Domingo 9 de octubre de 2016
De nuevo madrugamos, nos levantamos a las 7:30, a las 8:00 estamos desayunando. Como siempre, cuando termino de desayunar salgo a fumar un cigarrillo, y descubro que el local que hay frente al hotel es una panadería, así que decidimos que los días que nos restan desayunaremos en nuestro apartamento, ya que la panadería abre a las 4:00, sin problema para comprar pan recién hecho por la mañana. Además coincido en la puerta del hotel con un grupo de estudiantes españoles que se están agrupando para visitar Colmar. Son un instituto de Navarra que han ganado un concurso, a nivel europeo, sobre instituciones europeas y les han regalado un viaje a Estrasburgo, que ellos han ampliado para visitar Colmar.
Subimos, tras desayunar, al apartamento, hay que lavarse los dientes y coger las mochilas. Nuestro recorrido hoy se centra, casi en su totalidad, en la ruta de los vinos:
1.- Haut-Koenigsbourg.
2.- Ribeauvillé.
3.- Riquewihr.
4.- Kaysersberg.
5.- Niedermorschwihr.
6.- Katzenthal.
Como siempre, en principio, había un par de paradas más en nuestra ruta, pero tras consultar con el personal de recepción se cayeron dos de los pueblos de la lista, de nuevo un acierto, ya que con esta lista se ajustó el tiempo bastante bien a nuestro tiempo.
1. Haut-Koenigsbourg.
Comenzamos el día tomando la autovía hacia el castillo de Haut-Koenigsbourg. Según dicen, este es el castillo en que se inspiró Disney para diseñar el del cuento de "La Bella Durmiente". Estamos comprando las entradas a las nueve y algo, el día está triste, hay niebla y chispea a ratos. Las vistas de toda la región de "Los Vosgos", que según dicen son espectaculares desde el castillo nos las perdemos, pero con la niebla tiene un encanto especial. recorremos todas las salas del castillo, nos lleva entorno a una hora, es precioso.
Tras dejar atrás la visita a Haut-Koenigsbourg programamos el GPS hacia Ribeauvillé. Vamos circulando, entre lomas inundadas de viñedos, hasta llegar a la villa.
2. Ribeauvillé.
Al llegar, lo primero que encontramos es la zona de aparcamiento de pago, la vamos rodeando, y ante nuestra sorpresa, nos encontramos, justo al otro lado de un edificio que hay al final del parking de pago unas calles con el aparcamiento libre, así que estacionamos el coche y nos dirigimos a la oficina de turismo, donde nos facilitan el plano de rigor con la ruta sugerida, que, como siempre vamos siguiendo.
Este pueblo, de momento es el más grande que hemos visitado hasta el momento, quizás sea del tamaño de Obernai. Vamos paseando por sus calles y plazas. A las espaldas del pueblo hay un monte con un castillo en su cima, lo que da un encanto especial a las vistas hacia ese lado del pueblo.
Está empezando a despejarse, pero aún hace bastante frío, así que, al comenzar el recorrido compramos algo típico de la zona, un vino caliente con especias, no somos, ninguno, de vino, pero habrá que probar las cosas de los sitios, además la mañana invita a calentarnos. Con nuestro gusto, poco acostumbrado a estos menesteres distinguimos, aparte del vino dulce, clavo y canela, está más aderezado, pero se nos escapan el resto de las especias.
Nos vamos perdiendo por sus callejuelas, como nos pasó en Obernai, saliendo y volviendo a entrar en el camino sugerido.
El pueblo es precioso, tiene una gran iglesia protestante al lado de otra no menos grande católica de estilo gótico.
Esta villa es preciosa. No sin motivo, Nuria afirma que este es el pueblo que más le ha gustado de todo el viaje.
3. Riquewihr.
El día sigue tonto, al igual que nos ha pasado en Haut-Koenigsbourg y en Ribeauvillé sigue nublado la mayor parte del tiempo y chispeando a ratos. De nuevo, a la llegada al arco de entrada al casco antiguo del pueblo todas las calles están marcadas como estacionamientos de pago, así que nos damos la vuelta y aparcamos en la primera que no está señalizada como aparcamiento de pago. Lo cual, al igual que en casi todas nuestras paradas anteriores, no supone ningún gran problema, en cinco minutos estamos flanqueando el arco que da entrada al casco antiguo. Esta vez soy yo quien se queda impresionado por la belleza que se muestra ante mi.
Es una calle pendiente, adoquinada, toda entera de arquitectura popular de la zona, me siento como si acabase de traspasar las murallas de una ciudad medieval.
En este pequeño pueblecito, además de los restaurantes, que inundan toda la ruta del vino de Alsacia, a la entrada, a mano derecha encontramos una galería con puestecitos. Así que, para variar, decidimos probarlos, unos bocatas de un puesto, unos crepes de otro unos cafés más allá y nos damos por almorzados.
Continuamos subiendo la calle principal y a cada paso descubrimos nuevos rincones, cada cual con su encanto especial. Que sí el patio de una casa reconvertida en restaurante, que si el patio de otra, que aún sigue siendo una bodega. Todo es precioso.
Flanqueamos otro arco, como de una segunda puerta en una segunda muralla. y seguimos subiendo. Yo voy todo el rato boquiabierto. Me encanta.
Cuando llegamos a la parte más alta del pueblo decidimos bajar por las calles adyacentes, por paralelas a la principal, y nos damos cuenta de que hay algo común en todos estos pueblecitos, una vez te sales del recorrido que te marcan, esa arquitectura que llena de encanto las calles y te hace sumergirte en los sueños de los cuentos de tu infancia, desaparece casi por completo. De manera que volvemos a regresar a la calle principal con la primera perpendicular que hayamos.
Terminamos de bajar la calle principal volvemos a atravesar la puerta de entrada al casco antiguo y nos despedimos de Riquewihr.
Tengo que recalcar que, a mi, ha sido el pueblo que más me ha gustado de todo el viaje a Alsacia. La impresión que me entró al atravesar la puesta de entrada a la villa aún la tengo tatuada en el alma. Pienso que la pendiente constante tiene bastante que ver con mis sensaciones, y, por supuesto, lo cuidado de la calle principal.
4. Kaysersberg.
Continuamos conduciendo atravesando una sucesión de pueblecitos y aldeas hasta que el GPS nos indica que hemos llegado. Este pueblo es medianito, todas las calles que rodean el casco antiguo, ¿lo podéis imaginar?... aparcamientos de pago. seguimos rodeando el casco antiguo. A la parte de arriba del casco antiguo damos con una calle, con aspecto de zona residencial, que no está marcada como aparcamientos de pago, así que estacionamos allí.
El tiempo ha empeorado, la lluvia aprieta. La App de turno del móvil nos informa de que la lluvia no cesará hasta las cuatro y media, así que permanecemos en el coche un buen rato.
Sobre las tres y algo escampa un poco y Nuria, ya harta de estar encerrada en el coche decide que nos vamos a visitar la villa. Lo cual resultó un error al final.
Otro precioso pueblecito de arquitectura popular alsaciana y, como todos los demás, sin nada que ver con el resto. Unas casas preciosas. Unas calles con un encanto que, de nuevo, nos transportan a los países de los cuentos.
Y como en la mayoría de los pueblos cada casa es un restaurante, un hotelito, una tienda de souvenirs, una bodega...
Este pueblo, también es medianito, aproximadamente como Ribeauvillé, y también, como éste, tiene una zona restaurada bastante a tener en cuenta. Kaysersberg cuenta con el encanto añadido de que hay un riachuelo que atraviesa el pueblo, partiéndolo en dos.
Tras cruzar el río, en una de las innumerables tiendas nos encontramos un señor que da a probar un producto similar, por no decir que son, a las almendras garrapiñadas, y otro que da muestras de quesos y bizcochos. Paula no se puede resistir y nos convence de que le compremos un paquetito de almendritas.
Y, desde ese momento comienza nuestro desastre de Kaysersberg. Vuelve a llover, y aprieta por momentos, nos ponemos los impermeables. Paula, Noelia y yo parecemos tres preservativos, ya que los impermeables son de poncho.






Terminamos la visita a Kaysersberg como buenamente se puede. Esto es empapados. Volvemos al coche y programamos el coche para ir a Katzenthal.
Como sigue lloviendo decidimos eliminar de la ruta Niedermorschwihr. Y nos dirigimos a Katzenthal. Esta es una aldea que no tiene nada de especial. Es una aldea de viñedos sin nada especial que ofrecer, ni en arquitectura, ni monumentos, ni un casco antiguo... pero, en uno de los diarios de viaje leí que tiene un restaurante con marionetas automatizadas. La idea en Katzenthal era, simplemente cenar en Caveau-Winstub Bacchus.
El GPS se ha debido de volver loco, nos está metiendo por una serie de "carreteras", si se pueden llamar así, por las que solo vemos viñedos, en las que cruzarse con otro vehículo resultaría bastante difícil. Tras quince minutos en los que nos sentíamos totalmente perdido llegamos a la aldea. Ahora toca buscar el restaurante. Hecho, nos bajamos del coche Paula y yo, cruzamos la carretera, mojandonos, y encontramos que la puerta está abierta, entramos y, una señora con pinta bonachona, nos indica que está cerrado. De nuevo nos hacemos comprender a trompicones y salimos de allí con mesa para las siete y media.
Volvemos al coche. E intentamos programar el GPS para una pista de patinaje que hemos leído un anuncio en el plano turístico de Colmar. Digo intentamos ya que conseguimos encontrar un pabellón de deportes cubierto en una zona que parecía zona universitaria, pero nadie nos sabía dar ninguna indicación de donde se hallaba la pista de patinaje. Así que, algo contrariadas, Paula y Noe se quedan sin patinar.
Volvemos a programar el GPS para volver al hotel. Nos vamos a la piscina un rato Paula, Noe y yo. Al salir de la piscina aprovechamos y nos duchamos allí, directamente. Con lo que al volver al apartamento, aunque Nuria estaba un poco ofuscada, se tranquilizó al comprobar que ya sólo nos faltaba vestirnos. Nuria se había quedado en el apartamento descansando un rato. Yo creo que se recreó en la ducha.
5. Katzenthal.
Nos vestimos para la ocasión y ponemos GPS rumbo a Katzenthal. hacia Caveau-Winstub Bacchus. Al llegar nos indican que podemos elegir entre dos mesas, una en un rincón, al fondo del establecimiento, y otra en un rincón, a la entrada esta vez, pero al lado de uno de los escenarios de marionetas. Estaba cantado, nos quedamos con la segunda. Pedimos, otra vez tartes flambées para las niñas, Nuria se pidió backeoffe, algo que aún no habíamos probado, pero que resultó tener una merecida fama, buenííísimo. A mi no me preguntéis qué pedí, me pedí el menú del día, ni recuerdo como se llamaban los platos, lo que os puedo asegurar es que estaba delicioso.
Tras servirnos las bebidas, de nuevo agua, refrescos y buena cerveza alsaciana, las niñas se levantaron para echar un vistazo a la decoración del restaurante. Nuria y yo nos quedamos refrescandonos, ella con su refresco y yo con mi cerveza, admirando la estructura del salón. Es una casa de campo antigua, totalmente restaurada pero conservando todo el sabor a antiguo, con todas los vigones y pilares de madera a la vista, el sitio es precioso y la poca iluminación le da un aire más añejo aún. cuando vuelven las niñas, justo, comienzan las marionetas, además empezamos por las que teníamos justo al lado. Las marionetas tienen una serie de automatismos que hacen que se muevan coordinadas con una música y una historia que se va oyendo de fondo. Nos encantó. Al poco de terminar el nuestro comenzó a funcionar un segundo escenario de marionetas que se encuentra algo más en el centro del local, en alto. Las niñas se fueron a verlo. Cuando volvieron ya nos habían traído la comida. Cenamos muy bien en un establecimiento muy agradable. A medio cenar comenzó, de nuevo, a funcionar el escenario que teníamos al lado.
En fin Katzenthal, al menos para mi, resultó una muy agradable velada por setenta y algunos euros.
De vuelta al hotel y a descansar, que ya es tarde. Pero antes, les encargo a Paula y Noelia un trabajito, ellas serán las encargadas de organizar el día siguiente. El lunes hemos decidido dedicarlo a Colmar, como estamos alojados en esta ciudad tienen numerosos folletos publicitarios y planos de la ciudad. Se ponen manos a la obra, cada una diseña un recorrido con lo que quiere ver y visitar y después lo ponen en común. Así que mañana día de niñas.