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Yungay, la cumbre de la nación

Yungay, la cumbre de la nación ✏️ Diarios de Viajes de Peru Peru

Mientras más pasan los días, la misma gente te va diciendo ¿fuiste a tal parte? ¿subiste al…? Al saber que eres turista, parece que se transforman en una guía Michelín. Están muy orgullosos de todo el turismo que tienen. Les agradezco nuevamente...
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Diario: La cintura cósmica del Sur

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Mientras más pasan los días, la misma gente te va diciendo ¿fuiste a tal parte? ¿subiste al…? Al saber que eres turista, parece que se transforman en una guía Michelín. Están muy orgullosos de todo el turismo que tienen. Les agradezco nuevamente por los comentarios, y espero que los cerros que están cerca de sus casas, más vale que sean pirámides y no volcanes.

Los peruanos y viajeros extranjeros están muy preocupados este año por el fenómeno climático de El Niño, que, en esta ocasión, debido a la intensidad de las lluvias, se le ha denominado “Niño Godzilla”; así que no se sabe qué parte de los planes que se traen para recorrer el país se van a cumplir y cuáles no; a cada rato se escucha en los medios de comunicación “el Niño Godzilla hizo esto , el Niño Godzilla hizo esto otro”, “el Niño Godzilla hoy se levantó con ganas de ir al baño…”.

Estoy visitando la Región de Ancash y en el camino me he enterado de una tragedia cuyos restos se pueden visitar y comprender así la increíble fuerza destructiva que la naturaleza puede desplegar. Así que el Niñito Godzilla no es nada comparado con el terremoto y posterior aluvión de 1970, el peor en la historia del país, quesepultó pueblos enterosen Ancash, la región que estoy visitando, y se cobró más de 70.000 víctimas. La ciudad de Yungay, la antigua, puesto que la de ahora es producto de una nueva fundación, tenía más de 20.000 habitantes y repentinamente, en 3 minutos, quedó completamente sepultada por un desprendimiento de nieve y lodo posterior al terremoto. Todo se terminó de golpe, el amor, el odio, el juego, la ambición, todo quedó cubierto por una contundente masa de lodo. Y preparando la visita me enteré que ahora hay un enorme cementerio en el lugar donde se encontraba la Antigua Yungay: uno camina por ese cementerio sabiendo que toda esa ciudad está enterrada bajo los pies. Piensen en un día cualquiera, con todo el movimiento de un pueblito grande, y que de pronto ya no exista más…
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Se salvaron unas pocas personas, los que alcanzaron a huir a una fortaleza construida por los incas, que obviamente soportó el terremoto como si nada estuviera pasando, y a su vez estaba a suficiente altura como para no ser cubierta por el alud. Si ocurre un terremoto y hay una construcción inca cerca, usted ya sabe lo que tiene que hacer. Y se salvaron también unos niños que habían ido a ver un circo afuera de la ciudad.

Pasear por encima de una ciudad enterrada, con decenas de miles de muertos a los pies, era algo que estaba fuera de lo que tenía pensado. Uno imagina cuántas vidas habían debajo, qué habrán estado haciendo, si abran alcanzado a darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Obviamente casi no quedan testimonios, fue demasiado repentino. Así de rápido se va la vida ¿qué sentido tiene haber dejado vivos a unos cuántos? ¿qué hicieron para merecer esto? ¿qué le decimos a los que tenían a sus hijos o padres aquí? En el lugar se conservan vestigios que demuestran rotundamente la fuerza irracional del acontecimiento. Es lógico que hayan dejado el lugar como cementerio, porque muchos de sus habitantes tendrían familiares en otras regiones. Entonces la gente ha ido a colocar sepulturas encima de donde creen que pudieran haber estado sus parientes aquél fatídico 31 de Mayo de 1970, aunque a decir verdad es imposible que lo puedan saber; está todo el campo del alud salpicado de tumbas por aquí y por allá.
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Se encuentran dos vestigios impresionantes, dejados tal cual los dejó el aluvión. Uno es un bus que hacía un recorrido por el lugar: quedó con todos los fierros de la carrocería torcidos, como si una mano gigante lo hubiera estrujado, y lo dejó casi en forma de L, con una parte sepultada y la otra en el aire. Lo otro es la Catedral del lugar, que quedó cubierta en un 95 por ciento, y sólo está sobre la superficie la parte más alta del techo. El campanario seguramente se derrumbó y ahora se encuentra enterrado ahí abajo. ¿se habrá puesto a rezar el pobre cura? ¿o habrá alcanzado a darse cuenta que hay una parte que ni siquiera él puede explicar?
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A los pies de una piedra gigante, que es casi un pedazo de montaña, se encuentra una tumba pequeña erigida por parientes que han tenido que creer que aparte del barro, su familiar fue aplastado por esa roca. Porque además, el alud fue de una magnitud tal que arrastró rocas hasta del tamaño de una casa, y otras piedras tremendas que están también por todas partes. En el extremo oriental del Campo Santo se eleva una réplica de la Catedral, y, detrás de ella, se yergue majestuoso el Nevado Huascarán, la cumbre más alta del Perú, lugar del desprendimiento que causó la parte más importante de esta tragedia. Allá en lo alto hay millones de toneladas de nieve, amenazante, esperando el momento para bajar. Desde todas partes se ve el camino que ha de seguir.
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Pero el principal motivo del viaje a esta zona era subir al Cerro Pan de Azúcar, porque cuando vine a Perú en 2011 quedé con las ganas de buscar vestigios, hablar con la gente del altiplano nortino sobre uneslabón másen esa epopeya única en la historia universalque es el comportamiento chileno durante el siglo 19. El 20 de Enero se celebra en Chile el Día del Roto Chileno, en honor a los soldados pobres (“rotos”) que realizaron la proeza de subir ese cerro casi a gatas mientras sufrían un aluvión de balas y piedras desde arriba, desalojar de los fuertes y derrotar a los que estaban en la cumbre y aún tener fuerzas para bajar y despojar al adversario de sus bien preparadas trincheras, detrás de un río, haciendo huir al tirano boliviano Andrés de Santa Cruz, que había hasta ese momento conquistado Perú y una parte de Argentina… ¿Bolivia conquistando Perú y una parte de Argentina? ¿Chile liberando a Perú? El desconocimiento de esta guerra me deja atónito. No es la Guerra del Pacífico, ocurrió antes. Cuando el tirano Santa Cruz informó al mundo que quería con su ejército boliviano unir toda Sudamérica a la fuerza, al principio provocó muchas burlas hacia su persona. Pero lo más chistoso fue cuando comenzó a tener éxito y llevar a cabo sus planes.

Este viaje era el que más esperaba, pero era el más inseguro de poder realizar. No tenía ni idea si el Niño Godzilla lo iba a permitir, o con su maldad de niño inocente iba justo a cortar las pocas rutas que permiten llegar al altiplano; no sabía si me iban a dejar subir al Pan de Azúcar, si había vigilancia, si habían buenos hoteles en Yungay, si la zona era segura (puesto que el cerro queda a 3 kilómetros), no sabía nada en realidad, tendría que haber perdido tardes enteras en internet para averiguar todas esas cosas. Traté de irme a la segura y me quedé en la pintoresca ciudad cercana de Huaraz, de 120.000 habitantes… a 3100 metros sobre el nivel del mar. El nombre de la región, Departamento de Áncash, honra hasta el día de hoy un acto heroico, en el zénit de la batalla, del general chileno Manuel Bulnes, jefe del ejército de 4500 chilenos y 1000 peruanos que liberaron Perú de la conquista y la tiranía boliviana, que tan lejos había llegado.

En Huaraz, capital del departamento, la ciudad está funcionando a las 7 de la mañana, incluso a las 6 ya puedes ir a un restaurant o pastelería a desayunar. Es una región que a pesar de su muy notorio esfuerzo agrícola sigue siendo una de las más pobres… así está el mundo, los que producen alimentos sufren miserias y los que especulan se hacen millonarios. Debe ser la región con menos flojos que he visto, pero igual es pobre. Así es el capitalismo.
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La gente en Huaraz y Yungay, perdida en las montañas, ajena a las angustias y ansiedades de los que dicen vivir mejor, saluda a los desconocidos cuando se cruzan en un camino, cuando entran a un restaurant o a una combi, cuando pasas al lado de una persona en el Campo Santo o en el Museo; incluso muchos adolescentes tienen aún ese comportamiento. Caminan tranquilos, dejan pasar el tiempo; tal como era Chile hace 50 años, hasta que una nueva sociedad fue impulsada por los disque militares y sus sucesores los disque progresistas. A pesar de la pobreza y apacibilidad rural de la ciudad, el movimiento cultural es intenso: hay ferias artesanales, unas 4 o 5 he visto sólo por los lugares donde me ha tocado en suerte caminar; el Centro Cultural Municipal es de un tamaño 4 o 5 veces superior al de Temuco; hay una feria con puestos de libros usados en forma permanente y una “librería popular” (he recorrido apenas unas 6 o 7 cuadras…) No está tan lejos la época en que éramos así en Chile también. Hubo un tiempo en el que los “ricos” chilenos llevaban una vida austera y casi humilde; se mezclaban con los pobres en todos los lugares imaginables: en las carreras a la chilena, en las fiestas religiosas; en las peleas de gallos y en los 18 de Septiembre hubiera sido imposible por su actitud distinguir unas clases sociales de otras. Cuando se iba de viaje, donde pararas salía gente, completos desconocidos, a recibirte y alimentarte sin esperar nada a cambio… “¿qué le voy a cobrar?... no vale nada una cazuelita…” Cuando Humboldt visitó el país le pareció muy extraño y se preguntaba qué tipo de “caballeros” eran esos que se mezclaban tanto con la gente vulgar. Un patrón no mandaba sólo a sus peones a la guerra, a menudo iba él y sus hijos también, y ya sabemos que las balas no hacen distinción… Cuando el tirano boliviano Andrés de Santa Cruz dijo que iba a conquistar el continente, que Bolivia iba a ser la “Macedonia de Sudamérica”, y cuando empezó a cumplirlo y a ganar batallas en Perú y Argentina, tuvo que enfrentarse no con un rejunte de soldados, si no con la nación chilena, que ya existía hace tiempo, da lo mismo cómo se llamara, Reino de Chile o República de Chile, porque el sentimiento de comunidad era único en su fortaleza. Éste fue el país, unido con fuertes lazos comunitarios, que envió una expedición a Perú para expulsar a los españoles y liberar a los peruanos, y que liberó la costa y arrinconó a los españoles en los cerros; que, cuando Bolivia invadió Perú, por segunda vez volvió a mandar una expedición para nuevamente liberar Perú del gobierno militar y tiránico que Santa Cruz había instaurado a fuerza de balas; y que, por tercera vez en cuarenta años, volvió a ponerse del lado peruano cuando éstos de nuevo tuvieron problemas con los españoles. Y más encima, sin pedir nada a cambio, sin apoderarse de ningún territorio, como hasta los historiadores peruanos han de reconocerlo. Que alguien me diga otro ejemplo de un país que se levanta tres veces para libertar a un vecino; no hay ningún ejemplo en toda la historia universal de algo semejante. La historia está repleta del procedimiento contrario: los países invaden y conquistan a sus vecinos, como vemos a diario en la tele desde que tenemos uso de razón ¿verdad?; se inician guerras sólo por conquista, por recursos naturales, por tener un lugar más donde mandar. ¿De dónde sale el comportamiento que tuvo Chile durante tanto tiempo?¿Acaso fue resultado de la pobreza de aquellos años, la que impedía tener ambiciones? Pues no, a los países pobres a veces se les da por seguir a un líder para conquistar un continente. Fueron esos lazos fuertes, basados en la austeridad y la humildad, un comportamiento elegido a conciencia, exigido mutuamente entre gente que tenía muchísimo honor, la que hizo posible estas hazañas tan difíciles de creer durante tanto tiempo.

Entonces, tal como lo hicieran sus padres y después sus hijos, los soldados, llegado el momento, fueron la personificación de la generosidad, y fueron también la negación más contundente del cinismo que impera hoy en tantos disque historiadores, meros espejos de la sociedad actual. Lo que antes era visto como normal, ahora ha llegado a ser increíble por obra y gracia de sus indignos sucesores de la última dictadura. Visitar Yungayy el Cerro Pan de Azúcar, lugar de aquellos acontecimientos, y saber que la gente de los pueblitos cercanos recuerda a los soldados chilenos de 1839, que tienen una fiesta todos los años que, aunque el gobierno se esfuerce en pasar por alto la nacionalidad del 85 por ciento de los libertadores, es para el pueblo de la zona imposible no recordar que fueron chilenos, y todo en medio de la rivalidad que existe por los problemas limítrofes entre ambos países. A pesar de todo lo excitante que pueda ser sobrevolar las líneas de Nazca o visitar la Civilización Caral, era éste el momento del viaje que más esperaba…

Llegué a Huaraz y mientras buscaba qué y dónde desayunar, a cada rato recordaba “hoy voy a estar en el Cerro Pan de Azúcar”; el día acompañaba: el poncho de plástico que compré como impermeable vino a puro pasear. Había llegado el día, olas de sensación provocaban cierta ansiedad; luego seguía normal, buscando hotel, dejando las cosas, como si nada; me volvía a acordar dónde estaba… y así, una especie de sube y baja. Llegando a Yungay, a la vista de aquél Cerro, mudo testigo de tanta grandeza, de tanta violencia; enfilando ya, indudablemente, por los lugares históricos donde pasaran el ejército nacional y luego el boliviano, llegué a sentir olor a pólvora. Para que vean lo subjetivo que puede llegar a ser el olfato.

Un caminito al costado de la ruta principal, se aparta para subir por aquellos lugares por donde pasan todos los años oficiales y soldados del Ejército Peruano para rendir homenaje en la cumbre del cerro; es un camino fácil, cómodo, que va rodeando el cerro y ascendiendo de a poco. Pero yo no pude seguir por ahí. Un par de burras blancas me lo impidieron. Estaban bebiendo agua y cortaban el camino justo cuando atraviesa un arroyo. Y todos sabemos que, cuando una burra decide beber agua en determinado lugar, ni Dios la puede hacer cambiar de opinión; así que, tratando de rodearlas, empecé a ascender por un camino que creía que era el correcto, pero que en realidad se apartaba; cuando me dí cuenta ya ni veía el camino original, y sin quererlo me encontraba ya en los lugares de mayor fragor de aquella batalla. Cada cierto tiempo se vuelven a encontrar vestigios de los muertos, muchos de los cuales continúan allí. Me doy cuenta de muchas cosas, pues no hay nada mejor que estar en el sitio del suceso; al subir para despojar a los bolivianos de la cumbre, los soldados chilenos estaban tan desprotegidos frente a tanta adversidad que sólo es posible darse cuenta más cabalmente estando ahí; sólo frente al mundo, sin que nadie te proteja de nada; Dios desaparece de escena; sólo les queda la entrega total, el olvido de sí mismos como única salvación; no hay una mano amiga, sólo un repicar constante de balas que cuerpo a tierra tal vez logren no impactar. Uno lee los hechos pero mientras los lee no se cansa de tanto subir, no te pega el sol, casi exactamente como aquel día, en esa jornada de verano asfixiante justo a la hora de mayor calor. Cuánta determinación tuvieron que tener; un soldado cuenta en sus memorias la decepción que sintió por que su regimiento no fue escogido para realizar semejante hazaña, subir mientras te disparan desde arriba, mientras te arrojan piedras, mientras ves caer a metros de ti a tus amigos que has hecho durante la campaña de la guerra, que fueron más que hermanos; incluso, en un momento, Santa Cruz al ver que contra todo pronóstico sus enemigos seguían ascendiendo, envió a lo mejor de sus soldados a disparar desde abajo también. Sigue el soldado contando que la decepción de no poder participar directamente de algo que ya el día anterior se adivinaba único, digno de memoria eterna por todos los que te conocían, digno de un orgullo que jamás iba a tener fin (de los nietos escuchándote asombrados) se había transformado en alegría al saber que por fin se iba a entrar en acción, tal vez en la segunda etapa de la batalla, pero al fin llegaba el gran día; había que felicitarse y alegrarse por aquellos que sí iban a participar: es el espíritu del roto chileno, insondable y simple, ajenos somos ya, indignos sucesores somos; alegrarse por que se le entrega la gloria a otros, nos parece ahora que sólo ocurre en la ficción, en las películas.

Haber estado en Lima el día anterior, a cero metros sobre el nivel del mar, y tomar un bus y despertar a 3100 metros, casi me pasa la cuenta y me impide cumplir esta etapa del viaje. No tenía los síntomas del apunamiento, no había dolor de cabeza, pero sí la falta de oxígeno y el cansancio. Por las burras pude subir no por el este, si no por el costado sur del Cerro, epicentro de la batalla, epicentro de los gritos de dolor y de la muerte; y encontré gracias a esos benditos animales, los fuertes que los bolivianos habían levantado para protegerse de los disparos que desde abajo, mientras subían, les hacían los chilenos. Con esto resolvía una duda: conozco dos planos de la batalla; uno, de Francisco Cuadras, el más difundido, el más editado y, al parecer, el único que circula en internet, señala lo lógico: que el ejército nacional, ubicado al norte, subió por la ladera norte; pues bien, por difundido que esté ese croquis, es erróneo; los fuertes bolivianos estaban en la ladera sur, y las memorias del soldado Antonio Barrena no fallan: su croquis es el correcto. Los soldados, bajo fuego, debieron dar toda una vuelta al cerro y subir por el sur; así lo recuerdan también quienes conmemoran la batalla en la zona.
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Llegó un momento en que no podía continuar, me faltaba el oxígeno, daba un paso y me cansaba; estaba tan alto, pero para colmo, no veía por dónde continuaba el camino, por dónde seguir, tenía que ir despejando el camino, casi tiro la toalla; pero un hilillo de camino casi invisible finalmente resultó que se unía al camino principal, al cómodo, al que sólo pasa por un fuerte, que lleva hasta una explanada y luego hasta la cima.
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Asombra lo pequeña que es; debió estar repleta de bolivianos, que ya sin balas veían como no podían evitar que esa nación se les viniera encima; la primera parte de la batalla ya estaba cumplida. Ni tiempo hubo para festejar, había que continuar abajo, contra el núcleo y contra el tirano que esperaba protegido allá al final.

Hay en la cima un mástil, que no tiene bandera. Menos mal. Faltaba más que hubiera allí sólo una bandera peruana. Flores secas dejadas hace dos semanas se cuecen al sol. No quedan vestigios; no hay guardia, nadie sube, salvo los 20 de enero de cada año. Como cima que es, el viento golpea con una fuerza, como si quisiera borrar todo lo que ha ocurrido. Hay también un monolito que, hasta hace dos o tres años atrás, tenía escrita una estrofa del Himno de Yungay, un himno a los soldados chilenos que actuaron allí; pero la han cambiado, ahora honra la memoria de los peruanos que se unieron a los chilenos para expulsar a los bolivianos. Sólo los honra a ellos, y a los peruanos que sí apoyaron a Santa Cruz, que utilizó la unidad de América como anzuelo para atraer apoyos y seguidores, porque era astuto como una víbora. Parece que ya no está el mensaje del general peruano Agustín Gamarra, que tanto agradeció a los chilenos por el servicio prestado, y dio recompensas, y títulos honoríficos a los soldados.

Cuánto molesta escuchar que en las guerras, los ricos mandan a morir a los pobres. Es una idea que se repite cada semana por televisión; indirectamente, dicen que estos soldados, que se sacrificaron tanto, no eran más que marionetas de los intereses de los poderosos; viven intentando meternos en la cabeza la maldita lucha de clases; es el marxismo, el comunismo de partido o el marxismo cultural, que para justificar el odio que quieren que sintamos nosotros por las clases altas, se mete en la historia a falsear y a mentir, a hacernos creer que los poderosos provocaron esta guerra, cuando en realidad, trataron de evitarla por todos los medios, buscando un golpe de estado para que no ocurriera, asesinando al ministro Diego Portales, que era el que más la promovía; y fue un sector, incluso pequeño, de la clase política, y sobre todo, en una segunda etapa, el ímpetu de la opinión pública la que no toleró las ambiciones de Santa Cruz, y sus chistosos deseos de grandeza. El Mercurio, portavoz de los grandes comerciantes, se opuso sistemáticamente a esta guerra, hasta que la población apedreó sus ventanas porque la postura del diario ya parecía traición. El cónsul inglés exigió una reunión con el Presidente Joaquín Prieto para exigirle que pusiera fin a los preparativos. Nada de esto se suele decir porque no coincide con ideologías políticas dominantes; demasiados políticos metidos a historiadores, que saquean la historia y la dejan irreconocible. Lo cierto es que, de las Compañías a las que le tocó ascender al Pan de Azúcar, casi todos los oficiales cayeron; muchos eran jóvenes privilegiados, que hubieran tenido una vida de comodidades por delante. Pero las balas no hacen distinción. De la subida al Pan de Azúcar, sobrevivieron prácticamente sólo soldados pobres, los rotos. Por eso creo que es injusto achacarle y conmemorar esta victoria como si fuera obra exclusiva del roto. Debiera ser feriado nacional, pero su sentido debiera ser otro, todos se comportaron heroicamente en Yungay, no sólo los pobres. Los oficiales mostraron el mismo ímpetu que los soldados que tenían a su cargo, lo cual es muchísimo decir. Presentarlos como simples marionetas es no reconocer el inmenso mérito que tuvieron, y esa es una actitud miserable. No les cabe otro adjetivo. Demasiado político metido a historiador.

Después de la conquista del Cerro Pan de Azúcar, todavía faltaba bajar y continuar con la segunda parte. Desde arriba se ve bastante pequeño el campo de batalla. Desde abajo, los árboles no te permiten tener una perspectiva. Obviamente escogí bajar por el camino más cómodo. Las burras aún estaban bebiendo, aunque se habían movido, pero con la misma actitud sosegada de la mañana. Me volvieron a mirar con intriga. Abajo está la llanura de Punyán, ahora toda ella propiedad privada, trabajada por pacientes y pobrísimos campesinos, que dan vuelta la tierra y la sangre derramada trabajando y sembrando. De vez en cuando todavía encuentran casquetes de balas o pedazos de ropa. Girones de soldados heroicos de carne y hueso, que estuvieron a punto de flaquear. Mientras tanto Argentina, que también había declarado la guerra al tirano Santa Cruz, aliada de Chile, ni siquiera pudo salir de su propio territorio, fue un cero a la izquierda, fueron invadidos y perdieron la región de Tarija, que Bolivia aún no les devuelve. Y en Yungay, detrás de las trincheras, los bolivianos, como en Argentina pero aquí con la ventaja de la superioridad numérica, resistían carga tras carga de la infantería nacional, que por el cansancio y la falta de resultados estuvo a punto de ceder y de cambiar la historia del continente. Se hubiera formado, por lo menos en el centro de América del Sur, un poder tiránico que nunca se conformaría con nada y no dejaría en paz a nadie. Los soldados insistían; para desalojar a los bolivianos, además de no ser heridos por las cargas de fusil que estos hacían, debían atravesar el río Ancash y enfrentarse cuerpo a cuerpo contra los soldados de Santa Cruz; éste río es ahora incluso más angosto de lo que era entonces, pero es bastante torrentoso; luego de horas de lucha, carga tras carga y nada, hasta que el Batallón Portales chileno comenzó a huir. El pesimismo se expandió por ese pequeño campo de batalla, y no debe ser una exageración eso que dicen que había 7 bolivianos por metro cuadrado; y otros soldados de otros sectores se contagiaron del pesimismyo los imitaron. Todo el esfuerzo de esta guerra estaba perdido; pero fue entonces cuando el General Manuel Bulnes y su Estado Mayor, que como la gran mayoría de los generales suelen estar dirigiendo las estrategias de la batalla desde algún punto elevado, se lanzaron personalmente a la batalla, a todo o nada. Ya los bolivianos salían a perseguir a los chilenos que huían. Por fin salieron de sus trincheras. Y los gritos de los generales lograron cambiar el ánimo de los que huían, muchos de los cuales dieron la media vuelta y de perseguidos pasaron a perseguidores; Bulnes se mantuvo firme en medio del río Ancash y su ejemplo cundió para cambiar el destino de la batalla; el general peruano Agustín Gamarra, que estaba con los chilenos, al ver la escena gritó “¡Viva el Mariscal de Ancash!”, creando un título de nobleza en ese mismo momento. Es por esto que ahora la Región lleva el nombre de Ancash, pues se vio que gracias a esa acción, el ánimo había cambiado y por fin los bolivianos eran desalojados y perseguidos a lo largo de kilómetros; entonces Santa Cruz y sus generales, que deberían haber hecho lo mismo que el Estado Mayor chileno, involucrase personalmente en la batalla, prefirió no arriesgar su preciada vida y huir sin parar hasta Lima. De haber existido los cronómetros hubiera establecido un récord.

Las persecuciones eran lo peor en las guerras anteriores al siglo 20; era entonces cuando se producían la mayoría de las bajas. A lo largo de 5 kilómetros de persecución, hasta el lugar donde hoy se encuentra el Campo Santo bajo cuyas tierras está la Antigua Yungay, el ejército boliviano, cuyos batallones en su mayoría estaban invictos hasta el momento, quedó desecho y sus pocos sobrevivientes no tenían ánimo de reagruparse para nada. Santa Cruz después de Lima se fue a refugiar a Francia.

Sudamérica estuvo a un paso de tener el mismo destino que hoy tiene el continente africano: un tiranuelo tras otro, explotando país a su antojo; era la realidad de Bolivia hasta ese momento, que quiso nada más que expandirse al resto de América, con sus guerras civiles sin sentido, sus guerras de conquista, la violencia como única política, que ha mantenido en la miseria a cientos de millones de africanos; si no pasó eso, en parte se lo debemos a los soldados de Yungay; nuestra realidad actual está en parte moldeada por ellos; le debemos lo que somos, haber puesto un pilar para el futuro; faltarán muchos pilares, pero eso ya no es culpa de ellos; sus méritos están firmes moldeando nuestra realidad, y el que no lo sabe, no le interesa o no se los quiere reconocer, es porque no sabe cómo funciona el mundo. Y el mundo aquella vez nos entregó una buena noticia: los confiados, los arrogantes y los soberbios, esta vez perdieron por goleada y debieron huír cobardemente a toda velocidad; y aquel pueblo unido, joven y sencillo, tuvo oportunidad de demostrar, no que estaba recién naciendo, si no que se encontraba en la plenitud de su existencia. Y por segunda vez, esa unidad del pueblo chileno afirmó la independencia en Sudamérica.Los peruanos no podían creer que todo este esfuerzo chileno sería a cambio de nada. Tardaron meses en irse dando cuenta; pasaba el tiempo, los regimientos se volvían de a poco a Chile, los días corrían y nadie hablaba de ceder territorios, ante el asombro de todos; recién en Abril, cuando falleció la señora Isabel Riquelme, madre de Bernardo O´Higgins, que se encontraba viviendo en Lima en el exilio con su madre, salieron algunos peruanos tímidamente a presenciar el funeral de Estado que se le brindó. Con algunas personas he tocado el tema de O´Hiiggins: los peruanos tienen una excelente opinión, saben que por él ocurrió aquella primera vez que Chile envió una expedición a Perú para liberar el país de los españoles; me decían que vaya a la Casa O´Higgins, que “le tienen un museo ahí”, y efectivamente, la casa del Libertador se conserva, pero está en reparaciones y durante este mes no se puede visitar. Sólo en Agosto, cuando se retiró Manuel Bulnes con el último regimiento, llenos de condecoraciones y reconocimientos, con $1 más de la época mensualmente cuando se jubilaran, regalo de parte del Perú, la población salió a despedirlos llena de entusiasmo al fin, y los acompañó hasta el puerto de El Callao. Ahora todos estaban a favor de Chile, y todos decían que siempre lo habían estado, desde el primer momento, obvio. Jorge Basadre, historiador peruano, dice que los que profetizaban que los soldados se iban a quedar para siempre mandando en Perú se tuvieron que tragar sus palabras.

El pequeño pueblito de Punyán, a los pies del Pan de Azúcar, guarda en su memoria estos acontecimientos. Después de recibir un baño de rayos ultravioleta, muerto de felicidad y casi flotando, llegué al pueblito y entré en un pequeño almacén, pidiendo una Pilsen Callao negra “para este pobre peregrino”. Debí semejar un aparecido, un espectro. La señora que atendía me dijo que sólo tenía Cusqueña negra, a 6 soles. Pensé que me quería cobrar de más aprovechándose de mi situación, pero qué le podía hacer… cuando en esto veo que saca del freezer una botella de más de medio litro… casi me muero de alegría. No puedo describir el sabor de esa cerveza, ha sido lo mejor que ha entrado dentro de mí. Después voy a volver a probar otra, para ver si no fue solo una apreciación subjetiva del momento. La señora se quedó preguntando intrigada sobre el porqué estaba tan rojo, que de dónde venía y qué había hecho que estaba así. Me contó que todos los años los soldados suben al Pan de Azúcar y hacen ceremonias para recordar la batalla. Le pregunté si sabía lo que pasó, y sin anestesia me dijo: “los chilenos nos salvaron. Aquí todos dicen que los chilenos nos salvaron. Si no, esto sería… boliviano ¿verdad?” Le respondí que probablemente ya no, aunque no puede saberse en realidad, pero que de no haber sido por esa batalla y esos soldados, hubieran habido muchas guerras más, quizá hasta dejar a los países en la miseria total.

Para los niños que jugaban afuera, este día sin lluvia era una verdadera bendición. Era como si hubiera vuelto la primavera, acostumbrados como están a tener sus vacaciones en medio del frío y los temporales. Estaba tan contento por lo que acababa de hacer, que a todos los niños que entraron al negocio les compré galletitas o dulces, les pregunté cómo les iba en el colegio, cuanto faltaba para entrar a clases. Es que andaban demasiado alegres. A los hijitos de la señora que atiende el almacén les regalé dos monedas chilenas, “de un país que tanto ha hecho por ustedes. Crezcan respetándolo”. Se pusieron a saltar de alegría, en la vida habían visto una moneda que no fueran los soles peruanos, y los adultos tampoco habían visto nunca una moneda extranjera. Estoy seguro que si fueran conscientes de que esa no fue la única vez que Chile ha defendido la independencia de Sudamérica, si tuvieran en sus recuerdos la Expedición Libertadora, los combates navales en Chiloé, a Lord Cochrane atacando a las naves realistas en el Callao, no permitirían que sus gobernantes hablen tantos disparates y se pongan a dar problemas por esos miserables centímetros cuadrados del Hito 1, del cual ahora seguramente van a hacer otro caso en La Haya.

Es evidente que esos niños no pasan hambre; juegan, saltan, no caminan tranquilos casi nunca de tanto entusiasmo que desbordan; se saben las canciones y las cantan casi desde la cuna; el sol no les hace más que el bien. A todas luces su destino no ha sido la tristeza de los niños africanos, para qué entrar en detalles, prisioneros los de ese continente, de los tiranos de izquierda y de derecha, de esos simples fascistas amantes de la violencia que pueblan la horrible historia de sus países, pobres niños prisioneros de quienes siempre están al servicio de intereses mezquinos, de potencias extranjeras, o de empresas transnacionales que no tienen ni nación ni moral. Exactamente lo contrario a los huesos de los chilenos que descansan a pocos metros de allí, que con la paga del soldado se hubieran conformado; de un país que no pidió nada a cambio, y que han contribuido no con un grano de arena si no con un pilar para que sea posible algo mejor, algo como aquel día apacible y alegre en los pueblitos de Yungay.

Los conflictos continuaron en Sudamérica; Bolivia y Perú siguieron agarrándose cada cierto tiempo;Argentina y Brasil ya habían tenido una guerra, y luego se unieron para casi exterminar al pueblo paraguayo; los instintos primitivos de otro tirano boliviano, Hilarión Daza, y de la casta militar de ese país, famosas por su inconsciencia, volvieron a provocar un conflicto de proporciones en el continente. Es por esto que desde Europa a veces nos ven como “pueblos atrasados”. Y tienen razón. Pero ellos también lo son, e incluso, en cuanto a las causas de las guerras, la situación europea era mucho peor. La guerra que Chile enfrentó contra la Confederación Peruano-Boliviana no tiene comparación con el salvajismo de Europa: las guerras hechas por los europeos para conquistar y someter colonias africanas llenarán de vergüenza a todas las generaciones por los siglos de los siglos; las guerras de Napoleón crearon un problema mayúsculo cuando éste pasó a la ofensiva y se le rindió un culto a su personalidad que fue llevado hasta el ridículo; las guerras de Bismarck, vacías de todo ideal, antimorales hasta el infinito y provocadas de una forma tal que serían indignas de los hombres del paleolítico; y ahora, en pleno Siglo XXI, las causas de las guerras están al mismo nivel de bajeza que en aquellos tiempos, o peor. Debemos dejar la modestia de lado y aceptar que ha sido en este mundo en el que Chile llevó adelante con un espíritu elevadísimo, una guerra de liberación y no de conquista, una guerra hecha en nombre de un país y no de un salvaje cualquiera.

¿Cuántas horas estuve en la cumbre? No lo sé con exactitud, tal vez fueron más de dos, o tres. Es una extraña sensación, paseaba de una esquina a otra del cuadrilátero, veía por donde subieron, las dificultades del terreno, los fuertes destruidos. De pronto me acordé de la Sargento Candelaria. Fue como escuchar una mala noticia, recordar el dolor de perder a su amor, de verlo caer cuesta abajo, de su triste vida posterior, del recuerdo solitario en el teatro que se puso de pie para aplaudirla. Y meditaba, pensaba sobre los acontecimientos; pensé en la injusticia de que la población no conozca estos hechos heroicos, un país que se lanza a lo imposible varias veces, que se deja llevar por sentimientos tan elevados, y que producto de eso realiza una y otra vez proezas casi inconcebibles. Fue entonces cuando me di cuenta de lo insólito de la situación, de que un país luche por la libertad de sus vecinos tantas veces seguidas, de que no haya nigún otro ejemplo en la historia humana de algo así; toda esta grandeza que se pudo alcanzar, todos estos sacrificios ¡deberíamos vivir teniéndolos presente! Incluso creo que en algún momento me sentí observado: los huesos ahí abajo, enterrados; pero tal vez esos huesos no son lo único que hay, y vuelan los soldados libres al fin, y vuelven al sitio del suceso, llenos de gozo y de alegría, ajenos ya por completo al sufrimiento; porque para quienes han tenido que sacrificarse de esta manera, para los que han tenido que vivir una epopeya como esta; para ellos, no creo que exista un final.
Yungay, la cumbre de la nación - La cintura cósmica del Sur (12)




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Fecha: Mar Abr 23, 2024 12:55 pm    Título: Re: Viajar a Perú

Desaconsejo totalmente reservar excursiones con Civitatis! Todas las personas con las que coincidimos en el viaje también compartieron con nosotros su mala experiencia con Civitatis. Mucho mejor agencias locales o Get Your Guide… También mucho cuidado con SKY Airline!!! Desaconsejo totalmente la reserva de vuelos con esta compañía!! Pueden cancelarte en los minutos previos a la partida y...sin obligación alguna a darte explicaciones, soluciones o indemnizarte!!! Al no ser una compañía europea ni un vuelo europeo... Pierdes esos derechos como consumidor... Y esta compañía se aprovecha de...  Leer más ...
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Fecha: Dom Abr 28, 2024 10:17 pm    Título: Re: Viajar a Perú

¿Conoces alguna agencia a quien le pueda contratar un transporte privado para un grupo de 7 personas para ir de Huacachina a Nasca?. Los horarios de bus en este trayecto nos pillan fatal
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Hola yo arrendé auto el año pasado me salió muy conveniente
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Fecha: Jue May 02, 2024 10:32 am    Título: Re: Viajar a Perú

Prefiero no conducir yo. Ya lo he encontrado a través del hotel, gracias de todas formas !!!
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Fecha: Vie May 03, 2024 09:34 am    Título: Re: Viajar a Perú

Buenas.

Me gustaría alquilar una moto, quad o coche en Tumbes o Zorritos para disponer de transporte durante unos días que estaré en esa zona de playas. ¿Alguien conoce nombre de agencias de alquiler locales ya que no encuentro nada por internet.

Luego tengo un par de preguntas respecto al cambio de moneda, en Lima ¿Dónde recomendáis cambiar moneda? Luego el tipo de cambio que ofrecen varía mucho de Lima a otras ciudades como Arequipa o Cuzco?

Y por último para tener datos móviles que compañia me recomendais para comprar una tarjeta sim prepago?

Muchas gracias.
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