquivando autos y pedazos de robots. El efecto sensorial logrado es literalmente indescriptible porque no es posible explicar con palabras algo así. En definitiva, otra atracción imperdible.
Como la espera de La Momia superaba una hora, nos metimos en la larga cola para los Minions.
La atracción se basaba en un simulador que mezclaba una proyección 3D en una pantalla gigantesca de altísima definición con movimientos de los asientos dispuestos en grupos de no más de veinte. El aspecto general era como si fuera una sala de cine, pero cada grupo de asientos se movía independientemente en coordinación con las imágenes.
Las imágenes tenían tal definición que más que cine parecía un teatro, ya que cuando se apagaron las luces no se veía pantalla alguna, sino que parecía que los inquietos Minions estuviesen correteando delante de nosotros. Después hubo escenas con espectaculares persecuciones a través de lugares de fantasía mezcla de coloridas montañas rusas con videojuegos en los que aparecen sinuosas cañerías y plataformas. Un verdadero deleite para la vista y muy bien logradas las sensaciones de velocidad y caídas.
Continuamos recorriendo la recreación de Nueva York. Allí nos metimos en Terminator que era una de las atracciones más viejas, una mezcla de película 3D con actores en vivo que interpretaban a los personajes e interactuaban con la proyección y con efectos especiales de humo y rayos hechos en el propio escenario. Estaba buena, lo que sucede es que luego de tanta tecnología aplicada en las atracciones, esta parecía demasiado simple.

Al salir de allí desplegamos nuestro ajetreado mapa para ver donde quedaba ET al tiempo que decidimos que al otro día recogeríamos otro para nuestro set de recuerdos ya que este seguramente terminaría partido en varios pedazos.
Era la atracción más vieja del parque luego de la desaparición de Tiburón. Estaba basada más en la escenografía que en la tecnología ya que no había ningún tipo de proyecciones ni efectos. Era muy buena la idea de recrear las bicicletas voladoras mediante vehículos tipo sillas colgantes y especialmente la escena donde se veía el cielo estrellado arriba y una ciudad iluminada abajo.
Si bien no tiene la espectacularidad de las nuevas, valía la pena porque es histórica y es un ícono del parque, y afortunadamente la dejaron como era sin modificarla. Es una atracción que da una gran sensación de paz de la mano de uno de los personajes más tiernos del cine.
Atravesamos Springfield ya con la tarde agonizando y fuimos hasta Hombres de Negro pero ya se encontraba cerrada. Así que cruzamos un puente panorámico y sacamos unas fotos nocturnas frente a las construcciones de Londres ya iluminadas.
Luego bordeamos el lago, atravesamos la zona de Hollywood y nos dirigimos a la puerta de salida.


DE NUEVO “EN CASA”
El ómnibus del Cabana nos condujo rápidamente hasta el hotel. Era hora de darnos una buena ducha, cambiarnos y comunicarnos por Skype con Montevideo desde la habitación. Luego tomamos nuestro inseparable vaso y marchamos hacia el Bayliner. Esa noche comimos unas deliciosas pizzas y luego jugamos otro intenso partido de tejo. Al regreso a la habitación y antes de dormir, conectamos la cámara al televisor y miramos las fotos obtenidas en la jornada.
